El gran negocio de las apariencias en la moda: hacer pasar por simple lo complejo y lo complejo por simple
Ya no se apela a la dejadez de Elaine Berres Seinfeld, aquel bander¨ªn de enganche del ¡®normcore¡¯ original, sino al minimalismo de Carolyn Bessette-Kennedy
En el principio se trataba de ser: somos lo que vestimos, dec¨ªa el aforismo, apuntalando la identidad expresada v¨ªa indumentaria. G¨¦nero y clase, ocupaci¨®n y posici¨®n, todo revelado al primer vistazo por el atuendo, que quiz¨¢ nunca haya hecho al monje, pero siempre ha ayudado. Hasta que las din¨¢micas sociales dieron un vuelco y cambi¨® el verbo, de ser a tener: tenemos, luego somos, la l¨®gica del capitalismo. Y ah¨ª segu¨ªamos, dopados en la acumulaci¨®n materialista (m¨¢s ropa, m¨¢s zapatillas, m¨¢s bolsos, m¨¢s logos, sin sentir ni padecer), cuando nos alcanz¨® la perversa vuelta de tuerca que nos de...
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En el principio se trataba de ser: somos lo que vestimos, dec¨ªa el aforismo, apuntalando la identidad expresada v¨ªa indumentaria. G¨¦nero y clase, ocupaci¨®n y posici¨®n, todo revelado al primer vistazo por el atuendo, que quiz¨¢ nunca haya hecho al monje, pero siempre ha ayudado. Hasta que las din¨¢micas sociales dieron un vuelco y cambi¨® el verbo, de ser a tener: tenemos, luego somos, la l¨®gica del capitalismo. Y ah¨ª segu¨ªamos, dopados en la acumulaci¨®n materialista (m¨¢s ropa, m¨¢s zapatillas, m¨¢s bolsos, m¨¢s logos, sin sentir ni padecer), cuando nos alcanz¨® la perversa vuelta de tuerca que nos define hoy: parecer para ser. En un momento en el que nuestras relaciones vienen mediatizadas como nunca antes por las im¨¢genes ¡ªque es a lo que quedamos reducidos en las redes y el entorno digital¡ª, lo ¨²nico que cuenta son las apariencias, lo que aparentamos ser. Y la realidad ya no es sino un conjunto de situaciones construidas a prop¨®sito, juego de m¨¢scaras y ficciones. La vida pasada por los filtros y efectos de TikTok e Instagram. El favorito de la moda, ahora mismo, es el filtro de la normalidad.
Bienvenidos a la era del nuevo normcore, claman los titulares. Aquel presunto revulsivo estil¨ªstico de principios de la segunda d¨¦cada de lo que llevamos de siglo, oda al vestirse sin otro prop¨®sito que el de cubrir el cuerpo por razones funcionales, sin significado en t¨¦rminos de moda, est¨¢ de vuelta, tambi¨¦n en las colecciones de pr¨ºt-¨¤-porter m¨¢s o menos exclusivo. ?Es lo que toca tras la fantas¨ªa de infantilizaci¨®n Y2K? Podr¨ªa considerarse as¨ª. ?Tiene que ver con un contexto socioecon¨®mico de precariedad, asustado por el fantasma de la inflaci¨®n? No lo descarten. ¡°Por regla general, la incertidumbre financiera no supone en realidad un factor tan importante, a no ser que resulte algo devastador, como una gran recesi¨®n. Creo que esto tiene m¨¢s que ver con un giro de guion de espectro distinto, una reacci¨®n minimalista al maximalismo surgido tras la pandemia¡±, concede Valerie Steele, directora del Museo del Fashion Institute of Technology de Nueva York. Sean Monahan, el analista de tendencias estadounidense que bautiz¨® el arte de vestir aburrido como normcore, en 2013, define este revival de la (supuesta) normalidad como un ¡°colapso total del vestir casual. En cuanto sales de tu vecindario, ya no sabes si la gente va a la oficina, al gimnasio o a quedar con los amigos¡±. Y sin iron¨ªa que valga, no como suced¨ªa una d¨¦cada atr¨¢s.
