Christiane F y Tiny: c¨®mo el mercado convirti¨® la drogadicci¨®n infantil en algo rom¨¢ntico
La serie ¡®Los ni?os de la estaci¨®n del Zoo¡¯ y la exposici¨®n de Mary Ellen Mark en Barcelona devuelven a la palestra dos casos de ni?as heroin¨®manas cuya m¨ªstica e historia personal alcanzaron fama y fascinaci¨®n global. ?Qu¨¦ supuso realmente para ellas esa notoriedad?
En la jerga de los medios de comunicaci¨®n estadounidenses si alguien dice ??Es esto un Janet Cooke??, la redacci¨®n enciende todas sus alarmas de?fact checking. Basta con pronunciar ese nombre, el que representa el ?s¨ªmbolo del peor periodismo americano? en palabras del mism¨ªsimo Ben Bradlee, para echarse a temblar profesionalmente. As¨ª lo dej¨® por escrito el que fue director de The Washington Post entre 1968 y 1991 en La vida de un periodista, las memorias que edit¨® en 1995 donde recordaba uno de los traumas profesionales que se llevar¨ªa a la tumba: haberle publicado a la periodista Janet Cooke el reportaje El mundo de Jimmy, un histori¨®n?sobre un supuesto ni?o yonqui del sureste de Washington, Jimmy, tercera generaci¨®n de una familia de heroin¨®manos, al que el amante de su madre llevaba inyect¨¢ndole hero¨ªna en sus brazos desde los cinco. El texto, obviamente, ocup¨® la portada del domingo 28 de septiembre de 1980 y le vali¨® a Cooke el premio Pulitzer en la categor¨ªa de reportaje de fondo de 1981. Dos d¨ªas despu¨¦s de anunciar el premio, y ante la presi¨®n de sus compa?eros, la propia Cooke confesar¨ªa que se lo hab¨ªa inventado absolutamente todo. Ni hab¨ªa amante suministrando inyecciones ni ni?o ?precoz? de ?pelo rubio rojizo, ojos marrones atorciopelados y con una piel suave como la de un beb¨¦, cuyos delgados brazos morenos se ven manchados por se?ales de agujas?. Todo, desde los detalles del polo Lacoste que vest¨ªa Jimmy al sof¨¢ de pl¨¢stico en el que se inyectaba o el reproductor Panasonic que sonaba de fondo mientras ?despegaba?, era pura inventiva de la periodista.
Nada fascina m¨¢s que ser espectador de ese crac que hace la inocencia interrumpida por la adicci¨®n a la droga. Publicar la historia de un ni?o yonqui de ocho a?os en la portada de un diario? con una tirada de 900.000 ejemplares supuso que los tel¨¦fonos de la Redacci¨®n ?diesen botes?, que el jefe de polic¨ªa se comprometiese ?a una tit¨¢nica operaci¨®n de b¨²squeda? del muchacho y su madre, y que hasta el alcalde de Washington, Marion Barry, ante la alarma social generada por el art¨ªculo, anunciase que la ciudad conoc¨ªa la identidad de Jimmy para calmar a sus conciudadanos (no fue as¨ª, como se pudo comprobar despu¨¦s). Joan Didion tambi¨¦n sabe lo cotizadas que est¨¢n este tipo de historias. Ella no se top¨® con un ni?o yonqui, pero s¨ª escribi¨® sobre una ni?a de cinco a?os puesta hasta arriba de ¨¢cido en 1967 mientras escrib¨ªa sobre la epidemia de chavales de clase media que huyeron hacia San Francisco en b¨²squeda de libertad y montones de LSD. ??C¨®mo te sentiste cuando viste algo as¨ª??, le pregunt¨® hace unos a?os su sobrino, el actor Griffin Dunne, en el documental El centro ceder¨¢, disponible en Netflix, esperando posiblemente una respuesta conmocionada y compungida frente al estupor de esa estampa. ?No lo negar¨¦, era oro. Cuando est¨¢s escribiendo un art¨ªculo, das tu vida por un momento as¨ª?, le dijo la ensayista, sincer¨¢ndose sobre qu¨¦ peso e impacto real tienen este tipo de historias en el imaginario popular y qu¨¦ supone para un cronista encontr¨¢rselas.
