Fui a la primera semana de la moda en el metaverso (y con estas pintas)
Decentraland acoge la cita en la que participan firmas como Dolce & Gabbana, Etro, Tommy Hilfiger o Elie Saab. Investigamos qu¨¦ se lleva en el street style de este universo o qu¨¦ tal est¨¢ el catering de una fiesta virtual.
La primera vez que asist¨ª a un desfile me tuve que colar porque no estaba invitada. Aquello fue (?qu¨¦ vintage!) en el mundo f¨ªsico, all¨¢ por 2007, y entonces ni imaginaba que para mi estreno en el metaverso tampoco recibir¨ªa entrada. Pero parece que las similitudes entre un cosmos y otro acaban ah¨ª, en mi falta de pase, porque casi todo es diferente en este universo virtual que se ha convertido en palabra de moda en los ¨²ltimos meses. Si en Madrid me bast¨® con calzarme unos zapatos de tac¨®n y caminar muy directa hacia la grada, para acceder al metaverso, donde todos son bienvenidos, hacen falta unas coordenadas. Una direcci¨®n dentro de Decentraland (donde se celebra la fashion week, uno de los varios mundos virtuales que pugnan por convertirse en hegem¨®nicos) que indica en qu¨¦ parcela se celebran los saraos.
Para ser la primera intentona oficial conjunta de la moda en el metaverso, el poder de convocatoria de Decentraland resulta impresionante: Tommy Hilfiger, Philipp Plein, Etro, Hogan, IKKS, Elie Saab, Guo Pei, Imitation of Christ, Nicholas Kirkwood, Dundas, o Estee Lauder organizan eventos durante cuatro d¨ªas. Dolce & Gabbana inaugura la cita con un desfile en el que planeo estrenarme. Pero primero, como en el mundo real, tengo que adecentarme, lo que aqu¨ª se traduce en crear un avatar. Elijo color de piel, de ojos y peinado en una plataforma similar a la de Los Sims. A la hora de vestirme mi gozo se hunde en el pozo de los NFT: para poder usar alguna prenda interesante necesito criptomonedas, que por supuesto no tengo en mi cartera. As¨ª que me conformo con las escasas opciones gratis y elijo una camiseta rosa y un pantal¨®n a rayas. Intento emular un normcore a lo Phoebe Philo en 2012, pero parece que con poco ¨¦xito: ¡°Vas en pijama¡±, me dice una compa?era que se asoma a mi pantalla para ver qu¨¦ es esto del metaverso. ¡°No, en realidad vas bien, como de que te has vestido en Uniqlo¡±, defiende otra, m¨¢s optimista.
Llevo a?os temiendo convertirme en la t¨ªpica periodista carca que no entiende de qu¨¦ est¨¢ escribiendo y lamento comunicar a los que est¨¦n leyendo que el momento ha llegado. No encuentro las coordenadas, no s¨¦ c¨®mo usarlas para ¡®teletransportarme¡¯, me pierdo con los cursores y cuando por fin consigo aterrizar en la pasarela, el desfile ha terminado. Fant¨¢stico, porque as¨ª aprendo un par de cosas: que se me da bien llegar tarde en cualquier dimensi¨®n y que en el metaverso las cosas no se ¡®guardan¡¯ para verlas despu¨¦s, como suced¨ªa con los desfiles digitales que se pusieron de moda en pandemia. Uno de los ganchos aqu¨ª es precisamente que tienes que estar en el momento en el que sucede la acci¨®n.
Alrededor de la pasarela, una plataforma con forma del signo de infinito, quedan muchos asistentes y yo me centro en observar el street style. Resumiendo podr¨ªa decirse que se lleva el look futbolista, pero futbolista dentro del campo, la equipaci¨®n deportiva: camiseta y pantal¨®n de colores entre todos los que, como yo, van de gratis con lo que podr¨ªa ser la camiseta que te regalan con los puntos del supermercado. La resoluci¨®n deja bastante que desear; volviendo a la analog¨ªa con Los Sims, es como si estuvi¨¦ramos en la primera versi¨®n del videojuego, aquella que se estren¨® en el a?o 2000. Un compa?ero de tecnolog¨ªa me chiva por el pinganillo que la experiencia mejora con otra tarjeta gr¨¢fica o con unas gafas de realidad virtual. Con un ordenador normal como el m¨ªo, comprado en 2020, los visuales son mediocres (tirando a horripilantes).
