Dos perros, un rancho encantado y una colecci¨®n de calaveras: el retiro de Georgia O¡¯Keeffe en Nuevo M¨¦xico
El Museo Thyssen dedica una retrospectiva a la artista estadounidense, que en 1949 se instal¨® en ese estado fronterizo. Sus casas de Abiqui¨² y Ghost Ranch, y la naturaleza que las rodeaba, le sirvieron de refugio e inspiraci¨®n.
Naci¨® en una granja de Wisconsin y vivi¨® la ¨²ltima parte de su vida en un rancho de Nuevo M¨¦xico. Georgia O¡¯Keeffe (1887-1996) sent¨ªa una gran conexi¨®n con la naturaleza, pod¨ªa pasar horas mirando c¨®mo variaban los matices del color del cielo en el desierto, ten¨ªa un huerto en el que cultivaba 17 tipos distintos de calabazas y, pese a que era considerada una de las artistas m¨¢s importantes de Estados Unidos, decidi¨® vivir apartada del mundo con sus dos perros Chow Chow, Bo y Chia, en una tierra ¨¢rida marcada por la herencia de los nativos americanos y los colonos espa?oles. Aunque llevaba casi dos d¨¦cadas visitando la zona, y pintando en ella, fue en 1949, a los 62 a?os, cuando O¡¯Keeffe se instal¨® de forma permanente en Nuevo M¨¦xico. All¨ª hab¨ªa acudido en varias ocasiones para olvidar las infidelidades de su marido, el fot¨®grafo y galerista Alfred Stieglitz, y all¨ª se fue a vivir en 1949, tres a?os despu¨¦s de que ¨¦l falleciera en Nueva York.
La artista hab¨ªa adquirido y acondicionado dos propiedades que se convertir¨ªan en su refugio e inspiraci¨®n: en invierno viv¨ªa en su casa de adobe de Abiqui¨², decorada con muebles de estilo midcentury de Eero Saarinen o Charles Eames y en la que un m¨®vil de Calder compart¨ªa espacio con su colecci¨®n de piedras, y pasaba el verano en el apartado Ghost Ranch. Este ¡®Rancho Fantasma¡¯ era propiedad del conocido naturalista Arthur Pack, uno de los fundadores de la revista Nature, y su mujer, Phoebe, que le vendieron parte del terreno a O¡¯Keeffe. La tierra ven¨ªa con leyenda incorporada: en la zona contaban que antes se llamaba Rancho de las Brujas, porque los lugare?os aseguraban que estaba encantado, aunque parece que m¨¢s bien se deb¨ªa a que los ladrones de ganado del ¨¢rea difund¨ªan ese rumor para evitar que los extra?os se adentraran en la propiedad y poder guardar ah¨ª su bot¨ªn.
El lugar, su luz, sus paisajes y su arquitectura tuvieron una gran influencia en sus cuadros, como puede apreciarse en la retrospectiva sobre la pintora que hasta el 8 de agosto podr¨¢ visitarse en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. ¡°Su obra est¨¢ siempre muy relacionada con el entorno que est¨¢ viviendo. Cuando vive en el desierto, pinta el desierto. No es aleatorio. Viaja en por primera vez en 1929 a Nuevo M¨¦xico y descubre una tierra que le fascina a muchos niveles, no solo por el paisaje, sino tambi¨¦n por la carga cultural que tiene como territorio donde la presencia de poblaci¨®n nativa americana es todav¨ªa muy fuerte, y por la herencia hispana. Se deja envolver por todo lo que le rodea en Nuevo M¨¦xico y crea a partir de ah¨ª, como hab¨ªa hecho antes en Manhattan cuando viv¨ªa en Manhattan, como hizo en Lake George, en Texas¡¡±, explica Marta Ruiz del ?rbol, comisaria de la exposici¨®n. En ella, la experta reivindica la figura de O¡¯Keeffe ¡°como artista caminante, exploradora de territorios, que camina para poder pintar despu¨¦s, porque todos los d¨ªas paseaba y se sumerg¨ªa en los paisajes que la rodeaban, en esa naturaleza ind¨®mita y muy ¨¢rida que encuentra en Nuevo M¨¦xico¡±.
