Ser clase media y dedicarse a la moda: un abismo cada vez m¨¢s insalvable
En la moda, la meritocracia es un animal mitol¨®gico. Hoy es casi imposible que los j¨®venes con pocos recursos accedan a las estructuras corporativas de las empresas creativas.
Hace unas semanas, en plenas pruebas de la EvAU, un v¨ªdeo de la televisi¨®n canaria se hizo viral. Dos alumnos a las puertas de su primer examen hablaban de sus expectativas. El primero contaba que no estaba nervioso porque ya hab¨ªa conseguido una plaza en una universidad privada. La segunda, que necesitaba buenas notas para entrar en la p¨²blica a estudiar Bellas Artes. Al debate actual sobre si existe o no la meritocracia en un mundo cada vez m¨¢s polarizado por clases sociales se sumaba, d¨ªas despu¨¦s, otra pol¨¦mica viral, solo en apariencia distinta: el joven Gabriel Plaza, que sac¨® la mejor nota en la Comunidad de Madrid, tuvo que cerrar su cuenta de Twitter ante el acoso recibido por quienes consideraban que optar a una carrera ¡°sin salidas profesionales¡± (Filolog¨ªa Cl¨¢sica) era un desperdicio para una mente tan privilegiada. Pero el privilegio, en realidad, no est¨¢ en la mente, sino en el banco. En los ¨²ltimos 10 a?os el precio de la matr¨ªcula en una universidad p¨²blica se ha triplicado: la media nacional por a?o est¨¢ en los 1.403 euros y var¨ªa seg¨²n la comunidad aut¨®noma y el grado de experimentalidad de la carrera elegida en un pa¨ªs en el que, en 2021, el 27,8% de las familias vivieron bajo el umbral de la pobreza. Mientras Isabel D¨ªaz Ayuso acaba de anunciar la concesi¨®n de 18.000 para Infantil, Bachillerato y Formaci¨®n Profesional a rentas medias en centros privados, para que un alumno pueda optar a una beca universitaria que pague el importe ¨ªntegro de la matr¨ªcula y apoye el cambio de residencia (con 1.600 euros), una familia de cuatro miembros no debe superar los 21.054 euros anuales, y si supera los 38.011 (una n¨®mina mensual total de unos 1.900 euros al mes entre todos) no tiene derecho a nada. As¨ª que, adem¨¢s de restringirse el acceso a estudios superiores a buena parte de los j¨®venes espa?oles, el discurso social se ha instalado en la muy peligrosa concepci¨®n de que los estudios culturales y creativos son una p¨¦rdida de tiempo y de dinero, es decir, una cosa para ricos.
Con ustedes, la meritocracia: pic.twitter.com/tpqLXEAxXL
— ??igo Errej¨®n (@ierrejon) June 8, 2022
Antes de la pandemia, el n¨²mero de empleados en las industrias creativas en Espa?a ascend¨ªa, seg¨²n el Ministerio de Cultura y Deporte, a cerca de 687.000 personas. Se desconoce cu¨¢nto exactamente ha mermado esta cifra tras estos a?os devastadores para el sector. S¨ª se sabe, por ejemplo, que ese a?o eran un 61% de hombres frente a un 39% de mujeres, que el 70% son (o eran) trabajadores aut¨®nomos o que de las 122.673 entidades registradas en este ¨¢mbito, el 65% no contaban con asalariados. Tampoco se sabe cu¨¢ntos provienen de sectores no acomodados. En otros lugares, como Reino Unido, s¨ª se conoce la cifra: solo un 16%, seg¨²n un informe llevado a cabo por el Creative Industries Policy and Evidence Centre. ¡°Y eso sin contar con el recorte reciente del 50% en becas para cursos de arte y moda¡±, cuenta Hannah Karpel, una estudiante de periodismo de moda en Central Saint Martins, que acaba de graduarse con un necesario trabajo de fin de carrera: Accessing to arts: breaking the glass ceiling, un documental que narra a trav¨¦s de varios testimonios la imposibilidad de trabajar en moda para los j¨®venes con familias sin recursos. ¡°S¨¦ que ¨¢mbitos como la arquitectura o el dise?o industrial tambi¨¦n est¨¢n muy afectados por la barrera de clase, pero la moda, con su elitismo, sus contactos endog¨¢micos y su estructura de becas no pagadas tiene un serio problema. El salario para los que empiezan a ser contratados es de los m¨¢s bajos, eso sin hablar de poder estudiar algo relacionado con ello y el riesgo financiero que supone¡±.
A ella misma le dijeron, cuando trabajaba con su padre en una tienda de telefon¨ªa, que no pod¨ªa entrar en Saint Martins, una de las escuelas m¨¢s prestigiosas del mundo. Lo hizo con una beca. En su documental, cuenta, entre otras, la historia de un grupo de alumnos de un instituto de Luton, que acceden a talleres de moda gratuitos, pero saben que, cuando se grad¨²en, no van a poder seguir aprendiendo. ¡°Adem¨¢s, las redes sociales han hecho mucho da?o. Crecen siguiendo a dise?adores y celebridades, pero saben que les est¨¢ vedado ese mundo que siguen todos los d¨ªas¡±, cuenta una de las docentes en la cinta. Un a?o en una escuela de moda espa?ola cuesta, de media, 8.000 euros (existen algunas escuelas p¨²blicas, como Artediez en Madrid, que ofertan pocas plazas tras unas duras pruebas de acceso). ¡°Premiamos todos los a?os el talento creativo con unas becas que pueden cubrir desde el 50% al 100% del importe de la tasa del curso. Cada a?o se publican las bases, que dependiendo del programa pueden consistir en entregar un trabajo con una tem¨¢tica espec¨ªfica, acompa?ado de una entrevista de admisi¨®n, una carta de motivaci¨®n, etc. Todo ello es valorado por un jurado ?¡ªexplican desde el Instituto Europeo de Dise?o¡ª. Tambi¨¦n contamos con una serie de ayudas que apuestan por la igualdad de oportunidades entre los estudiantes con menos recursos econ¨®micos¡±, el umbral para optar a ellas, en este caso, no debe superar los 40.000 euros de la renta familiar. Desde la escuela afirman que no han notado una reducci¨®n de alumnos con menos recursos.
