Un santo bajo sospecha
Benedicto XVI impulsa la beatificaci¨®n de P¨ªo XII, un ultraconservador a quienes los jud¨ªos atribuyen "demasiados silencios" ante el Holocausto y ser tibio ante el terror de Hitler. Menos pol¨¦mica genera el proceso iniciado para elevar a los altares al pont¨ªfice Juan Pablo II
El hoy venerable P¨ªo XII, Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli (Roma, 1876-Castelgandolfo, 1958), fue el jefe del catolicismo durante los a?os m¨¢s convulsos del siglo XX, entre 1939 y 1958. Su liderazgo al frente de la Iglesia cat¨®lica suscita todav¨ªa hoy una enorme controversia hist¨®rica. Durante largos a?os fue conocido como el Papa de Hitler. Se hac¨ªa notar su germanofilia y su extremo cuidado en las formas al oponerse al r¨¦gimen nazi y al exterminio nazi. Hoy, en el museo Yad Vashem de Jerusal¨¦n, una placa recuerda que P¨ªo XII call¨® demasiadas veces ante el Holocausto.
Seg¨²n otras fuentes, entre 1941 y 1944 el Papa y la Iglesia cat¨®lica salvaron a m¨¢s jud¨ªos de la persecuci¨®n nazi que cualquier otra persona o instituci¨®n. Autores y pol¨ªticos israel¨ªes como Golda Meir sostuvieron que al menos 860.000 jud¨ªos fueron salvados por el Vaticano. Historiadores posteriores replicaron que esos elogios eran s¨®lo una forma de conseguir que la Santa Sede reconociera al Estado de Israel.
La carrera de Pacelli fue mete¨®rica. Nuncio en Alemania en 1920, ayud¨® a firmar la paz en la I Guerra Mundial
Una fundaci¨®n afirma que tiene documentos que prueban que P¨ªo XII "trabaj¨® con diligencia para salvar a los jud¨ªos"
En 1963, El vicario, una obra del dramaturgo alem¨¢n Rolf Hochhuth, retrat¨® a P¨ªo XII como a un hip¨®crita que evit¨® intervenir ante el Holocausto. El autor y la obra, que duraba cinco horas, nacieron en la Rep¨²blica Federal de Alemania, pero siguen siendo atacados hoy como un panfleto marxista. No hace mucho, una revista cat¨®lica italiana ha escrito que las acusaciones part¨ªan del bloque comunista y que fue Radio Mosc¨², el 2 de junio de 1945, la primera que acus¨® a Pacelli de ser el Papa de Hitler.
Sectores cat¨®licos recuerdan que el general Pacepa, jefe de la Securitate rumana, afirm¨® que tanto la obra de teatro como los ataques contra el Papa fueron fabricados por el KGB para desacreditar a la Iglesia durante la guerra fr¨ªa. Como tantas veces: Marx contra Dios.
Para contrarrestar la leyenda negra, Pablo VI abri¨® en 1965 la causa para la canonizaci¨®n de Pacelli y permiti¨® acceder a los archivos de los a?os previos a la guerra. En 2008, documentos desclasificados en Estados Unidos, Argentina e Inglaterra mostraron que la colecci¨®n vaticana estaba llena de omisiones cruciales.
Desde 1999, una comisi¨®n judeo-cat¨®lica formada por seis profesores trabaja para tratar de entender mejor los silencios de Pacelli. El ¨²nico resultado son 47 preguntas y la queja del jud¨ªo Michael Marrus: el Vaticano torpedea la investigaci¨®n.
Los archivos de los a?os cruciales (1940-1945) siguen cerrados. Pero Benedicto XVI puede haberlos visto. Y parece creer firmemente en la santidad de P¨ªo XII. Ratzinger piensa que si su antecesor call¨® fue s¨®lo para no provocar demasiado a Adolf Hitler y no empeorar la situaci¨®n de los jud¨ªos, una palabra que aqu¨¦l evit¨® siempre utilizar (en su lugar, usaba el t¨¦rmino no arios).
