Discurso de Jon Lee Anderson
Jon Lee Anderson: "Agradezco mucho el honor que me han hecho al invitarme hablar en la ceremonia de entrega de los Premios Ortega y Gasset. La primera vez que vine a Espa?a, hace 35 a?os, en plena dictadura de Franco, la gente de este pa¨ªs todav¨ªa no ten¨ªa una voz propia, todav¨ªa no ten¨ªa EL PA?S, diario independiente que naci¨® con la democracia de Espa?a y que ha ido informando a su pueblo —y pueblos m¨¢s all¨¢— desde entonces. ?Qu¨¦ diferente era la Espa?a de entonces!
La libertad pol¨ªtica y la libertad de expresi¨®n tardaron mucho en llegar a Espa?a, y a veces no ha sido f¨¢cil mantenerlas. A veces, las nuevas constituciones y los cambios en las estructuras del poder pol¨ªtico no son suficientes. Son necesarias tambi¨¦n transformaciones sociales y voluntad de independencia por parte de la sociedad misma; que la sociedad reconozca estas libertades, las permita y ampare.
Los premiados —tres mexicanos, una cubana y un espa?ol cuya musa queda m¨¢s all¨¢ de estas fronteras— son portavoces elocuentes de lo mucho que todav¨ªa tiene que recorrer gran parte del planeta para llegar donde estamos hoy en Espa?a, hablando libremente sobre lo que nos da la gana, para bien o para mal.
Todos los premiados tienen algo en com¨²n, y es su relaci¨®n —o m¨¢s bien su falta de relaci¨®n— con el poder. Son periodistas independientes que han establecido una relaci¨®n con el p¨²blico a trav¨¦s de una obsesi¨®n, una misi¨®n compartida. Y esa misi¨®n, cuyos resultados vemos en los trabajos aqu¨ª premiados, ha sido la de fiscalizar al poder y comunicarse directamente con el p¨²blico. Han puesto sobre el tapete las consecuencias que pueden sufrir los que se sienten mas all¨¢ del juicio del gran p¨²blico, hacedores de sus propias leyes, impunes. El trabajo de todos los premiados se distingue hoy justamente por su preocupaci¨®n por el abuso y el uso arbitrario del poder, y sus consecuencias.
Es important¨ªsimo que se premie a estos ejemplos de independencia porque el gremio vive siempre con el riesgo de perderla. Y es que la independencia es nueva y todav¨ªa muy fr¨¢gil. Desde sus or¨ªgenes, el periodismo ha mantenido una relaci¨®n estrecha con las esferas del poder.
Nuestros antepasados fueron los fieles escribanos de las cortes reales o los frailes cronistas de las expediciones de los conquistadores. S¨®lo en la modernidad —en a?os muy recientes en realidad— empezamos a ser comunicadores independientes que se apartaban del poder para observarlo, investigarlo y, a veces, fiscalizarlo. Los que ejercemos la profesi¨®n sabemos, sin embargo, que el mundo no es perfecto ni lo somos nosotros. El camino hacia la independencia es para el periodismo un poco como los pa¨ªses que una vez fueron colonias. Hay patolog¨ªas de dependencia que todav¨ªa marcan nuestros pasos. Y existen ciertas limitaciones —todos las tenemos— debidas a nuestros jefes editoriales, a los due?os de nuestros medios, a las leyes o a la falta de un Estado de derecho efectivo que nos ampare en los pa¨ªses donde vivimos. Pero disponemos ya de algo que no tuvieron nuestros antepasados.
Disponemos de una convicci¨®n compartida de lo que ha de ser el estado ideal del oficio. Sabemos que debemos ser libres y no actuar coaccionados ni censurados por nadie. Esto mismo nos obliga a mantener una distancia saludable con el poder. Pero la paradoja es que tambi¨¦n tenemos muchas veces que quedarnos bastante cerca del poder para lograr saber y contar lo que se trae entre manos. Esto no es f¨¢cil, pero es esencial. En muchas partes del mundo los periodistas somos pr¨¢cticamente los ¨²nicos intermediarios entre el p¨²blico —que no tiene poder mas all¨¢ del de su opini¨®n o en el mejor de los casos de su voto— y los poderosos —que s¨ª lo tienen—, sean ¨¦stos pol¨ªticos, g¨¢nsteres o curas vestidos de sotana.
En nuestro oficio nos vemos envueltos muchas veces en una pugna con las autoridades, una pugna que a veces es mucho m¨¢s fuerte que nosotros. Casi siempre es una lucha desigual, porque mientras el poder de los Gobiernos, sean democr¨¢ticos o sean de facto, dispone de muchos recursos —incluyendo la violencia—, para hacer prevalecer su interpretaci¨®n de la verdad, la ¨²nica arma del periodista es la palabra. Y ¨¦sta tiene que ser sincera e independiente.
