¡®Violaci¨®n Nueva York¡¯: el crudo relato de la agresi¨®n sexual y secuestro de Jana Leo
A la artista espa?ola la violaron en su casa de Harlem porque a su casero le beneficiaba tener rotas las cerraduras de los accesos a su edificio. Cuenta la historia en uno de los libros imprescindibles del oto?o.
Cuando Jana Leo declar¨® en el juicio contra su violador ante el Gran Jurado de Nueva York, el 21 de diciembre de 2004, no utiliz¨® adjetivos. No dijo que fue ?horrible?. Tampoco utiliz¨® la palabra ?violaci¨®n?. No puso muecas de dolor, ni se atus¨® el pelo, ni aceler¨® el ritmo al hablar. Acab¨® cabreada consigo misma porque al finalizar su relato dijo ?y el hombre sali¨® de mi cuerpo despu¨¦s de llegar al orgasmo?. Esta artista conceptual madrile?a ¨Cdoctorada en la Aut¨®noma de Madrid, con m¨¢ster de arquitectura en Princeton y profesora de la Cooper Union University de Nueva York durante siete a?os, ciudad en la que reside desde 1997¨C todav¨ªa est¨¢ cabreada consigo misma porque pronunci¨® orgasmo y no un ?t¨¦rmino m¨¢s t¨¦cnico, como eyaculaci¨®n?.
Jana Leo declaraba porque un hombre se col¨® en su casa, en Harlem, el 25 de enero de 2001. Era la una del mediod¨ªa, Leo ven¨ªa de hacer la compra y no cerr¨® la puerta mientras dejaba las bolsas que portaba. Momento que aprovech¨® su agresor para retenerla a punta de pistola durante dos horas en su propia casa y despu¨¦s violarla en su cama.
Ella tardar¨ªa seis a?os, entre visitas a abogados, miles de documentos judiciales archivados en veinte cajas y centenares de visitas a bibliotecas de la ciudad, en localizar a su agresor y meterlo entre rejas. El joven fue encarcelado por robo y su ADN coincidi¨® con el archivado en la denuncia de Leo.? Se celebr¨® un juicio y fue condenado. La misma suerte corri¨® su casero. S¨ª, el arrendador del edificio tambi¨¦n est¨¢ en la c¨¢rcel. No se le acus¨® de la violaci¨®n, pero s¨ª, en otro juicio, de negligencia al desatender?a prop¨®sito las viviendas que alquilaba por todo el pa¨ªs, normalmente en barrios humildes.
Su casero sab¨ªa que la cerradura de puerta de entrada y de la azotea del edificio de Leo estaban rotas. Nunca las arregl¨®. A pesar de los avisos del portero, el administrador de la finca permit¨ªa que el violador de la madrile?a viviese en la azotea del edificio ¨Calgo que ella, estupefacta, descubri¨® varios a?os despu¨¦s de su agresi¨®n¨C. El empresario hizo la vista gorda a tener que arreglar los fallos de seguridad porque la delincuencia en Harlem, y el miedo de sus residentes, facilita que haya muchas mudanzas. Por cada nuevo inquilino hay una nueva comisi¨®n y una nueva subida del alquiler, ?para qu¨¦ arreglarlas?
Puede que no planease y alentase la violaci¨®n de Leo, pero el hombre facilit¨® una situaci¨®n de peligro para sus residentes por su beneficio econ¨®mico. Gentrificaci¨®n y violencia sexual de la mano en una sociedad en la que sus integrantes se convierten en simples objetos a expensas del capitalismo m¨¢s depredador.
Si a Jana Leo todav¨ªa le mosquea el traspi¨¦s ling¨¹¨ªstico del ?orgasmo? cuando narr¨® su violaci¨®n ante el Gran Jurado es porque Leo es una purista. Uno de sus proyectos art¨ªsticos trataba espec¨ªficamente sobre c¨®mo los seres humanos reaccionan a las palabras. Puso durante seis meses anuncios en secciones tipo ¡®Se busca chica¡¯ y analiz¨® las respuestas respecto al mensaje.?¡°En arte he trabajado m¨¢s con las palabras que como escritora. Soy muy consciente del valor que tienen?. Nos lo cuenta una tarde de julio en Barcelona, pocas semanas antes de que se edite en Espa?a Violaci¨®n Nueva York (Lince), que sale a la venta este 11 de septiembre.
