?Qu¨¦ me pongo para ir a trabajar?
Cuando parec¨ªa que el ¡®casual friday¡¯ se hab¨ªa extendido tambi¨¦n al lunes, va y aumenta el inter¨¦s por los c¨®digos de vestimenta cl¨¢sicos (aunque renovados) en el entorno laboral.
En la serie Scandal pasan muchas cosas inveros¨ªmiles. Por ejemplo, hay una agencia de inteligencia internacional tan secreta que ni el presidente sabe que existe. Tambi¨¦n, la hija de un esp¨ªa y una terrorista tiene un affaire con el l¨ªder del mundo libre. Adem¨¢s, una administraci¨®n republicana aprueba una ley de control de armas. Pero quiz¨¢ lo que m¨¢s cuesta creer es que una mujer hiperocupada atraviese su fren¨¦tica jornada laboral vestida de blanco, de pies a cabeza, con guantes y capelina, y llegue al final del d¨ªa ¨Cese momento en el que se reencuentra con su sof¨¢, tambi¨¦n blanco, y su copazo de vino tinto¨C sin m¨¢cula. ?Ah! Y con los bucles del pelo perfectos, porque curiosamente nunca se le aflojan.
Aunque el de Pope no sea un modelo muy pr¨¢ctico, s¨ª est¨¢ resultando influyente, confirma Kat Griffin, de la web Corporette, dedicada a dar consejos de moda a mujeres profesionales. ?Mis lectoras, desde luego, se fijan en lo que llevan Olivia Pope (Kerry Washington en Scandal) o Alicia Florrick (el personaje de Julianna Margulies en The Good Wife)?, asegura Griffin. Algunas prendas, como la gabardina color crema de Tory Burch que Washington lleva en varios episodios, acumulan miles de pines en Pinterest y es f¨¢cil encontrar versiones m¨¢s asequibles recomendadas en Internet, como pas¨® con las blusas de seda de Gillian Anderson en The Fall.
El verano que se emiti¨® la primera temporada de esa serie, Asos not¨® un pico en la venta de ese tipo de prendas. Habr¨¢ que ver si sucede lo mismo con los vestidos cruzados, tipo Diane von Furstenberg, que luce Maggie Gyllenhaal en The Honourable Woman, otra hero¨ªna con una vida profesional ¨Cencabeza un conglomerado con origen en la venta de armas en Oriente Medio¨C tan compleja como su vestuario.
Seg¨²n Griffin, no se trata tanto de calcar sus looks, que casi siempre incluyen tacones de 12 cent¨ªmetros, como de introducir elementos m¨¢s actuales en la vestimenta laboral. ?sa era una de sus misiones cuando inici¨® su proyecto despu¨¦s de haber trabajado como periodista y como abogada en el gabinete jur¨ªdico de una empresa con sede en Wall Street. ?En aquella ¨¦poca me interesaban las tendencias y le¨ªa blogs y revistas, pero lo que encontraba era completamente impracticable. Recuerdo haber le¨ªdo en una cabecera muy popular que las sandalias de gladiador eran una gran idea de estilismo para las entrevistas de trabajo. No encontraba algo ¨²til, as¨ª que decid¨ª crear un lugar en el que se estableciera un mejor di¨¢logo entre la moda y la realidad?.
Marta Soul
En su web no aparecen pol¨ªticas ni empresarias conocidas. ?No me gusta verlas como iconos de estilo. No se dedican a eso y no se les debe exigir que vistan bien. Y las que lo hacen seguramente tienen ayuda de estilistas, entrenadores, asesores¡ cosas que no est¨¢n al alcance de las mujeres normales?. A ¨¦stas les da dos macroconsejos fundamentales: ?El primero es: conoce tu espacio. Lo que funciona en la oficina de tu amiga puede no servir para la tuya. Y el segundo: no lleves cosas que distraigan. A veces significa tirar por algo muy conservador y otras, simplemente, evitar zapatos que hagan mucho ruido o pendientes que cuelguen?.
Seg¨²n Laura Eceiza, soci¨®loga de la Moda y profesora en la Universidad Europea de Madrid, los c¨®digos de vestimenta se han relajado. ?Hasta los 90 eran mucho m¨¢s estrictos. Los zapatos y los bolsos deb¨ªan ir conjuntados, los calcetines ten¨ªan que ser del mismo color que el zapato, mezclar ciertos tonos era s¨ªntoma de mal gusto¡ En los ¨²ltimos 20 a?os hemos sufrido un giro radical?. Pero precisamente porque el abanico se ha ampliado, tambi¨¦n parece haber m¨¢s desorientaci¨®n. ?Nos sentimos perdidos ante una oferta inmensa, abrumados, y no sabemos c¨®mo dar una imagen adecuada a lo que queremos transmitir?, apunta.
