Cincuenta islas a las que nunca fuiste y a las que nunca ir¨¢s
Una delicia para el (rom¨¢ntico) viajero de sof¨¢: Judith Schalansky recopila en un atlas las historias de los paradis¨ªacos e infernales lugares m¨¢s remotos de la Tierra.
Esta es la historia de dos j¨®venes y 50 islas remotas a las que nunca ir¨¢s. Una historia sobre una ni?a alemana que desconfiaba de las l¨ªneas que dibujan los mapas pol¨ªticos y que so?aba con las cartograf¨ªas. Una joven que creci¨® y descubri¨® la cartograf¨ªa de una isla sin escala ni leyenda entre las p¨¢ginas de un libro de final del s. XVIII. Un mapa "mudo y an¨®nimo" que le ayud¨® a comprender que "las islas no son m¨¢s que peque?os continentes" y que los continentes "no son nada m¨¢s que islas muy grandes". Fascinada por la idea de esos pedazos de tierra que acaban "en un rect¨¢ngulo en un lado del mapa, ignorados y atrapados en un marco", Judith Shchalansky, la primera protagonista de esta historia, decidi¨® editar, relatar y recopilar en un libro la magia de cincuenta islas alejadas de todos los sentidos. De la gente, de los aeropuertos y de los folletos tur¨ªsticos. Lo llam¨® Atlas de Islas Remotas y lo edit¨® en alem¨¢n en 2009.
Tres a?os despu¨¦s, Isabel G. Gamero, una periodista que se siente algo "aislada" haciendo un curso de alem¨¢n para extranjeros en Viena, visita las librer¨ªas de segunda mano que hay por la zona universitaria para completar los tiempos que pasa sentada en el parque Freud tomando caf¨¦. En una de ellas topa con el libro de Schalansky atra¨ªda por su subt¨ªtulo: 50 islas en las que nunca estuve y a las que nunca ir¨¦. Compra sin saber muy bien por qu¨¦ y acaba atrapada en una lectura de cincuenta historias, "todas ellas ver¨ªdicas y ocurridas en una isla muy lejana". Un viaje a "un lugar remoto y desconocido que sirvi¨® para darme cuenta de que sus protagonistas se encontraban mucho m¨¢s aislados que yo". Entusiasmada, vuelve a Madrid y persuade a Daniel, editor de Capit¨¢n Swing, para traducirlo. Lo consigue y el resultado es una edici¨®n (mano a mano entre Capit¨¢n Swing y N?rdica Libros) que es un regalo para los viajeros de sof¨¢ y para cualquier mortal que todav¨ªa tenga ganas de ser algo enso?ador.
Un viaje a 50 rincones del mundo (desde el Oc¨¦ano Glaciar ?rtico al Ant¨¢rtico) para comprobar que "el para¨ªso es una isla, y el infierno tambi¨¦n". Acompa?ados por mapas a todo color, conocemos islas inalcanzables en las que "la vida solo es pac¨ªfica en contadas ocasiones" y en las que los tiranos ganan terreno a las utop¨ªas igualitarias. Sucesos terribles (com en Pitcairn, donde la mitad de sus varones fueron acusados de haber violado a mujeres y ni?os durante d¨¦cadas) y cat¨¢strofes ecol¨®gicas (Isla de Pascua) conviven con acontecimientos llamados a la leyenda (en Clipperton un farero mexicano se coron¨® a si mismo Rey de la isla). He aqu¨ª la historia de tres de las cincuenta islas.
