De las chupas de cuero a las zapatillas blancas: c¨®mo la moda borr¨® el significado reivindicativo de las tendencias que pertenec¨ªan a la comunidad negra
Muchas de las prendas que hoy son ampliamente populares nacieron como s¨ªmbolo de identidad de una minor¨ªa oprimida. Ahora no solo han perdido su significado, tampoco cuentan con la comunidad de la que vienen, que sigue sin tener representaci¨®n en la industria.
¡°El homenaje sin empat¨ªa y representaci¨®n es apropiaci¨®n. En lugar de eso, explorad vuestra cultura, religi¨®n y or¨ªgenes. Replicando la nuestra y excluy¨¦ndonos de ella nos est¨¢is demostrando que solo nos veis como una tendencia. Y nosotros vamos a morir siendo negros, ?vosotros?¡±. Kerby Jean Raymond estaba muy harto cuando escribi¨® estas palabras horas despu¨¦s de la gala que la revista Business of Fashion organiz¨® para premiar a los protagonistas de la moda del a?o pasado. No es solo que al dise?ador, m¨¢s conocido por el nombre de su marca, Pyer Moss, le prometieran una portada y no se la dieran. O que solo le hayan llamado a paneles para debatir con personas de su misma raza. Es que cuando acudi¨® a la fiesta en Par¨ªs le recibi¨® un coro de g¨®spel. Tampoco es que el creador no se hubiera quejado antes de esta discriminaci¨®n encubierta (ya bram¨® cuando innumerables periodistas daban por hecho que hac¨ªa ropa deportiva por ser negro), pero esta vez puso de manifiesto un hecho que pocas veces se debate: en los ¨²ltimos a?os, a la moda se le llena la boca hablando de diversidad, pero en muy pocas ocasiones dicho concepto se traduce en una inclusi¨®n real.
Estos d¨ªas, con las redes incendiadas tras el asesinato de George Floyd, circula por Instagram una cita viral: ¡°el rock and roll, el techno, el jazz, el funk¡lo inventaron los negros. Consumimos cultura negra pero no los respetamos a ellos¡±. Lo mismo se puede decir de la ropa, al menos, de cierta ropa. Moda de personas negras sin personas negras. No solo porque las cifras de representaci¨®n en la industria sean flagrantes (en modelos, dise?adores, ejecutivos o cualquier sector), tambi¨¦n porque esas prendas que hoy est¨¢n en nuestros armarios nacieron con una intenci¨®n que la moda se ha encargado de ¡°blanquear¡±, es decir, ha borrado su significado reivindicativo y, por si fuera poco, les ha bloqueado el acceso social a ellas.
Uniforme de guerra
¡°Vestimos como guerreros y la polic¨ªa es nuestra enemiga¡±. Con esta frase, dicha por un joven del Bronx en una escena de una revuelta en los a?os 70, abre el documental ¡®Fresh dressed¡¯ (2015), un necesario repaso por la genealog¨ªa y las causas que dieron pie a la moda afroamericana, tan ampliamente copiada, vendida, apropiada y subida a las pasarelas de medio mundo. La historia, en este caso, siempre se repite. Porque las im¨¢genes de hace cuarenta a?os parecen las de hace una semana (o las de hace cinco a?os con el asesinato, tambi¨¦n asfixiado, de Eric Garner; o a las de hace ocho, con el de Trayvon Martin); tambi¨¦n porque el devenir de la est¨¦tica afroamericana camina en c¨ªrculos: prendas con significado que acaban despojadas de ¨¦l y b¨²squeda de otros s¨ªmbolos indumentarios para que se repita la operaci¨®n.
