Lo que es grande: George Eliot en su bicentenario
Es una figura que ha podido ser discutida, pero no desplazada: hoy pr¨¢cticamente no hay lista period¨ªstica de las 25, 50, 100 o 73 ?mejores novelas en ingl¨¦s? que no le conceda a Middlemarch un lugar de honor, a veces el primero.
En v¨ªsperas del centenario del nacimiento de George Eliot, el 20 de noviembre de 1919, Virginia Woolf public¨® en The Times Literary Supplement un elogioso recordatorio donde afirmaba que Middlemarch ?con todas sus imperfecciones es una de las pocas novelas inglesas escritas para adultos?, un juicio que con el tiempo se ha convertido en uno de los blurbs m¨¢s repetidos de las ediciones posteriores de la novela. Sin embargo, en 1919 la voz de Virginia Woolf son¨® bastante en solitario. Un intento de recaudar fondos para dedicarle un espacio en la Biblioteca P¨²blica de Coventry, donde la autora vivi¨® ocho a?os con su padre, no prosper¨®, e incluso su viudo, John Cross, que a¨²n viv¨ªa, guard¨® silencio. Algunos piensan que mejor as¨ª. En 1888 hab¨ªa publicado una Vida de su difunta esposa seg¨²n sus diarios y cartas al parecer tan expurgada, insulsa y beata que el cuatro veces primer ministro Gladstone dijo al leerla: ?No es para nada una Vida. Son unas Reticencias en tres vol¨²menes?. Cross, por cierto, hab¨ªa destruido una buena parte de sus diarios.
No fue realmente hasta 1948 cuando George Eliot recuper¨® el prestigio que hab¨ªa adquirido en vida, gracias a un ensayo del profesor de Cambridge F. R. Leavis, The Great Tradition, que la situaba en el canon de la novela en ingl¨¦s junto con Austen, Dickens, James, Lawrence y Conrad. Desde entonces es una figura que ha podido ser discutida, pero no desplazada: hoy pr¨¢cticamente no hay lista period¨ªstica de las 25, 50, 100 o 73 ?mejores novelas en ingl¨¦s? que no le conceda a Middlemarch un lugar de honor, a veces el primero. En 2019 el bicentenario se ha celebrado en la Biblioteca Brit¨¢nica y en la National Portrait Gallery, adem¨¢s de con multitud de congresos, reediciones de sus obras y homenajes en las ciudades en que vivi¨®. Es significativo de su resonancia internacional que desde 2014 una placa conmemorativa se?ale el edificio de Weimar donde pas¨® un mes (?un mes!) en 1854 con su pareja, el cr¨ªtico literario y fil¨®sofo George Henry Lewes.
El rat¨®n pensante
Es muy probable que la vida mental y literaria de George Eliot estuviera marcada desde bien temprano por algunas de las cualidades de su hero¨ªna de Middlemarch: ?una conciencia muy activa y [¡] una gran curiosidad intelectual, que no hab¨ªa quedado satisfecha con una educaci¨®n para jovencitas comparable a las cavilaciones y opiniones de un rat¨®n pensante?; ?quer¨ªa, pobre criatura, ser sabia tambi¨¦n ella?. Toda la trayectoria ?pensante? de la escritora est¨¢ recorrida por el esfuerzo inaudito y el triunfo de la voluntad. Su padre, un acomodado administrador de fincas de Warwickshire, la mand¨® rutinariamente a un internado evang¨¦lico, pero parece que la jovencita que sali¨® de ah¨ª no consider¨® suficiente el tipo de educaci¨®n doctrinaria y farragosa que hab¨ªa recibido, ni convincente la idea de que cumplir su destino fuera casarse y tener hijos. El 2 de enero de 1842, en Coventry, adonde la hab¨ªan trasladado para que encontrara marido, horroriz¨® a su familia neg¨¢ndose a ir a la iglesia, en un acceso ¨Creconocer¨ªa m¨¢s adelante¨C de ?burdo liprepensamiento?. Aun as¨ª, convenci¨® a su padre para que le pagara clases de italiano y de alem¨¢n, y ella por su cuenta estudi¨® griego y lat¨ªn, las materias que distingu¨ªan a los hombres con estudios universitarios. No paraba de leer y, mientras ayudaba en casa, dedic¨® dos a?os y medio, entre migra?as y a disgusto, a traducir del alem¨¢n las 1500 p¨¢ginas de la Vida de Jes¨²s del erudito David Friedrich Strauss, sabiendo que para una mujer la traducci¨®n era una de las pocas v¨ªas de acceder a los c¨ªrculos literarios. Tard¨® lo suyo pero lo consigui¨®: a los treinta y un a?os estaba instalada en Londres y dirig¨ªa, aunque an¨®nimamente y sin cobrar, la prestigiosa Westminster Review, y no tardar¨ªa en conocer a lo mejorcito del momento, de John Stuart Mill a Karl Marx, de Herbert Spencer a Franz Liszt. Sigui¨® traduciendo (a Feuerbach y a Spinoza) y escribiendo art¨ªculos, pero tan insegura se sent¨ªa (a¨²n) por las irregularidades de su formaci¨®n que no inici¨® su obra narrativa hasta los treinta y siete a?os, y siempre animada por el tenaz Lewes.
