?Con ella alcanc¨¦ las cimas m¨¢s altas de felicidad y desgracia?: el amor imposible de Frank Sinatra y Ava Gardner en Espa?a
Pese a que s¨®lo estuvieron casados entre 1951 y 1957, la actriz y el cantante nunca durante su vida perdieron el contacto. Las calles de Madrid presenciaron mejor que nadie su complicada relaci¨®n.
Por casualidades del destino, Ava Gardner y Frank Sinatra terminaron siendo vecinos en 1946 en el Sunset Tower de West Hollywood. Ella se acababa de divorciar de su segundo marido, el m¨²sico Artie Shaw. ?l, como en otras tantas ocasiones, se hab¨ªa escapado de la casa que compart¨ªa con su esposa, Nancy Barbato, con quien ten¨ªa tres hijos. Por entonces todos eran conocedores de la latente crisis matrimonial que arrastraban Frank y Nancy. Aunque oficialmente no ser¨ªa hasta tres a?os m¨¢s tarde que la actriz y el apodado como ¡°La Voz¡± empezar¨ªan una relaci¨®n de pel¨ªcula.
El inicio de su pasional historia arranc¨® en el oto?o de 1949. Tras una noche loca en Palm Springs, nuestros protagonistas se subieron a un Cadillac. A Sinatra no se le ocurri¨® otra cosa mejor al entrar en Indio, California, que coger un revolver de la guantera y ponerse a pegar tiros a lo loco. Varios escaparates y farolas saltaron por los aires, y hasta acab¨® hiriendo accidentalmente a un hombre que pasaba por ah¨ª. Al pagar 30.000 d¨®lares quedaron en libertad bajo fianza y, ya en Los ?ngeles, siguieron vi¨¦ndose secretamente. Como Marcos Ord¨®?ez apunt¨® en el imprescindible?Beberse la vida: Ava Gardner en Espa?a, ¡°los dos eran apasionados, inseguros y volubles. A los dos les gustaba la noche, el alcohol y los cigarrillos en cadena, y ansiaban convertir su vida en una fiesta continua. Ten¨ªan la misma energ¨ªa, el mismo car¨¢cter endiablado y un insaciable anhelo de est¨ªmulos¡±. Eran tal para cual.
No ser¨ªa hasta una fecha tan se?alada como el D¨ªa de los Enamorados de 1950 que Nancy dar¨ªa el paso de tramitar el divorcio. Sin embargo, la felicidad no les durar¨ªa mucho que digamos. Un mes despu¨¦s, Artie Shaw invit¨® a Sinatra y a Ava a uno de sus conciertos en el Bop City de San Francisco. Comido por los celos, Frank le sugiri¨® a su amada que no fuera. Como era de esperar, no le hizo caso. De pronto son¨® el tel¨¦fono del apartamento de Shaw. ¡°S¨®lo llamaba para despedirme de ti¡±, dijo ¨¦l. ¡°?A d¨®nde vas, Frank?¡±, replic¨® Gardner. ¡°Voy a un lugar al que no puedes acompa?arme, nena¡±, respondi¨®. De inmediato se oyeron dos disparos. Temi¨¦ndose lo peor, Ava fue en su busca y se lo encontr¨® sentado en la cama sonriendo con un libro en las manos. Aquello fue lo que la apresur¨® a poner rumbo a Espa?a para participar en?Pandora y el holand¨¦s errante. Con 28 a?os, a mediados de abril, la actriz lleg¨® a Tossa de Mar. As¨ª empez¨® su longevo idilio con nuestro pa¨ªs.
Pandora y el holand¨¦s errante?no s¨®lo fue todo un acontecimiento en la Costa Brava, sino la primera producci¨®n hollywoodiense grabada ¨ªntegramente en tierras espa?olas. Ciertamente fue un fracaso de taquilla, pero el rodaje en s¨ª dej¨® para la posteridad un sinf¨ªn de an¨¦cdotas. Sin ir m¨¢s lejos, la prensa de la ¨¦poca aliment¨® un presunto romance entre Ava y el torero, a la par que poeta, Mario Cabr¨¦. No cabe duda de que ¨¦l se enamor¨® hasta las trancas de la estrella y que, al menos, una ma?ana se despertaron bajo las mismas s¨¢banas. Pero de ah¨ª a que estuvieran juntos hay una gran diferencia. Ya pueden imaginarse qu¨¦ ocurri¨® cuando la periodista Cecilia Ager se hizo eco de la noticia en Variety. El 13 de mayo Frank lleg¨® al aeropuerto de Barcelona con cara de pocos amigos. No vino precisamente con las manos vac¨ªas: m¨¢s all¨¢ de varias cajas de Coca-Cola, en una de sus maletas llevaba un collar de esmeraldas valorado en 10.000 d¨®lares. Al d¨ªa siguiente, Gardner luci¨® con orgullo la joya ante los fot¨®grafos congregados en Catalu?a. De vuelta a Estados Unidos, Frank neg¨® el regalo porque a¨²n no se hab¨ªa materializado su divorcio.
