Fiebre enmascarada: qu¨¦ ocultan los que se tapan la cara
Cubrirse el rostro tiene m¨²ltiples connotaciones: sirve para confundir, diluirse y excitar la curiosidad. La moda, la m¨²sica, el cine, las revueltas sociales¡ La m¨¢scara es subersiva.
Al momento le falt¨® algo de pompa y circunstancia. El Santo, el luchador m¨¢s c¨¦lebre de M¨¦xico, se retiraba desenmascar¨¢ndose en televisi¨®n, en el programa Contrapunto, de Jacobo Zabludovsky. El gesto dur¨® apenas unos segundos, lo justo para evidenciar que algunas cosas no deber¨ªan perder jam¨¢s el misterio. Result¨® que Rodolfo Guzm¨¢n Huerta era un se?or mayor, con incipiente calvicie y bolsas bajo los ojos. Apenas un mes despu¨¦s, falleci¨® de un ataque al coraz¨®n. A su funeral acudieron 10.000 personas y entre ellas no pocos luchadores. Las l¨¢grimas se les escapaban por los agujeros de las m¨¢scaras que, por supuesto, no se quitaron.
Por un motivo o por otro, en los ¨²ltimos meses los medios se han llenado de enmascarados. De la careta de Anonymous a los cascos rob¨®ticos de Daft Punk. De los pasamonta?as multicolor de Pussy Riot a los burkas bling bling que mostr¨® Jeremy Scott en su colecci¨®n de primavera-verano 2013, titulada Primavera ¨¢rabe. No fueron las ¨²nicas caras cubiertas sobre la pasarela: Philip Treacy se inspir¨® en las m¨¢scaras de esgrima y Sarah Burton, de Alexander McQueen, en la apicultura.
La fiebre enmascarada es tal que incluso habr¨¢ que renunciar a ver las facciones de Michael Fassbender en su pr¨®xima pel¨ªcula, Frank, un biopic del m¨²sico y c¨®mico de culto brit¨¢nico Chris Sievey, que durante d¨¦cadas actu¨® bajo la careta, y la identidad, de un personaje llamado Frank Sidebottom.
Cuando se hagan documentales sobre esta d¨¦cada, ser¨¢ dif¨ªcil que no aparezca como uno de sus iconos la m¨¢scara de V de Vendetta, esa mueca global que aparece casi a diario en alg¨²n lugar del mundo. ?ltimamente, la hemos visto en las protestas de la plaza Taksim de Turqu¨ªa y en Steubenville, Ohio. All¨ª la adopt¨® Deric Lostutter, un activista de 26 a?os que hizo p¨²blicos los nombres de los jugadores de f¨²tbol americano que violaron a una chica y se jactaron de ello en las redes sociales. La polic¨ªa local encubri¨® a los agresores ¨Cen un caso de sexismo institucionalizado que ha escandalizado a Estados Unidos¨C y Lostutter decidi¨® actuar con el rostro cubierto, bajo el nombre de KYAnonymous. Hace dos semanas, revel¨® su identidad y se expuso a una condena por pirater¨ªa m¨¢s dura que la de los propios agresores.
Que el chivato decidiera adoptar la m¨¢scara de Anonymous para su acto de rebeld¨ªa c¨ªvica indica hasta qu¨¦ punto esta se ha convertido en el emblema de una amalgama de ideolog¨ªas libertarias y antiestablishment. El movimiento la tom¨® prestada del c¨®mic V de Vendetta y sus autores, Alan Moore y el dibujante David Lloyd, a su vez se inspiraron en Guy Fawkes, un militante cat¨®lico que en 1605 trat¨® de volar el Parlamento brit¨¢nico con 36 barriles de dinamita. El columnista de The Guardian Jonathan Jones dijo de ella que es ?el s¨ªmbolo de una ciudadan¨ªa festiva?, con su aire de ?mosquetero diab¨®lico, de siniestro D¡¯Artagnan underground?. Todd Gitlin, profesor de la Universidad de Columbia y autor del libro Occupy Nation, destaca que los grupos que han adoptado la careta, de Nueva York a Madrid, son ?horizontalistas, renuncian a tener un l¨ªder individual?, por lo que pon¨¦rsela implica disolverse en la masa y ?expresar solidaridad internacional al utilizar un s¨ªmbolo com¨²n?. Seg¨²n Gitlin, el gesto burl¨®n a?ade otra capa de significado: ?Con esa sonrisa, anuncian que van a sobrepasar en ingenio a sus enemigos, que van a re¨ªr el ¨²ltimo?.
