Sriracha: la desconocida historia de la salsa de culto que pasa de las leyes del capitalismo
Sin patente, sin publicidad, sin cambio de precio y respetando los tiempos de producci¨®n. Millones de personas en todo el mundo aderezan sus platos con ella, pero pocos conocen sus or¨ªgenes.
Todo comenz¨® con una traves¨ªa en barco desde Vietnam a Estados Unidos. El carguero se llamaba Hoy Fong, y en ¨¦l viajaban David Tran y otros 3.000 refugiados que hab¨ªan abandonado su tierra natal despu¨¦s de que el r¨¦gimen comunista se estableciese en el pa¨ªs. Nada m¨¢s llegar, Tran se sinti¨® desolado y triste: en su nuevo hogar no hab¨ªa trabajo (ni salsa picante para alegrar la tradicional sopa Pho). Cansado de Boston, decidi¨® probar suerte en la otra ciudad en la que se hab¨ªa instalado parte de su familia. ¡°Mi cu?ado estaba en Los ?ngeles. Cuando hablamos por tel¨¦fono le pregunt¨¦ si all¨ª ten¨ªan pimientos rojos y me dijo que s¨ª, as¨ª que cogimos nuestras cosas y nos fuimos¡±, explic¨® Tran al New York Times. En la ciudad costera contaba con la materia prima adecuada para elaborar su propia salsa: a partir de entonces, ¨¦l y sus compatriotas podr¨ªan condimentar sus platos con ella y as¨ª sentirse algo m¨¢s cerca de casa.
No era la primera vez que Tran recurr¨ªa a la gastronom¨ªa para salir adelante. Durante la guerra de Vietnam, ¨¦l y su familia recorr¨ªan en bicicleta las calles para vender las salsas que ellos mismos hab¨ªan cocinado, y que despu¨¦s distribu¨ªan en botes de cristal reciclados. Como Tran era comandante del Ej¨¦rcito sudvietnamita, los primeros en catar las mezclas fueron los soldados. Desde el principio, una de ellas se convirti¨® en la m¨¢s cotizada; esa que m¨¢s tarde conquistar¨ªa el mundo. Para entender sus concepci¨®n (y su denominaci¨®n) es preciso trasladarse al distrito de Si Racha, en Tailandia. All¨ª, hace 80 a?os, una se?ora llamada Thanom Chakkapak ide¨® una salsa que despu¨¦s se comercializ¨® con el nombre de Sriraja Panich. Tran la conoc¨ªa y la utilizaba, as¨ª que decidi¨® crear su propia versi¨®n, con un toque m¨¢s picante. Sus ingredientes: vinagre, sal, az¨²car, ajo y, por supuesto, chiles rojos madurados al sol. El barrio de Chinatown, en Los ?ngeles, fue el primero en abrazar la nueva receta.
El riesgo es la antesala del ¨¦xito
Sin embargo, antes de que la salsa sriracha se comercializase, Tran se pas¨® algunos a?os vendiendo otras de sus recetas. La peque?a tienda en Spring Street, por la que pagaba un alquiler de 700 d¨®lares, fue el germen de la compa?¨ªa. ¡°Al principio intentamos pedir un cr¨¦dito al banco¡ Y nos dijeron que no. As¨ª que empezamos el negocio con nuestros ahorros. Fue un riesgo incre¨ªble¡±, cont¨® a Los Angeles Times. Aunque los comienzos fueron complicados, el reclamo se hizo cada vez mayor y Tran tom¨® una determinaci¨®n. Se traslad¨® a veinte minutos de la comunidad que lo hab¨ªa acogido y para la que ¨¦l quer¨ªa trabajar: la china. Las nuevas instalaciones, en Rosemead, antes hab¨ªan acogido una central farmac¨¦utica.
A pesar del ¨¦xito, algunos pensaron que la salsa resultaba demasiado picante, e incluso se atrevieron a sugerirle a su creador que intentase rebajar su grado de picor con salsa de tomate, pero ¨¦l se mantuvo firme a su idea inicial (y a sus gustos). Y el tes¨®n dio resultado, poco a poco, los angelinos se volvieron cada vez m¨¢s entusiastas y Tran tuvo que dejar de lado su camioneta ¨Ccon la que ¨¦l mismo transportaba las botellas¨C y empezar a comercializar la sriracha a nivel nacional. Ya no solo los ciudadanos asi¨¢ticos quer¨ªan probarla.
