La imparable conquista de la generaci¨®n ¡®sin ganas¡¯: ?viviremos sin sexo en 2030?
La frecuencia sexual ha disminuido considerablemente en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Algunos, bas¨¢ndose en las estad¨ªsticas, han puesto ya fecha para el entierro de una de las actividades m¨¢s placenteras del ser humano.
La mayor¨ªa de los dramas futuristas y de ciencia ficci¨®n coinciden siempre en dos puntos a la hora de esbozar el porvenir: Uno, los habitantes del futuro han perdido el inter¨¦s por el sexo o, c¨®mo m¨¢ximo, esta actividad se reduce a una aburrida forma de vibraci¨®n electromagn¨¦tica provocada por un sofisticado artefacto. Dos, los hombres y mujeres del ma?ana muestran el mismo desinter¨¦s hacia la moda, con lo que el conjunto de la sociedad ha adoptado un uniforme unisex, as¨¦ptico y poco favorecedor con el que cubren sus carnes. Ambas caracter¨ªsticas son, de nuevo, parte del gui¨®n de Equals, pel¨ªcula dirigida por Drake Doremus y pendiente de estreno en Espa?a. La cinta, interpretada por Kristen Stewart y Nicholas Hoult, dibuja una sociedad post apocal¨ªptica en la que una modificaci¨®n gen¨¦tica de las emociones priva a la humanidad de sentimientos. Ya no hay odio ni guerras, pero tampoco afecto, amor o sexo. El problema surge cuando la pareja protagonista empieza a sentir deseos ¡®pol¨ªticamente incorrectos¡¯.
Recientemente, David Spiegelhalter, experto en estad¨ªsticas de la Universidad de Cambridge, observ¨® como diversos estudios corroboran la tesis de que la frecuencia en la actividad sexual ha disminuido notablemente en el Reino Unido. Seg¨²n Natsal, National Survey of Sexual Attitudes and Lifestyles, en 1990 las parejas de entre 16 y 64 a?os hac¨ªan el amor cinco veces al mes ¨Clo que tampoco es para tirar cohetes-; porcentaje que disminuy¨® hasta cuatro veces, en el a?o 2000, y tres en el 2010 para el mismo periodo de tiempo. Es decir, en 20 a?os la frecuencia ha bajado un 40%. De seguir as¨ª, comentaba Spiegelhalter, en el 2030 las parejas no van a tener ning¨²n encuentro sexual. Lo cual es muy preocupante.
Claro que no hay que dejarse llevar por este determinismo estad¨ªstico. Siempre pueden pasar cosas. Y, de hecho, pasan. Mientras este profesor de Cambridge investigaba en las encuestas y estudios sexuales, descubri¨® que la l¨ªnea descendente de la sexualidad inglesa mostraba un inesperado pico en 1973, que este experto achaca a la crisis del petr¨®leo, cuando el gobierno de Edward Heath instaur¨® en el Reino Unido la semana de tres d¨ªas para ahorrar combustible y los cortes de electricidad eran comunes. As¨ª pues, Spiegelhalter culpa de todo esto a la tecnolog¨ªa. D¨¦cadas atr¨¢s la televisi¨®n acababa a las 23:00 y no dispon¨ªamos de tablets, m¨®viles, redes sociales ni dem¨¢s entretenimientos. La gente se iba a la cama temprano y, claro, pasaba lo que pasaba.
Algunos empiezan a preguntarse sobre el impacto de la falta de sexo en la salud de la poblaci¨®n; ya que, como todos sabemos, revolcarse en las s¨¢banas acompa?ado tienen notables beneficios para nuestro bienestar f¨ªsico y psicol¨®gico, como ya ha reconocido hasta la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. La pr¨¢ctica del sexo beneficia la salud cardiovascular, nos ayuda a no engordar, nos hace dormir mejor, mejora el sistema inmunitario y es un excelente antidepresivo, pero la abstinencia y, sobre todo, la no deseada aumenta el riesgo de padecer todo lo contrario.
La liberal y permisiva Suecia ve tambi¨¦n como sus ciudadanos tienen cada vez menos ganas de hacer uso de sus primitivos instintos. En el 2013 el tabloide Aftonbladet public¨® una encuesta realizada entre 3.000 personas que demostraba que el sexo empezaba a estar obsoleto, algo que preocup¨® tanto al ministro de Salud P¨²blica, Gabriel Wikstrom, que decidi¨® encargar un estudio para comprobar si la tendencia asexual es cierta y va en aumento. Algo que descubriremos cuando el informe est¨¦ concluido, en el 2019. El ministro opina, como dijo en un art¨ªculo que public¨® en el diario Dagens Nyheter, que si lo que est¨¢ afectando a la vida sexual de los suecos es el estr¨¦s y los problemas de salud, entonces el asunto es tambi¨¦n un problema pol¨ªtico que hay que solucionar. ?Se imaginan a los pol¨ªticos espa?oles interesados en el bienestar de sus ciudadanos hasta tal punto?
Pok¨¦mon 10 ¨C Sexo 0
Pero lo m¨¢s preocupante e inusual es que los m¨¢s j¨®venes, que deber¨ªan estar explorando su reci¨¦n descubierta faceta sexual, est¨¦n m¨¢s interesados en cazar pok¨¦mons. Lo cierto es que los millennials tienen menos sexo del que ten¨ªan sus padres a su misma edad, seg¨²n apunta un estudio de la Universidad de San Diego (EEUU), publicado en Archives of Sexual Behavior.
