Carmen Thyssen y su lecci¨®n de catequesis cultural

Antes de que el ruido de la corrupci¨®n y el mangoneo nos deje sordos, hay alguien que todav¨ªa tiene ganas de adoctrinarnos en el catequismo cultural. La baronesa m¨¢s famosa de Espa?a anunciaba la semana pasada su intenci¨®n de prorrogar, por tercer a?o consecutivo, el statu quo de su colecci¨®n de arte. En total, 460 obras -de las que 240 se exhiben en el museo Thysen-Bornemisza- salvar¨¢n el fango presupuestario que arrastran desde 2010. Como toda buena donaci¨®n el asunto se ha resuelto gratis et amore, as¨ª que los Sforza y los Medici pueden seguir descansando tranquilos: la industria cultural ya agoniza un poco menos. La concesi¨®n que la viuda del bar¨®n Thyssen firm¨® hace catorce a?os con el Estado fue revisada hace tres, pero las negociaciones para que los cuadros siguieran aqu¨ª nunca han llegado a buen puerto. Afortunadamente, el tiempo corre en favor de quienes saben disfrutar de un muestrario de lienzos que comprende siete siglos.

En un lugar en el que el patrocinio y el mecenazgo son algo as¨ª como conceptos marcianos, este gesto -valorado en 800 millones de euros seg¨²n la tasaci¨®n de fuentes expertas- convierte a Carmen Thyssen en una de las benefactoras art¨ªsticas m¨¢s importantes de Europa. A pesar de ser ciudadana suiza, nuestra protagonista presume de un compromiso inquebrantable con su pa¨ªs de origen -y eso que a veces amaga con darse el piro-. Tampoco esper¨¢bamos menos de una mujer que se encadena a un ¨¢rbol en el Paseo del Prado para impedir las ¨ªnfulas fara¨®nicas de urbanistas despiadados. Por no hablar de su papel como madre coraje frente a quien supuestamente pretende doblegar la voluntad de su hijo Borja. Esta suerte de Peggy Guggenheim contempor¨¢nea libra, adem¨¢s, una lucha sin cuartel por el legado de su difunto marido, el bar¨®n Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza ¨CHeini para los amigos-, con los hijos de ¨¦ste.

Madre, ecologista, reina de la belleza -en 1961 se alz¨® con el t¨ªtulo de Miss Espa?a-, mecenas y actriz -durante su matrimonio con el actor Lex Barker rod¨® varias pel¨ªculas- son algunas de las etiquetas que se pueden atribuir a un personaje que no se agota nunca. Su vida se mueve entre un paisaje de Gauguin y el disparate dada¨ªsta, dependiendo de qui¨¦n le quiera tocar las narices. Hace poco conoc¨ªamos que hab¨ªan intentado extorsionarla sin ¨¦xito con un v¨ªdeo inexistente que dejaba en evidencia a su nuera, justo cuando a¨²n no se hab¨ªa recuperado de los ataques de quienes no entendieron que el a?o pasado vendiera un constable por 28 millones de euros. Ahora anda enfrascada en sacar adelante un libro de memorias sobre Heini, pero los descendientes de ¨¦ste ya le han torcido el morro. Ya saben, los ricos tambi¨¦n lloran.

Nadie como la baronesa Thyssen para domar a una fiera.

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Lo que pocos saben es que la baronesa se crece ante los problemas. El museo Thyssen-Bornemisza ha sufrido un recorte del 33% en su presupuesto, y nunca antes hab¨ªan firmado exhibiciones tan interesantes como ahora. Ayer se inauguraba Impresionismo y aire libre: De Corot a Van Gogh, la que seguramente sea una de las exposiciones del a?o. Los hechos demuestran que Tita siempre se sale con la suya. Se expresa con aparente franqueza y su enigm¨¢tica media sonrisa revela que sabe algo que el resto de los mortales desconocemos.

Todav¨ªa hay quienes recuerdan las voces que pusieron el grito en el cielo cuando decidi¨® pintar las paredes de su museo de color salm¨®n -una decisi¨®n que seg¨²n los expertos arruinar¨ªa la experiencia visual de las obras-. Qu¨¦ m¨¢s da. Obtuvo la Banda de Dama de la Orden de Isabel la Cat¨®lica, la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo y es acad¨¦mica de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Tita hace lo que quiere, se viste con un estilo absolutamente propio y el tiempo siempre acaba d¨¢ndole la raz¨®n. El economista Ram¨®n Tamames dijo en una ocasi¨®n que s¨®lo una persona en Espa?a hab¨ªa hecho por el arte m¨¢s que Felipe IV. ?Adivinan de qui¨¦n se trata? A estas alturas, reconocer¨¢n que la apreciaci¨®n es bastante atinada.

Borja Thyssen se lo pasa ?tita? junto a su mujer, Blanca Cuesta.

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