Generaci¨®n Cajal
La ciencia es una marat¨®n; cuentan la resistencia, la paciencia y la regularidad, por lo que el esfuerzo para conseguir algo tiene que ser suficiente y sostenido
Hace nueve a?os, el entonces Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa cre¨® el programa Ram¨®n y Cajal. Su objetivo declarado era atraer a nuestro pa¨ªs a los mejores cient¨ªficos en las ciencias naturales, sociales y en las humanidades. Para ello, se lanzaron anuncios en revistas como Science o Nature ofreciendo contratos de cinco a?os con un sueldo digno. La idea era que los mejores investigadores, tras finalizar ese periodo, y tras una tercera evaluaci¨®n de su trabajo, se integraran plenamente en las universidades y centros de investigaci¨®n. La selecci¨®n de los candidatos fue llevada a cabo de manera transparente por comit¨¦s de expertos internacionales independientes, utilizando un baremo p¨²blico y objetivo. Un avance para un ¨¢rbol de la ciencia de ra¨ªz preconstitucional, tronco endeble, y ramas carcomidas por la endogamia, el machismo, la regal¨ªa, y el sectarismo; entre otras patolog¨ªas. Bautizar como Ram¨®n y Cajal a este proyecto fue un acierto, y tal vez una manera de pactar con el pasado. Una promesa de que la odisea que tuvo que sufrir Cajal para investigar en Espa?a no se iba a volver a repetir.
El programa ha reclutado a m¨¢s de dos mil doctores desde la primera convocatoria. Muchos de ellos eran j¨®venes que, tras acabar la licenciatura, hab¨ªan tenido que irse fuera buscando una oportunidad que aqu¨ª no encontraban. Personas que se licenciaban o doctoraban en Zaragoza, pero que se ten¨ªan que ir a continuar trabajando en Cambridge o en la Sorbona. Evitar esta sangr¨ªa de mano de obra hipercualificada, un dispendio econ¨®mico, se ha venido considerando desde entonces una prioridad por todos los gobiernos, tanto los del PP como los del PSOE.
Con el programa tambi¨¦n se consigui¨® contratar a extranjeros sin ninguna vinculaci¨®n anterior con Espa?a, pero que se vieron atra¨ªdos por las promesas de una carrera cient¨ªfica bien estructurada, con etapas definidas que cubrir, criterios objetivos de evaluaci¨®n, y visos de continuidad, es decir: competitiva internacionalmente. Estos investigadores, junto a otros muchos cient¨ªficos espa?oles que no participaron en el programa pero que son igualmente competentes, forman una generaci¨®n Cajal de personas que, por primera vez en nuestro pa¨ªs, tal vez podr¨ªan dedicar su vida a la ciencia.
Si parece que es esta generaci¨®n la que ha sido preparada, financiada y alentada para descubrir, inventar y producir; y si nuestro crecimiento econ¨®mico y bienestar depende de ello, no se entiende que se reduzca la inversi¨®n en ciencia y que no se ofrezcan medios adecuados a los cient¨ªficos.
Recortar la inversi¨®n en ciencia, ya sea directamente, mixtificando las partidas en forma de cr¨¦ditos, reorganizaci¨®n interna, gasto militar, o bien no ofreciendo continuidad a las investigaciones, es un sinsentido en un escenario de crisis econ¨®mica. Esta opci¨®n irreflexiva cercenar¨¢ la ventana de oportunidad que se abri¨® con un programa que, con sus luces y sombras, es una referencia internacional. Gastar menos en ciencia es la receta inversa de la prescripci¨®n necesaria a corto, medio y largo plazo. Aunque se entiende la buena intenci¨®n y la relativa necesidad social de las otras inversiones paliativas que se han llevado a cabo, deber¨ªa observarse que las buenas intenciones no solucionan problemas, salvo en los cuentos infantiles. Olvidando el viejo ap¨®logo sobre darle un pescado a un pobre o ense?arle a pescar, se equivoca la ministra cuando dice que la prioridad del Gobierno no puede ser la I+D. Adem¨¢s de ser una actitud muy poco progresista, es justo al contrario. No nos podemos permitir, como econom¨ªa avanzada, que no lo sea.
