Nunca sali¨® del anonimato y abandon¨® sin explicaciones: as¨ª forj¨® el dise?ador Martin Margiela su leyenda
Se salt¨® todas las normas, y eso lo convirti¨® en un mito: dise?¨® lujo con prendas de segunda mano, quit¨® privilegios a la prensa y se ocult¨® durante 30 a?os. Diez a?os despu¨¦s de dejarlo todo, Margiela se justifica en un documental.
Un usuario an¨®nimo ¡®estren¨®¡¯ el pasado marzo el documental Margiela in his own words a trav¨¦s de PornHub. La cinta, prevista para ver la luz previo pago el 18 de abril, se retir¨® de la plataforma horas m¨¢s tarde, pero la met¨¢fora ya estaba hecha: Martin Margiela, el dise?ador m¨¢s esquivo del mundo, el gran mito de la moda reciente, hablaba por fin al mundo, 30 a?os despu¨¦s, a trav¨¦s de la gran web de cine para adultos. Si no fuera porque el creador belga lleva una d¨¦cada retirado, esta maniobra de marketing de guerrilla podr¨ªa haber sido perfectamente orquestada por ¨¦l.
Lo cierto es que, como tantas otras cosas en este relato, no est¨¢ claro por qu¨¦ el creador belga ha decidido por fin dar la cara (o, mejor dicho, las manos, porque sigue sin airear su rostro) y contar su propia historia durante una hora y media. Ni siquiera Reiner Holzemer, el director del documental, lo sabe. ?En 2018 se estaba preparando una exposici¨®n sobre su trabajo en el museo Galliera de Par¨ªs. Su director por aquel entonces, Olivier Saillard, le pas¨® nuestro contacto. Contest¨® a la ocho meses. ¡®Vale, podemos vernos¡¯?, explica. No le hizo preguntas, solo se limit¨® a dejarle hablar, con la esperanza de comprender as¨ª c¨®mo se forj¨® una leyenda que a¨²n hoy sigue fascinando a miles de personas en todo el mundo.
?Nunca me gust¨® la idea de exponerme. Quer¨ªa que mi producto hablara por s¨ª solo, sin intermediarios?, explica el dise?ador en la cinta. Un argumento quiz¨¢ demasiado simplista, teniendo en cuenta que no siempre fue as¨ª. Si bien es cierto que Margiela tuvo problemas desde el inicio con las entrevistas y la exposici¨®n medi¨¢tica, ?al principio, sol¨ªa recibir a la prensa para explicarle las colecciones. Aunque no haya entrevistas al uso, muchos periodistas lo conocen y han hablado con ¨¦l personalmente en varias ocasiones?, cuenta un exmiembro de su equipo. Uno de esos afortunados fue el joven Felipe Salgado, editor de moda por entonces (despu¨¦s, gerente del showroom barcelon¨¦s que aglutin¨® lo mejor del dise?o de vanguardia durante los primeros a?os de este siglo). ?l es el autor de uno de los pocos perfiles que existen sobre el creador belga comentados por ¨¦l mismo. Lo public¨® en 1990 en la revista Ajoblanco. El propio Martin realiz¨® los collages que lo ilustran. ?Yo no tengo la sensaci¨®n de que tenga un estilo duro?, explica all¨ª. ?Habiendo odiado los ochenta, siento la necesidad de romper algo. No hay evoluci¨®n, sino una peque?a revoluci¨®n?. Fue precisamente esa ruptura con lo establecido la que le llev¨® a obtener un pu?ado de malas cr¨ªticas, algunas motivadas por la incomprensi¨®n de su trabajo y otras, tal vez, por haberle quitado a la prensa de moda el lugar privilegiado del que gozaba (ya en su primer desfile de 1988 prescindi¨® del tradicional sitting que establece jerarqu¨ªas entre los invitados). ?La ropa est¨¢ muy bien cortada, pero parece una parodia de Comme des Gar?ons. No espero que un dise?ador me d¨¦ lecciones de vida?, escrib¨ªa la reputada cr¨ªtica Laurence Bena?m en Le Monde en 1989, tras aquella ya m¨ªtica colecci¨®n presentada en un descampado de un apartado suburbio parisino. Esa pr¨¢ctica, la de transportar a los muy ilustres invitados muy lejos de su zona de confort, es hoy una de las especialidades marketinianas de uno de los m¨¢s fieles disc¨ªpulos de Margiela, Demna Gvasalia (Balenciaga), pero hace 30 a?os la industria se mov¨ªa a trav¨¦s de ritos anquilosados. Y a