?Me robaron el alma?: c¨®mo la cultura corporativa de las empresas priva de la personalidad
?Ten¨ªamos que ser felices de nueve de la ma?ana a seis de la tarde. No importaba si recib¨ªamos un correo desagradable o si un superior nos faltaba al respeto. Mostrar alg¨²n tipo de emoci¨®n m¨¢s all¨¢ de la complacencia no era profesional?.
?Soy un ser humano? Es una pregunta que me hice varias veces en mi ¨²ltimo trabajo. Por la forma en la que se me trat¨® en alguna que otra ocasi¨®n dir¨ªa que no, que no se me consideraba del todo humana. Ni a m¨ª, ni a mis compa?eros de la oficina. Cada uno de nosotros era el t¨ªtulo asociado a su nombre, no al contrario; por lo que de vez en cuando nos encontr¨¢bamos intentando recordar c¨®mo se llamaba la persona que ten¨ªa que arreglarnos la fotocopiadora o la mujer que ocupaba la recepci¨®n. Lo m¨¢s importante en ese trabajo era cumplir los objetivos que se nos asignaban al comienzo de cada a?o. Fing¨ªamos que nos entusiasmaba el nuevo desaf¨ªo delegado en nosotros y prepar¨¢bamos presentaciones de PowerPoint con las que ocult¨¢bamos que no ten¨ªamos ni idea de c¨®mo llevar¨ªamos a cabo las tareas que nuestros superiores hab¨ªan decidido delegar en nosotros. El secreto del buen jefe (una teor¨ªa) no es ninguno de los que se lista en los libros sobre liderazgo, sino saber muy bien a qu¨¦ miembro del equipo adjudicar cada problema que surja a lo largo del trimestre. La segunda cosa m¨¢s importante era nuestra felicidad. Ten¨ªamos que ser felices de ocho o nueve de la ma?ana a cinco o seis de la tarde. No importaba si recib¨ªamos un correo desagradable o si un superior nos faltaba al respeto. Mostrar alg¨²n tipo de emoci¨®n m¨¢s all¨¢ de la complacencia no era profesional.
En ese af¨¢n por dominar el idioma corporativo fui perdiendo de vista qui¨¦n era como persona y qu¨¦ quer¨ªa en mi vida. Mis preocupaciones se convirtieron en agentes extra?os que solo ten¨ªan sentido en el espacio-oficina: sinergias, KPI, accruals, budgets. Mi vida pas¨® a consistir en mi trabajo y me convert¨ª en una desconocida para m¨ª misma. Solo me di cuenta de esto cuando perd¨ª el trabajo. La ¨²ltima vez que vi cara a cara a mi jefa observ¨¦ ensimismada sus movimientos al otro lado de la pantalla. Parec¨ªa tranquila y eficiente. Una vez finaliz¨® la llamada en la que me despidieron, experiment¨¦ una ligera confusi¨®n, luego alivio y, al final, una paz extra?a que me acompa?¨® durante las siguientes semanas. No llor¨¦ y no pregunt¨¦ por qu¨¦. Le¨ª mi carta de preaviso mientras o¨ªa a algunos de mis compa?eros en los despachos contiguos al que yo sol¨ªa ocupar recibir llamadas similares. ?Soy un ser humano? Durante muchos a?os me sent¨¦ al otro lado del escritorio de mi jefa y tom¨¦ notas fren¨¦ticas de todas sus ideas y peticiones, por muy disparadas, fastidiosas o injustas que me parecieran. Poco a poco fui siendo m¨¢s legal assistant (el t¨ªtulo en mi firma) y menos Meryem, y no me parec¨ªa importante, no me parec¨ªa triste, porque desde el principio de los tiempos se nos ha inculcado que nuestro valor como personas reside en si producimos o no. Esta es la informaci¨®n que consideramos m¨¢s importante sobre nosotros mismos: nombre, edad, profesi¨®n. ?No es triste?
Esta semana comienzo un nuevo trabajo en una ciudad nueva y me he propuesto no renunciar a tantas cosas a cambio de mi sueldo. Trabajar para poder vivir, no lo contrario. Parece un clich¨¦, pero a veces lo m¨¢s obvio es lo primero que se nos olvida.
* El primer libro de Meryem El Mehdati, ¡®Supersaurio¡¯ (Blackie Books), es un relato?sobre una generaci¨®n, la suya, quemada por el trabajo. El libro se convirti¨® en uno?de los debuts literarios m¨¢s aclamados de 2022. La autora, que naci¨® en Rabat?pero vive en Canarias, lleva casi dos d¨¦cadas escribiendo ¡®fanfictions¡¯ en internet.
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