?60 segundos despu¨¦s de entrar me acosaron?: la misoginia del mundo real se replica en el metaverso
Se abre el debate de si este es un espacio seguro para las mujeres. Los expertos se?alan que las agresiones vividas por los avatares pueden producir secuelas similares a las que ocurren en el mundo real.
El v¨ªdeo de estreno del Metaverso, que Mark Zuckerberg present¨® en octubre, mostraba un mundo virtual id¨ªlico. Entornos agradables en los que practicar deportes, una sala de reuniones con un monstruito rob¨®tico entra?able y espacios en los que socializar con amigos. Un lugar en el que todos los usuarios, convertidos en avatares que se cambian de ropa, pueden campar alegremente por una representaci¨®n mejorada de la vida real. El futuro de un Internet que va m¨¢s all¨¢ de los comentarios en Facebook, los audios de WhatsApp y los likes de Instagram, como un cap¨ªtulo de Black Mirror sin tintes apocal¨ªpticos.
Pero el plan del magnate de Internet ¨Cque cada vez se parece m¨¢s a uno de esos avatares virtuales que a una persona de carne y hueso¨C no tuvo una acogida demasiado entusiasta. Su empresa, que a finales de 2021 cambi¨® su nombre a Meta, atraviesa un serio problema de reputaci¨®n despu¨¦s de que la exempleada de Facebook, Frances Hauge,n sacase a la luz miles de documentos internos. En ellos se demuestran los efectos nocivos que las redes sociales tienen en sus usuarios y de los que la compa?¨ªa es consciente sin hacer nada al respecto.
Tanto Zuckerberg como su empresa est¨¢n perdiendo millones en Bolsa y las reticencias a su Metaverso, relacionadas en un principio por la protecci¨®n de datos, han aumentado. Apenas dos meses despu¨¦s de poner en marcha Horizon Worlds, la aplicaci¨®n con la que se accede a ese universo virtual, que de momento solo est¨¢ disponible en Estados Unidos y Canad¨¢, una usuaria llamada Nina Jane Patel denunci¨® una agresi¨®n sexual. Para describir su experiencia public¨® un post en Medium contando el ataque que hab¨ªa vivido en la plataforma. ¡°60 segundos despu¨¦s de entrar, me acosaron verbal y sexualmente. Tres o cuatro avatares masculinos, con voces de hombre, violaron en grupo a mi avatar y sacaron fotos. Mientras intentaba escaparme me gritaban ¡®?No finjas que no te ha encantado¡¯, ¡®ve a masturbarte con la foto¡±.
Para entrar en Horizon se necesitan unas gafas de realidad virtual llamadas Oculus Quest 2 (de momento, porque cada cierto tiempo sacar¨¢n una nueva versi¨®n mejorada). Si el usuario o la usuaria se las quita, sale autom¨¢ticamente del Metaverso. Tambi¨¦n se puede poner una barrera de seguridad, seg¨²n cuenta Patel, pero pas¨® tanto miedo que fue incapaz de reaccionar a tiempo. ¡°Me qued¨¦ helada. Fue surrealista. Fue una pesadilla¡±.
Patel no es la ¨²nica voz que ha denunciado las situaciones a las que se enfrentan las mujeres en el Metaverso. Parmy Olson, columnista de tecnolog¨ªa de Bloomberg, ex reportera del Wall Street Journal y Forbes?relat¨® su?experiencia tambi¨¦n. ?Un grupo de avatares hombres me rodearon en un c¨ªrculo guardando silencio. Fue muy extra?o y me hicieron sentir como un esp¨¦cimen?.
Tambi¨¦n el autor de cuentos infantiles y divulgador Miguel L¨®pez, conocido como El Hematocr¨ªtico, se quejaba de una experiencia similar en el Metaverso.
Ayer fui a mi primer concierto en el Metaverso y a que no sab¨¦is qu¨¦ vi.
— El Hematocr¨ªtico (@hematocritico) January 15, 2022
Sorpresa.
A una chica escapando de dos imb¨¦ciles que le estaban acosando y se re¨ªan de ella cuando dec¨ªa que los iba a reportar.
Un mundo nuevo de posibilidades.
La delgada l¨ªnea entre el mundo real y el virtual
Por el momento, solo un grupo reducido de personas han experimentado la sensaci¨®n de introducirse en un Metaverso. Aunque plataformas de juego como Fornite o Minecraft tambi¨¦n podr¨ªan considerarse mundos virtuales, la experiencia de Horizon es mucho m¨¢s inmersiva. De ah¨ª que Patel sintiese la agresi¨®n como si hubiese ocurrido en un plano f¨ªsico.
Ella se?ala que la realidad virtual tiene tres aspectos: la entrada en el entorno, la tecnolog¨ªa que permite una presencia activa y el concepto de encarnaci¨®n. Este ¨²ltimo hace que ¡°el cuerpo virtual (avatar) sea el cuerpo f¨ªsico. La encarnaci¨®n se puede expandir a¨²n m¨¢s reconsiderando los componentes de una experiencia que siente sensaciones similares hacia un cuerpo virtual dentro de un entorno virtual como hacia el cuerpo biol¨®gico (y viceversa)¡±.
En videojuegos como Gran Theft Auto, la posibilidad de mantener sexo virtual con mujeres tambi¨¦n virtuales existe desde hace mucho tiempo. La gran diferencia con el Metaverso es por supuesto que a pesar de que el interfaz sea muy similar al de un videojuego, tras las identidades virtuales hay verdaderas personas que manejan reglas y emociones del mundo real.