¡°Las familias que nos conf¨ªan la educaci¨®n de sus hijos normalmente han valorado previamente la viabilidad econ¨®mica para que culminen sus estudios¡±. Sin embargo, acceder a una de las becas que ofertan las escuelas de moda es solo el primer paso. Para los aspirantes a dise?adores, est¨¢ la cuesti¨®n de los materiales, ¡°por mucho talento que tengas, todo cambia si no puedes permitirte pagar a costureras y comprar tejidos. Y sin una buena colecci¨®n no hay subvenciones¡±, comenta Patrick McDowell, director de sostenibilidad de Pinko. ?l estudi¨® con beca en Saint Martins y, durante el a?o de pr¨¢cticas en Burberry, pidi¨® a sus jefes que donaran a su escuela la cantidad ¡°enorme¡± de telas que desperdiciaban. Una iniciativa, la de dar el sobrante a estudiantes sin recursos, que tambi¨¦n puso en marcha McQueen hace cinco a?os. Alexander McQueen y su actual directora creativa, Sarah Burton, se enfrentaron al mismo problema durante su formaci¨®n.
¡°Llegu¨¦ a trabajar como redactor en una revista de moda gracias a que una amiga trabajaba all¨ª, sin haber hecho ning¨²n m¨¢ster, porque no me lo pod¨ªa permitir. Me pagaban 500 euros, por suerte viv¨ªa con mi madre, viuda, en una ciudad a las afueras de Madrid. Si no, no podr¨ªa haber aceptado¡±, cuenta un periodista de estilo de vida que prefiere no revelar su nombre. ¡°Me llamaba la atenci¨®n el ritmo de vida de mis compa?eras. Un bolso de 400 euros les parec¨ªa barato. Con el tiempo me di cuenta de que todos conoc¨ªan de antes a gente importante en el sector. Yo no ten¨ªa ese valor a?adido¡±. ¡°Siempre quise estudiar moda, pero en mi casa, con una familia numerosa que viv¨ªa al d¨ªa, no nos lo plante¨¢bamos. Estudi¨¦ Derecho, pero durante la carrera ten¨ªa como meta hacer un m¨¢ster de comunicaci¨®n de moda y salir de la provincia. Todos mis amigos, con m¨¢s recursos que yo, se hab¨ªan ido¡±, cuenta una relaciones p¨²blicas. Trabaj¨® en Inditex para ahorrar, pidi¨® un cr¨¦dito que estuvo pagando 15 a?os y consigui¨® acceder a un m¨¢ster que le cost¨® 15.000 euros en 2007 y que ¡°no me sirvi¨® de mucho, la verdad¡±. Encontr¨® trabajo en una empresa de moda infantil ¡°en la que no me pagaban bien, y b¨¢sicamente lo que hac¨ªa era coger el tel¨¦fono¡±. Lo dej¨® en 2017 cuando su marido encontr¨® un buen trabajo. Hace tres a?os le lleg¨® su primera oportunidad digna. Desde Creative Class, una organizaci¨®n europea que trabaja para que las personas sin recursos accedan a este tipo de profesiones, comentan a esta revista que ¡°ahora parece estar cambiando el tema en t¨¦rminos de diversidad, pero la discriminaci¨®n de clase sigue siendo un problema casi sin afrontar. No solo se trata de la imposibilidad de sobrevivir trabajando gratis; muchos son marginados en este tipo de puestos por su acento, su ropa o su origen¡±, afirman.
La historia de la moda est¨¢ llena de grandes nombres autodidactas de or¨ªgenes humildes: de Coco Chanel, hu¨¦rfana, a Balenciaga, hijo de un pescador y una costurera o Ralph Lauren, de un pintor de casas. Cuando la carrera de dise?ador se convirti¨® en universitaria, Galliano y McQueen protagonizaron la leyenda de genios de clase obrera. Pero ya apenas existen esos relatos: ¡°Porque ya no es com¨²n esa idea del mentor, que deber¨ªamos recuperar; expertos que gu¨ªan el talento y ofrecen oportunidades realistas¡±, argumenta Karpel. Los nombres de ¨¦xito hoy, como Telfar, Hood By Air o LaQuan Smith, han vuelto a ser autodidactas. La suerte hizo que sus madres o abuelas, como tambi¨¦n sucedi¨® con Patrick McDowell, se dedicaran a la confecci¨®n. Mientras, la moda sigue haciendo caja dise?ando botas militares, monos de trabajo y otras prendas que significaron orgullo de clase. Pero detr¨¢s de la pasarela la realidad es la contraria: el ascensor social se ha parado.
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