Gala, el diamante en bruto de Dal¨ª
Elegante pero poco dada a los excesos, con un armario de alta costura y al¨¦rgica al cumplido f¨¢cil, la esposa de Dal¨ª fue imprescindible para enternder la obra del pintor como hoy la conocemos.
Piensen en una mujer sentada bajo el sol invernal del Mediterr¨¢neo junto al joven catal¨¢n que se convertir¨ªa en el amor de su vida. Imaginen a esta misma mujer de adolescente, enferma de tuberculosis, en un sanatorio suizo. Visual¨ªcenla huyendo de su Rusia natal durante los d¨ªas previos a la Revoluci¨®n, en direcci¨®n a un Par¨ªs convertido en crisol de las vanguardias, donde a?os despu¨¦s se transformar¨ªa en musa del grupo surrealista. Proyecten a esa se?ora durante la madurez, con la blusa abierta y un pecho salido, posando para su esposo, ahora pintor de renombre internacional. Imag¨ªnenla dos d¨¦cadas m¨¢s tarde, compartiendo noches de lujuria junto a un actor de musicales reconvertido en telepredicador cristiano (s¨ª, es Jeff Fenholt, el protagonista de Jesucristo Superstar). Intenten verla en su lecho de muerte, en el castillo ampurdan¨¦s que convirti¨® en fortaleza privada. Y, unos d¨ªas despu¨¦s, reposando para siempre en la cripta del mismo lugar, junto a una jirafa esculpida por su marido como ¨²nica compa?¨ªa.
Antes de desaparecer, hace ya 30 a?os, Gala Dal¨ª fue todas esas mujeres y algunas m¨¢s. Su vida est¨¢ documentada gracias a numerosas fuentes en docenas de estudios internacionales, contrastada por quienes la conocieron en persona y la frecuentaron durante d¨¦cadas, contada incluso en primera persona en un diario manuscrito que fue encontrado hace unos a?os en un viejo ba¨²l abandonado. Pero Gala Dal¨ª ¨Cque en realidad, como podr¨ªa suceder en una novela decimon¨®nica rusa, se llamaba Elena Ivanovna Diakonova¨C sigue siendo un misterio indescifrable. ?Hacen bien en interesarse por ella. Gala est¨¢ por todas partes y, a la vez, resulta invisible?. Lo dice Jean-Michel Bouhours, uno de los comisarios de la gran exposici¨®n sobre Dal¨ª que se inaugura el mi¨¦rcoles en el Centro Pompidou, antes de desembarcar en el Reina Sof¨ªa en la primavera de 2013.
Cuando la muestra abra sus puertas en Par¨ªs, los visitantes podr¨¢n indagar en todas las facetas de la vida del pintor: el peso de los sue?os en su obra, el fantasma latente del hermafroditismo y hasta su condici¨®n de pionero del personal branding. En todas, menos en lo relativo a la mujer que comparti¨® su vida durante cerca de 60 a?os. En la trastienda del montaje de la exposici¨®n, clamando a los cielos porque un deseado holograma de Dal¨ª llegue a tiempo para la inauguraci¨®n, sus responsables reconocen no haber querido meterse en problemas. ?No hemos intentado resolver la inc¨®gnita del personaje. Entre otras cosas, porque no existen suficientes documentos para lograr entenderla: solo hay una grabaci¨®n en la que se la escucha hablar. Fue una figura discreta, que se mantuvo voluntariamente en un segundo plano. Pero no fue la t¨ªpica musa pasiva y sin temperamento. Desde la sombra, ella dirig¨ªa el negocio. Sin Gala no tendr¨ªamos el Dal¨ª que conocemos hoy. Y ese plano secundario le confer¨ªa una inmensa libertad, a la que nunca quiso renunciar?, explica Bouhours.