En junio pasado, la fundaci¨®n Pave the Way para el entendimiento entre religiones, dirigida por el jud¨ªo Gary Krupp, anunci¨® que tiene 2.300 nuevas p¨¢ginas de documentos que demuestran que P¨ªo XII "trabaj¨® con diligencia para salvar a los jud¨ªos de la tiran¨ªa nazi". Hace un mes, la fundaci¨®n pidi¨® al museo Yad Vashem que incluya a P¨ªo XII en la lista de los Justos entre las Naciones. Seg¨²n Krupp, un documento alem¨¢n in¨¦dito prueba que, en septiembre de 1943, el Gobierno nazi ide¨® un plan para secuestrar y matar a Pacelli, y que ¨¦ste cont¨® a sus cardenales que hab¨ªa redactado su carta de dimisi¨®n porque tem¨ªa su muerte inminente. El fil¨¢ntropo jud¨ªo ha a?adido que P¨ªo XII orden¨® a su Curia desplazarse a un pa¨ªs neutral y elegir all¨ª a un nuevo Papa.
La apasionante controversia est¨¢, pues, en su punto m¨¢s ¨¢lgido. ?Por qu¨¦ Ratzinger ha decidido ahora beatificar al hombre a quien el Museo del Holocausto considera todav¨ªa cualquier cosa menos un h¨¦roe? ?Por qu¨¦ lo ha hecho a la vez que aceleraba la veloz beatificaci¨®n del popular Juan Pablo II, el hombre que seg¨²n la Liga Contra la Difamaci¨®n hizo m¨¢s en 27 a?os por la relaci¨®n con los jud¨ªos de lo que nadie hab¨ªa hecho nunca? Para que sean beatos s¨®lo falta el reconocimiento oficial de un milagro obrado por su intercesi¨®n.
Al igualar en el tiempo las "virtudes heroicas" de sus dos Papas predecesores, uno el m¨¢s criticado por los rabinos, otro el m¨¢s amado -Wojtyla fue el primero en ir a Jerusal¨¦n y all¨ª les llam¨® "hermanos mayores"-, Ratzinger cumple un objetivo muy simb¨®lico, seg¨²n ha escrito Luigi Accattoli en Il Corriere della Sera: "Afirma la continuidad del pontificado romano m¨¢s all¨¢ de la diversidad de sus figuras singulares".
La oposici¨®n jud¨ªa a la beatificaci¨®n est¨¢ hoy bastante m¨¢s dividida que hace dos a?os y medio. Pero la ira no se ha aplacado. Soplan nuevos vientos de batalla entre cat¨®licos y jud¨ªos, y la visita de Ratzinger a la sinagoga de Roma, prevista para el 17 de enero, aparece llena de incertidumbres. El pasado mi¨¦rcoles, en un intento de aplacar las protestas de la comunidad jud¨ªa, el Vaticano aclar¨® que P¨ªo XII no ser¨¢ beatificado junto a Juan Pablo II. "Las dos causas son del todo independientes y no se puede prever que acaben de forma simult¨¢nea", explic¨® Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede. Adem¨¢s, dijo, la firma del decreto de las virtudes heroicas del discutido Papa "se refiere s¨®lo a la relaci¨®n de Pacelli con Dios y con la fe, y no es una valoraci¨®n del alcance hist¨®rico de sus decisiones".
Los rabinos sostienen que s¨®lo un conocimiento completo de P¨ªo XII puede zanjar la controversia. Los datos conocidos, cartas, discursos, hechos, hacen muy dif¨ªcil pensar que P¨ªo XII fuera un santo. Pero parece claro que tampoco fue un c¨®mplice de Hitler. La inmensa zona gris intermedia muestra numerosos matices.
Tras la guerra, Pacelli contribuy¨® a la reconstrucci¨®n de Europa y fue un furibundo anticomunista contra la persecuci¨®n del catolicismo en los pa¨ªses del tel¨®n de acero. Antes de la guerra, mantuvo posturas ultraconservadoras. Elogi¨® la victoria de Franco en Espa?a, fue acr¨ªtico con el r¨¦gimen de Mussolini y mostr¨® una actitud tolerante ante el ascenso de Hitler. Durante la guerra y el genocidio, sus silencios y su neutralidad, equidistante del nazismo, los aliados y el bolchevismo, parecen menos explicables.
