El color de la arena
Que la tierra es de todos y de ninguno queda muy claro cuando una se fija en las emociones contenidas de los migrantes, en c¨®mo los ingredientes nuevos se mezclan para recrear aquellos sabores a?orados, y en las miles de maneras que existen de describir el color de la arena y as¨ª conservarla.
Conozco las playas de Santa Marta en Colombia aunque nunca he estado all¨ª. Las conozco de escuchar su descripci¨®n minuciosa en una oficina heladora en Estados Unidos a mi amiga Ang¨¦lica, colombiana de Bogot¨¢, pero con ra¨ªces en Santa Marta. All¨ª celebraba las fiestas importantes con toda su familia, all¨ª remontaba un riachuelo que despu¨¦s bajaba flotando en grandes neum¨¢ticos y com¨ªa pescado en la arena. All¨ª quer¨ªa llevarnos, como al para¨ªso inexplorado donde ser feliz.
S¨¦ cu¨¢ndo dan flor las jacarandas en Ciudad de M¨¦xico. Y los temblores. ?Por menos de grado seis ni nos levantamos de la cama?. Cuando la tierra se enfurece y se agita y a veces no pasa nada y otras veces sucede la cat¨¢strofe. Nunca sent¨ª un temblor en M¨¦xico, pero viv¨ª en 2017 desde la misma oficina g¨¦lida la tragedia del ¨²ltimo gran terremoto a trav¨¦s de mi amiga Inger: localizar a los cercanos, respirar, despu¨¦s una capa m¨¢s all¨¢, despu¨¦s otra. Conozco los campos de Valencia y el pueblo cercano a Caracas donde existe una casa con un nombre bell¨ªsimo, mezcla de la mitad de los nombres de dos abuelas queridas, donde com¨ªan pan de jam¨®n y hallacas, ese tamal fin¨ªsimo que se toma en fiestas y se prepara en familia: los ni?os desmenuzan, los adultos mezclan y envuelven. Escuch¨¦ estas descripciones minuciosas cada d¨ªa durante meses como la ¨²nica manera de mantener viva la conexi¨®n natural con qui¨¦nes ¨¦ramos.
Eiza Gonz¨¢lez ten¨ªa 23 a?os cuando se fue a Los ?ngeles a trabajar como actriz. Ella era una estrella en M¨¦xico, pero al llegar a EE UU se convirti¨® en la ¨²ltima de la enorme cola de Hollywood. Mientras avanzaba iba conquistando peque?os hitos profesionales, pero tambi¨¦n en favor de su comunidad: saludar en espa?ol desde el escenario donde presentaba unos premios Oscar o hablar contra Trump. Ahora, ya convertida en estrella indiscutible, la encontramos de vuelta en M¨¦xico reconectando con sus ra¨ªces. Reivindicar las suyas es el eje de la carrera de la colombiana Lido Pimienta, igual que es parte del trabajo de las seis artistas latinas afincadas en Espa?a que hemos reunido en nuestras p¨¢ginas. Hablamos tambi¨¦n con Gabriela C¨¢mara, la cocinera mexicana que cruz¨® la frontera para instalar en San Francisco su segundo restaurante, Cala, que adem¨¢s de emplear expresidiarios traslada al otro lado sus sabores envueltos en verdadero ma¨ªz nixtamalizado plantado en milpa, ese m¨¦todo de rotaci¨®n sostenible y ancestral que protege la vida de la tierra. Los imagino contando sus paisajes de infancia y describiendo con precisi¨®n los lugares de donde vienen. Rememorando los olores que aqu¨ª no huelen igual, los sabores que aqu¨ª no saben igual. Hace poco descubr¨ª, a la vez que David Chang, que los tacos al pastor vienen de la inmigraci¨®n libanesa en M¨¦xico del siglo XIX. Una vez fueron llegando a Puebla montaron su pincho de carne vertical aunque cambiaron cosas del kebab original: usaron cerdo en lugar de cordero, una torta de ma¨ªz en lugar de un pan ¨¢cimo, y le a?adieron el toque ex¨®tico: la pi?a.
Hacia el final de la lista de los apellidos de mis hijas hay un Abdal¨¢. Mar¨ªa Abdal¨¢ era la abuela mexicano-libanesa de su abuelo paterno, que naci¨® en M¨¦xico. Lo l¨®gico hubiera sido que mis hijas, nacidas en el Pa¨ªs Vasco, probaran antes el talo, la versi¨®n vasca, austera y semicruda de las tortillas mexicanas, que unos buenos tacos, pero no es as¨ª, comen tacos casi desde la cuna. Hace solo dos d¨ªas cocin¨¦ chilaquiles con unas tortillas mexicanas que preparan en una tortiller¨ªa de Madrid en la que los clientes charlan un rato y compran de paso flor de Jamaica para hacer agua dulce. Para la receta me guiaron por Zoom desde Valle de Bravo.
Que la tierra es de todos y de ninguno queda muy claro cuando una se fija en las emociones contenidas de los migrantes, en c¨®mo los ingredientes nuevos se mezclan para recrear aquellos sabores a?orados, y en las miles de maneras que existen de describir el color de la arena y as¨ª conservarla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.