Vestido de Gucci. Pendientes de oro blanco, diamantes, zafiros y coral de Dior Joaillerie
B¨¨la Adler & Salvador Fresneda
A su lado, otro de los responsables de la muestra, el historiador de Arte Thierry Dufr¨ºne, a?ade: ?Dal¨ª se ve¨ªa a s¨ª mismo como un molusco protegido por un caparaz¨®n que lo alejaba de lo perjudicial, de lo nocivo. Y esa coraza era Gala?. La conoci¨® en 1929, al present¨¢rsela su primer marido, el poeta surrealista Paul ?luard. Desde entonces, constituyeron una curiosa pareja. Ante el desparpajo natural de Dal¨ª, ella fue descrita como arisca e inalcanzable. ?Ten¨ªan personalidades distintas. ?l necesitaba a un p¨²blico para existir, mientras que ella se desenvolv¨ªa mejor en la intimidad, donde era muy directa, se mostraba seductora con los hombres, desde?aba abiertamente lo mundano y criticaba a los que la rodeaban cuando le parec¨ªa necesario. Por ejemplo, en el primer baile on¨ªrico de 1935, se mostr¨® muy dura con los estadounidenses por no haber acudido suficientemente disfrazados?. Una calidad, la de disponer de un afilado esp¨ªritu cr¨ªtico mezclado con una asertividad algo excesiva, que ya se observa durante su infancia, como apunta la misma Gala en su diario personal, publicado el a?o pasado bajo el t¨ªtulo Gala Dal¨ª. La vida secreta (Galaxia Gutenberg) y edici¨®n a cargo de Estrella de Diego y Xavier Vidal-Folch.
?Mi padre sent¨ªa por m¨ª una debilidad particular y me atribu¨ªa extraordinarias cualidades morales, me acordaba una confianza sin l¨ªmites y dec¨ªa siempre, y lo cre¨ªa con firmeza, que no hab¨ªa mentido en mi vida [¡]. Todo esto me ha dotado de un orgullo casi salvaje, del que todav¨ªa sufro?, reconoci¨®. Descendiente de una familia de intelectuales rusos y asidua de los c¨ªrculos art¨ªsticos parisienses de los a?os 20 ¨Cadem¨¢s de estar casada con ?luard, a quien conoci¨® a los 16 a?os en el sanatorio en el que se cur¨®, tambi¨¦n fue amante de Max Ernst y musa de Breton y Aragon¨C, Gala demostr¨® cierto gusto ?por la gran vida, la alta costura y los coches de lujo?, seg¨²n Fr¨ºne. Incluso entend¨ªa de moda, por lo que se puede deducir sin mucho esfuerzo al observar su vestuario personal, expuesto en el desv¨¢n del castillo de P¨²bol (Girona) en el que residi¨® en el tramo final de su vida y donde recibi¨® a sus numerosos amantes.
En su armario, formado por dos docenas de vestidos, se encuentran creaciones de Christian Dior, Pierre Cardin, Jean Desses y Elizabeth Arden, adem¨¢s de vestidos creados especialmente para ella por Dal¨ª. ?Con todo, Gala nunca fue un personaje sofisticado como podr¨ªa serlo una actriz o una dama acostumbrada a los eventos de la alta sociedad?, puntualiza Fr¨ºne. ?Era una mujer con un lenguaje crudo y bastante col¨¦rica. Ten¨ªa una rugosidad en el contacto humano. Ella acud¨ªa a las fiestas, pero no por las mismas razones que Dal¨ª. Mientras ¨¦l montaba su show, ella observaba qu¨¦ marchantes se encontraban en la sala?, a?ade.
Vestido de Giambattista Valli, vis¨®n claro de Azul Tierra y estola negra de Marni. Pendientes de Pandora, collar de Delfina Delettrez, pulsera-anillo dorada de Bernard Delettrez.