Eso mismo debieron pensar all¨¢ por 1978 los periodistas Kai Hermann y Horst Hieck de la resvista?Stern,?quienes publicaron en la revista el testimonio en primera persona de?Christiane V. Felscherinow,?una ni?a que comenz¨® a fumar porros con 13 a?os, coquete¨® con el ¨¦xtasis, el valium y el mandrax y acab¨® prostituy¨¦ndose por hero¨ªna junto a otros chavales en la estaci¨®n de metro del zoo de Berl¨ªn y con la que contactaron despu¨¦s de que declarase en un juicio por pederastia. El mundo se volvi¨® loco con el reportaje. En el texto Christiane contaba c¨®mo fum¨® por primera vez hero¨ªna tras un concierto de David Bowie a los 13, y como a los 14 a?os ya se inyectaba en pisos cochambrosos junto a sus amigos y pareja, otros chavales convertidos a chaperos y prostitutas, congregados en la m¨ªtica estaci¨®n de transporte berlinesa.
Como pas¨® en EEUU con el moralista?Preg¨²ntale a Alicia unos a?os antes (un supuesto ensayo que se public¨® en 1971 sobre la historia de una ni?a que acaba adicta a las drogas de la que siempre se ha dudado de su veracidad, pero que sigue edit¨¢ndose hoy en d¨ªa, convertida ya en f¨¢bula de culto), la historia de Christiane conmocion¨® a Alemania entera. Los periodistas firmaron un libro superventas titulado?Los ni?os de la estaci¨®n del Zoo, traducido en Espa?a como Yo, Christiane F: hijos de la droga?y el tomo lleg¨® a publicarse hasta en 30 idiomas m¨¢s. Ese libro inspir¨® la pel¨ªcula Yo, Cristina F., dirigida por Uli Edel, convertida en cl¨¢sico del cine yonqui como aqu¨ª lo fue El pico. Cuarenta a?os despu¨¦s de aquel ¨¦xito internacional, Amazon Prime ha adaptado aquella historia en formato serie y estren¨® a principios de mes?Los ni?os de la estaci¨®n del Zoo, una miniserie de ocho cap¨ªtulos, producida por Amazon Studios y Constantin Television con una banda sonora de ¨®rdago ¨C suena desde Bowie (personaje clave en la vida de Christiane), a Tame Impala, Cigarettes After Sex o una versi¨®n del?Chandelier?de SIA de Damien Rice¨C, en la que la cuadrilla de Cristiane tiene un armario envidiable y donde los primeros cuelgues de hero¨ªna se romantizan de forma on¨ªrica y surrealista, recordando por momentos al derroche visual politoxic¨®mano de Euphoria pero mezclado aqu¨ª con?gui?os a los chutes de Danny Boyle en Trainspotting.
