C¨®mo Roxane Gay comi¨® hasta pesar 261 kg para enterrar su violaci¨®n en grupo
La popular escritora se abre en canal en ¡®Hambre¡¯, unas crudas memorias sobre c¨®mo el trauma de haber sido agredida a los 12 a?os cambi¨® su visi¨®n (y espacio) en el mundo.
¡°El pasado est¨¢ descrito en mi cuerpo. Cargo con ¨¦l todos y cada uno de los d¨ªas. A veces siento como si el pasado pudiera matarme. Es una carga muy pesada. En mi historia de violencia hubo un chico. Yo le quer¨ªa. Se llamaba Christopher. En realidad no se llamaba as¨ª, pero no hace falta que os lo diga. Christopher y varios de sus amigos me violaron en el bosque, en una caba?a de caza abandonada, donde nadie salvo aquellos chicos pod¨ªa o¨ªr mis gritos¡±
Hambre, memorias de mi cuerpo
Roxane Gay es una reputada ensayista, escritora y activista estadounidense. Profesora universitaria en Purdue, sus columnas se publican regularmente en The New York Times o The Guardian. Editora de ensayos para The Rumpus,?la recopilaci¨®n de sus textos en Mala Feminista (traducidos aqu¨ª al castellano por Capit¨¢n Swing), alcanz¨® tanto ¨¦xito y aplauso medi¨¢tico que las webs sat¨ªricas bromeaban con titulares tipo ¡°Mala feminista todav¨ªa no ha le¨ªdo Mala Feminista¡°. Analista sobre raza (Gay es de origen haitiano), g¨¦nero e identidad, la escritora se abre en canal en Hambre, memorias de mi cuerpo (Capit¨¢n Swing). Una autobiograf¨ªa que retuerce, incomoda y rompe a un lector incapaz de apartar la vista ante la confesi¨®n de c¨®mo una violaci¨®n en grupo cuando apenas ten¨ªa 12 a?os la sumi¨® en una espiral de autoodio, verg¨¹enza y culpa que deriv¨® en la superobesidad m¨®rbida?que padece (diagn¨®stico cl¨ªnico basado en el IMC, ?ndice de Masa Corporal).
¡°Empec¨¦ a comer para cambiar mi cuerpo, es algo que hice de manera intencionada¡±, desvela en este relato de casi tres d¨¦cadas de aferrada lucha contra su f¨ªsico. Una ¡°jaula¡± que ha definido su relaci¨®n con el mundo: su c¨¦nit fueron 261 kg repartidos por su metro noventa poco antes de rechazar someterse a un bypass g¨¢strico. ¡°En mi vida hay un antes y un despu¨¦s. Antes de ganar peso. Despu¨¦s de ganar peso. Antes de que me violaran. Despu¨¦s de que me violaran¡±, sentencia.
¡°Me rompieron, y para entumecer el dolor de aquel destrozo com¨ª, com¨ª y com¨ª¡±, escribe. Gay nunca denunci¨® ni comparti¨® con sus seres queridos su agresi¨®n sexual en grupo hasta hace unos pocos a?os. Su silencio se fundi¨® con la autodestrucci¨®n de su cuerpo para crear un escudo contra el mundo y el g¨¦nero masculino (¡°Sab¨ªa que no ser¨ªa capaz de soportar otra violaci¨®n como aquella, de modo que com¨ª porque pens¨¦ que si mi cuerpo se volv¨ªa repulsivo, podr¨ªa mantener alejados a los hombres, ser¨ªa m¨¢s despreciable, y ya conoc¨ªa demasiado bien su desprecio¡±). Todav¨ªa sigue en guerra contra su f¨ªsico ¨Cahora est¨¢ por debajo de los 200 kg¨C, tras intentar m¨²ltiples dietas que tambi¨¦n acaba saboteando en cuanto vislumbra resultados positivos. O como ella lo resume, lleva todo este tiempo ¡°hambrienta de dejar de sentir dolor¡±.