B¨¨la Adler & Salvador Fresneda
Opiniones aparte, las fotos de todas las ¨¦pocas de su vida revelan a una f¨¦mina con una elegancia natural y un gusto por el posado ante la c¨¢mara, adem¨¢s de un aspecto que reflejaba con rotundidad su esp¨ªritu independiente. ?Estuvo alejada de los imperativos de su ¨¦poca. Era cambiante, sobria, sofisticada. Le gustaba el rojo, el negro y el dorado. Vest¨ªa trajes de reminiscencias rusas, generalmente poco excesivos, pero con una exuberancia ocasional?, explica desde Figueres la directora de la Fundaci¨®n Gala-Salvador Dal¨ª, Montse Aguer. Aunque en apariencia Gala habr¨ªa sido una mujer poco entregada al lujo, su vestuario ¨Ccon piezas en tafet¨¢n de seda, vestidos de gasa y un otom¨¢n de cuello marinero y abundante pedrer¨ªa dise?ado por Dior¨C parece revelar cierto gusto por lo exclusivo.
Durante los a?os 30, Dal¨ª desarroll¨® su conocida colaboraci¨®n con Coco Chanel y Elsa Schiaparelli, archienemigas en el Par¨ªs de entreguerras. Gala visti¨® ocasionalmente piezas de ambas. De la segunda, lleg¨® a lucir el conocido sombrero-zapato que la modista concibi¨® junto a su esposo (tambi¨¦n dise?ar¨ªa el frasco del perfume Le Roi Soleil y la campa?a publicitaria de su l¨¢piz labial rojo). ?Pese a su rivalidad, el pintor se llevaba bien con ambas, aunque se sabe menos acerca de lo que pensaba Gala. S¨¦ que hubo cuestiones de car¨¢cter que la enfrentaron a Chanel, en casa de quien vivieron cuatro meses cerca de Montecarlo, aunque no interfiri¨® de ning¨²n modo en su colaboraci¨®n art¨ªstica. Gala nunca se inmiscuy¨® en los proyectos creativos de Dal¨ª?, puntualiza Aguer. Y a?ade: ?No ten¨ªa ninguna voluntad de agradar y era lo contrario a lo pol¨ªticamente correcto. Era muy amiga de sus amigos, pero pod¨ªa actuar con indiferencia cuando alguien no le parec¨ªa interesante?.
La actriz y cantante Amanda Lear ¨Cadem¨¢s de pintora ocasional, amante de Mick Jones e ¨ªntima de David Bowie¨C form¨® parte, inicialmente, de este segundo grupo. Conoci¨® a Dal¨ª tras un desfile de Paco Rabanne, para quien desfil¨® durante los 60. ?Empezamos de la peor manera. Me pareci¨® un hombre antip¨¢tico, rodeado de una rid¨ªcula corte de par¨¢sitos. Me dijo que ten¨ªa un rostro de calavera. Y, cuando le coment¨¦ que estudiaba Bellas Artes, me espet¨® que las mujeres nunca hab¨ªan sido pintoras respetables, sino se?oras cursis que pintaban acuarelas. Cre¨ªa que el talento se llevaba en los test¨ªculos. Pero unos d¨ªas m¨¢s tarde, me invit¨® a cenar. Y fue cuando conoc¨ª a Mister Hyde. Entonces ca¨ª rendida a sus encantos?, explica Lear.
Camisa de See by Chlo¨¦ y falda de Dior. Pendientes de oro amarillo con colgante de l¨¢grima de Dur¨¢n Madrid.