Una intrusa victoriosa
En el primer relato de este primer libro que tanto le cost¨® ponerse a escribir, Escenas de la vida parroquial (1858), el narrador se dirig¨ªa al lector de esta manera: ?Deseo que despierten tu compasi¨®n las preocupaciones m¨¢s corrientes ¡ªque llores por sufrimientos reales: sufrimientos que podr¨ªan ser de tus vecinos¡ª, esas que no visten ni terciopelos ni harapos, sino atav¨ªos normales y decentes?.
Si alguien vio en estas palabras un prop¨®sito modesto, est¨¢ claro que no las entendi¨®. No es solo que su contempor¨¢neo Dostoievski reflexionara en El idiota (1869) sobre la magn¨ªfica dificultad que supone para todo escritor representar a las ?personas normales y corrientes?, sino que nuestra novelista, sin harapos ni terciopelos, trat¨® a partir de entonces todos los grandes temas habidos y por haber. A los conflictos entre la Iglesia anglicana y las facciones disidentes ya expuestos en las Escenas, siguieron novelones enmarcados en el repudio social y el infanticidio (Adam Bede, 1859), los efectos de la Revoluci¨®n Industrial en las zonas rurales (El molino del Floss, 1860), las leyes electorales y los mecanismos de la pol¨ªtica (Felix Holt the Radical, 1866), la cultura cient¨ªfica (que desempe?a un papel destacado en Middlemarch, 1871-1872), el antisemitismo y el sionismo (Daniel Deronda, 1876). Y tambi¨¦n, en un ¨¢mbito menos frecuentado por los hombres de letras, explor¨® las penurias de la educaci¨®n de las mujeres, las condiciones de desigualdad, la violencia de g¨¦nero, la descomposici¨®n familiar, la posibilidad de rehabilitaci¨®n y de una segunda oportunidad. Hasta escribi¨® una novela hist¨®rica ambientada en la Florencia del Renacimiento (Romola, 1863).
Hizo, en fin, como una intrusa victoriosa en el territorio de los saberes victorianos, todo lo que un hombre de letras habr¨ªa podido hacer, sin limitarse al ?c¨ªrculo de intimidad? que se cre¨ªa ?natural? en una mujer. Las consideraciones profundas, el tono grave y sentencioso, la omnisciencia perseverante, la b¨²squeda de proyecci¨®n y la aspiraci¨®n por tanto a la gran literatura no est¨¢n re?idos en su obra con el humor y el ingenio, a veces algo crueles, el manejo persuasivo de la nunca olvidada presencia del lector, y un talento especial ¡ªque luego reencontraremos en Thomas Hardy¡ª para encuadrar peque?os actos y gestos cotidianos en grandes sistemas de pensamiento. Despu¨¦s del enorme ¨¦xito de Adam Bede, su segundo libro, que emocion¨® a Dickens y a la reina Victoria, que encarg¨® dos acuarelas basadas en sus personajes, temi¨® la popularidad y hasta se pregunt¨® si habr¨ªa hecho algo mal. Su bi¨®grafa Kathryn Hugues asegura que para ella ?escribir novelas era una actividad moral, m¨¢s pr¨®xima a la filosof¨ªa que a contar historias?. De hecho, cuando una vez le preguntaron qui¨¦n hab¨ªa sido el modelo de Casaubon, el erudito pedante, mediocre y desp¨®tico con el que se casa infortunadamente la hero¨ªna de Middlemarch, respondi¨® que ella misma. En cualquier caso, la carga de la popularidad no le impidi¨® negociar al alza, cortejada por todos los editores (incluido Dickens), el adelanto de su siguiente novela. Adem¨¢s de haber conquistado al p¨²blico y a los ¨¢rbitros del m¨¦rito literario, se hab¨ªa convertido en una profesional.
