La fant¨¢stica experiencia de tener un padre gay
La hija del poeta estadounidense Steve Abbott describe en el libro ¡®Fairyland: A memoir of my father¡¯ los pormenores de una infancia marcada por la homosexualidad de su padre y su vida bohemia.
La hija del poeta estadounidense Steve Abbott pone negro sobre blanco los d¨ªas y las noches que vivi¨® junto a su padre, uno de los autores m¨¢s populares del barrio Haight-Ashbury de San Francisco, escenario del nacimiento de mil subculturas y el Verano del Amor. Las luces y las sombras de una existencia diferente forjaron una experiencia fant¨¢stica ?no por estupenda, sino por at¨ªpica y entonada?, y dieron a Alysia Abbott la pista para hacer las paces con su historia. Cuatro meses despu¨¦s de la muerte de su progenitor por complicaciones derivadas del virus VIH, encontr¨® los diarios y las cartas que escribi¨® en vida. Ese material le ha servido a?os m¨¢s tarde para dar forma al libro Fairyland: A memoir of my father: la cr¨®nica de una dicotom¨ªa, la de las atenciones de un hombre sensible que vivi¨® entregado a los placeres epic¨²reos y la realidad de una sociedad desalmada.
"Aprend¨ª a adaptarme y a esconderme en un mundo hostil a la diferencia, ya que sab¨ªa que si hablaba abiertamente de la vida de mi padre ser¨ªa objeto de burlas". As¨ª de franca se muestra la autora en declaraciones a S Moda. Una lecci¨®n que sirve para explicar al mundo que en un pasado no tan lejano las cosas se hac¨ªan muy mal. Su testimonio es tambi¨¦n el retrato de un pa¨ªs que en la segunda mitad del siglo XX despert¨® con ardor a sus diferentes. La muerte de su madre en un accidente de tr¨¢fico en 1973 ?cuando Alysia solo ten¨ªa dos a?os? alter¨® los esquemas vitales de una ni?a que sin esperarlo creci¨® con la ¨²nica compa?¨ªa de un ser incre¨ªble y bohemio. Los primeros a?os fueron una sucesi¨®n de mudanzas y habitaciones compartidas con drag queens entregadas al ¨¢cido lis¨¦rgico. Su adolescencia, algo m¨¢s tranquila, le sirvi¨® de terapia reflexiva y mucha autoconsciencia sobre el hecho de que la suya no era una vida como la de los dem¨¢s.
La familia Abbott en la cocina familiar
Alysia Abbott
Steve Abbott conoci¨® a Barbara, la madre de Alysia, gracias al activismo pol¨ªtico que compart¨ªan. ?l nunca escondi¨® su desatada vida sexual ni su orientaci¨®n. Con todo, se casaron, y al poco tiempo ella se qued¨® embarazada. Decidieron seguir adelante. El d¨ªa que naci¨® Alysia el amante de su padre los acompa?aba en el hospital. Aunque parezca lo contrario el matrimonio Abbott se sustentaba en el amor y el respeto, seg¨²n cuenta su propia hija. Eran hippies, eran libres. Pero aquel libertinaje deriv¨® en un divorcio cuando Barbara se enamor¨® de un drogadicto llamado Wolf. El libro combina las l¨®gicas ideas de reproche y el poder del omnia vincit amor. En nuestra conversaci¨®n con ella subyace precisamente ese sentimiento: "Lo que me hizo diferente ahora me provoca orgullo, no verg¨¹enza", explica. Y a?ade: "Me he dado cuenta de que puedo amar a mi padre y sin embargo ser consciente de que puedo elegir otro camino para m¨ª".
En el engranaje emocional de una ni?a tan peque?a la explicaci¨®n que daba a todo lo que le hab¨ªa sucedido era que su padre, roto por el dolor de aquella separaci¨®n, se refugi¨® en los hombres. M¨¢s tarde comprendi¨® que las cosas no eran tan sencillas. "Si alguna vez fracas¨® como padre, fue un noble fracaso", cuenta Alysia. Su relato es crudo, desgarrador a veces, hermoso siempre, lo que todav¨ªa imprime m¨¢s car¨¢cter a su testimonio. No omite los detalles por muy escabrosos que sean, pero a continuaci¨®n los disculpa. La vida de esta familia monoparental es una oda a la ataraxia espiritual, salpicada de im¨¢genes de la vibrante vida cultural y social de una minor¨ªa que camp¨® a sus anchas en aquel oasis llamado San Francisco. Cuenta an¨¦cdotas sobre las veladas literarias con personajes que parecen sacados del imaginario de Dickens, y habla de una realidad casi m¨¢gica, llena de arte, hedonismo y amor.
