C¨®mo la bufanda salv¨® vidas en la gripe de 1918
Hace un siglo, las bufandas blancas sirvieron para marcar las casas en las que viv¨ªa alg¨²n contagiado por la mal llamada ¡®gripe espa?ola¡¯. Repasamos la evoluci¨®n de este accesorio.
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Hace justo un siglo otra pandemia hizo que en las casas se colgaran trozos de tela, bufandas blancas en este caso, para alertar de que en el interior viv¨ªa alg¨²n contagiado por la mal llamada gripe espa?ola.
A¨²n no se conoce el origen exacto de la letal enfermedad que acab¨® con la vida m¨¢s de 50 millones de personas en todo el mundo entre 1918 y 1920, pero los investigadores coinciden en que probablemente el virus naciera en el condado estadounidense de Haskell (Kansas). Sin embargo, la neutralidad de Espa?a durante la Primera Guerra Mundial propici¨® que haya pasado a la historia bautizada como gripe espa?ola. Sea como fuere, las bufandas blancas colgadas en las puerta de las casas donde habitaban infectados sirvieron para salvar muchas vidas.
As¨ª lo ha narrado recientemente la nieta de Elinor Elisberg Miller, una de las supervivientes de la pandemia gracias a la ocurrencia de su familia de alertar a los vecinos colgando una bufanda blanca en su puerta, gesto que se fue haciendo popular en el barrio en el que viv¨ªan al norte de Chicago. Combatiendo ahora el coronavirus como doctora, la nieta de Miller ha querido recuperar esa an¨¦cdota contada por su abuela para concienciar sobre la importancia de la solidaridad y el cumplimiento de las medidas de confinamiento como m¨¦todo imprescindible para vencer al virus. ?En una iron¨ªa que nunca podr¨ªa haberse predicho hace 100 a?os cuando la familia de mi abuela coloc¨® una bufanda blanca en el pomo de la puerta. Ahora se les pide a nuestros sanitarios que reutilicen pa?uelos y bufandas a modo de mascarilla casera?, explic¨® en referencia a la sugerencia popularizada por Trump.
Aunque cubrirse la boca con una bufanda no es, por supuesto, tan afectivo contra la propagaci¨®n del virus como las mascarillas homologadas, lo cierto es que desde tiempos inmemoriales se han utilizado para cubrir la boca y el cuello protegi¨¦ndolos de bacterias y temperaturas bajas. No fue ese, sin embargo, el primer uso de la bufanda.
La prenda tiene sus or¨ªgenes en el antiguo Egipto, donde se dice que Nefertiti llevaba una enrollada en su cabeza bajo su opulento tocado. Sus usos a lo largo de la historia han sido de lo m¨¢s variados, desde limpiar el sudor en tiempos de griegos y romanos (de ah¨ª el nombre de sudarium o sudario, pa?o que se coloca encima del rostro de una persona despu¨¦s de morir en se?al de respeto) hasta dar cuenta del rango militar. As¨ª era utilizada en ¨¦poca de la dinast¨ªa Chen y m¨¢s tarde en Croacia, donde los altos rangos del ej¨¦rcito la llevaban confeccionada en seda, mientras que los militares rasos la luc¨ªan de algod¨®n.
Su uso meramente funcional cambi¨® para siempre en el siglo XIX, cuando los dise?adores de moda se dieron cuenta de c¨®mo pod¨ªa convertirse en un lujoso accesorio utilizando para su confecci¨®n los ricos tejidos importados de la India. A medida que fue ganando popularidad, distintos fabricantes comenzaron a experimentar creando fulares y bufandas de distintos materiales y estampados.
Durante la Primera Guerra Mundial, tejer se convirti¨® en una obligaci¨®n para mujeres y ni?os de todo el mundo que produjeron toneladas de jers¨¦is, calcetines y bufandas para que los militares estuvieran calientes y secos en las trincheras y la primera l¨ªnea de fuego. Tambi¨¦n los pilotos llevaban pa?uelos blancos, en este caso de seda, para proteger el cuello de roces. Tras el conflicto b¨¦lico, los fulares estampados creados por firmas como Liberty London fueron ganando popularidad como accesorio gracias a la dosis de optimismo de sus coloridos prints. En 1937 nacer¨ªa el carr¨¦, el pa?uelo cuadrado de 90¡Á90 cent¨ªmetros que ide¨® Robert Dumas, por aquel entonces futuro heredero del imperio Herm¨¨s. El Hollywood dorado, con actrices como Audrey Hepburn o Grace Kelly dejando al viento sus pa?uelos de la etiqueta francesa, contribuyeron al mito. No hace falta decir que a d¨ªa de hoy siguen siendo s¨ªmbolo de la marca y codiciado objeto de deseo.
Democratizados tras la revoluci¨®n industrial y la aparici¨®n de fibras sint¨¦ticas como la viscosa o el poli¨¦ster, pa?uelos y bufandas han pasado a formar parte del armario de hombres y mujeres de todo el mundo. Su simplicidad ¨Cal final es un simple trozo de tela que rodea el cuello¨C lo hace un accesorio vers¨¢til convirti¨¦ndolo en una herramienta capaz de personalizar cualquier look de forma f¨¢cil y, al mismo tiempo, pr¨¢ctico y funcional. Lo mismo nos protegen de las inclemencias climatol¨®gicas que adquieren un papel protag¨®nico en medio de dos de las mayores pandemias de la historia.
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