B¨¨la Adler & Salvador Fresneda
Con Gala, los comienzos de Lear fueron igual o m¨¢s complicados. En la v¨ªspera de la presentaci¨®n oficial, Dal¨ª le advirti¨® que ten¨ªa ?un car¨¢cter dif¨ªcil? y la incit¨® a causar una buena impresi¨®n. ?Llegu¨¦ maquillada y en minifalda. Dal¨ª me vendi¨® como si fuera una aspiradora: ?Mira, Gala, mira esas piernas?. No cabe duda de que yo le parec¨ª todo lo que ella detestaba: una mujer m¨¢s joven, arrogante y sin inter¨¦s?, reconoce Lear. No fue hasta unas semanas m¨¢s tarde, al desembarcar en Port Lligat en alpargatas y con una cesta de mimbre, cuando la empez¨® a considerar alguien m¨¢s frecuentable. ?Durante uno de los viajes de Gala a Grecia, Dal¨ª me llev¨® a Barcelona. Como hab¨ªa llovido, no dejaba de resbalar. As¨ª que le cog¨ª los zapatos y le ray¨¦ las suelas con un cuchillo. Cuando Gala lo llam¨®, Dal¨ª se lo cont¨®, maravillado: ?Mira lo que ha hecho Amanda?. En ese momento, Gala me confi¨® a su marido, a la vez que se convert¨ªa en una segunda madre para m¨ª?, relata. Lear se?ala que para Dal¨ª su esposa fue ?una compa?era y una capitana, una musa, una agente y una enfermera?. Y que, el d¨ªa que desapareci¨®, el pintor entendi¨® que estaba perdido. ?Sin ella no sab¨ªa hacer nada. Pagaba a los taxistas con billetes de 100 d¨®lares. Una vez se les pinch¨® la rueda del coche y fue Gala quien la tuvo que cambiar. Dal¨ª era un genio, pero no sab¨ªa nada de la vida. Adem¨¢s, se dejaba enga?ar con facilidad por sus supuestos admiradores. Siempre fue ella quien tuvo los pies en el suelo?.
La actriz y cantante asegura que el gusto de Gala por la moda era moderado. ?En ese aspecto, dir¨ªa que fue una mujer muy sencilla. Casi siempre la vi en pantalones. Era Dal¨ª quien la incitaba a ponerse joyas y ropajes. Antes de una fiesta, era ¨¦l quien le dec¨ªa: ??Por qu¨¦ no subes a ponerte aquel vestido de Chanel??. Ella prefer¨ªa lo funcional y lo sobrio?, considera. ?Dal¨ª se mor¨ªa por conocer a los Beatles. Ella era m¨¢s de Rostropovich?. Antes de fallecer, Gala decidi¨® hacerle una curiosa proposici¨®n. ?Me pidi¨® que, cuando ella no estuviera, me casara con ¨¦l. Pero yo no pod¨ªa hacer eso. Dal¨ª fue un padre y un gur¨², pero no un amante. Aunque reconozco que los tres formamos un extra?o tri¨¢ngulo que nunca entendimos del todo?, concluye. Para Lear, entre Gala y Dal¨ª no existi¨® una aut¨¦ntica atracci¨®n sexual. ?No se trat¨® de una pasi¨®n er¨®tica, pero s¨ª fue una historia de amor. ?l estaba loco por ella. Dec¨ªa que entend¨ªa el canibalismo, porque le hubiera gustado devorarla?.
El fot¨®grafo Robert Descharnes, que hoy suma 86 a?os, frecuent¨® a la pareja durante cuatro d¨¦cadas, en las que estableci¨® una estrecha colaboraci¨®n con el pintor y observ¨® de cerca a Amanda Lear. ?Gala lo hab¨ªa calculado todo. Era 10 a?os mayor que su marido, as¨ª que era consciente de que morir¨ªa antes que ¨¦l. Como era una rusa muy racional y organizada intent¨® colocar a su alrededor a un grupo de personas que pudieran sustituirla cuando ya no estuviera. Y Amanda form¨® parte de ese decorado. Pero me parece extra?o que le propusiera una relaci¨®n tan burocr¨¢tica como un matrimonio?, ironiza.
Pamela negra de Philip Treacy para Giorgio Armani. Abrigo. Gargantilla Maillon Panth¨¨re en oro amarillo, diamantes, manchas de laca negra y ojo de granate tsavorita de la colecci¨®n Panthere de Cartier.
