?Por qu¨¦ la Casa Blanca ha dejado de informar sobre la ropa de la primera dama? Cuando la moda choca con la austeridad pand¨¦mica
La Casa Blanca no quiere, de momento, volver a los d¨ªas de Michelle Obama y prefiere restar protagonismo al vestuario de la Primera Dama.
La semana pasada, Jill Biden visit¨® dos escuelas del estado de Pensilvania junto al nuevo Secretario de Educaci¨®n, Miguel Cardona, para se?alar el retorno a las aulas en algunas zonas de Estados Unidos, donde muchos colegios siguen cerrados por la pandemia. Habl¨® de su propia experiencia como profesora de una universidad p¨²blica y de c¨®mo ha tenido que adaptarse a ense?ar en remoto y charl¨® con algunos profesores. Cuando su equipo de prensa distribuy¨® m¨¢s tarde la nota con los datos del d¨ªa a los periodistas, algunos notaron que faltaba algo, la habitual informaci¨®n sobre la ropa de la primera dama. Quien, por cierto, llevaba un vestido blanco y una americana entre rosa y granate. El jefe de comunicaci¨®n de la oficina de la primera dama, Michael LaRosa aclar¨® que no se trataba de ning¨²n error: que en adelante no se informar¨ªa sobre la ropa de Jill Biden.
Desde el Ala Este (tradicionalmente, la que ocupa la Primera Dama) no quisieron abundar en los motivos de este cambio, pero es f¨¢cil deducirlos. En un momento de emergencia sanitaria y econ¨®mica, se ha decidido que es m¨¢s prudente no dar ning¨²n protagonismo a los signos externos y desviar, ya se ver¨¢ si con ¨¦xito, la atenci¨®n a otros asuntos. El plan de Biden se parecer¨ªa al que est¨¢ poniendo en pr¨¢ctica tambi¨¦n desde hace un a?o la reina Letizia, que intenta vestir de la manera m¨¢s discreta y anodina posible para que su ropa no se convierta en noticia, como se?alaba en un art¨ªculo la periodista Mari¨¢ngel Alc¨¢zar, de La Vanguardia. La Reina, dice Alc¨¢zar, ¡°se ha impuesto un uniforme de working girl con trajes de chaqueta, zapato bajo y la sencillez de una blusa o jersey con falda o pantal¨®n¡±. De ese estilismo de trabajadora corriente forman tambi¨¦n parte los estrat¨¦gicos mechones de canas que desde Zarzuela se han considerado m¨¢s apropiados que las mechas babylight para un a?o en el que se han juntado varias crisis de la instituci¨®n adem¨¢s de la pandemia. Durante la gira que los Reyes hicieron por Espa?a a principios del verano pasado, la que dio lugar a aquellas estampas costumbristas de la pareja posando en playas y rodeada de gente mojada en ba?ador, Letizia adopt¨® tambi¨¦n un peinado pand¨¦mico que fue muy analizado, la cola de caballo con la que quer¨ªa decir: aqu¨ª hemos venido a trabajar, no a hacernos las ondas. Una versi¨®n capilar de un cl¨¢sico de la gestualidad pol¨ªtica, las mangas arremangadas.
Volviendo a Estados Unidos, la toma de posesi¨®n de Joe Biden pareci¨® indicar, durante una semana de sobreexcitamiento digital, que volv¨ªa la era de la diplomacia de la moda de Michelle Obama, en los que el consenso que se instal¨® en los medios mainstream era que s¨ª, que se iba a hablar de una mujer con un cargo no electo, pero mucho peso simb¨®lico sobre todo por su aspecto, pero que se iba a hacer por los motivos correctos. Esa jornada, que transcurri¨® menos de dos d¨ªas despu¨¦s de que Washington avistase otro tipo de estilismos, se habl¨® mucho de que Hillary Clinton y Kamala Harris (y la propia Jill Biden, el d¨ªa anterior) vistieron de p¨²rpura, el color que se obtiene cuando se mezcla el rojo (republicano) y el azul (dem¨®crata), como intento de promover la concordia entre partidos. Tambi¨¦n se listaron las marcas y dise?adores que vistieron algunas de las protagonistas: Harris recurri¨® a los afroamericanos Kerby-Jean Raymond, de Pyer Moss, y Christopher John Rogers y Biden a dos mujeres, Alexandra O¡¯Neill, de Markarian, y Gabriela Hearst. Se habl¨® de nuevo del significado de las perlas de la vicepresidenta, un gui?o a su sororidad, Alpha Kappa Alpha, cuyas fundadoras afroamericanas eran conocidas como las ¡°veinte perlas¡± y de los bordados del vestido que se puso Jill Biden para ver los fuegos artificiales por la noche, representando las flores aut¨®ctonas de cada estado. Despu¨¦s de aquello, y de la emergencia de nuevas participantes en la escena, como la hijastra de Kamala Harris, Ella Emhoff (que sac¨® de eso un contrato con IMG Models y una colaboraci¨®n con la firma Batsheva para una colecci¨®n de prendas de punto) o Maisy, la nieta adolescente de los Maisy que combin¨® un Rodarte con unas Air Jordan, pareci¨® por un breve instante medi¨¢tico que volv¨ªa a ser 2008, o 2014, cuando Michelle Obama consegu¨ªa relanzar la estrategia de una marca con tan solo pon¨¦rsela. Lo hizo con J. Crew, que antes era vista como una proveedora de cashmere de colores vistosos para pijos y ella reposicion¨® como una vibrante opci¨®n de precio medio. Los primeros vestidos que Obama escogi¨® siendo Primera Dama, el traje de chaqueta de la pareja de cubanos-americanos Isabel y Rub¨¦n Toledo, y el vestido blanco vaporoso de Jason Wu, se interpretaron como un gui?o a la contribuci¨®n de los inmigrantes a la econom¨ªa y la creatividad estadounidense.