Alysia y su padre en M¨¦xico, en 1977.
Alysia Abbott
Pese a los constantes problemas econ¨®micos a los que se enfrent¨® el poeta, consigui¨® mandar a su hija a estudiar a Nueva York y m¨¢s tarde a Francia. Su enfermedad oblig¨® a Alysia a volver con ¨¦l, poco tiempo antes de que este muriera de sida. "Por muy fuertes que fueran las dificultades nunca quise traicionar su amor, y lo cierto es que lo echaba mucho de menos cuando no est¨¢bamos juntos", cuenta. El contexto social en el que vivi¨® su historia fue el de los a?os 70 y 80: el tiempo de Harvey Milk, el momento en el que el arcoiris se torn¨® cegador y los atavismos morales rompieron sus costuras. Tambi¨¦n fue el inicio de la epidemia de un virus injustamente gestionado desde el comienzo. Y la historia de Alysia es la prueba real de todo aquello, que da nombre y apellidos a una catarsis de libertad con bajas a todos los niveles.
Los referentes que hasta ahora ten¨ªamos de familias similares no pasan de pel¨ªculas como la caricaturesca Una jaula de grillos (1996) o Principiantes (2010), donde Ewan McGregor se enfrenta con sorprendente realismo a la ausencia de un padre que sali¨® del armario con 75 a?os. Afortunadamente, las florecientes legislaciones sobre el matrimonio igualitario y la adopci¨®n por parte de parejas homosexuales han aflojado la asfixiante realidad de estas instituciones sociales. Fr¨¦d¨¦ric Martel, autor del ensayo Global gay, se explicaba as¨ª hace unas semanas en El Pa¨ªs Semanal: "Existen desigualdades y mucha lentitud dependiendo de ciertos lugares de la geograf¨ªa terrestre, pero el asunto de la despenalizaci¨®n de la homosexualidad es un movimiento inexorable".
Ewan McGregor y Christopher Plummer en un fotograma de la pel¨ªcula ¡®Principiantes¡¯ (2010).
Cordon Press
Alysia se expresa en los mismos t¨¦rminos: "Me encanta ver que Espa?a sea tan progresista en esta materia. En Estados Unidos la batalla est¨¢ marcha, vamos en el camino correcto y todo lo que ha pasado en los ¨²ltimos diez a?os es mucho m¨¢s de lo que yo cre¨ªa posible". En ese aspecto, la autora del libro se congratula de la red de apoyo que existe en su pa¨ªs con relaci¨®n a familias como la suya: "Es un mundo diferente, donde los ni?os de las parejas gais que he conocido son parte de la sociedad en la que viven". Algo que celebra, pero que no tiene nada que ver con su vida actual. Est¨¢ casada y tiene hijos. "Yo no soy un poeta que vive de los cupones de alimentos del gobierno. Quiero una estabilidad para mis hijos y estar siempre que me necesiten", dice. El hecho de que el recuerdo de su padre se sustente en el cari?o y la comprensi¨®n no le impide lanzar un torpedo contra una infancia que, aun estando llena de momentos memorables, no fue f¨¢cil.
Todav¨ªa resuenan en su recuerdo el activismo de Steve, que la llevaba a hombros en las primeras marchas gais que recogieron el testigo de los tristes sucesos de Stonewall. Tambi¨¦n recuerda aquella entrevista que el poeta le hizo a su colega Allen Ginsberg, o las recitaciones en el Cloud House, el que ahora es uno de los mayores archivos de poes¨ªa americana de Estados Unidos. Estas memorias son ante todo una carta de amor, donde el abanico de emociones se abre, se cierra y se quiebra. Ya lo dijo el reverendo King: "El arco del universo moral es amplio, pero se inclina hacia el lado de la justicia¡±. Igual que el arco vital de Alysia, que finalmente se inclina por concluir que quiz¨¢s los padres perfectos no existen, pero es en esa imperfecci¨®n donde se encuentra el valor de la perfecci¨®n.
Portada del libro ¡®Fairyland: A memoir of my father¡¯.
W.W. Norton
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