D¨¦jame comprar mis cositas
El mundo pide a la moda un cambio ideol¨®gico y productivo. La nueva perspectiva pasa por desacelerar y seleccionar.
Me pasa una cosa absurda: escrib¨ª hace unos meses un librillo sobre moda responsable (¡®La moda justa¡¯, Anagrama), y ahora entro a Zara acojonada. Con miedo a que me reconozca alguien (menudos delirios de grandeza) y grite ¡°?Farisea!¡± al cruzarnos en las escaleras mec¨¢nicas, en una escena entre Nora Ephron y Ken Loach. Conste que no visito Zara visa en ristre, sino para espiar como una rata. A fijarme en el ambiente, no en la ropa. M¨¢s personas de las que creemos van de compras para sentirse menos solas. Una prenda nueva siempre trae una promesa de cambio y nos desvincula por un momento de las normas de la vida real, tan exigente y desmoralizadora.
En un d¨ªa a d¨ªa despiadado, adquirir algo es de lo poco que queda bajo nuestro control. La gran tentaci¨®n es la compra ¡®online¡¯: r¨¢pida, limpia, festiva. Todo bien facilito y sin fricciones. El precio barat¨ªsimo contribuye a hacernos creer que es un gesto inocuo. He ah¨ª el gran cambio de mentalidad ¡ª y no es renuncia, sino liberaci¨®n¡ª que pide la moda responsable: dejar de vivir la moda como una recompensa festiva, como un arma arrojadiza de estatus, y emplearla como una herramienta de aprendizaje. Una v¨ªa de autoconocimiento que no tiene que ver con la novedad, ni el lujo, ni el reba?o. Moda de intercambio, pr¨¦stamo, alquiler, reparaci¨®n, repetici¨®n. Sobre todo, repetici¨®n. Vestir una y otra vez las mismas prendas y comprobar como el placer de la reincidencia da forma a nuestro sello de identidad. Apa?arse con lo que uno tiene y dejar de comprar es tan radical como ins¨®lito. Sentirse satisfecho con la propia vida no es bueno para el negocio.
Despu¨¦s de 30 a?os de ¡®fast fashion¡¯ (y cinco a?os de ultra ¡®fast fashion¡¯) no s¨¦ si resulta una misi¨®n imposible reeducar en el valor. Hacer entender que el tiempo, el esfuerzo y el talento merecen un precio justo. A estas alturas, ?alguien ignora que lo que uno escoge tiene consecuencias directas? No es posible que haya un ciudadano tan inocente como para creer que detr¨¢s de una camiseta a tres euros todo est¨¢ en orden, todo el mundo cobra un sueldo decente. Suena m¨¢s a desidia c¨®moda, a ¡°todo el mundo lo hace¡±. O peor: suena a ¡°ya hay mucha gente concienciada, as¨ª que por una cosilla no pasa nada¡±. Cada decisi¨®n de compra pasa por una educaci¨®n financiera: ese dinero que cuesta horrores ganar debe ser destinado a elegir con lupa un producto que aporte a la sociedad en que vivimos. La calidad siempre va ligada a la ¨¦tica.
S¨ª, s¨¦ que suena a provocaci¨®n: ahorrar para comprar mejor, cuando una de cada cuatro espa?olas no gana m¨¢s de 900 euros al mes, seg¨²n el INE. Pero nuestras estrecheces no pueden aliviarse gracias a marcas que explotan a los trabajadores de la otra punta del mundo; un 75% de ellos mujeres, por cierto. La gran transformaci¨®n real pasa por legislar y reducir la escala de todo el sistema, reemplazar una econom¨ªa de crecimiento por una sociedad de preservaci¨®n. Y ser conscientes de que nuestro dinero ¡ªs¨ª, esos cuatro duros con los que hacemos malabares¡ª tienen mucho m¨¢s poder del que pensamos.
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