La historia olvidada del Hollywood Studio Club, el refugio que ayudaba a las actrices
Marylin Monroe, Kim Novak, Sharon Tate o Rita Moreno fueron algunas de las m¨¢s de 10.000 mujeres aspirantes a trabajar en la industria cinematogr¨¢fica que se alojaron en el Hollywood Studio Club, una especie de sororidad de estrictas normas que funcion¨® en Los ?ngeles durante m¨¢s de 60 a?os.
Cuando Hollywood empezaba a despuntar, hordas de mujeres buscando alcanzar el sue?o cinematogr¨¢fico comenzaron a llegar a Los ?ngeles. Dispuestas a convertirse en estrellas o a formar parte de la industria de alg¨²n modo, varias de ellas se reun¨ªan regularmente en el s¨®tano de la Hollywood Public Library para leer obras de Ibsen y hacer pi?a tratando de forjarse un futuro en la profesi¨®n. Al percatarse de esos encuentros, la librera Eleanor Jones pens¨® en buscar para aquellas chicas con pocos recursos un lugar en el que no solo reunirse, sino convivir. As¨ª contact¨® con la YWCA (Asociaci¨®n Cristiana de Mujeres J¨®venes), que con la contribuci¨®n de otros negocios locales subvencionaron en 1915 una casa de tres dormitorios donde todas esas aspirantes residir¨ªan.
En los a?os siguientes se sumaron a la iniciativa buscando apoyos para el proyecto la estrella del cine mudo Mary Pickford y Constance Adams DeMille, esposa del famoso productor Cecil B. DeMille -cuya reputaci¨®n sobre acoso y abusos sexuales no dista de la de Harvey Weinstein-, los grandes estudios como Warner o Metro-Goldwyn-Mayer y otras artistas reconocidas como Norma Talmadge. El resultado, ya en 1925, fue una recaudaci¨®n de unos 150.000 d¨®lares que permiti¨® la construcci¨®n del despampanante edificio que acogi¨® el Hollywood Studio Club a cargo de la arquitecta Julia Morgan. Por all¨ª pasar¨ªan durante las seis d¨¦cadas siguientes m¨¢s de 10.000 mujeres entre las que destacan nombres como Sharon Tate, Marilyn Monroe, Kim Novak, Marie Windsor, Rita Moreno, Maureen O¡¯Sullivan o Dorothy Malone.
Alojamiento, dos comidas al d¨ªa, acceso a salones, espacios de ensayo y un fondo de armario com¨²n en el que las residentes compart¨ªan ropa para eventos y audiciones. Las condiciones para acceder eran estar buscando trabajo en cualquier puesto relacionado con la industria del espect¨¢culo, tener entre 18 y 35 a?os y pagar una cuota semanal de entre 10 y 15 d¨®lares. Adem¨¢s no podr¨ªan quedarse durante m¨¢s de tres a?os. Un planteamiento que resulta cercano al de otros clubes exclusivos surgidos en la era post #MeToo como el famoso cowork y club de eventos para mujeres The Wing. En el Hollywood Studio Club tampoco se permit¨ªa la entrada a hombres m¨¢s all¨¢ de la planta baja. Pero a pesar de haber servido como refugio y oasis de protecci¨®n para muchas de estas mujeres, como se?ala Vanity Fair en un reportaje en el que entrevista a varias de sus antiguas residentes que as¨ª lo atestiguan, el HSC fue usado precisamente por esos mandatarios de los grandes estudios como Louis B. Mayer, Harry Cohn (Columbia Pictures) y el propio DeMille para lavar su imagen: ¡°ten¨ªan la reputaci¨®n de ser el tipo de hombres del que se supon¨ªa que el club deb¨ªa proteger a estas mujeres¡±, escribe la autora Cari Beauchamp.
La f¨®rmula les funcion¨® y durante la mayor parte de su existencia, el Hollywood Studio Club fue considerado un lugar seguro, resultando la ¨²nica forma de entrada a la meca del cine de muchas de estas aspirantes, a quienes de otro modo no se lo habr¨ªan permitido en sus casas. Un ejemplo lo deja Nancy Kwan, protagonista de El mundo de Suzie Wong. Seg¨²n cuenta la artista en el reportaje de Beauchamp, su padre accedi¨® a mudarse a Hollywood y protagonizar el filme porque el productor Ray Stark, quien la fich¨®, le prometi¨® que hab¨ªa un hospedaje seguro solo para mujeres en el que esta se quedar¨ªa en Hollywood. El caso de Sally Struthers fue similar: ¡°Mi madre se enter¨® de que lo gestionaba la YWCA (Asociaci¨®n Cristiana de Mujeres J¨®venes) y eso fue suficiente para ella¡±.
