La curiosidad resucit¨® al gato, por Eva Hache
Siete vidas y muchas m¨¢s tiene el gato y cualquiera que tenga puestos los ojos en la cara para mirar
Est¨¢ muerto. Bien muerto. Fractura de rabo y siete costillas. Si hubiera sobrevivido al impacto contra el suelo desde el tejado, no habr¨ªa podido llevar una vida de felino normal. Cuando el cortejo f¨²nebre pasa por la calle del Pescado, obra el milagro. Pregunt¨¢ndose desde un rinc¨®n de su cerebro agonizante si son asadas o en escabeche, al olor de la sardina, resucita.
Siete vidas y muchas m¨¢s tiene el gato y cualquiera que tenga puestos los ojos en la cara para mirar. La curiosidad no mata, da vida, vidilla, quita el miedo y da placer. La curiosidad aumenta la dopamina, droga natural (y gratuita, ojo) que da gusto al experimentar, al conocer algo nuevo. La dopamina es esa carita y ese nervio maripos¨®n que se ponen en el cuerpo cuando, antes de que te den el segundo beso, escuchas ?buenobuenobueno, cuando te cuente lo de Jos¨¦ Luis?. Y experimentar es aprender sin temer, ya sea con el Quimicefa o con las drogas o con las dos cosas a la vez (en las instrucciones no ven¨ªa que no se pudiera poner en el quemador un poquito de Supergen, el superh¨¦roe con m¨¢s pegada del mundo).
La curiosidad activa tu hipocampo. Esa parte del cerebro que se encarga del aprendizaje y de la memoria para que puedas contarlo. Porque ?para qu¨¦ sirve saber si no puedes contar lo que sabes?
El hipocampo, curiosamente, es tambi¨¦n el pez catalogado como el m¨¢s fiel del mundo. C¨®mo no te vas a enamorar para toda la vida de un caballito de mar macho si es mon¨ªsimo, te corteja cada ma?ana, tiene aleta anal y te pare a las cr¨ªas. C¨®mo no enamorarte de las criaturas curiosas.
En cambio, siempre me ha dado una rabia atroz la gente que se protege de aprender con lo de ?m¨¢s vale lo malo conocido¡?. ?Pero c¨®mo va a valer m¨¢s si es malo? (Nota: esto me lo llevo preguntando desde los seis a?os sin ser yo S¨²per Lumbrera, la superhero¨ªna que las caza al vuelo). Me entran muchas ganas de abofetear a mano blanda a los que dicen ?Como aqu¨ª no se vive en ning¨²n lao? o ?Las mejores croquetas del mundo, las de mi madre?. Me gustar¨ªa extinguir especialmente a los que arrugan el morro ante cualquier novedad. Los que salen corriendo enloquecidos y no paran hasta llegar al horizonte porque han visto algo viscoso en una caja. Prefiero profundamente y quiero que sean mis amigos los que dicen algo como ?Ay, qu¨¦ susto. ?Qu¨¦ es?? mientras intentan tocarlo. Me encantan las personas vivas, vivarachas, con ojos brillantes. Y me da igual que me cuenten cosas interesantes o cosas vacuas pero que yo no conozco. Y le doy tanta importancia a los conocimientos que me puedan salvar la vida como a los que me hacen ganar un Trivial.
Me encanta saber hacer c¨¢lculos mentales, saber c¨®mo se forman c¨¢lculos renales o saber que la boca de Fernando Savater es exactamente igual que la de un mero. No una merluza ni una corvina, un mero. Porque he observado, y mucho, a un mero de cerca y a Savater por la tele.
Creo que perder el tiempo en mirar es muy importante. Y la curiosidad est¨¢ en mirar la luna que se?ala el dedo del sabio y tambi¨¦n en mirar el dedo, que puede decirnos mucho m¨¢s de un sabio que ¨¦l mismo con sus mismas palabras, como, por ejemplo, si ha comido mandarinas.
Y, hablando de curiosidad y curiosidades, tambi¨¦n creo en que, hagas lo que hagas, est¨¢ fenomenal que te quede curioso. Marramamiau, miau, miau.
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