Por qu¨¦ la revoluci¨®n de las mujeres se ha te?ido de rojo
Mientras el capitalismo se adue?a del ¡®rosa millennial¡¯ para seducir a compradoras, 2017 ha adoptado este tono para visibilizar la lucha anti-Trump y el movimiento activista feminista.
Si han visto El cuento de la criada, el best seller de Margaret Atwood convertido en serie de la temporada por culpa de HBO, seguramente se hayan preguntado por qu¨¦ las doncellas visten siempre de rojo. La explicaci¨®n es tan sencilla como inquietante: el rojo indica que son mujeres f¨¦rtiles asociando el color a la sangre menstrual. Elisabeth Moss y el resto de esclavas sexuales que se pasean por las grises calles de la rep¨²blica de Gilead dejan un impactante rastro rojo que contrasta con el azul de las respetables esposas, asociado a la Virgen Mar¨ªa. ?El rojo es el color de la regla, del ¨²tero, de las mujeres desenfrenadas y pecadoras?, explicaba?Ane Crabtree, dise?adora de vestuario de la serie, a la edici¨®n estadounidense de Vanity Fair. ?Hist¨®ricamente, el rojo ha sido visto como un s¨ªmbolo de poder, usado por los reyes y los l¨ªderes religiosos, pero el ¨²nico poder que tienen las sirvientas es la capacidad de dar descendencia. El rojo tambi¨¦n se ha asociado con las mujeres que cometen pecados sexuales, como el personaje de La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne?, explican en el mismo art¨ªculo. En el terror¨ªfico mundo de estas mujeres reducidas a objetos reproductores todo es rojo. Incluso el apodo de la protagonista, Offred, deriva del nombre de su comandante e incluye la palabra ¡®rojo¡¯ en ingl¨¦s. ?Casualidad?
El uniforme de las criadas ha sido tomado los ¨²ltimos meses por varios grupos de mujeres como s¨ªmbolo de protesta. A finales de junio en Washington, varias mujeres vestidas como las doncellas de Atwood protestaron frente al Capitolio mientras el Senado estadounidense debat¨ªa una reforma sanitaria que pretende cancelar los fondos de Planned Parenthood, que ofrece un sistema de asistencia sanitaria similar al de la planificaci¨®n familiar europea. No era la primera vez que ocurr¨ªa. En marzo un grupo de activistas te?idas de escarlata irrumpieron en la c¨¢mara del Senado de Texas para protestar contra una ley que dificultar¨ªa el aborto en el estado. Otro ejemplo lo protagonizan las cien mujeres de rojo que se enfrentaron hace unos d¨ªas al vicepresidente estadounidense, Mike Pence, cuando se dirig¨ªa a dar un discurso para Focus on the Family, una organizaci¨®n cristiana dedicada a promover valores ultraconservadores. El cuento de la criada tambi¨¦n lleg¨® a cobrar vida en El Retiro (Madrid) en la pasada edici¨®n de la Feria del Libro. La Biblioteca de Mujeres protagoniz¨® una performance en la que un grupo de voluntarias paseaba, capa roja y cofia blanca mediante, pas¨¢ndose cajas de libros de unas a otras para simbolizar el peso de la herencia literaria femenina y reivindicar la visibilidad de las autoras.
Pero m¨¢s all¨¢ del uniforme de las criadas, el rojo se ha convertido en s¨ªmbolo feminista y color anti-Trump. El pasado 8 de marzo, D¨ªa Internacional de la mujer, mientras que en Espa?a las mujeres fueron llamadas a vestir de negro y sumarse al paro mundial, en Estados Unidos el rojo se convirti¨® en el tono del movimiento reivindicativo. Desde las redes sociales de Women¡¯s March, que por cierto realiza toda la comunicaci¨®n y carteler¨ªa en rojo, se hizo un llamamiento a todas las mujeres para que durante esa jornada vistieran de este color en se?al de solidaridad. Las calles de ciudades como Nueva York fueron inundadas por una marea roja que se alzaba contra Trump.