Tal como la propia Ava cont¨® en sus memorias de 1988 acerca de su affaire con Cabr¨¦: ¡°Frank dijo que no me lo perdonar¨ªa nunca. Y no me lo perdon¨® nunca¡±. Pese a sus constantes peleas y sus escenitas motivadas principalmente por los celos, el 7 de noviembre de 1951 se casaron. Lo suyo estaba predestinado a ser una bomba de relojer¨ªa. Siendo ella una de las caras m¨¢s populares de la Metro, y ¨¦l un cantante venido a menos (en aquellos tiempos, claro est¨¢), a finales de 1952 Ava se excus¨® durante unos d¨ªas del rodaje de Mogambo para abortar. Pocos meses despu¨¦s volvi¨® a hacerlo por segunda vez. ?l ansiaba tener un hijo con ella; Gardner no. En el verano de 1953, tras una sonada pelea en Londres, la estadounidense puso tierra de por medio y vol¨® hasta Madrid. Sinatra no la acompa?¨®, ya que ten¨ªa que volver a Estados Unidos para promocionar su papel en De aqu¨ª a la eternidad. Durante meses no tuvieron ning¨²n tipo de contacto.
Ava se instal¨® temporalmente en una suite del Castellana Hilton porque ni el Palace ni el Ritz ve¨ªan con buenos ojos a la gente de la far¨¢ndula. En agosto de 1953, en una de sus habituales nocturnas y et¨ªlicas salidas por la capital, conoci¨® en Chicote a quien ser¨ªa meses m¨¢s tarde uno de sus amantes m¨¢s c¨¦lebres: el tambi¨¦n torero Luis Miguel Domingu¨ªn. De hecho, los tres pasaron las Navidades juntos aquel a?o en Madrid. La noche del 26 de diciembre la terminaron en el tablao del Villa Rosa. ¡°En cuanto se fue Sinatra del Villa Rosa, Ava empez¨® a despotricar contra ¨¦l y contra todo, mezclando insultos en ingl¨¦s y en espa?ol. No hab¨ªa forma de hacerla callar, hasta que Luis Miguel se levant¨® y le arre¨® un par de bofetadas. Uno de los pendientes de brillantes que llevaba sali¨® despedido y fue imposible encontrarlo. Eran las seis de la ma?ana. Muchos se fueron, pero Ava quiso seguir la fiesta. Y acabamos en mi casa, en la calle de Povedilla, donde mi tata prepar¨® sopas de ajo para todo el mundo¡±, recogen las memorias de Lola Flores El volc¨¢n y la brisa escritas por Juan Ignacio Garc¨ªa Garz¨®n. Sinatra sab¨ªa perfectamente que su esposa le era desleal, pero ¨¦l no es que fuera precisamente un santo. El 25 de marzo de 1954, cuando se alz¨® con el ?scar al Mejor Actor de Reparto por De aqu¨ª a la eternidad, Ava le felicit¨® simplemente con un telegrama.
Tras poner fin a su relaci¨®n con Domingu¨ªn en el verano de 1954, Gardner empez¨® a decorar una finca en La Moraleja, de nombre La Bruja, que hab¨ªa comprado por 66.000 d¨®lares. En 1955 finalmente se instal¨® ah¨ª. Con anterioridad se hab¨ªa planteado seriamente divorciarse de Frank, pero con lo que no cont¨® es que en 1956 su todav¨ªa esposo volver¨ªa a Espa?a para participar en Orgullo y pasi¨®n de Stanley Kramer. Su objetivo estaba claro: quer¨ªa estar lo m¨¢s cerca posible de Ava para reconquistarla por en¨¦sima vez, a pesar de que ella se ve¨ªa con el actor italiano Walter Chiari. Como de costumbre, sus incendiarias peleas marcaron aquellas semanas. Obviamente, no ayud¨® mucho que digamos que el int¨¦rprete de My Wayllegara a Madrid del brazo de la cantante Peggy Connolly. Ni tampoco su actitud durante el rodaje. ¡°Sinatra estaba permanentemente cabreado y todo le importaba un pito. No consigui¨® que le trajeran su Cadillac desde Estados Unidos, y Luis Megino padre junt¨® cielo y tierra para arreglar aquello. En producci¨®n ten¨ªan una aut¨¦ntica flota de la casa Mercedes. Ten¨ªan una docena de coches maravillosos, y Sinatra se los fue cargando uno tras otro. Rodaban en las monta?as, y Sinatra sub¨ªa con el Mercedes campo a trav¨¦s y los destrozaba. En media hora les part¨ªa el c¨¢rter o lo que fuera¡±, narr¨® el productor Teddy Villalba en el ya citado libro de Marcos Ord¨®?ez.