Desde que empez¨® a fabricar sus salsas en Vietnam, Tran tuvo claro que lo importante era cuidar los detalles, y ser meticuloso para alcanzar un sabor ¨²nico. Su predecesora, Chakkapak, tardaba tres meses en dejar madurar todos los ingredientes: cada semana se encargaba de a?adir vinagre para que la mezcla se fusionase. Y como ella, Tran se asegur¨® de que los chiles fuesen cultivados en la misma huerta, y de que estuviesen siempre frescos.
Fiel a sus principios
El logo del gallo, que decora todas las botellas de la compa?¨ªa ¨Cy tambi¨¦n la de sus decenas de r¨¦plicas porque Tran nunca patent¨® su salsa¨C, ha sobrepasado su estatus como s¨ªmbolo culinario y ahora se estampa en camisetas, vestidos, gorras o cualquier objeto que la mente humana pueda imaginar. De esta forma millones de personas en todo el mundo rinden culto al condimento prodigioso. Aun as¨ª, su propietario no ha variado ni sus ingredientes ni su precio desde que se empez¨® a comercializar en 1980, a pesar de que vende alrededor de 20 millones de botellas al a?o.
Tampoco invierte en publicidad ¨Capuesta por el boca a boca¨C y ha desestimado ofertas que prometen un mayor beneficio en detrimento de la calidad del producto. La mayor¨ªa de los empresarios han tentado a Tran con cuantiosas cantidades de dinero, pero ¨¦l asegura que ellos no muestran el m¨ªnimo inter¨¦s por su el legado. ¡°La gente que viene aqu¨ª nunca est¨¢ interesada en el producto, solo en sus beneficios¡±, aclar¨® decepcionado al Huffington Post.
En 2007, la compa?¨ªa se vio sobrepasada por un aumento en la demanda de su producto estrella. Y Tran se vio en una encrucijada: deb¨ªa escoger entre comprar pimientos en el supermercado (como hacen los fabricantes de Tabasco) o echar mano de los que vienen en escabeche. Ninguna de las dos opciones le parec¨ªan ideales, as¨ª que Tran decidi¨® que lo mejor ser¨ªa dejar de fabricar sriracha durante tres meses. La decisi¨®n podr¨ªa haber supuesto un riesgo para la empresa, pero los consumidores se mantuvieron leales a su salsa predilecta: no sabemos si por puro enganche, o como una sutil manera de agradecer la dedicaci¨®n de su fundador.
La producci¨®n no dej¨® de crecer, y el siguiente paso fue inaugurar una f¨¢brica nueva en Irwindale, California. Con ella llegaron los problemas: los residentes de la zona se quejaron de los gases t¨®xicos que estaban inhalando desde que se hab¨ªan instalado all¨ª. A los afectados les sangraba la nariz, sufr¨ªan fuertes dolores de cabeza, y se expon¨ªan a todo tipo de achaques. Para limpiar su imagen, Tran abri¨® su f¨¢brica a la gente ¨Ca pesar de que sus recetas son secreto de estado¨C. De esta manera, su director se aseguraba de acallar los rumores que tan mala prensa le estaban generando.
En la actualidad, el hijo de Tran, William, ha cogido las riendas de la empresa familiar y se muestra orgulloso del ¨¦xito conseguido. ¡°Estamos muy contentos de que los cocineros usen nuestra sriracha¡±. Aun as¨ª, para ¨¦l es importante conservar la herencia de su padre, y ser fiel a la comunidad que primero acogi¨® sus salsas. ¡°Seguimos vendiendo cerca de un 80% de nuestro producto a compa?¨ªas asi¨¢ticas, e intentamos distribuirlo a trav¨¦s de tiendas asi¨¢ticas. Ese es el mercado que queremos y al que queremos servir¡±, asegur¨® al New York Times.
La nueva f¨¢brica produce 3.000 botellas cada hora sin descanso durante seis d¨ªas. Aunque la compa?¨ªa Huy Fong Foods produce tres salsas con la misma base ¨Cla sambal oelek, la chili garlic y la sriracha¨C, solo una ha logrado que su nombre sea conocido en todo el mundo. La receta de Tran fue una pionera a la hora de acercar a los occidentales la gastronom¨ªa asi¨¢tica que, por aquel entonces solo consum¨ªan los inmigrantes que se hab¨ªan establecido en Estados Unidos. En Los ?ngeles incluso se organiz¨® un festival para honrar al picante por antonomasia, y en el a?o 2013 se present¨® un documental que narra los entresijos del producto. Adem¨¢s, en la red existen miles de blogs que proponen recetas aderezadas con sriracha. Y por si fuera poco, la ic¨®nica salsa acelera el metabolismo y mejora el estado de ¨¢nimo. Si a¨²n no lo has hecho, ?a qu¨¦ esperas para probarla?
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