La primera vez que se peg¨® una fiesta en Studio 54 ten¨ªa 77 a?os: la historia de Disco Sally
La abogada Sally Lippman fue uno de los personajes m¨¢s queridos de la noche neoyorquina a finales de los setenta. No solo se enfrent¨® a las convenciones sociales de la ¨¦poca saliendo de fiesta pr¨¢cticamente todos los d¨ªas de la semana, sino que adem¨¢s se cas¨® con un joven veintea?ero sin importarle lo m¨¢s m¨ªnimo el qu¨¦ dir¨¢n.?
Desde su apertura el 26 de abril de 1977, hasta su sonada ¨²ltima fiesta el 4 de febrero de 1980, el c¨¦lebre Studio 54 de Nueva York reflej¨® mejor que nadie durante 33 meses el frenes¨ª y los desmanes de la era disco. Prueba de ello es que d¨¦cadas despu¨¦s de su clausura todav¨ªa circulan infinidad de hiperb¨®licas leyendas acerca de lo que suced¨ªa en el interior del local, situado en el coraz¨®n de Manhattan. Pero mitos aparte, lo que s¨ª se sabe es que acceder a aquella exclusiva discoteca no era precisamente una tarea f¨¢cil. Al menos, si no se era una celebridad. En ese caso, se depend¨ªa tanto de la suerte como de la clemencia de Marc Benecke, su insobornable portero, o Steve Rubell, el copropietario del local. Solo hubo una persona que quebrant¨® aquel selectivo derecho de admisi¨®n: Sally Lippman, una entra?able abuelita nacida en 1900, que pronto se gan¨® el apodo de Disco Sally.
¡°Mi asidua favorita era una anciana brillante y divertida que ven¨ªa varias veces a la semana y bailaba gran parte de la noche. Asist¨ª a varias cenas en su apartamento con amigos, pero la pel¨ªcula [refiri¨¦ndose a 54, la cinta dirigida por Mark Christopher en 1998] la redujo a una caricatura ins¨ªpida como Disco Dottie. En la vida real, Sally era una ingeniosa y brillante abogada admitida en el Colegio de Abogados de Nueva York en los a?os veinte. Para m¨ª, ella representaba lo mejor del club: no era ni rica ni famosa. Era una mujer a la que le gustaba bailar y divertirse con sus amigos¡±, rememor¨® Scott Bitterman, un antiguo ayudante de camarero y de direcci¨®n que trabaj¨® en la sala, en un blog dedicado al c¨¦lebre lugar.
Antes de transformarse en Disco Sally, Lippman estuvo casada con un hombre que hab¨ªa estudiado Derecho y se ganaba la vida tanto de relaciones p¨²blicas como en la Federaci¨®n?de Filantrop¨ªas?Jud¨ªas?de?Nueva York. No obstante, cuando en 1975 enviud¨®, tuvo las agallas de reinventarse sin importarle lo m¨¢s m¨ªnimo las convenciones sociales de la ¨¦poca. De hecho, lejos de mantener el luto, aprovech¨® la ocasi¨®n para abrazar como nunca el hedonismo y vivir una particular segunda juventud. ¡°Voy a bailar hasta el d¨ªa que me muera. No bail¨¦ durante 50 a?os porque a mi marido no le gustaba. Jug¨¢bamos al bridge y al b¨¢dminton, pero nunca bail¨¢bamos¡±, le cont¨® al presentador Bill Boggs.
El idilio entre Sally y Studio 54 comenz¨® una noche de septiembre de 1977. En realidad, como ella misma narr¨® a Boggs, se anim¨® a ir (no sin antes taparse los o¨ªdos con algod¨®n) junto a un amigo gay de 25 a?os, que d¨ªas antes le hab¨ªa dicho: ¡°Tienes que verlo¡±. Seg¨²n su testimonio, tras aguardar durante tres horas en la cola, sin ¨¦xito, de repente emergi¨® de entre la multitud Sylvester Stallone escoltado por dos hombres. Uno de ellos era Rubell. El copropietario de la discoteca, al toparse con aquella septuagenaria vestida con pantalones ajustados, zapatillas de deporte de ca?a alta y gafas de sol, enseguida se qued¨® prendado de su aura. No solo la invit¨® a pasar, sino que le dio su palabra de que siempre que quisiera tendr¨ªa las puertas abiertas como si fuera una VIP m¨¢s. Esto ¨²ltimo se lo tom¨® al pie de la letra. ¡°Tengo que venir todas las noches. Es como una droga¡±, afirm¨® a las p¨¢ginas de The Washington Post en 1978.
Como era de esperar, de inmediato se convirti¨® en una de las mayores sensaciones de la noche neoyorquina. Estrellas de la talla de Bill Murray o Dustin Hoffman literalmente hac¨ªan cola para bailar con ella. Y, asimismo, sol¨ªa estar rodeada de un s¨¦quito de admiradores que se asombraban de su contagiosa vitalidad. La mayor¨ªa de ellos eran homosexuales. Como apostill¨® en el diario estadounidense: ¡°Hay algo en la gente gay¡ son todos un poco irresponsables. Eso me gusta, los heterosexuales me parecen muy aburridos¡±.
De todos modos, Disco Sally no se limit¨® solo a bailar hasta altas horas de la madrugada. Incluso, tuvo tiempo de enamorarse de un enigm¨¢tico joven de 25 a?os llamado John Touzos, al que defin¨ªa como ¡°mi Dios griego¡±. Tal como puede leerse en el citado art¨ªculo de The Washington Post, Touzos era un ¡°playboy trabajador¡± que dirig¨ªa una boutique de moda y un par de d¨ªas a la semana ejerc¨ªa de ma?tre. ¡°Alg¨²n d¨ªa me casar¨¦ con ¨¦l. Su padre ya lo ha desheredado y una de sus hermanas no quiere ni verle. Pero a ¨¦l no le importa, dice que se divierte m¨¢s conmigo¡±, expres¨® Sally en una entrevista televisada en 1978. Pese a la oposici¨®n de ambas familias, y dado que Studio 54 llevaba cuatro meses cerrado, terminaron contrayendo matrimonio en junio de 1980 en el club Magique. A la ceremonia (mejor dicho, al festejo) acudieron la actriz Lindsay Wagner, el c¨®mico David Brenner o el m¨²sico Peter Frampton.
En un momento dado, Disco Sally?lleg¨® a afirmar?que Hollywood iba a recrear su historia en la gran pantalla, pero por razones que se desconocen el proyecto nunca se materializ¨®. Eso s¨ª, todos quienes la conocieron coinciden en que, de haber seguido viva, se hubiera molestado much¨ªsimo de c¨®mo la retrat¨® Mark Christopher en 54. En el largometraje el personaje de Disco Dottie, inspirado en Sally, muere en la pista de baile de Studio 54. Sin embargo, aquello jam¨¢s ocurri¨®: falleci¨® en mayo de 1982 en el Hospital Monte Sina¨ª en compa?¨ªa de su segundo marido. Por petici¨®n expresa de ella, en su funeral no son¨® ninguna de aquellas canciones disco que tanto disfrut¨®.
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