Curiosamente la serie comienza con una secuencia de Christiane ya m¨¢s adulta, cuando coincidi¨® con David Bowie en el jet privado de los Rolling Stones. Porque la vida de Christiane qued¨® marcada para siempre, para bien y para mal, tras ese reportaje, el libro y la pel¨ªcula que la convirtieron en la pobre ni?a bien berlinesa convertida en yonqui y puta en una estaci¨®n de transporte. Una estrella mundial a la que la prensa lleva acosando durante d¨¦cadas con el ¨²nico fin de saber si sigue pinch¨¢ndose o no. Ella misma se lo cont¨® a la periodista?Sonja Vukovic en?Yo, Christiane F. Mi segunda vida?(Alpha Decay, 2015), un relato en primera persona donde Christiane, a sus 51 a?os, rememoraba su vida tras esa fama global y desvelaba que ha acabado viviendo sola, con la ¨²nica compa?¨ªa de Leon, su chow chow, en un piso de Berl¨ªn sin apenas muebles, muy enferma (tiene fibrosis y la hepatitis C m¨¢s agresiva que se puede contraer en Europa debido a d¨¦cadas de politoxicoman¨ªas), atormentada por la presi¨®n de los periodistas que siguen llamando a su puerta, sobreviviendo de las royalties de aquella historia y pasando sus jornadas leyendo libros de Carlos Ruiz Zaf¨®n o testimonios biogr¨¢ficos de mujeres para combatir sus dolores. ?Una vida de mierda?, como ella misma cont¨® a Vukovic.
Tras el boom de su historia, Christiane form¨® parte de la nueva ola alemana (el movimiento musical?Neue Deutsche Welle), se hizo ¨ªntima de Nina Hagen en el?Chateau Marmont?de Los ?ngeles durante la promoci¨®n de su pel¨ªcula, pas¨® las tardes en el m¨ªtico estudio de la KROCQ de Rod Bingenheimer, se fue de farra a la mansi¨®n de los Van Halen y conoci¨® a los Depeche Mode, a Billy Idol e incluso cen¨® con Yves Saint Laurent, Oskar Kokoscha o Andy Warhol en su etapa de Zurich, donde vivi¨® con los editores de su libro; pero la vida de Christiane F. tambi¨¦n fue una vida repleta de sombras.
Con un trastorno de personalidad m¨²ltiple debido a ser una persona adicta, la paranoia mental sobre su entorno es constante. Vive atormentada por la supuesta presi¨®n de unos medios de comunicaci¨®n que la han perseguido por todo el planeta, acos¨¢ndola para saber si segu¨ªa drog¨¢ndose o no. Acab¨® en prisi¨®n al ser pillada con cinco gramos de hero¨ªna encima y sufri¨® dos abortos (especialmente impactante es c¨®mo revela el que sufri¨® en pleno vuelo de avi¨®n), adem¨¢s de una severa depresi¨®n que le provoc¨® que los servicios sociales se hiciesen cargo de la custodia de su ¨²nico hijo. ?Su historia no es la de la una yonqui o una historia sobre la hero¨ªna, es la de una chica que creci¨® con la figura de un padre alcoh¨®lico y una madre que no se preocup¨® nunca?, explic¨® a S Moda la autora de la segunda parte de sus memorias.? Sin moralismos sobre Christiane, Vukovic supo trasladar el peso de esa dualidad en la que se sexualiz¨® y convirti¨® en estrella global a una chavala que tan solo buscaba sentirse querida: ?A ella le encant¨® ser famosa, conocer a much¨ªsima gente y afrontar todos esos retos. Se podr¨ªa pensar que era la mejor ayuda para superar una adicci¨®n, sinti¨¦ndose necesitada, ocupada y con la sensaci¨®n de que val¨ªa la pena. Pero, por otro lado, descubri¨® demasiado pronto que siempre ser¨ªa la ni?a de la estaci¨®n del Zoo y que a la gente solo le interesar¨ªa si todav¨ªa se pincha o no. Un estigma que ha terminado convirti¨¦ndose en una profec¨ªa autocumplida?.