Tras su agresi¨®n a los 12 a?os, opt¨® por ¡°comer, comer y comer¡± para anularse ante el mundo (¡°aquellos chicos me trataron como si yo fuera nada, de modo que me convert¨ª en nada¡±). Lo hizo porque desde peque?a entendi¨® que la obesidad repele, y asquea, a la sociedad patriarcal. Que a las ni?as se nos ense?a ¡°a no ocupar espacio¡± y a ¡°ser delgadas y peque?as¡± porque ¡°si somos vistas, debemos agradar a los hombres y resultar aceptables de cara a la sociedad¡±. Gay pas¨® por un internado en Exeter en el que, sin supervisi¨®n paterna, pudo lanzarse a ese precipicio de culpa y de autodesprecio y engordar, pr¨¢cticamente de golpe, 13 kilos. Creci¨® encerrada en su caparaz¨®n mientras se hac¨ªa m¨¢s lista y escrib¨ªa mejor. Rom¨¢ntica empedernida por su afici¨®n a las novelas de aventuras adolescentes (desde Judy Blume a Las gemelas de Sweet Valley), entr¨® en Yale, huy¨® a mitad de la carrera y saltaba de estado en estado a la b¨²squeda de cari?o en desconocidos amantes que conoc¨ªa a trav¨¦s de Internet (hombres y mujeres). Durante su veintena engord¨® 12 kg e hizo pr¨¢cticamente de todo: trabaj¨® en una compa?¨ªa de sexo telef¨®nico, fue okupa, vivi¨® una historia de amor sereno junto a un hombre y regres¨® a casa para enderezar su carrera profesional. Todav¨ªa se siente inc¨®moda con las muestras de cari?o. Fue bul¨ªmica durante dos a?os.
¡°Estar delgado es un valor social¡±, advierte la ensayista. Su texto no es s¨®lo la historia de un trauma. Tambi¨¦n es un afilado an¨¢lisis sociocultural sobre la demonizaci¨®n y la crueldad con la que se juzga, y castiga, a la obesidad. Consciente y clara sobre las dolencias y p¨¦sima salud que arrastra por su sobrepeso, Gay carga contra el espect¨¢culo de los programas de adelgazar populares en la televisi¨®n de EEUU (¡°su mensaje siempre es el mismo: la autoestima y la felicidad est¨¢n inextricablemente vinculadas al hecho de estar delgado¡°). Contra el marketing de las dietas milagro (¡°equiparar delgadez a autoestima es una poderosa mentira. Est¨¢ claro que se trata de una mentira jodidamente convincente porque la industria de p¨¦rdida de peso prospera¡±). Contra Oprah por haber paseado en su programa un carrito cargado de grasa animal simbolizando los 32 kg que perdi¨® en 1988 para despu¨¦s hacerse con el 10% de Weight Watchers. Y contra el mundo ¡°que fuerza a tantas chicas y mujeres a hacer todo lo posible por desaparecer. Nadie quiere o¨ªr historias de chicas gordas que ocupan demasiado espacio y, sin embargo, siguen sin encontrar un lugar donde encajar. La gente prefiere historias de chicas demasiado flacas que se matan de hambre y hacen demasiado ejercicio y que tienen un aspecto gris y macilento y que a simple vista desaparecen¡±.
Hambre no es una confesi¨®n sanadora con cl¨ªmax resolutivo. Las heridas de Gay siguen abiertas. Sufre timidez cr¨®nica y siente p¨¢nico esc¨¦nico. Es hiperconsciente de su envergadura y se rinde al autodesprecio con una facilidad que hiela la sangre, aunque alivia al lector al afirmar que a sus 40 a?os ¡°he sido capaz de admitir que me gusto, a pesar del fastidio de sospechar que no deber¨ªa gustarme¡±. Googlea continuamente el nombre del violador que lider¨® su agresi¨®n en grupo. Sabe, por sus redes sociales, qu¨¦ aspecto tiene, d¨®nde trabaja y qu¨¦ coche conduce. ¡°Me pregunto si sabe que pienso en ¨¦l cada d¨ªa. Digo que no, pero lo hago. ?l siempre est¨¢ conmigo. Siempre. No tengo paz¡±.
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