Durante los a?os que pas¨® entre Ghost Ranch y Abiqui¨² pint¨® repetidamente las cumbres que ve¨ªa a diario ¨CPedernal, con su cima plana, era su preferida, lleg¨® a decir ¡°Es mi monta?a privada. Dios me dijo que si la pintaba a menudo podr¨ªa tenerla¡±¨C y la puerta negra del patio de su vivienda de?Abiqui¨², un espacio que la obsesionaba y al que dedic¨® 20 pinturas entre 1946 y 1956. ¡°Este trabajo es sobre todo una meditaci¨®n tranquila sobre la infinita variedad de sombras del adobe, la tierra y el cielo¡±, explican en la web del Museo de Bellas Artes de Boston, en la que tambi¨¦n recuerdan que la propia artista reflexion¨® sobre la influencia que ejerci¨® sobre ella desde el primer momento ese rinc¨®n: ¡°Cuando llegu¨¦ a la casa de?Abiqui¨² era una ruina con paredes de adobe (¡) El patio ten¨ªa un buen tama?o y una puerta en un lateral. Esa pared con la puerta era algo que necesitaba poseer. Tard¨¦ 10 a?os en lograrlo y tres m¨¢s en arreglarla para poder vivir all¨ª, pero despu¨¦s de eso pude pintarla muchas veces¡±.
No fue la ¨²nica fijaci¨®n de O¡¯Keeffe. En su Ghost Ranch acumulaba calaveras de animales del desierto, que coleccionaba, y otros huesos, que incorpor¨® a varias de sus pinturas, en ocasiones como elementos de apariencia sobrenatural. ¡°Ella ten¨ªa una conexi¨®n con la naturaleza evidente y casi m¨ªstica¡±, sostiene Ruiz del ?rbol. Y, como afirma la cr¨ªtica de arte de The New York Times Roberta Smith, O¡¯Keeffe fue ¡°la estilista y comisaria de su propio mito¡±, era totalmente consciente de la imagen que quer¨ªa proyectar al mundo e hizo de su vida ¨Csu ropa, sus viviendas, su est¨¦tica sobria¨C una obra de arte. ¡°Ella era consecuente, por eso todas sus expresiones vitales est¨¢n relacionadas, desde c¨®mo vest¨ªa hasta los objetos que recog¨ªa y recolectaba y se convert¨ªan en su colecci¨®n personal, las piedras, los huesos, las conchas, hasta su obra, c¨®mo decoraba sus casas. Todo destila la misma esencia¡±, subraya la comisaria de la exposici¨®n del Thyssen.
El fot¨®grafo John Loengard fue uno de los pocos que lograron ver, y contar, ese universo tan personal en el que O¡¯Keeffe viv¨ªa en Nuevo M¨¦xico. En 1966 fue all¨ª a realizar un reportaje para la revista Life y pudo inmortalizar su d¨ªa a d¨ªa. La pintora se rodeaba de un c¨ªrculo peque?o, su ama de llaves, su asistente (el ceramista Juan Hamilton, 58 a?os m¨¢s joven, sobre quien se rumore¨® que se hab¨ªan casado en secreto, y que hered¨® gran parte de sus posesiones cuando ella falleci¨® a los 98 a?os en 1986), amigos a los que permit¨ªa hacer visitas. ¡°No estaba recluida ah¨ª, pero era ella quien decid¨ªa qui¨¦n la visitaba y cu¨¢ndo. Le gustaba la soledad, y pintar de soledad. En ese deseo de vivir en un lugar tan remoto, que yo no veo como una reclusi¨®n, s¨ª que hay un deseo de soledad¡±, apunta Ruiz del ?rbol.
Expertos como la historiadora del arte Wanda M. Corn, comisaria del Museo de Brooklyn, sostienen que fue un ejemplo a seguir para los incipientes movimientos alternativos que extend¨ªan por Estados Unidos: ¡°Se hizo famosa por su independencia, por la forma en que dise?¨® su vida, de una manera tan sencilla que parec¨ªa un modelo a seguir para toda la contracultura (¡) El reportaje de Life toc¨® un nervio al ser publicado en el 68 en la gente que quer¨ªa dejar la vida urbana y apostar por un estilo de vida sostenible. Los hippies y el feminismo fueron parte de su nuevo p¨²blico¡±. Hoy en d¨ªa, su predicamento no ha perdido atractivo.
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