En su libro, una mezcla de ensayo socioecon¨®mico y relato de literatura negra, se destila una mirada anal¨ªtica y honesta respecto al trauma que supuso su agresi¨®n. Si Joan Didion buscaba respuestas sobre la muerte y el duelo en El a?o del pensamiento m¨¢gico, la espa?ola opta por una t¨¦cnica similar, pero buceando en las causas de la agresi¨®n que la oblig¨® a mudarse de casa en multitud de ocasiones y aprender a c¨®mo trasladar su propia cama y escritorio en taxis por la ciudad con facilidad. No encontrar¨¢n adjetivos, ni lamentos, en su primer cap¨ªtulo, donde relata con precisi¨®n c¨®mo fueron aquellas dos horas de secuestro y agresi¨®n sexual. ?Intento no hacer juicios de valor, aqu¨ª no proceden. Por car¨¢cter estoy bastante en contra de ellos?, cuenta, y a?ade que ?considero que el lector es inteligente. Yo le cuento lo que ha ocurrido y ¨¦l que valore lo que tenga valorar. No intento convencer de nada?.? Leo, que ahora vive en Chinatown, pasa constantemente por delante de su ex edificio, porque le pilla de camino a su estudio, en Harlem. Las cerraduras, por cierto, ya est¨¢n arregladas.
Datos de tu investigaci¨®n que aportas en el libro:
¡°Una de cada diez mujeres es v¨ªctima de violaci¨®n. De esas mujeres, una de cuatro mujeres ser¨¢ violada en su casa o cerca de su casa¡±
¡°El 75% de los violadores son hombres que viven en casa de la v¨ªctima o parientes con los que mantiene alg¨²n contacto¡±
¡°El 25% de los violadores se aprovechan de un momento de vulnerabilidad, como el instante de abrir el portal o de entrar en casa¡±.
Denuncias la ¡°ceguera¡± de las instituciones por fabricar un mensaje basado en la idea de ¡°prevenir las situaciones de riesgo¡± recomendando a las mujeres que se queden en casa. Si existen estas estad¨ªsticas, ?por qu¨¦ no hay pol¨ªticas de prevenci¨®n de agresiones sexuales realistas?
Por dos razones. Primero, la necesidad que tiene el ser humano de echar ra¨ªces es tan fuerte que cualquier elemento que pueda debilitarlas, lo rechazamos sin miramientos. Reconocer que el hogar es un sitio peligroso nos cuesta dios y ayuda. Yo me fui de la casa a la semana de que me violaran, y si lo hice, fue por la presi¨®n de amigos y mi novio de por aquel entonces para que no volviese all¨ª. Me negaba a dejar a mi casa. Era mi hogar. Ni yo misma quer¨ªa reconocer que estaba totalmente atemorizada, porque crear un hogar es algo muy dif¨ªcil.
Por otro lado, porque vivimos una cultura machista. Todos esos consejos de que no salgas por la calle de noche de las instituciones buscan negarte un espacio. Insin¨²an que tu sitio no es la calle, que no te pertenece, y echan la culpa a la mujer por no haber estado en su casa, que es el que en teor¨ªa s¨ª debe ser su espacio. Pero, ?para qu¨¦ voy a estar en mi casa?, ?para que me violen?
?Sentiste que te culpabilizaban de tu violaci¨®n durante el proceso de denuncia y el juicio?
S¨ª, totalmente. En el juicio me preguntaron que por qu¨¦ hab¨ªa dejado la puerta abierta al dejar las bolsas y no la hab¨ªa cerrado previamente (la puerta, por ley, se tendr¨ªa que haber cerrado sola, pero eso entonces yo no lo sab¨ªa), insinuando que la culpa era m¨ªa por haberme despistado. Pero, a ver, que te vayas a hacer la compra a la una del mediod¨ªa y que te violen es que no te cabe en la cabeza. Est¨¢s con la guardia bajada. Despu¨¦s investigas y te das cuenta de que justo a esa hora es cuando los edificios est¨¢n m¨¢s vac¨ªos, porque la mayor¨ªa de vecinos est¨¢n fuera trabajando, y comprendes que ese es el momento que es realmente id¨®neo para el crimen.
Cada vez que me he mudado, despu¨¦s de la violaci¨®n, y he visto que los edificios est¨¢n vac¨ªos al mediod¨ªa y hay problemas de seguridad, he tenido much¨ªsimos problemas con las comunidades de propietarios al quejarme y demandar m¨¢s seguridad. No te imaginas. ¡®Eres una hist¨¦rica¡¯ es uno de los insultos que m¨¢s he escuchado. Pero igual esa histeria simplemente es afrontar los hechos.