Martin no le sent¨® muy bien que, mientras las ventas crec¨ªan y la clientela empezaba a convertirse en fan¨¢tica, los medios no le acompa?aran en su peque?a gran revoluci¨®n. Fue entonces cuando el ¡®yo¡¯ dio paso al ¡®nosotros¡¯ y los escasos encuentros con prensa se convirtieron en entrevistas por fax escritas en plural mayest¨¢tico. Fuera una estrategia de marketing, un enfado monumental, un ejercicio de pudor o muy probablemente una mezcla de las tres, el hecho es que de aquel gesto naci¨® el mito. ?Recuerdo que Annie (Leibovitz) dijo, ¡®Martin, si est¨¢s aqu¨ª, esta es tu ¨²ltima oportunidad para salir en la foto¡¯. No le sent¨® muy bien que nadie contestara?, recuerda Stanislas Maryshev, quien fuera su jefe de ventas, a tenor de la instant¨¢nea que la fot¨®grafa public¨® en la edici¨®n americana de Vanity Fair en 2001: en el patio de su nuevo estudio, todo su equipo, ataviado con sus batas blancas, posa al estilo de un equipo de f¨²tbol. A la derecha, una silla vac¨ªa, la de Martin, y a su lado, una mujer rubia, Jenny Meirens, quien fuera la socia y mitad creativa de la marca, aunque el belga la mencione solo de pasada en el documental.
¡®Lobby¡¯ en la sombra
Un halo de introspecci¨®n rodea a su figura. ?Quiz¨¢ soy alguien demasiado serio para este negocio?, sostiene ¨¦l mismo en el documental. Su entorno cercano, sin embargo, da a entender lo contrario. ?Recuerdo especialmente cuando me filmaba con la c¨¢mara Super-8, en blanco y negro. Eso fue en los noventa, en Par¨ªs. Era muy emocionante usar aquella ropa fabulosa y caminar con ¨¦l por el boulevard Saint Denis. ?Y de vuelta en su estudio segu¨ªamos y nos divert¨ªamos mucho! Siempre me hac¨ªa re¨ªr. Juntos vivimos momentos libres y despreocupados?, rememora su musa y amiga, la modelo Kristina de Coninck. Se conocieron en 1989, ?a trav¨¦s del fot¨®grafo Ronald Stoops y la maquilladora Inge Grognard?, o lo que es lo mismo, a trav¨¦s de dos de los miembros de la estrecha comunidad que rodeaba y rodea al modisto, casi todos miembros de la Royal Academy of Fine Arts de Amberes, la escuela que form¨® en una misma promoci¨®n a Walter van Beirendonck, Dries van Noten o Ann Demeulemeester, y en la que Margiela se licenci¨® dos a?os antes. ?Yo era asistente de Walter y era ¨¦l quien me dec¨ªa que Martin era genial y el que me llevaba a sus desfiles?, recordaba Raf Simons en el cortometraje The artist is absent (2015). Ese colectivo de j¨®venes creadores con ganas de cambiar el sistema fue parte del ¨¦xito de Margiela: Patrick Scallon, su audaz jefe de prensa, es ahora pareja y mano derecha de Dries. Nina Nitsche, su asistente durante 20 a?os, fue hasta hace bien poco directora de desfiles de Gvasalia (otro alumno aventajado de Amberes) y Lutz Huelle, dise?ador de las prendas de punto, tiene hoy una firma hom¨®nima que bebe de lo aprendido en sus a?os con el creador. Todos lo conocen y muchos lo visitan a menudo, pero un t¨¢cito c¨®digo de lealtad les impide desvelar su imagen, su paradero y su ocupaci¨®n actual. Tampoco nadie dijo nada de su espantada tras el desfile de oto?o de 2009. Hab¨ªa vendido la marca al grupo OTB, propiedad de Renzo Rosso, un par de a?os antes; como tantas otras veces, el gran grupo inversor se com¨ªa a la firma de autor. Solo Nitsche, su asistente, conoc¨ªa sus planes. Se larg¨® del backstage sin mirar atr¨¢s y el mundo se enter¨® semanas m¨¢s tarde; nadie de su equipo se quej¨®. Cuando el pasado enero su mentor, Jean-Paul Gaultier, se despidi¨® de las pasarelas, decenas de cronistas, del Dazed & Confused a Vogue, pasando por The New York Times, mencionaron que Martin estaba all¨ª, despidiendo a su maestro en una de las primeras filas. Todos lo vieron, pero nadie quiso dar m¨¢s datos. La prensa que lo despreciaba ahora lo ve como una figura de culto a la que admirar desde lejos.
