¡®Coitocentrismo¡¯, sin penetraci¨®n no hay para¨ªso
El sexo centrado en el binomio pene-vagina no solo es producto de una cultura patriarcal y reproductiva, sino que es estresante y poco creativo.
Vaya por delante que no soy fan de Paulo Coelho, pero suscribo este p¨¢rrafo suyo, ¡°me cost¨® mucho comprender que el encuentro de dos cuerpos es m¨¢s que una simple respuesta a algunos est¨ªmulos f¨ªsicos o al instinto de perpetuaci¨®n de la especie. Porque ese encuentro lleva a cuestas toda la carga cultural del hombre y de la humanidad¡±.
Es muy probable que la historia, a trav¨¦s de la informaci¨®n gen¨¦tica, juegue un papel importante en nuestro comportamiento en la cama y haya dise?ado la cl¨¢sica coreograf¨ªa de las relaciones sexuales. A saber: besos, caricias, tocamientos que cada vez se acercan m¨¢s a las partes ¨ªntimas. Ella le practica a ¨¦l sexo oral y, si hay suerte, viceversa; para pasar luego al coito (como dec¨ªan en un sketch de Martes y Trece, ese famoso emperador japon¨¦s) y acabar con la guinda de la eyaculaci¨®n masculina.
En un post que publiqu¨¦ hace unas semanas entrevistaba a los autores de Enjoy Sex (how, when and if you want it): A Practical and Inclusive Guide ¨CDisfruta del sexo (como, cuando y si te apetece): Una gu¨ªa practica e inclusiva¨C. Meg-John Barker y Justin Hancock, terapeutas sexuales, ambos con blogs de sexo en la red (rewriting-the-rules.com y bishuk.com, respectivamente), pretend¨ªan con este libro hacernos reflexionar sobre lo poco que hemos evolucionado en el dise?o de nuestros encuentros ¨ªntimos; ya que la idea mayoritaria que le viene a la cabeza a alguien cuando se habla de relaci¨®n sexual es lo que los anglosajones llaman PIV (pene en vagina). A pesar de que ya podemos tener sexo sin hijos e hijos sin sexo, a pesar de que los hombres ya no vienen de Marte ni las mujeres de Venus, a pesar de que el porno es ahora nuestro manual er¨®tico de cabecera y hemos aprendido un mont¨®n de vocablos nuevos (dogging, king out, pegging, shagbag, squirt¡); a pesar de que la jugueter¨ªa er¨®tica nos proporciona amantes y hasta empotradores silenciosos, discretos, sumergibles, sin gatillazos y que funcionan sin pilas. A pesar de que los robots sexuales han dejado ya el plano de la ciencia ficci¨®n para conquistar el del futuro pr¨®ximo, nuestro comportamiento en la cama es el mismo de hace siglos.
Una amiga que es masajista er¨®tica y que hace masajes con final feliz me cuenta como gran parte de sus clientes le preguntan por tel¨¦fono antes de pedir hora: ?Y hay sexo? ¡°Se referir¨¢ usted a si hay penetraci¨®n porque sexo hay desde el principio al final¡±, le contesta. En la mente de sus clientes, que les acaricien, les toquen el cuerpo desnudo y que les masturben son solo preliminares. La cosa no se pone seria hasta que no se presenta el emperador japon¨¦s.
Esta inflexible y masculina concepci¨®n de lo que es una relaci¨®n sexual ha tenido y tiene grandes consecuencias, especialmente en la vida de las mujeres, que desde su temprana adolescencia son tachadas de ¡®calientapollas¡¯ por no querer terminar como es debido. El penecentrismo ha hecho tambi¨¦n que las lesbianas hayan sido consideradas durante siglos como ¡®tontuelas¡¯ con miedo al sexo, que se limitaban a hacer jueguecitos con sus amigas. Pr¨¢cticas que, por otro lado, pueden ser muy ¨²tiles para calentar al var¨®n. La homosexualidad femenina siempre fue menos penada que la masculina; pero por considerarla una tonter¨ªa, algo que no pod¨ªa calificarse como verdadero sexo. Todav¨ªa hoy muchas lesbianas escuchan la eterna pregunta, ¡°?pero vosotras qu¨¦ hac¨¦is?¡±, que lleva la subliminal continuaci¨®n de ¡°porque os falta el pene¡±.
La curaci¨®n de lo que se denomin¨® histeria, a mediados del siglo XIX, pasaba por masajes p¨¦lvicos, que fueron sofistic¨¢ndose cada vez m¨¢s y derivaron en la invenci¨®n de los modernos vibradores. Parece ser que en la literatura m¨¦dica de la ¨¦poca se detallaba como muchas mujeres que se somet¨ªan a este tratamiento ten¨ªan ¡°espasmos y temblores¡±, en los que liberaban dicha histeria. Curiosamente estos paroxismos hist¨¦ricos nunca fueron considerados orgasmos, puesto que no interven¨ªa el coito, y siempre se desvincularon del placer sexual. Lo que si fue m¨¢s pol¨¦mico fue la introducci¨®n del esp¨¦culo para la observaci¨®n de los genitales, ya que pod¨ªa ser visto como una pr¨¢ctica sexual porque conllevaba la penetraci¨®n.