Cuentas que el portal ocupa el cuarto lugar en n¨²meros de robos con violencia y que es probable que los intrusos se aprovechen de momentos de vulnerabilidad de la v¨ªctima, como cuando va a bajar la basura, entra a la porter¨ªa, sube al ascensor o va hacia la azotea. ?Qu¨¦ falla en la seguridad de los edificios?
Esto es una aut¨¦ntica batalla, ?por que no hay un apartado para la seguridad personal en el c¨®digo t¨¦cnico de construcci¨®n? Si en Nueva York existen las escaleras de incendios, ese hito del dise?o que tanto admira la gente, es porque la gente en el pasado se quemaba viva. Ese el motivo por el que se colocaron. S¨®lo hace falta echar un vistazo al elevado ¨ªndice de delitos que se cometen en Espa?a en los portales, donde hay montones de asaltos. Lo que est¨¢ claro es que un criminal no actuar¨¢ si cree que le van a pillar. Es como una cacer¨ªa, en el momento que se pone nervioso, abandona la idea. Para enmendarlo, ser¨ªa tan f¨¢cil como cambiar el c¨®digo.
?De qu¨¦ cambios hablamos?
Poner en las porter¨ªas espejos para que no haya invisibilidad, ni ¨¢ngulos muertos, alimentar la iluminaci¨®n, incrementar la cerradura doble o poner c¨¢maras, claro. La duda es: ?protegemos a la v¨ªctima o exponemos al potencial agresor? La psicolog¨ªa del control, c¨®mo la que se aplic¨® en la reforma de las prisiones en 1800, se tiene que adaptar al dise?o, pero para que eso pase no se puede seguir echando la culpa a la v¨ªctima de las agresiones que padece.
Escribes que ?un violador podr¨ªa considerar la diferencia entre violar a una persona rica y una persona pobre, de la misma manera que podr¨ªa considerar robar un diamante o una radio?.? ?Vale menos ante la justicia la violaci¨®n de una mujer pobre?
S¨ª. Las posibilidades de que la polic¨ªa te haga caso no son las mismas seg¨²n donde vives. Manhattan se divide por Central Park. En el sur hay delitos, pero mayoritariamente ataques contra la propiedad, robos. Lo que me dej¨® de piedra fue descubrir que en el norte [Harlem/ Bronx/Queens] los delitos eran muchos m¨¢s violentos. Hab¨ªa m¨¢s robos con intimidaci¨®n, violaci¨®n y asesinato. A m¨ª me dec¨ªan, ¡°?qu¨¦ haces viviendo en Harlem?¡±, como si yo me lo hubiese buscado. Otros me increpaban con ¡°?qu¨¦ pasa, que te gustan los negros?¡± y yo dec¨ªa ¡®Pues claro que s¨ª, me gustan mucho, pero cuando les digo que s¨ª, porque yo quiero, en un bar, ?sabes?¡¯.
En una cultura de pobreza, la vida de alguien vale muy poco. Psicol¨®gicamente se convierte en objeto a las personas. Yo, por vivir en Harlem, val¨ªa menos que una persona de Central Park. Era m¨¢s objeto. El umbral de entrar en mi casa y violarme es m¨¢s f¨¢cil de saltar. Por un lado, por un punto de vista pr¨¢ctico: esta t¨ªa est¨¢ sola y seguro que ni me denuncia y si me denuncia, igual ni le hacen caso. Y luego, desde el punto de vista psicol¨®gico de valor. En este barrio las personas no valemos nada y ella est¨¢ aqu¨ª, entonces es un bien, de uso.
En el libro apuntas a que ese tipo de violencia se da, casualmente, en barrios en los que la gentrificaci¨®n hace la vista gorda ante la delincuencia en los edificios, para favorecer la especulaci¨®n inmobiliaria de los administradores de viviendas.
Lo que te hace mala sangre es comprobar que todo esto es un entramado. Lo que vale que una persona est¨¢ relacionado con lo que vale arreglar una cerradura, con el beneficio que produzco y la gesti¨®n de los propios edificios. Si alguien convierte a tu hogar en una industria, las posibilidades de que tu seguridad sea muy baja, salvo que se cambie la legislaci¨®n por la especulaci¨®n y se apliquen multas, ser¨¢n bastante altas.