De ah¨ª que surjan webs y servicios de asesor¨ªa como Corporette o Working Outfits, que ha fundado la sevillana Rebeca ?vila. ?Llevo m¨¢s de 15 a?os trabajando en relaciones p¨²blicas y he aprendido que la imagen es mucho m¨¢s que un simple estilismo, es una potente herramienta para conocerse mejor y ganar en seguridad?, afirma. En su p¨¢gina, prescribe soluciones para situaciones espec¨ªficas (reuniones, presentaciones, entrevistas de trabajo) y las adapta a diversos ¨¢mbitos profesionales. ?Incluso dentro de los sectores m¨¢s r¨ªgidos, como la banca o la abogac¨ªa, puede haber mil matices?, explica. Silvia Cruz, una treinta?era que trabaja en una importante entidad financiera, entiende a qu¨¦ se refiere ?vila con lo de la rigidez. ?El d¨ªa que hice la primera entrevista me compr¨¦ un traje azul de Zara y una camisa blanca. Parec¨ªa una camarera y me sent¨ªa rar¨ªsima. Ahora le he ido cogiendo el punto y me siento m¨¢s yo [hoy lleva una falda beis y un top color mostaza], pero me ha costado?. Aun as¨ª, define su armario como completamente ?bipolar?. De su vida civil no aprovecha ni los bolsos. ?Incluso llevo las u?as distintas. De lunes a viernes, en rosa claro; y los fines de semana, sin esmalte o de color rojo subido?.
Para evitar ese ¡®efecto camarero¡¯ y otros errores, la ONG brit¨¢nica Smart Works ofrece ropa y consejos a mujeres con bajos ingresos y con dificultades para salir del desempleo. Les ceden un look completo y les dan claves para afrontar las entrevistas de trabajo. La organizaci¨®n colabora con The Outnet, donde los bolsos, tras todos los descuentos, pueden seguir costando lo mismo que el salario m¨ªnimo interprofesional. Pero lo que se proponen sus fundadoras es dar recursos, que parecen de sentido com¨²n, a mujeres que culturalmente no han podido tener acceso a ellos. Y al parecer funciona. En su web recogen testimonios como el de Kim, una se?ora de 51 a?os que hab¨ªa enviado m¨¢s de 100 solicitudes de trabajo sin ¨¦xito. Con su traje prestado, se sinti¨® ?como con un mill¨®n de d¨®lares? en la entrevista y consigui¨® empleo en el servicio de atenci¨®n al cliente de una empresa de telefon¨ªa.
?En los contextos profesionales se recurre casi inconscientemente a modos de actuar y de expresarse especialmente artificiales. Por ejemplo, cuando conoces a alguien y le preguntas cu¨¢l es su profesi¨®n, su imagen se transforma autom¨¢ticamente?, reflexiona Marta Soul, la artista que firma las im¨¢genes que acompa?an este reportaje y que se exhiben en el espacio La F¨¢brica de Madrid hasta finales de noviembre. La colecci¨®n, con el t¨ªtulo de Welljob, muestra a mujeres en entornos laborales id¨ªlicos. ?He querido representar el sue?o de alcanzar el ¨¦xito profesional y la idea del empleo como meta personal que parece vivirse en la actualidad?, explica la fot¨®grafa. ?Existen uniformes tambi¨¦n en el mundo del arte? ?S¨ª, hasta hace cinco a?os, las gafas de pasta eran parte del uniforme del comisario de arte. Hay un conjunto de elementos est¨¦ticos que de pronto hacen que la persona encaje o no en un contexto profesional espec¨ªfico?. M¨¢s recientemente, en los entornos creativos las sneakers se han convertido en otra parte esencial del uniforme, de ah¨ª que algunos blogs avisen (con y sin iron¨ªa) a sus lectoras de que no tengan la ocurrencia de asistir a ferias de arte como la Frieze de Londres con tacones. All¨ª, si uno quiere pasar por un insider, se va con unas Air Jordan reeditadas o con unas Stan Smith. En el ¨¢mbito acad¨¦mico, en cambio, la aspiraci¨®n es no mostrarse ni demasiado formal, como en la esfera corporativa, ni demasiado interesado en la moda, como en los trabajos creativos.