Pacelli naci¨® en una familia romana, arist¨®crata y muy religiosa. Estudi¨® filosof¨ªa y teolog¨ªa, y fue ordenado sacerdote en 1899. Su carrera en el Vaticano fue mete¨®rica: se especializ¨® en Derecho can¨®nico, ocup¨® subsecretar¨ªas y secretar¨ªas, fue arzobispo de la Capilla Sixtina, en 1920 fue nombrado nuncio en Alemania, donde ayud¨® a firmar la paz de la I Guerra Mundial, y en Munich conoci¨® a la monja Pascalina Lehnert, su asistenta y confidente durante 41 a?os.
Fue nombrado cardenal por P¨ªo XI en 1929 y enseguida ascendi¨® a secretario de Estado. En 1933 redact¨® el concordato con la Alemania de Hitler. En los seis a?os sucesivos protest¨® 55 veces contra violaciones del Reichskonkordat y redact¨® la enc¨ªclica Mit Brennender sorge (Con ansiedad ardiente, 1937). El texto, que condenaba el paganismo del nacionalsocialismo, fue repartido en las iglesias alemanas por un ej¨¦rcito de motoristas el Domingo de Ramos. Las represalias de Hitler, con juicios sumarios a curas acusados de homosexualidad, contribuyeron a que, desde ese momento, P¨ªo XII se tentara la ropa.
Pacelli hab¨ªa dicho en 1937 que Hitler era una "ardilla impredecible y una mala persona". Pero en 1938 disuadi¨® a P¨ªo XI de que condenara la noche de los cristales rotos (la terrible Kristallnacht), en que fueron asesinados decenas de jud¨ªos y atacados miles de sus comercios. Y certific¨® sus presuntas inclinaciones antisemitas cuando Hungr¨ªa se aprestaba a aprobar las leyes raciales. El cardenal record¨® que Cristo "sell¨® los labios de los jud¨ªos y estos rechazan su coraz¨®n todav¨ªa hoy".
Su experiencia diplom¨¢tica en Alemania fue crucial para que fuera elegido Papa, tras un solo d¨ªa de c¨®nclave, el 2 de marzo de 1939, el d¨ªa de su 63? cumplea?os. Era el primer secretario de Estado ascendido a Papa desde que Clemente IX lo fue en 1667.
Como te¨®logo fue renovador, atento a la liturgia y a la m¨ªstica, pero tambi¨¦n a las ciencias y la tecnolog¨ªa incipiente. Firm¨® 41 enc¨ªclicas, en las que se ocup¨® de casi todo: anim¨® a entender la tradici¨®n jud¨ªa, defendi¨® la muerte digna, las curas terminales y los derechos de los pacientes, toler¨® la planificaci¨®n familiar basada en el ciclo menstrual, aval¨® en parte la teor¨ªa de la evoluci¨®n y fue un ferviente seguidor de la Virgen Mar¨ªa.
Pol¨ªticamente, su papado no fue menos conciliador. A caballo contra el nazismo y el comunismo, hubo luces y sombras continuas. En Los a?os del exterminio, el segundo tomo de El Tercer Reich y los jud¨ªos, que acaba de editar Galaxia Gutemberg, el historiador Saul Friedl?nder ha analizado a fondo la actitud del papa Pacelli ante el genocidio.
El libro, que obtuvo el premio Pulitzer en 2008, recuerda que, nada m¨¢s ser elegido Papa, P¨ªo XII mostr¨® "una postura ultraconservadora y un deseo inconfundible de aplacar a Alemania", y dio se?ales de su agudo anticomunismo. A mediados de abril de 1939, en una emisi¨®n radiof¨®nica, se congratul¨® de que el pueblo espa?ol hubiese alcanzado por fin la paz y la victoria -de Franco, por supuesto- a?adiendo que Espa?a "una vez m¨¢s hab¨ªa dado a los profetas del ate¨ªsmo materialista una noble prueba de su indestructible fe cat¨®lica".
"Contemplando toda la gama de cr¨ªmenes nazis, la pol¨ªtica del Papa, durante la primera fase de la guerra, podr¨ªa definirse como un ejercicio de conciliaci¨®n selectiva", escribe Friedl?nder. Pacelli mantuvo a Cesare Orsenigo, pronazi y antisemita, como nuncio en Berl¨ªn, y anul¨® la excomuni¨®n al movimiento mon¨¢rquico y antijud¨ªo Acci¨®n Francesa.