Tal y como explica The Guardian, este tono tambi¨¦n se ha convertido en uniforme de las pol¨ªticas en momentos clave. Un nuevo s¨ªmbolo del power dressing. Theresa May eligi¨® una chaqueta roja para reunirse por primera vez con el presidente Trump el pasado mes de enero y Hillary Clinton luci¨® una prenda del mismo tono, firmada por Nina McLemore, durante su campa?a por la presidencia. ?Para las mujeres, el rojo trasciende las ideolog¨ªas pol¨ªticas.?Se trata de ser una mujer en un mundo de hombres?, escribe la periodista Morwenna Ferrier. En Estados Unidos, adem¨¢s, reivindicar ese color en el movimiento feminista supone una provocaci¨®n contra la derecha y el partido republicano. Melania Trump, como ya hizo Nancy Reagan, lo ha adoptado como color de cabecera y por algo las gorras de Make America Great Again que tanto ha popularizado Trump son de esa tonalidad.
Symone Sanders, la que fuera secretaria de Bernie Sanders, ha visibilizado a las mujeres negras en la pol¨ªtica con sus inseparables labios pintados de rojo. As¨ª lo recuerda Lena Dunham en Why Red Lipstick is Feminism¡¯s New Calling Card (Por qu¨¦ el pintalabios rojo es la nueva llamada de acci¨®n del feminismo), donde la directora, actriz y activista desgrana para la edici¨®n estadounidense de Vogue las bondades del labial carm¨ªn en el movimiento por la igualdad de derechos.?¡°La revoluci¨®n se pintar¨¢ los labios de rojo¡±, escribe Dunham mientras recuerda c¨®mo su madre, la conocida artista Laurie Simmons, que no ten¨ªa un estilo especialmente femenino y trabajaba en un sector dominado por hombres a finales de los 70, siempre se pintaba los labios de ese color. ?A medida que el mundo se tambaleaba tras el circo surrealista de la temporada de elecciones en Estados Unidos, era dif¨ªcil no ver la conexi¨®n entre la gama completa de Pantone de carmines y escarlatas y la sensaci¨®n de que muchas mujeres insatisfechas reclamaban colectivamente m¨¢s derechos?, afirma la creadora de Girls.
El rojo se une al espectro del omnipresente violeta y del reci¨¦n llegado rosa del pussy hat, tonalidades dominantes en las ¨²ltimas manifestaciones feministas. El primero es el color internacional del movimiento por la igualdad de derechos, tono que las sufragistas estadounidenses adoptaron como uniforme en la marcha de Washington a favor de la Enmienda por la Igualdad de Derechos en 1978. El rosa, seg¨²n la creadora del gorro anti-Trump, se utiliz¨® porque ¡°est¨¢ considerado como un color femenino, asociado al cuidado, la compasi¨®n y el amor. Son cualidades que muchos considerar¨ªan como d¨¦biles, pero en realidad son fuertes. Si todos ¨Cpersonas de cualquier g¨¦nero¨C vestimos de rosa, juntos lanzamos un poderoso mensaje en el que no pedimos perd¨®n por lo femenino ni por exigir los derechos de las mujeres?.
Ahora el rojo tambi¨¦n gana adeptos fuera de las manifestaciones y se deja ver en otros ¨¢mbitos relacionados con el empoderamiento femenino. Est¨¢ presente en la carteler¨ªa de las protestas ¨Cla Women¡¯s March lo ha elegido como su tono de comunicaci¨®n¨C, en las portadas de los libros feministas (See Red Women¡¯s Workshop: Feminist Posters 1974-1990, El d¨ªa antes de la Revoluci¨®n de Ursula K. Le Guin o Mam¨¢ quiero ser feminista de Carmen G. de la Cueva) e incluso en las performances de artistas tan reivindicativas como Solange. La cantante ti?¨® de rojo el show de Jimmy Fallon a finales de a?o y contin¨²a apostando por el tono en la escenograf¨ªa y vestuario de sus conciertos.
Puede que el?millennial pink lidere las apuestas como color del capitalismo que quiere seducir a las compradoras, pero el rojo gana enteros como s¨ªmbolo del activismo femenino en 2017. Una nueva era que deja atr¨¢s los uniformes de negro con los que se asociaba a las reivindicaciones y protestas (desde los Panteras Negras en los 70, a las mujeres que protestan contra los feminicidios, o a los encapuchados de las cumbres contra el G-20). La siempre pol¨¦mica Camille Paglia dijo recientemente que los gorros rosas anti-Trump le parecieron ?la mayor verg¨¹enza del feminismo contempor¨¢neo? porque, en su opini¨®n, el color no aportaba ?dignidad ni autoridad? a la mujer. Desconocemos qu¨¦ confabular¨¢ con el nuevo tono favorito del activismo.
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