?MSTERDAM (FRANCIA, OCE?NO ?NDICO)
58 Km cuadrados/ 25 habitantes/ a 4.290 kil¨®metros de Sud¨¢frica
Judith Schalansky /Cortes¨ªa Capit¨¢n Swing
"Lo que ma?s desea Alfred van Cleef es permanecer aqui?, en la isla que lleva el nombre de su ciudad natal, del u?nico lugar donde puede sentirse como en casa. El viaje hasta A?msterdam duro? unas dos semanas; los tra?mites para lograr el permiso de acceso a la isla, ocho an?os. Nadie puede vivir aqui?, por ello el personal de la estacio?n de investigacio?n va rotando perio?dicamente. Algunos hombres permanecen en la isla tan solo un par de meses, la mayori?a medio an?o [¡] En el comedor Gran Gaviota el jefe de esta seccio?n da un discurso despue?s de cenar: La incomunicacio?n no existe, incluso aqui? en A?msterdam somos importantes piezas de una compleja maquinaria: enviamos y recibimos sen?ales que definen quienes somos. Es un son?ador, un me?dico y un soldado profesional, por ese orden. Su despacho es la u?nica habitacio?n sin po?steres ero?ticos en las paredes. En un cajo?n de su escritorio puede encontrarse el registro del estado civil de todos los trabajadores, las columnas vaci?as desvelan que ninguno se ha casado, ni ha tenido hijos. Todo el que permanezca ma?s de un an?o en A?msterdam debe ser examinado por un me?dico, enviado por la capital, para comprobar co?mo sobrelleva la falta de libertad y el aislamiento en este entorno exclusivamente masculino. Ninguna mujer ha estado aqui? ma?s de dos di?as seguidos. Por la noche los trabajadores se reu?nen en la pequen?a sala de cine de la estacio?n y ven peli?culas de su enorme coleccio?n de porno. Cada uno se sienta en una fila distinta y nunca miran hacia atra?s, los altavoces se llenan de jadeos y gemidos. Alfred van Cleef permanece en el exterior, el cielo esta? cubierto de estrellas y el aire resulta cargado y espeso por el olor almizclado de los toros marinos. Antes de acostarse en su tienda, Van Cleef anota en un cuaderno: Nada es ma?s liberador que la soledad elegida".
TRIST?N DE ACU?A (REINO UNIDO/OCE?NO ATL?NTICO)
104 kil¨®metros cuadrados / 264 habitantes/ a 2.770 Kil¨®metros de Cabo de Buena Esperanza
Judith Schalansky /Cortes¨ªa Capit¨¢n Swing
"Las rebeliones estallan en los barcos, las utopi?as se persiguen en las islas. Creer que otro mundo es posible es un modo de consolarse ante la triste realidad; de nada ma?s que esto tratan los dos libros que van a estar sin excepcio?n en todas las bibliotecas de los burgueses ilustrados que se precien de serlo: La Biblia y La Isla Felsenburg. Aunque el parai?so terrenal este? lejos, el reino de los cielos resulta ma?s alcanzable que esta isla literaria, situada, segu?n su autor, Julian Schnabel, al sur del Atla?ntico. Felsenburg es una repu?blica donde solo viven hombres justos, el modelo de un mundo mejor; la ley que rige esta tierra de cimas nevadas es sencilla aunque osada: todos sus habitantes son iguales, todo pertenece a todos y prevalece un sistema de patriarcado irrefutable. Todos los matrimonios son mono?gamos y felices. Las nueve tribus que habitan alli? se intercambian vi?veres; a?rboles frutales y vin?edos crecen por doquier. En el interior de la isla hay tu?neles secretos que conducen hasta grutas submarinas y hay una cascada. Solo se permite que permanezcan en la isla buenas personas [¡] Quie?n necesita Felsenburg, piensa Arno Schmidt, quien esta? convencido de haber logrado una vida mejor en Trista?n de Acun?a. En esta isla, cien an?os despue?s de la publicacio?n de la novela de Schnabel, vivio? el patriarca William Glass con sus seguidores, en el modesto estado microcomunista de Trista?n, tal y como Schnabel habi?a augurado. Arno Schmidt deseari?a convertirse en mejor persona en Felsenburg, pero tambie?n querri?a poseer un pedazo de tierra de esa isla lejana: ?Acaso no podri?an concederme el derecho de establecerme alli? como colono, a mi?, un hombre que viene de muy lejos y que esta? vivamente interesado en esta isla? ?No podri?a tener unos veinte acres, junto a la modesta estacio?n de radio, y una pequen?a chabola hecha de latas? Yo mismo pongo el dinero para la travesi?a. Pero Schmidt permanece en su pa?ramo. En Trista?n de Acun?a no crecen vin?edos, y la isla de Felsenburg todavi?a no ha sido dibujada en ningu?n mapa".