Las consecuencias de una agresi¨®n cibern¨¦tica pueden tener un impacto en la persona similar a las que tiene una en la vida real, seg¨²n explica la doctora Eleonora Esposito, Investigadora del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra y Experta Nacional Destacada en el Instituto Europeo para la Igualdad de G¨¦nero (EIGE). ¡°El impacto psicol¨®gico es enorme. Los investigadores coinciden en que la violencia cibern¨¦tica puede tener muchos efectos negativos sobre el bienestar f¨ªsico y emocional, el desarrollo cognitivo y el rendimiento escolar o laboral. Puede conducir a la depresi¨®n, la verg¨¹enza, el estr¨¦s, el aislamiento, la culpa y el da?o infligido¡±.
La misma tesis sosten¨ªa The New York Times en un art¨ªculo titulado ?La cara oscura del Metaverso: ah¨ª vienen el acoso y los asaltos?: ?El mal comportamiento en el metaverso puede ser m¨¢s acentuado que el acoso online que ya conocemos porque la realidad virtual lanza a la gente a un entorno donde existe una dimensi¨®n sensorial verdadera y el tacto personal no deseado puede llegar a sentirse de forma real?.
Estos impactos del odio en Internet pueden traducirse incluso en t¨¦rminos econ¨®micos. Como concluye un estudio del Parlamento Europeo de 2020, el coste de la ciberviolencia de g¨¦nero oscila entre los 49.000 y los 89. 300 millones de euros. La categor¨ªa de coste m¨¢s importante es el valor monetizado de la p¨¦rdida en t¨¦rminos de calidad de vida, que representa alrededor de 60% por cyberharassment y alrededor del 50 % por cyberstalking.
Adem¨¢s, esas agresiones online tambi¨¦n pueden ser el precedente de un acoso f¨ªsico: ¡°Los estudios han demostrado que el acoso perpetrado en el entorno f¨ªsico es un fuerte predictor del acoso cibern¨¦tico y que, por el contrario, el acoso que comienza en l¨ªnea puede continuar en el mundo f¨ªsico o conducir a la perpetraci¨®n de otras formas de violencia cibern¨¦tica¡±, sostiene Esposito. ¡°Por ejemplo, obtener informaci¨®n personal sobre mujeres y ni?as puede permitir que un agresor cumpla otras acciones violentas, como compartir los datos personales de la v¨ªctima en l¨ªnea (un fen¨®meno conocido como doxing), distribuir im¨¢genes o videos sin el consentimiento de la v¨ªctima, chantajear o amenazar a la v¨ªctima¡±.
La pandemia del coronavirus ha agravado la violencia por sesgo de g¨¦nero que ya era notoria antes de la crisis sanitaria. ¡°La evidencia sugiere que los confinamientos y las medidas de distanciamiento social exigidas para reducir la propagaci¨®n de la COVID-19 est¨¢n asociados con un aumento en las formas digitales de violencia que afectan a las mujeres, como el acoso en l¨ªnea y la pornograf¨ªa no consentida, en parte debido al aumento del uso de internet, como ha publicado el Instituto Europeo de la Igualdad de G¨¦nero¡±.
El (no) poder de la justicia
De entrada, un caso como el descrito por Patel se considera violencia de g¨¦nero sin ninguna duda, seg¨²n explica Beatriz Uriarte, abogada penalista experta en violencia de g¨¦nero y socia del despacho Ospina. ¡°As¨ª lo recogen los diferentes tratados internacionales, entre ellos el Convenio del Consejo de Europa, que define este tipo de delitos como una violaci¨®n de los derechos humanos y como una forma de discriminaci¨®n considerando responsables a los Estados si no responden de manera adecuada¡±.
Por lo tanto, si una agresi¨®n sexual en el Metaverso puede vivirse de una manera f¨ªsica, como sostiene Patel, y las consecuencias psicol¨®gicas tambi¨¦n pueden ser similares, como afima Eposito, ?podr¨ªan juzgarse de la misma manera? ¡°No, no se juzgar¨ªa de la misma forma que una agresi¨®n sexual, ya que el C¨®digo Penal recoge un tipo y unas circunstancias espec¨ªficas, que no se cumplen. Por agresi¨®n sexual se entiende aquella conducta que conlleva violencia o intimidaci¨®n frente a la v¨ªctima, y que atenta frente a su libertad sexual, exigiendo como elemento del tipo, que sea una persona f¨ªsica y no un avatar¡±, aclara Uriarte. Patel a?ade: ¡°Se tendr¨ªa que valorar si encaja con otro tipo penal, como por ejemplo con el delito de acoso o con delito de coacciones del art¨ªculo 172, como recientemente se reform¨® por aquellas acciones que se realizan en internet¡±.
Adem¨¢s, la abogada Uriarte no ve posible que los casos de agresi¨®n sexual en la realidad virtual vayan a juzgarse nunca como los sufridos en el mundo real porque para ello habr¨ªa que reformar el C¨®digo Penal a?adiendo ¡°nuevos tipos para estas conductas que suponen un acto vejatorio o degradante contra las mujeres en los delitos contra la libertad sexual¡±, desgrana.
A este respecto, Eleonora Esposito considera que la regulaci¨®n no ha seguido el ritmo de la innovaci¨®n y el acoso en la realidad virtual es un ¨¢rea gris. Algo que debe solucionarse: ¡°Hace falta tomarnos m¨¢s en serio nuestras experiencias digitales para estar mejor posicionados para reclamar la propiedad del espacio virtual y defender nuestros derechos como ciudadanos digitales en lugar de como consumidores. Necesitamos apoyar a los usuarios para que finalmente piensen en los espacios digitales como extensiones de nuestros espacios anal¨®gicos, con los mismos derechos, deberes y responsabilidades. Espacios donde tenemos que respetar a todos los usuarios, no solo a las mujeres, por el bien de la humanidad¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.