Voy a terminar con una an¨¦cdota, sobre alguien que conoc¨ª en Afganist¨¢n, un personaje algo pintoresco, que es un buf¨®n, un buf¨®n como los de los reyes de la antig¨¹edad. Como se acordar¨¢n, lo que distingu¨ªa a los bufones era su aparente libertad de expresi¨®n; los reyes les permitieron libertades de expresi¨®n especiales que no consent¨ªan a sus dem¨¢s s¨²bditos. En el mejor de los casos, los bufones serv¨ªan de enlace entre el rey y el pueblo. Criticaban al rey en su cara y tambi¨¦n le transmit¨ªan las inquietudes del pueblo, cosas que el resto de las personas que le rodeaban jam¨¢s le dir¨ªan. Y, en el peor de los casos, el buf¨®n serv¨ªa s¨®lo como un payaso que entreten¨ªa al rey y que le alababa. Y, si le contaba la cr¨ªtica, era cr¨ªtica de sus enemigos.
Hace un par de a?os, en un pueblo de Afganist¨¢n, fui invitado a la casa de un se?or de la guerra. En su valle era el rey, y ten¨ªa bajo su dominio y bajo su protecci¨®n a un hombre que se llamaba Samad Pashion, y que me dec¨ªan era un mascara, en la lengua persa.
Descubr¨ª que mascara es el origen del t¨¦rmino buf¨®n de la Edad Media en Europa, y es muy probable que los bufones se originaran en Afganist¨¢n y que se fugaran hacia Europa tras la invasi¨®n de Gengis Khan. Pero algunos se quedaron y, hasta hace pocas d¨¦cadas, a¨²n entreten¨ªan y dec¨ªan las verdades a los reyes —la monarqu¨ªa en Afganist¨¢n fue derrocada hace 30 a?os—.
Este buf¨®n, Samad Pashion, hab¨ªa sobrevivido a la guerra posterior a la invasi¨®n sovi¨¦tica haciendo recitales, pasando de un se?or de la guerra a otro, sirvi¨¦ndoles de buf¨®n. Pero era famoso porque, adem¨¢s de c¨®mico, era un extorsionador profesional, un ladr¨®n maestro, seg¨²n sus anfitriones, y tambi¨¦n un asesino con 50 v¨ªctimas a sus espaldas. Eso me lo dec¨ªa con orgullo su anfitri¨®n, el se?or de la guerra que lo cobijaba. Yo pas¨¦ una noche viendo el show de Pashion, que inclu¨ªa bailes, teatro, chisme, humor negro y colorido. Hablaba de todo, desde sexo hasta pol¨ªtica. E hizo un teatro de su propia muerte. ?l lo llam¨® la muerte de Samad Pashion. Se tir¨® al suelo y simul¨® que se asfixiaba. Parec¨ªa muy aut¨¦ntico porque hab¨ªa presenciado la muerte muchas veces y de cerca.
Al final, como de postre, comenz¨® a contar an¨¦cdotas de los asesinatos que hab¨ªa cometido. El m¨¢s c¨®mico para el entorno era una historia que hablaba de un hombre de su pueblo que lo hab¨ªa insultado en el mercado por la forma en que estaba vestido. Pashion, para vengar su honor, hab¨ªa ido a su casa, lo hab¨ªa asesinado y hab¨ªa robado sus zapatos. El robo de los zapatos era la parte c¨®mica y todo el mundo se mor¨ªa de risa. Luego me dijo a m¨ª que si necesitaba asesinar a cualquier persona en Kabul me lo hac¨ªa por 2.000 d¨®lares. Cuando le dije que era demasiado costoso, ri¨® y me hizo ver que estaba dispuesto a negociar.
Como todo buen buf¨®n, ten¨ªa algunas cosas irreverentes que decir sobre el presidente de su pa¨ªs, de la tribu opuesta a la de su se?or de la guerra. Compar¨® al presidente Karzai con uno de los perros de monta?a que los afganos mantienen en sus pueblos y se van con ellos de cacer¨ªa en los inviernos. Son muy tontos, as¨ª que muchas veces se pierden en las nieves y no saben c¨®mo regresar a casa. La par¨¢bola me dej¨® confundido, hasta que el se?or de la guerra me la explic¨®: Karzai ha estado con los americanos tanto tiempo que ha olvidado c¨®mo es Afganist¨¢n.
Me di cuenta entonces de que para el se?or de la guerra, sus hombres, y la gente de ese valle, Samad Pashion era lo que m¨¢s se acercaba a un periodista. Y viv¨ªa de una forma cruda, en una cuerda floja entre la supervivencia y la muerte. La independencia que ostentaba como buf¨®n era teatro.
La clave para todos nosotros no es tan distinta al reto que tiene delante Pashion; es saber c¨®mo mantener el balance en esa cuerda floja que forma la frontera entre las esferas del poder y la independencia. La gran diferencia para nosotros es que debemos tener presente siempre que nuestra supervivencia depende no de nuestras habilidades para hacer re¨ªr al cacique, sino de nuestra independencia, de verdad.
Y creo que eso es justamente lo que estamos celebrando aqu¨ª esta noche."
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