SANTA KILDA (REINO UNIDO, OC?ANO ATL?NTICO)
8,5 kil¨®metros cuadrados/ Deshabitada/ a 160 kil¨®metros de escocia
Judith Schalansky /Cortes¨ªa Capit¨¢n Swing
"[¡] El u?nico pueblo que permanece de pie esta? formado por diecise?is casuchas, tres cobertizos y una iglesia; en el cementerio yace el futuro de la isla: todos los nin?os nacen sanos, pero en su cuarta o quinta noche se niegan a recibir alimentos, sus llantos se escuchan en todo el pueblo. Al sexto di?a, sus paladares se vuelven ri?gidos y sus gargantas se atoran, tanto que les resulta imposible ingerir nada. Sus mu?sculos se retuercen y sus mandi?bulas cuelgan sin fuerzas; miran al exterior ato?nitos y no pueden dejar de bostezar, sus labios agrietados dibujan extran?as muecas. Dos tercios de los recie?n nacidos, especialmente los varones, mueren entre el se?ptimo y el noveno di?a; algunos se van antes, otros despue?s: el ma?s joven fallecio? a los cuatro di?as y tan solo uno logro? llegar a su vige?simo segundo di?a. Algunos lo atribuyen a la alimentacio?n, a la carne untuosa de los fulmares y al aroma a almizcle de sus huevos, que da suavidad a la piel de los islen?os, pero agria la leche materna. Otros opinan que esta? en la sangre, debilitada por la endogamia. Y por u?ltimo, otros sostienen que los nin?os se ahogan con el humo de los braseros de turba que calientan las habitaciones, que se intoxican con el cinc de los tejados o quiza?s por el sebo rosado con el cual se encienden las la?mparas de aceite. Los varones de Santa Kilda rezan en susurros y atribuyen las muertes a los designios del Todopoderoso, pero estas son las palabras de hombres piadosos; las mujeres, sin embargo¡ Tantos embarazos y tan pocos nin?os que sobrevivan al octavo di?a de la enfermedad. ?El 22 de junio de 1876 una mujer espera en la cubierta de un barco, regresa al hogar despue?s de mucho tiempo; como todas las habitantes de Santa Kilda, su piel es blanca, sus mejillas rojizas, sus ojos intensamente claros y sus dientes blancos como el marfil; acaba de traer un nin?o al mundo, pero no en esta isla. El viento sopla en direccio?n noroeste y la mar esta? en calma; desde hace varias horas desde la costa se puede ver co?mo sostiene a su recie?n nacido en sus brazos, protegie?ndolo del aire salado".
Son solo tres islas. Hay 47 m¨¢s. Daniel Moreno, editor de Capit¨¢n Swing, tiene claro cu¨¢les son sus dos favoritas: "Pingelap, donde la consanguinidad ha provocado que los ind¨ªgenas no puedan distinguir los colores en un paraiso del color y Takuu, que tiene prohibida toda entrada a misioneros y antrop¨®logos para proteger su legado cultural". Isabel G. Gamero, la traductora, escoge a Rapa Iti. "En ese cap¨ªtulo se narra la historia de un chico que comenz¨® a so?ar en una lengua completamente desconocida, lleg¨® a manejar a la perfecci¨®n la ortograf¨ªa y gram¨¢tica de ese idioma y estaba convencido de que no pod¨ªa haberla inventado; as¨ª que inici¨® una b¨²squeda, que le llev¨® toda su vida, para encontrar otros hablantes de ese idioma".?
Para poder descubrir a todos estos pedazos de tierra perdidos y encontrarse, entre otros, con pruebas nucleares, temidas colonias penitenciarias o lugares en los que timadoras austr¨ªacas se pueden convertir en emperatriz de las Gal¨¢pagos solo basta con viajar a la librer¨ªa m¨¢s cercana. ?Merece la pena? S¨ª, mucho. Tal y como cuenta Moreno, el libro consigue dibujar "la imagen de unas islas remotas que se encuentran en alg¨²n lugar entre el para¨ªso ut¨®pico y una c¨¢rcel. Lugares cerrados y aislados que no sacan lo mejor de las personas. Como dice la propia autora es un libro que trata sobre la enorme brecha que hay entre el anhelo y la realidad".
*Atlas de Islas Remotas ya est¨¢ a la venta en librer¨ªas (23,95 euros)
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