Vestirse ¡®a lo Margiela¡¯
?Tenemos la mayor¨ªa de su archivo. En parte, decidimos hacer la exposici¨®n porque no par¨¢bamos de ver a gente vestida con reproducciones de cosas que ¨¦l invent¨®?, explica Alexandre Samson, comisario del Museo Galliera y encargado de la retrospectiva Margiela/Galliera 1989-2009, la primera en la que el dise?ador participa activamente que, seg¨²n cuenta Samson, dio pie al documental, ?como una forma de explicar el proceso de creaci¨®n de la muestra. ?l no conserva casi nada, solo documentos, y la idea de que explicara su reencuentro con las prendas resultaba fascinante. Algunas las desechaba, otras las quer¨ªa mostrar con una escenograf¨ªa concreta de la que ¨¦l mismo se encarg¨®?, a?ade. Se podr¨ªa decir que Martin Margiela rompi¨® con casi toda la moda anterior y sent¨® las bases de casi toda la actual: su obsesi¨®n por el producto le llev¨® a enmascarar a las modelos, a firmar con una etiqueta en blanco y a convertir el proceso de producci¨®n en un elemento de lujo. Su idea era hacer alta costura con prendas recicladas y presentar las colecciones con shows cercanos a la performance en los que las piezas eran elementos casi vivos.
Sin embargo, todo lo anterior importar¨ªa poco sin dos cuestiones que escaparon a su mani¨¢tico control. Por un lado, la proeza de que, casi desde el principio, se hartara a vender todos aquellos trajes radicales a una clientela entregada sin necesitar el favor de los medios de comunicaci¨®n: ?Fueron momentos muy emocionantes. Se gener¨® una corriente muy natural entre ¨¦l, su compa?era Jenny, el equipo comercial, las tiendas y los clientes. Era como si entre todos cre¨¢ramos el producto final. Hab¨ªa muchas emociones no verbales?, comenta Rosa Orrantia, una de las primeras compradoras que apost¨® por vender Margiela desde el principio en su tienda bilba¨ªna, Persuade. (?Cortamos la relaci¨®n cuando la marca la compr¨® una empresa de moda?, a?ade). Por el otro, el milagro posterior de que, mucho despu¨¦s, la gente no solo siga llevando sus prendas, tambi¨¦n copiando su est¨¦tica. ?Nos dimos cuenta de que m¨¢s all¨¢ del producto hab¨ªa una forma de hacer las cosas, una actitud, que algunos visitantes a la exposici¨®n ya tomaban como normal, aunque la creara ¨¦l?, comenta Samson. ?Hicimos un evento el pasado noviembre y muchas clientas nos cedieron ropa de sus inicios. Era incre¨ªble comprobar c¨®mo las emociones del principio segu¨ªan ah¨ª. Aunque no creo que Margiela cambiara la forma de entender la moda, sino que supo dirigirse a un p¨²blico que entend¨ªa la moda como ¨¦l?, opina Rosa Orrantia.
Hoy Maison Margiela sigue en manos de OTB y, he aqu¨ª las iron¨ªas del destino, tiene como director creativo al muy medi¨¢tico John Galliano. Pero ?por qu¨¦ justo ahora Martin decide hablar y trabajar en su archivo? ?Planea volver o solo reafirmarse? Quiz¨¢ lo ha hecho para dar la r¨¦plica a otro documental, We Margiela (2018) , que no le dejaba en buen lugar, acus¨¢ndole de haber ejercido un liderazgo abusivo sobre su equipo. O quiz¨¢ porque, simplemente, ha decidido que el momento ha llegado (de hecho estaba involucrado en una exposici¨®n, ahora pospuesta, de sus bocetos en la Fundaci¨®n Lafayette de Par¨ªs). Sea por los motivos que sea, nadie, por supuesto, ha querido o sabido responder a esta pregunta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.