La ambig¨¹edad y la prudencia, atributos muy romanos, marcaron su actuaci¨®n. Declaraciones gen¨¦ricas contra el antisemitismo hizo varias. Pero casi siempre que se le ped¨ªa una condena concreta de la persecuci¨®n jud¨ªa, miraba hacia otro lado. "En sus cartas de diciembre de 1940 al cardenal Bertram, de Breslau, y al obispo Preysing, de Berl¨ªn, P¨ªo XII expres¨® su conmoci¨®n por el asesinato de los enfermos mentales. En ambos casos, y aparte de eso, sin embargo, no dijo nada de la persecuci¨®n de los jud¨ªos", recuerda Friedl?nder.
Su lema parec¨ªa ser contentar a todos. Cuando el mariscal P¨¦tain le pregunt¨® si condenaba las leyes antisemitas, dijo que la Iglesia condenaba el antisemitismo, pero no normas espec¨ªficas. Ese mismo a?o, el Vaticano afirm¨® que los estatutos jud¨ªos de Vichy no contradec¨ªan las ense?anzas de la Iglesia. Meses despu¨¦s protest¨® contra las deportaciones de jud¨ªos franceses.
El libro de Friedl?nder cuenta que, desde principios de 1942, las noticias del exterminio llegaban sin cesar al Vaticano por las fuentes m¨¢s diversas. El 26 de septiembre de 1942, escribe Friedl?nder, el embajador estadounidense Myron C. Taylor entreg¨® una nota al secretario de Estado contando que los nazis sacaban a los jud¨ªos del gueto de Varsovia para ejecutarlos en masa en campos de concentraci¨®n.
Poco despu¨¦s, el embajador brit¨¢nico ante el Vaticano, Francis d'Arcy Osborne, escribi¨® al secretario de Estado que "en lugar de pensar ¨²nicamente en el bombardeo de Roma, el Vaticano deber¨ªa considerar sus deberes con respecto al crimen sin precedentes contra la humanidad que supone la campa?a de exterminio de los jud¨ªos por parte de Hitler", recuerda Friedl?nder. La respuesta del Vaticano fue brutal: "El Papa no puede condenar 'atrocidades particulares".
En su mensaje de Navidad de 1942, Pacelli dej¨® una frase que constituye el c¨¦nit de la pol¨¦mica, al mencionar, muy al final, a "los cientos de miles de personas que, sin ninguna culpa, a veces s¨®lo por su nacionalidad o su raza, han sido llevados a la muerte o a una lenta extinci¨®n". El discurso denunci¨® el genocidio, pero no explic¨® a qu¨¦ genocidio se refer¨ªa.
El 30 de abril de 1943, P¨ªo XII escribi¨® a un obispo que le pidi¨® ayuda que la "contenci¨®n" en las declaraciones ayudaba "ad maiora mala vitanda" (a evitar males mayores). Poco despu¨¦s, 477 jud¨ªos fueron escondidos en el Vaticano y otros 4.238 se refugiaron en monasterios y conventos. El 80% de los hebreos romanos se salv¨® de la deportaci¨®n. Investigaciones recientes revelan que P¨ªo XII no orden¨® directamente el salvamento. La fundaci¨®n Pave the Way replica que lo hizo de forma an¨®nima por respeto a la tradici¨®n jud¨ªa.
A su muerte, en octubre de 1958, el funeral origin¨® la m¨¢s amplia concentraci¨®n vista en Roma hasta la fecha. Sus paisanos le lloraron como un h¨¦roe en tiempo de guerra. Ahora Ratzinger ha decidido elevarlo a los altares con su espejo, Karol Wojtyla. Los jud¨ªos quieren que antes se abran los archivos y se expliquen sus "silencios demasiado grandes". "No olvidamos las deportaciones de los jud¨ªos, y en particular el tren que el 16 de octubre de 1943 llev¨® a 1.021 deportados hasta Auschwitz desde la estaci¨®n Tiburtina de Roma ante el mutismo de P¨ªo XII", han dicho los rabinos.
'Santo bajo' es un reportaje del suplemento DOMINGO del 27 de diciembre de 2009.
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