Freud calific¨® de ¡°fr¨ªgidas e inmaduras¡± a las mujeres que no ten¨ªan orgasmos vaginales, pero el descubrimiento del cl¨ªtoris y los estudios de Master y Johnson dibujaron una sexualidad femenina diferente, independiente el coito, y mucho m¨¢s placentera.
?Dejamos que otras partes jueguen, adem¨¢s del pene y la vagina?
?En el libro, Sex Outside the Lines, del terapeuta sexual Chris Donaghue, se apunta, ¡°el concepto de sexo como penetraci¨®n, con los genitales como ¨²nicas herramientas, ha vandalizado la sexualidad y los individuos. De esta forma se ha determinado que partes del cuerpo son sexuales, las que mantienen una relaci¨®n con la reproducci¨®n; mientras que se deslegitimiza el resto de la anatom¨ªa. Cuando el placer y no la procreaci¨®n se convierte en el aspecto m¨¢s importante del sexo, los genitales son ya m¨¢s irrelevantes, puesto que las erecciones y las penetraciones dejan de ser imprescindibles¡±.
Como apunta Iv¨¢n Rotella, sex¨®logo, director de Astursex, centro de atenci¨®n sexol¨®gica en Avil¨¦s y miembro de La Asociaci¨®n Estatal de Profesionales de la Sexolog¨ªa (AEPS), ¡°no se trata de desterrar el coito de la vida er¨®tica, sino de dejar que todo gire entorno a ¨¦l y enriquecerla con otras pr¨¢cticas. El ¨®rgano m¨¢s extenso que existe para dar placer es la piel y el placer es proporcional al tiempo que le dedicamos a una relaci¨®n. Con la penetraci¨®n la duraci¨®n es m¨¢s limitada¡±.
El coitocentrismo o la dictadura del pene, como todo r¨¦gimen pol¨ªtico autoritario, manifiesta muchas limitaciones y deficiencias. Para empezar, solo un 25% de las mujeres tienen orgasmos v¨ªa vaginal, sin la estimulaci¨®n directa del cl¨ªtoris. ¡°Durante la penetraci¨®n el glande entra en contacto con las paredes de la vagina, lo que resulta muy placentero para el hombre; pero la mujer tiene pocas terminaciones nerviosas en esa zona, si no fuera as¨ª el parto producir¨ªa un dolor a¨²n m¨¢s insoportable. La parte m¨¢s sensible de la vagina es a la entrada, donde se localiza el punto G, por eso el tama?o del pene no es tan importante como todav¨ªa mucha gente piensa¡±, apunta Rotella.
Otra de las consecuencias de que en la cama todo gire entorno al emperador japon¨¦s es que ¨¦ste es el que dicta el inicio y el fin de una relaci¨®n sexual -cuando el pene est¨¢ erecto y cuando ya se ha descargado-; al mismo tiempo que la excitaci¨®n y los deseos femeninos deben amoldarse a estas particulares leyes gravitatorias. ¡°Las relaciones sexuales centradas exclusivamente en el coito conllevan adem¨¢s un cierto estr¨¦s y ansiedad, contin¨²a Rotella, ¡°ella debe estar lubricada y preparada en el momento ¨¢lgido de la erecci¨®n, lo que no siempre ocurre; y ¨¦l debe ser capaz de mantener alto el pabell¨®n durante un tiempo deseable. Y si esto no es posible empiezan los problemas y disfunciones: eyaculaci¨®n precoz o retardada, dificultades con el deseo, imposibilidad para llegar al orgasmo, dolor en la penetraci¨®n. A los pacientes con estas patolog¨ªas les recomendamos que aparquen la penetraci¨®n por un tiempo y que lleven a cabo otras pr¨¢cticas, que exploren territorios a¨²n v¨ªrgenes. Les instamos a que se olviden de esa forma masculina de entender la sexualidad, cuantitativa y centrada en tiempos, rendimientos y tama?os y opten por una sexualidad m¨¢s cualitativa, dirigida a las sensaciones y el disfrute¡±.
Una vida sexual coitocentrista supone tambi¨¦n una vida sexual m¨¢s corta, puesto que si el modus operandi se basa en pene-vagina, no hay que olvidar que los a?os son implacables con ciertas habilidades corporales. Un repertorio m¨¢s variado y con m¨¢s herramientas prolongar¨¢n nuestra actividad er¨®tica, si nos empe?amos, hasta la tumba.
?Puede ser la creciente curiosidad masculina por el pegging (mujeres que penetran a hombres con vibradores) interpretada como una nueva modalidad de la penetraci¨®n, que no hace sino profundizar todav¨ªa m¨¢s en el coitocentrismo?, Seg¨²n Rotella, ¡°existe una orientaci¨®n de g¨¦nero del deseo, vinculada con ciertas partes del cuerpo. Sobre todo en los hombres, que piensan que si disfrutan o sienten placer con su ano son homosexuales. Muchos simplemente quieren desvincularse de ese estereotipo y explorar nuevas pr¨¢cticas¡±.
Dec¨ªa Foucault que el sexo es una construcci¨®n cultural. A lo largo de siglos el pene y la vagina han acaparado los juegos er¨®ticos, como los abusones del colegio, y han dejado fuera a otras partes del cuerpo que quer¨ªan entrar en la pandilla. Es hora de que venga el jefe de estudios, le de una peque?a reprimenda a estos genitales y diga: ¡°Venga, daos todos un beso y a jugar juntos¡±.
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