B¨¨la Adler & Salvador Fresneda
Descharnes confirma que Gala tuvo numerosos amantes. ?Dal¨ª siempre le dej¨® una gran libertad, aunque tampoco ten¨ªa otra opci¨®n. Ella nunca habr¨ªa aceptado otro tipo de trato. La independencia se encontraba en su naturaleza m¨¢s profunda. Pose¨ªa una tendencia innata a decir lo que pensaba, a veces de manera un poco abrupta. Pero, al mismo tiempo, no ten¨ªa nada de autoritario. Era una mujer curiosa, abierta a la vida?. Descharnes cuenta que Gala odiaba que le dirigieran cumplidos sobre su aspecto. ?Era sencilla y austera, y no persegu¨ªa dejar boquiabierta a la gente con su atuendo. Si ten¨ªa cierta resistencia a lo mundano, es solo porque se daba cuenta de que hab¨ªa muchos individuos que se intentaban aprovechar de Dal¨ª y que eso le perjudicaba como artista. Acostumbraba a sentarse en una terraza de Port Lligat. Cuando la gente se le acercaba y le dec¨ªa lo guapa que estaba, ella respond¨ªa dando una patada en el aire para alejarlos?.
Catherine Millet, cr¨ªtica de arte y especialista en Dal¨ª, adem¨¢s de autora de un t¨®rrido libro autobiogr¨¢fico, La vida sexual de Catherine M. (Anagrama), considera que Gala fue mucho menos malvada de lo que se cuenta. ?La gente la encontraba poco amable, pero solo porque Dal¨ª deleg¨® en ella una funci¨®n ingrata y la convirti¨® en su m¨¢nager y protectora. No fue una manipuladora. El pintor era lo suficientemente inteligente para saber lo que estaba haciendo. Le conven¨ªa que ella se ocupara de las cuestiones triviales, de alejar a los indeseables y conseguirle material para pintar?, sostiene Millet.
Vestido de Stella McCartney y broche de Lanvin.
B¨¨la Adler & Salvador Fresneda
Detr¨¢s del histri¨®nico exhibicionismo del catal¨¢n, Gala descubri¨® en Dal¨ª a un hombre con el que pod¨ªa compartir un modo de vida que ya hab¨ªa intentado establecer con ?luard, con quien la fidelidad no pasaba forzosamente por no ceder a la tentaci¨®n de la carne. ?En t¨¦rminos fr¨ªos y mercantiles, podemos decir que fue una inversi¨®n. Entendi¨® que pod¨ªa ayudarlo a convertirse en un gran pintor y apost¨® por ¨¦l. Pero podemos ser un poco rom¨¢nticos. Yo creo que tambi¨¦n fue un aut¨¦ntico flechazo?, sostiene Montse Aguer. Robert Descharnes comparte la opini¨®n. ?Estaban hechos el uno para el otro. Y es una falta grave que no est¨¦n enterrados en el mismo lugar?, a?ade. En la cripta de P¨²bol, Dal¨ª dise?¨® dos tumbas contiguas con un agujero en los laterales, ?para que pudieran darse la mano eternamente?. Pero, en sus ¨²ltimos meses de vida, el pintor cambi¨® de opini¨®n y pidi¨® ser enterrado en su museo de Figueres. El fot¨®grafo lo considera fruto de la debilidad del momento y se ha batido durante a?os para que los vuelvan a unir. ?Estaban hechos para estar juntos en la vida y en la muerte?, sentencia Descharnes. Dal¨ª ya dio indicios de ello al declarar: ?Quiero a Gala m¨¢s que a mi madre, m¨¢s que a mi padre, que a Picasso e incluso m¨¢s que al dinero?. Ella le respondi¨® con este fragmento de su diario, en el que describe una de las primeras ausencias del pintor: ?Desde que est¨¢ lejos, y Dios m¨ªo, qu¨¦ lejos est¨¢, desde que le a?oro, cada instante que transcurre desde entonces ya no he podido ver el cielo profundamente azul, el cielo estrellado de la noche. ?Cu¨¢ntas noches nos abrigaron, cu¨¢ntas estrellas nos iluminaron!?.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.