Rebelde, apartada, readmitida a medias
Por otro lado, todos estos trofeos p¨²blicos tuvieron que exhibirse en un espacio de vida personal y social que rebosaba pathos victoriano. Cruzar las barreras intelectuales no era lo mismo que cruzar las barreras de la moralidad. Y para eso George Eliot tuvo que rebelarse y padecer algunas consecuencias. Se rebel¨® contra su padre, luego contra su hermano e incumpli¨® todos los deberes familiares: en cierto momento hasta se neg¨® a visitar a su hermana en su agon¨ªa porque estaba demasiado ocupada escribiendo. Se rebel¨® tambi¨¦n contra la sociedad y contra los c¨®digos de la discreci¨®n. Desde 1854 vivi¨® sin ocultarse con Lewes, un hombre casado a quien la ley no le permit¨ªa divorciarse por un curioso motivo: porque hab¨ªa tolerado las aventuras de su mujer, Agnes Jervis, madre de sus tres hijos, con un amante, Thornton Hunt, hijo del poeta Leigh Hunt y primer editor de The Daily Telegraph. No solo eso: Agnes hab¨ªa llegado a tener tres hijos m¨¢s de Thornton, y Lewes, encima, tambi¨¦n los manten¨ªa. Las leyes de divorcio de entonces no contemplaban estos excesos, aunque la propia Agnes deseaba que la nueva pareja de su marido se convirtiera oficialmente en la ?se?ora Lewes?. George Eliot reclam¨® con insistencia este tratamiento, porque se consideraba una mujer casada. No lo consigui¨®: tuvo que conformarse con que los tres hijos de Lewes la llamaran ?madre?.
En estas circunstancias perdi¨® a la mayor parte de sus amistades, su hermano la repudi¨®, nadie la visitaba y ella tampoco ten¨ªa ?a nadie a quien visitar?: un d¨ªa, despu¨¦s de acompa?ar a Lewes al zoo a ver especies marinas, dijo que esperaba que los moluscos le devolvieran la visita. Con el tiempo, el ¨¦xito de sus novelas le permiti¨® finalmente comprarse una casa en Londres, de donde hab¨ªa sido expulsada, recuperar hasta cierto punto la vida social y sufragar la educaci¨®n de las dos hijas de su difunta hermana en un internado y de los tres hijos de Lewes en otro internado, en Suiza (su padre los visitaba una vez al a?o). Al morir Lewes, se cas¨®, a los sesenta y un a?os y por la iglesia, con un antiguo amigo cuarent¨®n, el banquero John Cross, del cual ya hemos apuntado al principio un par de cosas rese?ables. A?adamos una m¨¢s: en la luna de miel, en Venecia, salt¨® desde la habitaci¨®n del hotel a las aguas del canal, de donde tuvo que ser recogido por unos gondoleros. El matrimonio apenas dur¨® ocho meses porque ese mismo a?o George Eliot muri¨®. Pero muri¨® al menos con el t¨ªtulo de ?se?ora Cross?.
Contra la mezquindad
Un tipo de ¨¦pica muy brit¨¢nica parece resumir la vida y la obra de George Eliot: la observaci¨®n de la mezquindad y la lucha contra ella. Supo tratar lo peque?o, lo estrecho y lo ahogado en gran formato y sobreponerse (o no, ol¨ªmpicamente) a los riesgos de semejante lente de aumento. El aumento lo impon¨ªa l¨®gicamente otro gran tema: la aspiraci¨®n, el ideal. Su hero¨ªna caracter¨ªstica es una joven que no tiene futuro fuera del ¨¢mbito dom¨¦stico pero que, sin embargo, desea m¨¢s. Y que normalmente en el camino se equivoca. Ya hacia el final de Middlemarch, la protagonista confiesa: ?No hay otro dolor sobre el que yo haya meditado tanto¡ el de amar lo que es grande, tratar de alcanzarlo y, sin embargo, fracasar?. No todas sus hero¨ªnas fracasan, y algunas encuentran en el fracaso una imprevista forma, dir¨ªamos ahora, de madurar. Pero ?amar lo que es grande? sigue estando ah¨ª, como el mayor y m¨¢s hermoso de los impulsos.
George Eliot en espa?ol
NARRATIVA:
Escenas de la vida parroquial, trad. de Marta Sal¨ªs, Alba, Barcelona, 2013.
Adam Bede, trad. de Manuel Vallv¨¦, Ediciones del Bronce, Barcelona, 2000.
El molino del Floss, trad. de Carmen Franc¨ª, Alba, Barcelona, 2019 (2003).
Silas Marner, trad. de Ana d¡¯Aumonville Alegr¨ªa, Valdemar, Madrid, 2000; Sirio, M¨¢laga, 2012, no consta traductor; trad. de Jos¨¦ Luis L¨®pez Mu?oz, Alianza, Madrid, 2014.
El velo alzado/El hermano Jacob, trads. de Jos¨¦ Luis L¨®pez Mu?oz y Carmen Franc¨ª, Alba, 2019 (1999, 2004).
Middlemarch, trad. de M? Engracia Pujals, C¨¢tedra, Madrid, 1993; trad. de Jos¨¦ Luis L¨®pez Mu?oz, Alba, Barcelona, 2013 (2000).
ENSAYOS:
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas, trad. de Gabriela Bustelo, Impedimenta, Madrid, 2012.
Impresiones de un tal Teofrasto, trad. de Carme Font Paz, Pendrag¨®n, Barcelona, 2011.
POES?A:
La oscuridad radiante: antolog¨ªa po¨¦tica, trad. de Juan Pedro Mart¨ªn Villarreal, Torremozas, Madrid, 2018.
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