?ltima entrega de Mariang, de La Pija y La Quinqui: ¡°Los j¨®venes ya no queremos vivir en ¡®Sexo en Nueva York¡¯. Nos vale con ¡®Paja en Ciudad Real¡¯¡±
Invitamos a la creadora del exitoso podcast a ver y diseccionar cuatro cap¨ªtulos (uno por cada semana de mayo) de la serie favorita de las mileniales y a ofecer su perspectiva generacional. Aqu¨ª, la cuarta y ¨²ltima entrega.
¡°Nueva York, todos somos contingentes, pero t¨² eres necesario¡±, que dir¨ªa Cuerda si tuviera que escribir ¨¦l este art¨ªculo (pues, en la ciudad que nunca duerme, que amanezca, no es poco).
Es dif¨ªcil descifrar el papel que desempe?a la Gran Manzana en la serie: escenario, personaje omnipresente, causa y efecto, culpable y redentora¡ Nueva York implica y complica; Nueva York no es el creador del mundo, pero el mundo en s¨ª es parte de Nueva York; Nueva York es todo y fuera del ¨¦l no existe nada.
Esto ¨²ltimo no lo digo yo, es Dios seg¨²n Spinoza, el s¨ªmil m¨¢s cercano que se me ha ocurrido dada la idolatr¨ªa que se profesa hacia dicha ciudad hasta el punto de resultar sorprendente que Carrie no termine sus columnas con un am¨¦n.
A la vista est¨¢ que ya no es 2002, poco queda de ese ideal chic dosmilero que nos vend¨ªa Sexo en Nueva York de corretear (que es un verbo muy chic y muy dosmilero) abri¨¦ndose paso entre nubes de poluci¨®n con la pericia de no meter el tac¨®n de aguja por la rendija de una alcantarilla.
Ahora tambi¨¦n hemos dejado de pensar que abrir locales de poke bowls en barrios es se?al de prosperidad, que el turismo est¨¢ m¨¢s cerca de salvarnos que de asfixiarnos y que, en definitiva, la vida cosmopolita es confortable. Los j¨®venes ya no queremos vivir en Sexo en Nueva York, nos vale con Paja en Ciudad Real con tal de poder alquilar un piso que tenga separada la cocina del sal¨®n.
Vivir en una gran ciudad es vivir dentro del tr¨ªptico de ¡®El jard¨ªn de las delicias¡¯, pero estando todo el rato en el tabl¨®n derecho ¨Cel del Infierno, haciendo excels y team buildings¨C y la ¨²nica forma de vislumbrar el Para¨ªso durante media hora es encontrar sitio en una terraza un viernes a las tres de la tarde y confiar en que el camarero no te diga que hab¨ªa gente esperando.
No cre¨¢is eso de que la esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde, lo ¨²ltimo que se pierde es la tarjeta del metro. Aqu¨ª la esperanza te sale a pagar.
Yo de esto s¨¦ mucho porque fui de aquellas chavalas que peregrinan a los 18 a?os desde sus provincias a las grandes metr¨®polis en busca de cumplir el sue?o americano de estudiar una carrera que no est¨¦ en su comunidad aut¨®noma. Como el Camino de Santiago pero con m¨¢s fe porque adem¨¢s suelen ser carreras sin salidas laborales. He vivido en mis carnes lo que es cruzar la fina l¨ªnea que separa la ilusi¨®n de la apat¨ªa cuando te das cuenta ¨Cm¨¢s pronto que tarde¨C de que no s¨®lo has depositado ciegamente todas tus ilusiones y ambici¨®n en una ciudad desconocida, sino que adem¨¢s has desarrollado una relaci¨®n parasocial con ella como efecto colateral de creerte el personaje protagonista.
Esto ¨²ltimo, por supuesto, es un rasgo distintivo de Carrie Bradshaw, la mujer Manhattan. Pero incluso para la mujer Manhattan, seis a?os de idas y venidas por las mismas calles hacen mella: pasar por rincones en los que has llorado, lugares en los que te sentiste miserable o ¨Cpeor¨C ajenamente feliz, edificios en los que fuiste otra persona, portales por los que inconscientemente aceleras el paso, bares que te transportan al pasado con s¨®lo mirar las sillas¡ La ciudad es un campo de minas para el hipocampo de una chica cat¨¢rtica y vivir la ciudad es, en parte, resignificar y reconquistar los lugares del pasado, pero es l¨ªcito cansarse; no s¨®lo de magdalenas de Proust vive el hombre.
As¨ª pues, me gustar¨ªa pensar que fue esta una de las razones por las que Carrie se vio motivada a abandonar Nueva York en los ¨²ltimos coletazos de la serie, los episodios 19 y 20 de la 6? temporada, (¡¯Una americana en Par¨ªs, parte 1 y 2¡ä) y no por la ciertamente rid¨ªcula y precoz presencia del personaje de Aleksandr Petrovsky, cuya primera aparici¨®n se remonta a, apenas, siete cap¨ªtulos atr¨¢s.
Como comentaba al principio, ¡®Sexo en Nueva York¡¯ puede existir sin sexo, pero no sin Nueva York as¨ª que, ?qu¨¦ mejor forma de acabar con la serie? A Carrie no le ha comido el personaje; le ha comido la ciudad y se va a Par¨ªs, donde no le duelen los sitios.
Me cuesta creer en el amor sin barreras, pero m¨¢s me cuesta creer en el amor sin log¨ªstica y yo, como persona de 25 a?os, habr¨ªa agradecido mucho la presencia de un episodio intermedio dedicado ¨²nicamente a Carrie haciendo cajas, poniendo el piso en alquiler, yendo a pedir el libro de familia para los papeles, contratando un seguro m¨¦dico¡ No hay nada que disfrute m¨¢s que los tr¨¢mites burocr¨¢ticos que no tengo que hacer yo. Pero tampoco le podemos pedir peras al olmo, pues s¨®lo hace falta un vistazo r¨¢pido a la 6? temporada para darse cuenta de que la frase que m¨¢s se tuvo que pronunciar en esas reuniones de guion fue: ¡°bueno, vamos terminando, que esta gente se querr¨¢ acostar¡±.
No puedo decir mucho m¨¢s de ¡®Sexo en Nueva York¡¯, s¨®lo que acaba exactamente como piensas que va a acabar.
Un beso, Carrie Bradshaw, te hubiera encantado ver qui¨¦n te mira las stories en Instagram.
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