La apicultura seg¨²n Sarah Burton.
Imaxtree
Esa m¨¢scara se ha convertido tambi¨¦n en una forma de branding, en un logo comparable, seg¨²n Gitlin, a lo que el signo de la Paz fuera al postsesentayochismo. Tambi¨¦n ha pasado con los pasamonta?as de las Pussy Riot, que dan un giro punk y subversivo a las habitualmente siniestras balaclavas que asociamos con el terrorismo. Desde que encarcelaron a las tres integrantes del grupo ruso, que acaban de protagonizar A Punk Prayer, un documental de HBO, miles de seguidores se han tapado la cara como se?al de solidaridad (o como muestra de que est¨¢n en el ajo, seg¨²n el caso), empezando por Madonna, quien se calz¨® pasamonta?as en su concierto en Mosc¨² del verano pasado para interpretar Like a Virgin.
Que se sepa, ni Justin Bieber ni Kanye West, quienes tambi¨¦n se han dejado fotografiar enmascarados en los ¨²ltimos meses, pretend¨ªan hacer reivindicaciones pol¨ªticas m¨¢s all¨¢ que las de su inagotable campa?a de autopromoci¨®n. Y para las protagonistas de Spring Breakers, de Harmony Korine, este complemento es clave en el pack de atracadora lolitesca.
El que lleva una m¨¢scara se siente mucho m¨¢s valiente?, opina David Wiles, profesor de Historia del Teatro en la Universidad de Londres que ha dedicado varios trabajos a este fen¨®meno. Para ¨¦l, lo raro es que los artistas ense?en su cara cuando act¨²an, ya que cubrirse el rostro ?siempre ha sido una pr¨¢ctica global. Hay algo incre¨ªblemente poderoso cuando se reduce esta parte del cuerpo a su esencia?, asegura. Cuando Guy-Manuel De Homem-Christo y Thomas Bangalter, o sea, Daft Punk, se colocan la careta lo hacen como un modo de ?crear criaturas ficticias y difuminar la l¨ªnea entre la realidad y la ficci¨®n?, seg¨²n relataron a Rolling Stone. ?No somos modelos, no somos performers. A la humanidad no le interesa ver nuestras expresi¨®n, pero los robots siempre son excitantes?, a?aden. Con el premio a?adido del anonimato. Aunque sus rostros son f¨¢cilmente googleables, hace unas semanas se gener¨® una peque?a tormenta en Internet cuando sali¨® a la luz una foto del d¨²o sin sus habituales cascos. Est¨¢ claro: quien se tapa, excita. Seg¨²n el cr¨ªtico musical Javier Bl¨¢nquez, sus cascos ¨Ccuyas r¨¦plicas se venden hasta por 2.000 d¨®lares¨C ?son un refinamiento de esa idea est¨¦tica que conecta con su obsesi¨®n por los 80 y las esperanzas de un mundo de ciencia ficci¨®n que nos promet¨ªan por entonces?.
Los franceses no son los ¨²nicos que entroncan ahora con la ?tradici¨®n de situar la m¨²sica por encima del culto a la personalidad? a la que alude Bl¨¢nquez. Bajo las orejas de un Mickey Mouse anfetam¨ªnico se esconde Deadmau5, el dj Joel Thomas Zimmerman; el grupo Slipknot se oculta tras terror¨ªficas m¨¢scaras de payaso, los Teddybears utilizan caretas de oso y el rapero DOOM le saca todo el partido a su armadura met¨¢lica: algunos conciertos no los da ¨¦l, sino que env¨ªa a un impostor con el mismo casco.
Esa es otra de las grandes ventajas de la m¨¢scara, que detr¨¢s puede estar cualquiera. El artista y grafitero madrile?o Neko, que no lleva careta pero s¨ª esconde su rostro, admite: ?El juego de identidades es parte de mi discurso como artista. Me atrae much¨ªsimo deconstruir la imagen de la persona que cre¨ªas que era Neko y mostrar continuamente nuevas facetas?. Tanto ¨¦l como el m¨¢s famoso artista sin identidad conocida del momento, Banksy, se ocultaban en sus inicios para ser menos reconocibles ante la polic¨ªa, poco amiga del grafiti. A la larga, eso se ha convertido en parte de su discurso y de su marca. Cada cierto tiempo, emergen en los medios fotos de un cuarent¨®n ingl¨¦s en camiseta y se asegura que es Banksy. Nadie hace mucho caso. No siempre es necesario verle la cara a El Santo.
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