Hacia el final de su presencia en la Casa Blanca, la Primera Dama ten¨ªa a la mayor parte de la prensa tan de su lado y se hab¨ªa ejercitado tanto lo que la periodista Rachel Tashjian bautiz¨® como ¡°el complejo industrial de la semi¨®tica en la diplomacia de la moda¡± que todo iba rodado. Su departamento de comunicaci¨®n no ten¨ªa que esforzarse mucho en explicar el significado y alcance de cada vestido, porque ya hab¨ªa periodistas y tuiteros haci¨¦ndolo todo ellos solos. Si se pon¨ªa un favorecedor vestido azul cobalto para dar su famoso discurso en el que acu?¨® la frase ¡°cuando ellos tiran por lo bajo, nosotros nos elevamos¡±, la prensa destacaba que el vestido era de Christian Siriano, un dise?ador que ha abogado por expandir su tallaje a todo tipo de cuerpos. Si se colocaba un Versace metalizado con corte columna (que ser¨ªa hasta del agrado de los t¨¦cnicos machistas de RTVE cuyos comentarios se escucharon por error el s¨¢bado en la retransmisi¨®n de los Goya), siempre hab¨ªa alguien apuntando que era refrescante y poderoso ver a una mujer afroamericana llevando alta costura as¨ª de bien. En sus memorias, que la ya ex primera dama promocion¨® con una serie de conjuntos mucho m¨¢s arriesgados de los que hubiera llevado mientras su marido era presidente, Obama reconoci¨® que pretend¨ªa hacer de cada cosa que se pon¨ªa una afirmaci¨®n de alg¨²n tipo. ¡°Lo visual lo es todo en pol¨ªtica y yo lo ten¨ªa en cuenta en cada outfit. Mis elecciones eran una manera de usar mi curiosa relaci¨®n con la mirada p¨²blica para relanzar a un grupo diverso de firmas emergentes¡±, escribi¨®.
Jill Biden lo hubiera tenido relativamente f¨¢cil para seguir en esa l¨ªnea, pero de momento ha decidido apearse de la idea de lanzar mensajes con su ropa, y prefiere intentar que no se hable de lo que lleva puesto. Que no vayan a comunicar expl¨ªcitamente que lleva la Primera Dama no quiere decir que cada zapato y cada chaqueta no vaya a pasar por un proceso de veto. Lo m¨¢s probable es que su equipo siga vigilando que casi todo lo que se pone sea de procedencia estadounidense, que est¨¦n representados las mujeres y las minor¨ªas, que no haya ninguna pieza escandalosamente cara ¨Ccomo la famosa chaqueta de 50.000 euros de Dolce&Gabbana que Melania Trump llev¨® en Italia¨C?ni culturalmente insensible. Tampoco parece que Biden vaya a vestirse de dama de las colonias para visitar Kenia, como hizo la anterior Primera Dama en 2018.
La moda, como cualquier otro sector econ¨®mico, tambi¨¦n va a necesitar ayuda en la crisis que ya est¨¢ en marcha, y de hecho varias firmas, entre ellas Reformation y Everlane, han firmado un comunicado solicitando a la administraci¨®n Biden que nombre a un ¡°zar de la moda¡± para apoyar a un sector que mueve en el pa¨ªs 368.000 millones de d¨®lares. Est¨¢ por ver si esa petici¨®n ser¨¢ atendida, pero por el momento parece que lo que no va a ocurrir es concentrar toda esa atenci¨®n en la esposa del presidente, que es tambi¨¦n una profesora de ingl¨¦s de 69 a?os.
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