Marta Soul
Lo denunciaba recientemente Francesca Stavrakopoulou en un interesante art¨ªculo en The Guardian. En una ocasi¨®n, a esta profesora de Religiones Antiguas en la Universidad de Exeter le se?alaron amablemente en un congreso que se recogiera el pelo y se pusiera zapatos menos extravagantes para ?parecer m¨¢s seria?. Seg¨²n dice, las mujeres del ¨¢mbito universitario que visten de manera considerada ?muy femenina?, como ella, corren el riesgo de parecer fr¨ªvolas, pero a las que adoptan un uniforme m¨¢s corporativo se las acusa de practicar el power dressing; es decir, de ser ambiciosas hasta la saciedad. ??Qu¨¦ diferente es la cosa para el hombre acad¨¦mico! Si lleva un traje, simplemente se le percibe como profesional y elegante. El g¨¦nero masculino ya tiene asociado intr¨ªnsecamente el poder. Por eso mismo, tambi¨¦n pueden permitirse ir hechos un desastre. Los profesores que llevan sudaderas, vaqueros y camisetas son vistos como gente cercana por los estudiantes. Los que son m¨¢s mayores y llevan manchas de yema de huevo en la americana de tweed, como exc¨¦ntricos e intelectuales?.
La escritora y acad¨¦mica Mercedes Cebri¨¢n, quien ha ejercido como doctorada en la Universidad de Londres y en la de Pensilvania, en Filadelfia, se reconoce en lo que cuenta la profesora brit¨¢nica: ?Yo misma me sorprend¨ª al ver a una investigadora espa?ola de otro centro de estudios que llevaba tops de encaje negro. Reconozco haber tenido pensamientos rancios al respecto, contagiada por el temor a salirse de la est¨¦tica neutral que se les supone a las mujeres intelectuales?.
En el Design Museum de Londres se acaba de inaugurar una ambiciosa exposici¨®n que reflexiona sobre estas cuestiones, sobre c¨®mo las mujeres se sirven de la moda para otorgarse poder. El entramado de la muestra lo ha dise?ado la arquitecta Zaha Hadid, alguien que no tiene el m¨ªnimo inter¨¦s en pasar desapercibida en sus decisiones est¨¦ticas. Una parte de la muestra analiza c¨®mo han vestido las f¨¦minas poderosas. Acaba en Hillary Clinton y empieza en la reina egipcia Hatshepsut, la primera que adopt¨® elementos de la moda masculina para que la tomaran m¨¢s en serio. No hace falta ser muy listo para ver la l¨ªnea directa entre Hatshepsut y los trajes agresivos de los a?os 80, con hombreras que pretend¨ªan dar a las mujeres lo que les falta para parecer hombres y as¨ª pasar por alguien que merece ejercer el poder.
Para la exposici¨®n, m¨¢s de una veintena de profesionales de alto perfil p¨²blico han cedido un conjunto suyo acompa?ado de un texto explicativo. La comisaria, Donna Loveday, admite que aspiraba a tener a la reina de Inglaterra y a Angela Merkel. Dijeron que no, pero s¨ª est¨¢n Vivienne Westwood, la alcaldesa de Par¨ªs Anne Hidalgo y Miriam Gonz¨¢lez Dur¨¢ntez ¨Cla abogada vallisoletana que comparte su vida con el vice primer ministro, Nick Clegg¨C. Gonz¨¢lez cuenta que tiene dos armarios, uno profesional, acorde con ?lo que se espera de los hombres y las mujeres? en su trabajo, y otro privado, ?m¨¢s sencillo y divertido?. Asegura que gasta mucho m¨¢s en ropa desde que su marido ejerce el cargo y, aunque no lo diga, tambi¨¦n est¨¢ mucho m¨¢s escudri?ada y observada. Hubo quien critic¨® el tocado ?estilo Carmen Miranda? ¨Cpara sus detractores¨C que llev¨® a la boda de los duques de Cambridge, pero eso no parece frenarle. El vestido que ha cedido para la exposici¨®n es rojo y de Zara. Se lo puso el d¨ªa que dijo en p¨²blico que los hombres que concilian son los que tienen m¨¢s ?cojones?.
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