Durante la grabaci¨®n, concretamente en el hotel Felipe II de El Escorial, aconteci¨® uno de los cap¨ªtulos m¨¢s memorables de la pareja. De madrugada, sentado en la barra del bar, Sinatra descubri¨® que hab¨ªa un piano en un rinc¨®n. Tan pronto lo vio empez¨® a tararear una canci¨®n y pidi¨® a los ah¨ª presentes un tel¨¦fono y una conferencia a Madrid. ¡°Hey, honey¡±, se le oy¨® decir. Efectivamente, estaba llamando a casa de la actriz. Se puso a cantar muy suavemente, sin soltar en ning¨²n momento el tel¨¦fono de la mano, cabizbajo y pensando que ella estaba al otro escuch¨¢ndole atentamente. No obstante, no fue hasta al cabo de algo m¨¢s de una hora que, sin darse cuenta, Ava entr¨® por la puerta del bar vestida ¨²nicamente con un abrigo de vis¨®n blanco. No llevaba nada debajo. Le abraz¨® por la espalda, colg¨® el auricular y, sin mediar palabra, se fueron a su habitaci¨®n. A la ma?ana siguiente ¨¦l despert¨® con varios ara?azos en la cara.
Aunque en 1957 se divorciaron, siempre estuvieron en contacto. Quienes acudieron a sus espectaculares juergas en el apartamento que compr¨® a principios de los sesenta en el n¨²mero 11 de Doctor Arce, sin duda, dan buena fe de ello. ¡°Ella siempre acababa huyendo de sus fiestas, por alcohol o por soledad. Sub¨ªa a la parte de arriba, donde estaba su vestidor, su alcoba, y aquella terraza maravillosa que daba a la piscina. Muchas noches acabamos ella y yo hablando durante horas, al borde de la piscina. Otras noches la recuerdo qued¨¢ndose sola, hablando con Sinatra por tel¨¦fono, tambi¨¦n muchas horas. ?se es mi recuerdo: ella arriba, sola, o con uno o dos amigos, y abajo 40 personas bailando. Se gastaba fortunas en aquellas conferencias. Segu¨ªa teniendo una gran dependencia de aquel amor, como si fuera un alcohol fuerte. No tard¨¦ en darme cuenta de que Ava y Sinatra eran muy parecidos. Ten¨ªan los mismos altibajos, la misma furia de vivir, esa mezcla salvaje de generosidad y posesi¨®n. Y entend¨ª que su relaci¨®n hubiera fracasado. Era imposible que saliera bien. Eran dos biorritmos electrificados. Cuando coincid¨ªan en el mismo punto era maravilloso. Cuando no, saltaban chispas. Se quer¨ªan, se necesitaban, pero la qu¨ªmica era imposible. ¡®Ni contigo ni sin ti¡¯, como en la copla. Creo que fue Perico Vidal quien me dijo un d¨ªa una frase muy certera: ¡®Frank morir¨ªa por Ava, pero no con Ava¡¯¡±, detall¨® Carlos Larra?aga en Beberse la vida: Ava Gardner en Espa?a.
En el verano de 1965, cuando el periodista Jimmie Davies le pregunt¨® a Ava si Sinatra pod¨ªa haberle hecho feliz, su respuesta fue: ¡°Frankie es demasiado parecido a m¨ª. Un loco sin paz. Fr¨¢gil como yo. Y, en definitiva, una equivocaci¨®n como tantas otras¡±. El cantante reh¨ªzo su vida cas¨¢ndose con Mia Farrow el 19 de julio de 1966 (¡°Siempre supe que Frank acabar¨ªa en la cama con un chico¡±, fueron sus palabras), pero dos a?os m¨¢s tarde volver¨ªa a divorciarse. La fecha coincidi¨® con la partida de Gardner de Madrid, ya que desde entonces vivi¨® sus ¨²ltimos a?os en Londres.
Antes de mudarse a la capital brit¨¢nica pas¨® unos d¨ªas con ¨¦l en Miami, ya que justo al romper con Farrow sufri¨® una neumon¨ªa. No dud¨® en llamar a su exesposa, quien acudi¨® con su doncella, su secretaria y treinta ba¨²les. ¡°Ava y yo estamos pasando unos d¨ªas juntos. No estamos reconstruyendo ning¨²n viejo amor. Nos hemos dicho un mont¨®n de cosas desagradables, pero siempre, en el fondo, hemos seguido siendo ¨®ptimos amigos. Nuestra amistad es indisoluble, y una parte de nuestras relaciones no podr¨¢ morir nunca. He estado enfermo y ella ha venido a verme: eso es lo que importa. Ava ha sido una mujer fundamental en mi vida. Conocerla dio un nuevo curso a mi existencia como hombre y como artista. Con ella alcanc¨¦ las cimas m¨¢s altas de la felicidad y tambi¨¦n de la desgracia. Los dos tenemos el mismo sentido del humor, sabemos mirar las cosas de frente y llamarlas por su nombre. Por el momento nos hacemos mutua compa?¨ªa, como dos ancianos. Sacamos el polvo al pasado. Nos contamos viejas historias y bebemos alguna que otra Coca-Cola¡±, confes¨® Sinatra sobre el reencuentro. Cuando Gardner muri¨® el 25 de enero de 1990 a los 67 a?os por una neumon¨ªa ¨¦l no pudo acudir al funeral. Envi¨® un gran ramo de flores con una tarjeta que lo resume todo a la perfecci¨®n: ¡°Con mi eterno amor, Francis¡±.
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