Resulta dif¨ªcil transmitir con suficiente ¨¦nfasis la importancia que tiene para todos el que Espa?a cuente con buenos cient¨ªficos. La ciencia es la base de la econom¨ªa moderna en todos los sectores. El impacto sobre la econom¨ªa de los que se dedican a preparar nuevos materiales, a dise?ar nuevos sistemas de energ¨ªa, o a construir robots es s¨®lo la punta del iceberg. El efecto de la investigaci¨®n m¨¦dica para la salud, o de la gen¨®mica para la agricultura es evidente. Pero contar con buenos matem¨¢ticos es tambi¨¦n crucial para que pueda haber otras personas dedicadas a las telecomunicaciones, desde el ingeniero que dise?a una red, hasta el operario que pone a punto nuestra l¨ªnea de internet, o a la persona dedicada al control de calidad en una f¨¢brica. Lo mismo para la f¨ªsica. Participar en los grandes proyectos de fusi¨®n nuclear, de f¨ªsica de part¨ªculas, de climatolog¨ªa, o de ¨®ptica cu¨¢ntica es imprescindible para luego poder transferir estos conocimientos al sector industrial espa?ol y crear empleo en todos los estratos formativos.
Las grandes empresas industriales han nacido del desarrollo de patentes, y son estas empresas las que evitan el grave problema de lo que en los ochenta llam¨¢bamos el paro obrero. Del ingenio y de los descubrimientos de los bi¨®logos marinos o de los ingenieros mec¨¢nicos pueden depender los trabajos de los pescadores, o de los operarios del sector automovil¨ªstico. Tambi¨¦n, para entender nuestra sociedad y poder planificar con sentido, y no improvisando, se necesitan dem¨®grafos, ge¨®grafos, o soci¨®logos que aporten teor¨ªas y modelos. En las humanidades, entender otras culturas, mentalidades y formas de vida es crucial para poder vender productos fuera, adem¨¢s de la bondad intr¨ªnseca de tal conocimiento para el desarrollo integral de las personas y para establecer alianzas entre los pueblos. La cr¨ªtica intelectual nos puede ayudar a orientarnos y formar nuestro criterio en temas tales como la energ¨ªa nuclear, los riesgos ambientales, el gasto farmac¨¦utico, las medicinas alternativas o el cambio clim¨¢tico. Y a otra escala, enlazar con aquella ¨¦lite intelectual de los Tu?¨®n de Lara, Castro, Men¨¦ndez Pidal, o Zubiri, y cultivar nuestros v¨ªnculos americanistas y con el mundo ¨¢rabe deber¨ªan ser una prioridad nacional si nuestro peque?o pa¨ªs quiere mantener alguna influencia geopol¨ªtica.
Si esto lo tiene que hacer la generaci¨®n Cajal, tendr¨¢ que ser con medios, apoyo institucional, y un plan a largo plazo. La ciencia es una marat¨®n. Cuentan la resistencia, la paciencia y la regularidad. No se puede correr una marat¨®n a espasmos, esprintando cien metros y parando un rato, para luego volver a esprintar cuando vuelven las fuerzas. El esfuerzo para conseguir algo en ciencia tiene que ser suficiente y sostenido.
Nuestros representantes deber¨ªan reflexionar sobre el hecho de que la inversi¨®n en ciencia no se ha demostrado nunca como un despilfarro. Pero la no inversi¨®n, s¨ª. Perseverar en la v¨ªa del 'que inventen ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones' s¨®lo nos llevar¨¢ a perder una oportunidad hist¨®rica y a desperdiciar a la que probablemente es la generaci¨®n de cient¨ªficos mejor preparados que hemos tenido, muchos de los cuales tendr¨¢n que volver a irse al extranjero. Adem¨¢s de ser una pena para ellos, el perjuicio para la econom¨ªa del pa¨ªs ser¨¢ indudable: no s¨®lo nos restar¨¢ a nosotros, sino que sumar¨¢ a otros, ensanchando su ventaja comparativa.
Francisco J. Tapiador es profesor titular de la Universidad Castilla-La Mancha y vocal de la Asociaci¨®n Nacional de Investigadores Ram¨®n y Cajal (ANIRC)
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