El poderoso doble sentido del vestido blanco de ninfa adolescente
Entre la pureza de lo virginal a lo terror¨ªfico y abismal, el simb¨®lico vestido blanco cinematogr¨¢fico vuelve a cobrar relevancia gracias al remake de Picnic en Hanging Rock o la esperad¨ªsima Midsommar.
La soleada ma?ana de San Valent¨ªn de 1900 un grupo de privilegiadas colegialas de entre 14 y 17 a?os, hijas de las familias m¨¢s ilustres de Australia, sali¨® con vestidos de muselina blancos, delicados guantes de seda y sombreros de paja a celebrar un picnic campestre en las faldas de Hanging Rock, un obelisco gigantesco de piedra roja, espacio sagrado de abor¨ªgenes, y antiguo volc¨¢n en Victoria (Australia). Para cuando regresaran a su internado de madrugada, el selecto centro de se?oritas Appleyard, faltaban tres alumnas y la profesora de matem¨¢ticas. Las delicadas ninfas victorianas que partieron a un inocente almuerzo volv¨ªan en un estado de histeria, despeinadas, sollozando y con sus vestidos manchados de tierra. Sus compa?eras se hab¨ªan evaporado, misteriosamente engullidas por el conjunto de imponentes piedras en el que todos los relojes se pararon a la misma hora y donde todas, casualmente, se durmieron a la vez.
Esta es la premisa de Picnic en Hanging Rock,?la novela que public¨® en 1967 Joan Lindsay y cuya leyenda sigue dividida entre si lo que describi¨® esta australiana era realidad o pura ficci¨®n. ?Qu¨¦ pas¨® con las chicas perdidas? ?Desaparecieron realmente? La prensa no dej¨® de presionar a la autora durante a?os por la conexi¨®n con otros misterios que rodeaban a la localizaci¨®n. Lindsay ni confirm¨® ni desminti¨®:?¡°Si lo descrito se trata de realidad o fantas¨ªa, los lectores deben decidirlo por s¨ª mismos. Solo dir¨¦ que ambas cosas est¨¢n ¨ªntimamente relacionadas¡±, repet¨ªa siempre e incluy¨® en su ep¨ªgrafo. Una jugada maestra para que la obsesi¨®n del lector traspasara las p¨¢ginas y abrazase la conspiranoia: ¡°No faltan quienes (a¨²n hoy) juran que las j¨®venes existieron en la realidad, que fueron raptadas por tratantes de blancas y llevadas a burdeles perdidos en los ¨¢ridos desiertos del outback australiano¡±, aclara Miguel Cane en la introducci¨®n de la traducci¨®n de la novela que public¨®??Impedimenta en 2010.
El mito de la colegialas de los vestidos blancos evaporadas en las rocas sigue sin resolverse e igual de intacto, ayudado por las posteriores adaptaciones a la pantalla.?La primera fue en 1975 bajo la delicada mirada esteta de Peter Weir. Una cinta de culto con material sobrante para pizarras de Pinterest?gracias a un prodigioso uso del vestuario y la direcci¨®n de arte. Chicas que se cuentan secretos al o¨ªdo y r¨ªen, que se aprietan los cors¨¦s unas a otras, se cepillan el pelo o se leen pasajes de poemas. Chicas cuyo v¨ªnculo adolescente resulta enigm¨¢tico y transpira erotismo a los ojos del que mira, tem¨¢tica que retomar¨ªa d¨¦cadas despu¨¦s Sofia Coppola con sus tambi¨¦n idolatradas?V¨ªrgenes suicidas. El vestido de la venerada l¨ªder y objeto de deseo, Miranda, una r¨¦plica aut¨¦ntica de los vestidos de t¨¦ hechos a m¨¢quina en la ¨¦poca, es tan sublime que permanece en el archivo del National Film and Sound of Australia. La segunda adaptaci¨®n es?El misterio de Hanging Rock, la miniserie australiana de 2018 en seis cap¨ªtulos que Filmin acaba de incluir en su cat¨¢logo. Protagonizada por Natalie Dormer (Margaery Tyrell en Juego de tronos), el show reproduce el halo m¨ªstico de la pel¨ªcula, pero adapt¨¢ndose a las nuevas generaciones con una banda sonora que incluye beats electr¨®nicos o una expansi¨®n a tramas m¨¢s centradas en la liberaci¨®n feminista de los personajes.
El blanco que articula el vestuario de las adolescentes perdidas, omnipresente en las dos adaptaciones, simboliza ese choque de met¨¢foras: la supuesta pureza de qui¨¦n lo viste, un aspecto et¨¦reo y enigm¨¢tico para el espectador, frente al abismo, la desaparici¨®n, lo irracional y m¨ªstico, la p¨¦rdida de la inocencia y de lo virginal. Las rocas f¨¢licas de Hanging Rock y sus cuevas interiores, vistas como paredes vaginales en las que se desvanecen las muchachas, mientras, descalzas, se desprenden de su uniforme.
El vestido blanco, una vez m¨¢s, como prenda m¨ªstica de los desconocido. Un s¨ªmbolo que inspirar¨ªa desde obras literarias (La dama de blanco?de Wilkie Collins) a?reforzar leyendas reincidentes en casi todos los rincones del planeta,? donde mujeres errantes visten de blanco y arrastran un pasado asociado a la tragedia. M¨¢s terror¨ªficas son las ninfas suecas de Midsommar, uno de los trailers m¨¢s anticipados del a?o y pr¨®ximo estreno de Ari Aster, director de Hereditary. Si en la cinta de Weir las enso?adoras chicas de blanco esconden misterios alejados de la raz¨®n, Aster opta por el lado m¨¢s inquietante y terror¨ªfico de la balanza en modo uniforme folcl¨®rico: el de contemplar a conjunto de m¨ªsticas chicas cogidas de la mano y con coronas de flores dispuestas a regalarte la peor de tus pesadillas.
(Cuando Peter Weir se reuni¨® con Joan Lindsay para discutir la posible adaptaci¨®n de Picnic en Hanging Rock, los publicistas exigieron no preguntarle si la leyenda era verdad. El director pas¨® por alto la regla y, tomando un almuerzo con la escritora, le dijo:? ?Es cierta??. Ella contest¨®: ?Jovencito, espero que no repitas esa pregunta?, a lo que el replic¨®: ?Ok, entonces, ?cree que fueron abducidas? ?cayeron a un agujero??. Lindsay, fiel a la leyenda, dijo: ?Todo lo que dices es posible?).
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