Kwan recuerda que a muchas de las amigas que tiene hoy en d¨ªa las conoci¨® all¨ª. ¡°Nunca est¨¢s sola cuando te sientes parte de una comunidad m¨¢s grande¡±, dice apelando a ese sentimiento de apoyo entre mujeres que hoy reconocemos bajo el t¨¦rmino sororidad. Pero no todas las residentes lo vivieron como una v¨ªa para encontrar oportunidades disfrutando de esos valores de apoyo comunitario. Para otras, con el paso de los a?os, sus estrictas normas pesaron m¨¢s percibi¨¦ndolo como un lugar restrictivo y asfixiante. El club tambi¨¦n era usado por los estudios como una forma de control sobre sus estrellas. Los poderosos manejaban a su antojo y a golpe de llamada las listas de espera (para las que sol¨ªa haber largas colas). El caso de Kim Novak es el m¨¢s significativo. Cuando cerr¨® su contrato con Columbia, Harry Cohn se encarg¨® de estipular en el mismo que Novak siguiera residiendo en el HSC con la finalidad de controlar su vida privada por completo y mantenerla alejada de Sammy Davids Jr. Para ello, seg¨²n recuerda en Vanity Fair la ex residente y trabajadora de la CBS Betty Kelly, que coincidi¨® con Novak, Cohn lleg¨® a contratar un vigilante privado que la custodiaba en todas partes, aunque ¡°ella hac¨ªa lo que le daba la gana¡±. Rita Moreno relata c¨®mo decidi¨® abandonar el HSC conforme su romance con Marlon Brando avanzaba porque lo encontraba ¡°restrictivo¡±. En cuanto su situaci¨®n laboral fue estable, se junt¨® con otras tres residentes y alquilaron su propia casa.
¡°Fue curioso ver c¨®mo en Hollywood se quedaron en shock al saber que hab¨ªa posado desnuda en esas fotos¡±, dijo Marylin Monroe. La ic¨®nica actriz se refer¨ªa a la m¨ªtica sesi¨®n de fotos que en 1948 le tom¨® el fot¨®grafo Tom Kelley. La finalidad tras estas im¨¢genes era precisamente conseguir los 50 d¨®lares que cobr¨® por ellas para poder pagar su estancia en el Hollywood Studio Club. La noticia no fue bien recibida all¨ª, muestra de la doble moral imperante. Era un secreto a voces c¨®mo esos mismos hombres de poder en la industria que presum¨ªan de haber participado en la creaci¨®n de un espacio seguro para mujeres, promocionaban a estas mismas j¨®venes aspirantes a cambio de sexo. Cora Sue Collins relata a Cari Beauchamp c¨®mo se dio cuenta de que los abusos sexuales y de poder eran la norma en la industria poniendo de relieve los pocos cambios que ha habido al respecto a lo largo de estas d¨¦cadas y hasta la llegada del #MeToo. Primero en 1935 presenciando c¨®mo Norma Shearer gritaba al propio Louis B. Mayer en la puerta de su despacho recrimin¨¢ndole ¡®?No me digas! He follado con todos vosotros, capullos, por el camino¡¯. Despu¨¦s lo vivi¨® en sus propias carnes, el guionista Harry Ruskin, al que consideraba su mentor (tambi¨¦n de Metro-Goldwyn-Mayer) le ofreci¨® un papel protagonista a cambio de acostarse con ¨¦l. Cuando busc¨® comprensi¨®n en su madre esta la puso en duda y despu¨¦s el propio Mayer le dijo que ¡°se acostumbrar¨ªa a ello¡±. La an¨¦cdota de la escritora Ayn Rand, que recibi¨® la ayuda de un donante de 50 d¨®lares para pagar su estancia por ser la residente m¨¢s necesitada, y corri¨® a gast¨¢rselo en lencer¨ªa negra, pone de relieve c¨®mo de interiorizada estaba la idea de que el sexo con los mandam¨¢s o el matrimonio eran asumidos como una v¨ªa para alcanzar la fama y salir del club.
El ¨¦xito y la pompa del HSC -y tambi¨¦n su sentido y raz¨®n de ser- se quedaron especialmente caducos con los cambios culturales que comenzaron en California a partir de los a?os 60. El club se hab¨ªa quedado anticuado mientras entre esa d¨¦cada y la siguiente el movimiento hippie y el feminismo se instalaban abogando por la libertad y la independencia de las mujeres. Como resumi¨® Dorothy Malone, que vivi¨® all¨ª durante los a?os 40, a Los Angeles Times cuando en 1975 el Hollywood Studio Club cerr¨® sus puertas definitivamente tras un largo periodo bajo m¨ªnimos: ¡°Est¨¢ pasado de moda vivir en ese ambiente tipo club. All¨ª nunca permitieron a los hombres entrar en las habitaciones y las chicas entonces no viv¨ªan con sus novios¡±. Poco tiempo despu¨¦s, en 1979, el HSC fue declarado edificio hist¨®rico y, desde el pasado a?o, a¨²n bajo la propiedad de YWCA Greater Los Angeles, ha sido recuperado como refugio solidario para mujeres sin hogar.
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