Hace un a?o, Monahan (que sigue al pie del ca?¨®n, ahora al frente de la consultora 8Ball) escribi¨® en The Cut un art¨ªculo en el que ya apuntaba la que se avecinaba, un ¡°cambio de vibraci¨®n¡± advertido entre el furor de los vaqueros de madre y las deportivas de padre. Una suerte de grunge digital espoleado por la nueva rabia adolescente zeta que prefer¨ªa las tiendas de segunda mano a las boutiques exclusivas, a pesar del amplio calado centennial de la vulgarizaci¨®n chandalista/zapatillera de, por ejemplo, Balenciaga. Y citaba a Billie Eilish como hero¨ªna normcore 3.0. Igual que ocurri¨® en su d¨ªa contra el hipsterismo que domin¨® el albor de las redes sociales, la idea es recuperar la normalidad sin filtros de la existencia offline, pasando en el intento de todo aquello con significaci¨®n de moda, o que venga impuesto por ella. Con lo que el analista parece no haber contando, sin embargo, es con la capacidad para el subterfugio del negocio del vestir, experto no solo en canibalizar movimientos est¨¦tico-sociales, sino adem¨¢s en practicar el arte de la posverdad. Porque no hay mayor fake ahora mismo que la tal nueva normalidad indumentaria.
Gracias a esa herramienta que ofrece la posibilidad de a?adir o proporcionar contexto a los contenidos, los usuarios de X/Twitter le sacaron los colores a Dua Lipa, a mediados de noviembre, por el cacareado atuendo normcore lucido durante una visita a una emisora de radio de Los ?ngeles para promocionar su nueva tonada, Houdini. Bueno, si no a ella, s¨ª a los medios que jalearon hasta la n¨¢usea la simplicidad normativa del look de la diva pop: un jersey de punto rojo y unos vaqueros. El uno, de Bottega Veneta, m¨¢s de 1.000 euros; el otro, de Acne Jeans, cerca de 500.
En efecto, es el precio el que define o expresa el valor de las prendas asociadas a la actual ficci¨®n en la que abundan dise?adores y marcas desde que la apariencia de la normalidad se instalara en la moda de lujo con aquel trampantojo de vaqueros, camisa de franela a cuadros y camiseta de tirantes del debut de Matthieu Blazy en Bottega Veneta (oto?o-invierno 2022). ¡°Aunque hayamos dejado atr¨¢s los a?os noventa como inspiraci¨®n, la est¨¦tica minimalista sigue ah¨ª, pero esta vez de manera menos austera¡±, refiere Valerie Steele, que se?ala la transformaci¨®n de la actual escalada normcore como una tendencia bastante m¨¢s compleja, en la que el ¡®estilo dinero viejo¡¯ ¡ªla pretendida parquedad indumentaria de las fortunas de rancio abolengo¡ª subyace bajo tanta soser¨ªa. O sea, que ya no se apela a la dejadez de una Elaine Berres Seinfeld, aquel bander¨ªn de enganche estil¨ªstico del normcore original, sino al minimalismo de una Carolyn Bessette-Kennedy.
Por supuesto, a pesar de las apariencias no hay nada de normal en las propuestas de las ¨²ltimas temporadas (y la que viene, de Miu Miu a Fendi, pasando por Ferragamo o los hasta la fecha nada sospechosos de normatividad Coperni y Gucci), con dise?os despojados de fantas¨ªa y grandeur para reducir las prendas a la m¨ªnima expresi¨®n del corte, silueta y tejido. La jerga de los medios, siempre necesitados de etiquetas reduccionistas en favor de la comodidad de quien escribe, los ha calificado como lujo silencioso, cuando deber¨ªamos decir lujo situacionista: una ficci¨®n de la realidad construida artificialmente para responder al beneficio propio, el de la industria de la moda de alta gama. ¡°Dise?o atemporal y tejidos confortables se combinan en los nuevos b¨¢sicos de fondo de armario¡±, reza el comunicado que glosa la colecci¨®n oto?o-invierno 2023-2024 de Loewe, de la que destacan las chaquetas de punto oversize, que ni las de tu abuela, y los vaqueros, ah, de denim japon¨¦s. Nada por debajo de los tres y hasta los cuatro d¨ªgitos. Lo ¨²nico normal de toda la pantomima del nuevo normcore es eso, su precio.?V