El trabajo analiz¨® los datos de 26.707 personas, encuestadas por la General Social Survey, de diferentes edades. Los resultados mostraron que el 15% de los j¨®venes de entre 20 y 24 a?os nacidos en la d¨¦cada de los 90 afirm¨® no haber tenido ninguna pareja sexual desde los 18, mientras que entre los de la Generaci¨®n X ¨Ces decir, sus padres, nacidos en los a?os 60 y 70- ese mismo porcentaje era solo del 6% cuando ten¨ªan la misma edad.
El libro Generation Me, de la psic¨®loga Jean M. Twenge, principal investigadora del estudio, ahonda en la psicolog¨ªa de las nuevas generaciones, cuyo rasgo caracter¨ªstico es el individualismo y el culto al yo. La tecnolog¨ªa ha propiciado un ocio unipersonal, no compartido, en el que las relaciones con los otros son cada vez m¨¢s dif¨ªciles, a pesar de las innumerables facilidades que brindan las redes sociales para conectar y conocer gente. Twenge tambi¨¦n explica la falta de sexo debido al hecho de que los m¨¢s j¨®venes retrasan, cada vez m¨¢s, su edad de emancipaci¨®n y matrimonio. Vivir con los padres nunca ha sido un buen punto de partida para las aventuras sexuales.
Seg¨²n Francisca Molero, sex¨®loga, ginec¨®loga, directora del Institut Clinic de Sexolog¨ªa de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexolog¨ªa, otro de los aspectos a destacar en la sexualidad de los m¨¢s j¨®venes es ¡°el excesivo miedo que algunos presentan a las consecuencias negativas del sexo, es decir, los contagios o trasmisi¨®n de enfermedades. Han nacido bajo el estigma del SIDA y algunos presentan usan varios m¨¦todos anticonceptivos a la vez o la constante b¨²squeda de informaci¨®n respecto a estos temas, que en muchos casos se materializa en llamadas a los tel¨¦fonos gratuitos de informaci¨®n sexual. Pero tal vez la educaci¨®n sexual que les hemos proporcionado sea la culpable, puesto que ha sido muy higienista, centrada en los peligros a evitar y no tanto en los beneficios del sexo y su enorme potencial para el desarrollo personal¡±.
Hemos domesticado el deseo
La sociedad del cansancio, como la denomina en el libro del mismo nombre el fil¨®sofo alem¨¢n de origen coreano, Byung-Chul Han, deja poco espacio para los juegos de cama tras las, cada vez m¨¢s agotadoras y mal pagadas, jornadas laborales. ¡°Nuestros padres y abuelos ten¨ªan la actividad sexual incorporada en su d¨ªa a d¨ªa¡±, explica Francisca Molero, ¡°hoy debemos buscar espacios para ella, hacerle un hueco en la agenda porque no surge espont¨¢neamente. Un buen s¨ªmil para entender esto es el ejercicio f¨ªsico. Antes la gente sub¨ªa escaleras, andaba largos trayectos a pie, cargaba con cosas. Ejercitabamos los m¨²sculos en nuestras tareas diarias. Ahora hay que apuntarse a un gimnasio. Con el sexo pasa lo mismo, hemos domesticado el deseo¡±.
Ciertos periodos dif¨ªciles pueden ser un acicate para la libido, al igual que las situaciones extremas en las que le vemos las orejas al lobo. Es el mecanismo que se activaba con los bombardeos alemanes sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial y que dispar¨® la tasa de natalidad entre los atemorizados ciudadanos que, sin calefacci¨®n, luz el¨¦ctrica, ni comida, ve¨ªan caer las bombas a su alrededor y todav¨ªa ten¨ªan ganas de fiesta. La explicaci¨®n cient¨ªfica es muy simple: el cuerpo segrega adrenalina ante situaciones estresantes, y esta hormona que nos pone alerta y nos predispone a la lucha puede subir tambi¨¦n nuestra libido. Esta regla, sin embargo, no se aplica en las nuevas ¡®sociedades del malestar¡¯, en la que los individuos no son totalmente desdichados pero tampoco felices; en las que los j¨®venes pueden aspirar a todo, pero no tienen futuro y en las que las guerras, conflictos y miedos se vuelven cr¨®nicos. La libido no experimenta un subid¨®n, sino todo lo contrario, se vuelve cada vez m¨¢s insignificante ante los innumerables incordios y problemas a los que hay que atender. ¡° La falta de deseo es el trastorno m¨¢s planteado en las consultas de sexolog¨ªa, tanto por hombres como por mujeres¡±, se?ala Molero.
En medio de este panorama desolador hay tambi¨¦n rayos de esperanza. ¡°Tal vez tengamos menos sexo que las generaciones anteriores pero, es muy probable que, para la gran mayor¨ªa, ¨¦ste haya ganado en calidad, especialmente entre las mujeres. En Espa?a el salto generacional ha tra¨ªdo grandes cambios al g¨¦nero femenino. Disfrutamos m¨¢s de nuestra sexualidad, tomamos m¨¢s la iniciativa, conocemos mejor nuestro cuerpo. Y esta nueva forma de abordar el sexo ha beneficiado tambi¨¦n a los hombres, antiguamente los depositarios y responsables del placer femenino. La gente es m¨¢s consciente de su sexualidad, de lo que est¨¢ pasando y este es el primer paso para cambiarla y mejorarla. Y adem¨¢s, no hay que olvidar, que hemos ganado a?os para el sexo. Nuestros antepasados cesaban su actividad sexual, generalmente, por inconvenientes o trastornos fisiol¨®gicos ¨Ctanto hombres como mujeres-. Problemas para los que la ciencia encuentra cada d¨ªa mejores soluciones¡±, comenta Molero.
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