Como en Nueva York, Londres y Par¨ªs, la acci¨®n en Decentraland sucede en varios barrios. Doy con el calendario y percibo que me estoy perdiendo cosas. La sensaci¨®n es similar a estar en un festival, pero uno en el que no eres capaz de encontrar ning¨²n escenario. No todas las firmas desfilan, varias han plantado tiendas exponiendo sus dise?os. Visito las de Elie Saab o Guo Pei y llego a una en la que j¨®venes dise?adores venden sus creaciones. Elijo para mi avatar un fabuloso minivestido de estilo a?os sesenta, irisado, con plumas rosas en el bajo y signos t¨¢rtaros bordados en la pechera. Cuesta 272 Matic que, tras una r¨¢pida b¨²squeda en Google, descubro es una criptomoneda y que el vestid¨ªn al cambio vale unos 429 euros. Inmediatamente recuerdo que firmas como Valentino, Altuzarra o Emporio Armani propusieron looks?¡®pijameros¡¯ en sus desfiles f¨ªsicos para esta primavera y decido que no voy tan mal.
Recorro una exposici¨®n con una instalaci¨®n de Nick Knight que sin tarjeta gr¨¢fica no transmite nada y ¡®escucho¡¯ (se pueden leer los mensajes que los usuarios cercanos se env¨ªan en abierto) una conversaci¨®n entre otros dos avatares que se cuentan que est¨¢ a punto de empezar la afterparty de Philipp Plein: ¡°?Philipp ha dicho en su Instagram que va a venir!¡±. La fiesta se celebra en un estadio inmenso presidido por una pantera met¨¢lica que abre la boca y expulsa modelos. Esta es una de las ventajas aqu¨ª, que la imaginaci¨®n no tiene restricciones ni a ning¨²n miembro del equipo de finanzas diciendo que eso se sale del presupuesto. El l¨ªmite lo marca la resoluci¨®n de Decentraland. Mientras que las prendas concretas o los NFTs son cosa de los dise?adores, la agencia Kollectiff ha sido la encargada de transformar los entornos. Algunos se han contentado con el espacio ofrecido por la plataforma pero otros, como Plein, han apostado por comprar un terreno en este mundo (s¨ª, es posible). Seg¨²n la pol¨¦mica firma han invertido 1,4 millones de d¨®lares (casi 1,3 millones de euros) para poseer la parcela en la que celebran su evento.
En su presentaci¨®n nos congregamos un centenar de personas que esperamos sin saber muy bien qu¨¦. Empiezan a aparecer avatares con looks extraordinarios: cabezas de drag¨®n, faldas que brillan o t¨²nicas que lanzan un haz de luz. Veo unas alas fluorescentes que me gustar¨ªa tener. ¡°Aqu¨ª no pasa nada¡±, ¡°Eres imb¨¦cil¡±, ¡°?Hola?¡±, dicen algunos en el cuadro de mensajes que retrotrae a la ¨¦poca de los chats de Terra a mayor velocidad que cualquier tendencia Y2K. Empiezan las proyecciones, pero no se aprecian desde mi pantalla. Evidentemente no hay c¨®cteles ni catering, as¨ª que, como cualquier fiesta tradicional que no cuente con estos b¨¢sicos, el sarao se viene abajo muy pronto y ni la aparici¨®n de Plein consigue animar el cotarro ni a una concurrencia que no sabe qu¨¦ botones del teclado pulsar para bailar.
Al desfile de Etro llego con suficiente antelaci¨®n para elegir el mejor sitio. No hay sitting, as¨ª que me coloco en primera fila porque a¨²n llevo muy dentro la jerarquizaci¨®n de las sillas junto a una pasarela. Esto tambi¨¦n hay que revis¨¢rselo, porque el metaverso no funciona as¨ª y todo se ve mejor con distancia. Los dise?os en baja resoluci¨®n sobre la pasarela (en este caso, prendas de colores con el cl¨¢sico paisley de la ense?a) son lo de menos, aqu¨ª importa la experiencia. Compruebo que las alas fluorescentes se han puesto de moda entre los invitados y que la rueda de las tendencias tambi¨¦n gira en el mundo virtual.
Al final resulta que hay muchas cosas que no cambian entre una pasarela de las de siempre y esta primera Metaverse Fashion Week. Seguramente este experimento quede como an¨¦cdota, pero tambi¨¦n como prueba de que el metaverso tiene a¨²n muchas posibilidades por desarrollar para conectar con los consumidores de moda de una forma org¨¢nica y divertida. Ellos ya est¨¢n ah¨ª y, a diferencia de mi monedero vac¨ªo de criptomonedas, est¨¢n dispuestos a gastar: seg¨²n la consultora McKinsey la industria global de juegos se encuentra en crecimiento con una previsi¨®n de alcanzar un valor estimado de 219.000 millones de d¨®lares (unos 193.000 millones en euros) para 2024 y una comunidad de m¨¢s de 3.000 millones de jugadores en todo el mundo. Eso son 4 de cada 10 habitantes del planeta, muchas potenciales alas por vender.
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