La ra¨ªz siempre es la misma: en un pa¨ªs y/o en una sociedad que no te tiene en cuenta, la identidad individual y de grupo es una especie de salvavidas. Entre los a?os 30 y 40 estos ¡®guerreros¡¯ (y otros colectivos despose¨ªdos, como los mexicanos residentes en Estados Unidos) comenzaron a llevar ¡®zoot suits¡¯ para significarse: trajes anchos de cintura alta combinados con amplios borsalinos que eran la r¨¦plica a la sastrer¨ªa cl¨¢sica de los blancos. As¨ª iban vestidos cuando en 1943, una revuelta entre polic¨ªas, marines y la poblaci¨®n afro y latina acab¨® con m¨¢s de treinta personas negras muertas en Detroit, Michigan, Nueva York o Los ?ngeles. Aquel traje era, para la sociedad estadounidense, una especie de amenaza simb¨®lica. Hasta que iconos nacionales como Frank Sinatra empezaron a llevarlo, claro. D¨¦cadas despu¨¦s, dicha amenaza se traslada a elementos como la capucha: le cost¨® la vida a Trayvon Martin en 2012. A la polic¨ªa le pareci¨® ¡®sospechoso¡¯ que la llevara puesta.
La realidad es que la capucha, como tantas otras prendas, se populariz¨® entre la comunidad negra en los a?os ochenta porque reforzaba la idea de ¡®vandalismo¡¯ que la sociedad les achacaba (llevarla otorga anonimato para cometer delitos). Apropiarse del prejuicio es, al final, una forma de neutralizarlo. Por eso los anch¨ªsimos pantalones que se popularizaron en el entorno del rap de los ochenta son una referencia a los uniformes penitenciarios. La idea de llevar las zapatillas sin cordones y con la leng¨¹eta subida responde a la misma l¨®gica: ni cinturones ni cordones estaban permitidos en las prisiones. Para contextualizar la situaci¨®n, basta con ver el documental ¡¯13th¡¯, en Netflix, la historia de c¨®mo y por qu¨¦ el racismo, hist¨®rico y estructural, se pone especialmente de manifiesto en las c¨¢rceles norteamericanas.
Si el lujo no te quiere, crea tu propio lujo
A finales de los 70, la comunidad afroamericana fue creando sus propios c¨®digos indumentarios en base a su ¨¦tica. Una d¨¦cada antes los Panteras Negras hab¨ªan dejado de vestir con tejidos originarios de sus ra¨ªces africanas porque, ejem, las revistas de moda los hab¨ªan convertido en tendencia (para el caso, la falta de representaci¨®n les hizo crear una publicaci¨®n de moda propia, ¡®Ebony¡¯). Aunque en esta ocasi¨®n, los referentes que ayudaron a moldear lo que hoy se conoce, muy as¨¦pticamente, como moda urbana, s¨ª se construyeron en torno a la din¨¢mica aspiraci¨®n vs. desposesi¨®n:
¡°Deconstruyo las marcas hasta dejarlas solo con su poder, que es el logo. Y reconstruyo ese mismo poder con un nuevo contexto¡±. Al habla Dapper Dan, que cuenta en ¡®Fresh dressed¡¯ c¨®mo se hizo un nombre desde su sastrer¨ªa de Harlem apropi¨¢ndose de logos ajenos y estamp¨¢ndolos en ropa m¨¢s acorde con el estilo rapero de la ¨¦poca. A Dan lo rescat¨® Gucci del olvido hace un par de a?os, cuando Alessandro Michele se inspir¨® en ¨¦l y le declar¨® su admiraci¨®n v¨ªa redes sociales. La gran firma italiana prefiri¨® integrarlo en el equipo que usarlo, como tantas otras, como mera fuente de inspiraci¨®n. Lo curioso es que, aunque Dan llevaba tiempo fuera de juego, la comunidad afroamericana cerr¨® filas en torno a ¨¦l. Falsificaba logos, s¨ª, pero era uno de ellos: por eso Mike Tyson, Nas, Puff Daddy o las Salt n¡¯ Pepa prefer¨ªan comprar a Dapper, pese a poder permitirse los originales.
El logo, como las joyas, pertenec¨ªan a un mundo que les estaba vedado y al que muy pocos ten¨ªan acceso. La ostentaci¨®n como arma y como reconocimiento entre la comunidad. Las zapatillas perfectamente limpias para significar que eran nuevas (de hecho, la expresi¨®n ¡®Fresh¡¯ se refiere precisamente a esa novedad), aunque no lo fueran; y las marcas deportivas como b¨¢sico: a fin de cuentas, los ¨²nicos referentes negros que triunfaban eran los deportistas, en concreto los jugadores de baloncesto. ¡°Pronto las grandes marcas deportivas se apropiaron de esta idea de rebeld¨ªa para fomentar el consumo entre la poblaci¨®n negra. Las sneakers de baloncesto , su consumo y su marketing no ten¨ªan nada que ver con otras zapatillas llevadas y aupadas por blancos, como las Converse¡±, explican en un extenso reportaje en The Atlantic. Hasta en eso hab¨ªa segregaci¨®n.