Casualmente, el retorno de Christiane F. convive con el de Erin Blackwell, conocida como Tiny, la ni?a heroin¨®mana de 13 a?os que la fot¨®grafa Mary Ellen Mark se encontr¨® malviviendo en 1983 cuando John Loengard y Dick Stolley de la revista Life le encargaron un reportaje sobre los ni?os de la calle en Am¨¦rica y le pidieron viajar hasta Seattle, la ciudad que hab¨ªa sido votada como la mejor de todo el pa¨ªs para vivir en aquella ¨¦poca, por lo que no era especialemente violenta en el imaginario de los lectores y se necesitaba ese choque visual para ganar impacto al mostrar a esos chavales. Parte de la serie de fotograf¨ªas de Mark a Tiny se pueden contemplar en Mary Ellen Mark. Vidas de mujeres, la retrospectiva de la fot¨®grafa que exhibe Foto Colectania hasta el 31 de julio en Barcelona. En la muestra, comisariada por?Anne Morin y producida por diChroma Photography, se incluyen tambi¨¦n las intant¨¢neas de Mark en Pike Street, el punto de encuentro de los chavales heroin¨®manos y sin techo de la ¨¦poca. ?La periodista Cheryl McCall y yo empezamos a frecuentar los sitios en los que los chavales pillaban las drogas. Nos dimos cuenta de que la mayor¨ªa se prostitu¨ªan. Fotografi¨¦ a muchos, pero Tiny se convirti¨® en la protagonista para m¨ª y mi marido, Martin Bell, que despu¨¦s hizo un documental sobre esa escena callejera, Streetwise?, explica Mark en el libro On the portrait and the moment?(Aperture, 2015).?El documental acabar¨ªa nominado al Oscar en 1984 y Mark sigui¨® fotografiando a Tiny durante tres d¨¦cadas, convirti¨¦ndose en una de las personas que han marcado su obra.
Aunque en un primer momento sali¨® corriendo al ver la c¨¢mara pensando que se hab¨ªa topado con la polic¨ªa, Mary Ellen Mark y la ni?a se hicieron amigas y Tiny ha sido sujeto de numerosos proyectos de la fot¨®grafa y su marido.?La primera vez que la vi estaba en el parking de un club. Ella parec¨ªa una ni?ita, solo ten¨ªa 13 a?os y ten¨ªa un aspecto ins¨®lito. Era muy peque?a, pero vest¨ªa como una adulta. Se prostitu¨ªa?. Al d¨ªa siguiente Mary Ellen Mark volvi¨® a buscarla y se hicieron ¨ªntimas. Durante las tres d¨¦cadas en las que se relacionaron, Tiny tuvo 10 hijos con diferentes padres, marcada por la pobreza en los m¨¢rgenes del sistema. No solo ha sido fotografiada por Mary Ellen Mark, tambi¨¦n protagoniz¨® Tiny: The life of Erin Blackwell, el documental de 2016 que dirigieron Mark y su marido y que se pudo ver en la Filmoteca de Catalunya hace unos d¨ªas. ??Qu¨¦ le ocurre a una ni?a con esta vida? ?Hacia d¨®nde ir¨¢ su vida? La he fotografiado durante treinta y dos a?os, y lo har¨¦ hasta que me muera?, dej¨¦ escrito Mark, que falleci¨® en 2015.
La evoluci¨®n de la ni?a yonqui, de aquella peque?a esbelta, sabelotodo y risue?a con la que se top¨® Mark en aquel parking fue la de una joven en lucha contra sus adicciones, las de su madre y la crianza de sus hijos. ?Cada vez que voy a verla, es como si no me hubiese marchado. Cuando compartes tanto tiempo con un sujeto al que fotografiar, acabas formando parte de su escena. Ellos nunca se olvidan de que est¨¢s ah¨ª, en alguna parte de su mente saben que les est¨¢s fotografiando, pero no siempre interactuan contigo o con la c¨¢mara?, escribi¨® Mark sobre su relaci¨®n con el paso del tiempo. Tambi¨¦n sobre las emociones de una ni?a yonqui que creci¨® sin ayudas pero con un objetivo vigilante, cada ciertos a?os, pendiente sobre su persona y tragedia: ?A veces parece triste cuando fuma un cigarrillo. Creo que piensa en su pasado y en su futuro. Y aunque en muchos momentos es fuerte y dura, es ah¨ª cuando se vislumbra su propia vulnerabilidad?.
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