Tambi¨¦n analizas c¨®mo las sentencias duras contras las violaciones han surtido efecto en cuanto al descenso de n¨²mero de agresiones, pero cuando declaraste en el juicio pediste que no pusieran una sentencia muy dura a tu violador. ?Por qu¨¦?
Para m¨ª es importante la mesura desde un punto de vista ¨¦tico. Luego, desde un punto de vista de supervivencia, porque mi violador sigue estando vivo y yo tambi¨¦n lo estoy, ¨¦l es un potencial agresor cuando salga. Ah¨ª me interesa aplicar esa mesura. Yo quiero cortar la escala de violencia pero, ?d¨®nde se hace? La ¨²nica manera que se me ocurre es dando una medida a las cosas y dando mi brazo a torcer, asumiendo lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal. Porque lo que me pas¨® podr¨ªa haber sido much¨ªsimo peor. Por supuesto tambi¨¦n podr¨ªa no haber sido, pero tambi¨¦n podr¨ªa haber sido peor. Este t¨ªo ten¨ªa claro que quer¨ªa sexo, pero no le hizo falta cortarme las tetas y podr¨ªa haberlo hecho.
Las sentencias por violaciones son muy irracionales y hay mucha injusticia social, porque hay sentencias largu¨ªsimas o jueces que solo imponen seis meses, como en el caso de Brock Turner. Esa injusticia tambi¨¦n fue palpable con mi propio violador.
Te refieres a su ADN hallado en otra denuncia por violaci¨®n de otra v¨ªctima.
S¨ª. El agresor hab¨ªa violado a otra mujer, que trabajaba de camarera en un hotel. Recuerdo que la fiscal del distrito me dijo que en su caso no lo consideraron violaci¨®n y que dieron por hecho que el sexo fue consensuado.
?C¨®mo se consigue entonces credibilidad ante la justicia?
Piensa que yo me puse delante del Gran Jurado, que es as¨ª como lo llaman, aunque realmente te juzgan a ti y si tu versi¨®n es cre¨ªble. Ellos debieron pensar: ¡®Claro, esta se?ora es europea, ha venido a estudiar a Estados Unidos con una beca, ha estudiado arquitectura en Princeton, que es una de las universidades m¨¢s prestigiosas y no nos vamos a creer que ella de motu propio se vaya con un negro de 19 a?os¡¯. Esa, simplemente, es la raz¨®n por la que me creyeron. Era lo que me dec¨ªa la fiscal: ¡°Mira, esto est¨¢ muy mal que te lo diga, pero te han cre¨ªdo por eso y la otra se?ora, pues es un camarera mexicana¡±. Me estaba enfrentando a un tema muy delicado porque como la violaci¨®n no tuvo excesiva violencia, comprend¨ª entonces que el agresor actu¨® as¨ª para protegerse.
Declaraste en presencia de tu violador en el juicio. En el libro dices ?estaba muy cansada de vivir con miedo. Cuando abandon¨¦ la sala, me sent¨ª como si fuera intocable?.
Pensar que me ten¨ªa encontrar con ¨¦l otra vez era horrible. Pero cuando lo haces, y hablas, te quedas como Dios.
Da la impresi¨®n que ah¨ª cerraste una etapa, ?lo has hecho del todo al publicar el libro?
S¨ª, al hacerlo p¨²blico, cerr¨¦ una m¨¢s. Pero me expuse p¨²blicamente. Si te soy sincera, todav¨ªa no s¨¦ el l¨ªmite del perjuicio y del beneficio por haber publicado este libro y salir del anonimato, que dice claramente Violaci¨®n Nueva York Jana Leo en su portada. Ahora s¨¦ que si cualquier ligue que me eche por Facebook, o busco un trabajo, si alguien me googlea, sabr¨¢ que me han violado. O si me voy a alquilar una casa, como me ha pasado, el propietario te buscar¨¢ en internet y luego te dir¨¢: ¡®ah, te pas¨® eso en Nueva York, qu¨¦ pena¡¯. Yo decid¨ª publicarlo por decisi¨®n personal. Pero el tab¨² sigue. A un profesor de Texas que ley¨® mi libro y lo recomend¨® como lectura en su clase lo han echado. Cuando decid¨ª editarlo pensaba: esto me da tanto miedo, he metido a un hombre en la c¨¢rcel y s¨¦ que va a salir, esto me da tanto miedo que, mira, me voy a tirar al r¨ªo y contarlo. ?Alguien se tiene que tirar, no? Si la gente te reconoce y ve que lo firmas con tu nombre, igual se animan tambi¨¦n a contarlo.
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