La clave estaba en que, al menos de puertas para fuera, no hab¨ªa diferencia entre clases. Llevar unas Jordan era, de alg¨²n modo, repetir la gesta de Jordan. Vestir como Run DMC o Nas era relativamente sencillo. Y las pocas marcas ¡®blancas¡¯ que entraban en el c¨ªrculo lo hac¨ªan por una cuesti¨®n igualmente aspiracional: Ralph Lauren se hizo grande viniendo del Bronx, y Tommy Hilfiger se ali¨® con iconos como Aaliyah, ¨ªdolo absoluto en la escena de los noventa. En esos mismos a?os, el actor Mark Whalberg emulaba sus est¨¦ticas y poses desde las vallas publicitarias de Calvin Klein.
No es representaci¨®n, es apropiaci¨®n
El afro, que tanto les cost¨® asumir por marcar otra frontera m¨¢s entre ellos y los blancos, las trenzas y las rastas, las bandanas ce?idas que honran a sus antepasados esclavos. Y, por supuesto, la cultura sneaker y la fiebre por lo deportivo. Todos esos elementos est¨¢n m¨¢s que popularizado, la cuesti¨®n es si lo han hecho de manera correcta.
Es cierto que los ¨ªdolos del hip hop han abierto el camino a asumir esta moda como global, pero la pregunta es si esas prendas tienen ya o no un simbolismo real. La comunidad afroamericana siempre sol¨ªa recurrir a los suyos, por razones obvias, para posicionarse: desde Zelda Wynn Wades, que vest¨ªa a las divas del jazz, a toda esa comunidad de marcas ¡®fresh¡¯ que nacieron entre los ochenta y los noventa. Cross Colours, Sean John (de Puff Daddy y ganadora de un CFDA), Rocawear (de Jay Z) o Fubu, siglas de For us by us (para nosotros, por nosotros) proporcionaban la dos cosas: estilo y sentimiento de pertenencia. Pero, de nuevo, la fama y el reconocimiento masivo llev¨® a que este ultimo atributo se borrara.
Hoy, la gran parte de los l¨ªderes de opini¨®n, es decir, raperos, actores y deportistas, visten Margiela, Rick Owens o Yamamoto. Las din¨¢micas son otras y, aunque sigue habiendo representaci¨®n de firmas y estilos propios, lo conceptual sustituye a los ostentoso. Al mismo tiempo, surgen otras firmas propias que discurren por otros cauces. Est¨¢n Telfar, cuyo lema replica al de Fubu (no es para m¨ª, es para todos), Lacquan Smith, Christopher John Rogers, Pyer Moss o Shayne Oliver. No, no hacen ch¨¢ndales, pero coinciden en desmarcarse del sistema pregunt¨¢ndose a trav¨¦s de la ropa por cuestiones como la barrera de g¨¦neros, la identidad sexual, el acceso real a la moda de autor y, por supuesto, su posici¨®n en una sociedad que no les tiene en cuenta. En este sentido cabe recordar que todas las reivindicaciones de grupos oprimidos suelen entrecruzarse. Y que fueron los afroamericanos quienes se pusieron, por ejemplo, en la primera l¨ªnea de fuego durante las revueltas de Stonewall. As¨ª que hacer de la moda una cuesti¨®n pol¨ªtica, del tipo que sea, abrir interrogantes y dinamitar prejuicios a trav¨¦s del vestido, es casi el ¨²nico modo de hacer moda.
S¨ª, todas estas firmas aparecen en los medios. E incluso muchos han sido premiados. Pero les reciben con un coro de g¨®spel y la palabra diversidad escrita en may¨²sculas. Mientras tanto, la llamada ¡®moda urbana¡¯ copa las tiendas de lujo y low cost y los muros de Instagram de influencers blancos. El problema, por supuesto, no es el uso de la imagen, el problema es que dicha imagen no tiene cr¨¦ditos.
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