Vivir junto al almac¨¦n nuclear
Desde hace 20 a?os, Hornachuelos y tres municipios m¨¢s comparten sus d¨ªas con el almac¨¦n de residuos radiactivos de El Cabril. No le tienen miedo, pero se preguntan d¨®nde est¨¢n los beneficios prometidos.
Catorce pueblos de cinco comunidades aut¨®nomas han pujado para quedarse el almac¨¦n temporal centralizado (ATC) de residuos radiactivos, y los ocho finalistas esperan veredicto en cuatro o cinco meses. En mitad de todo el revuelo medi¨¢tico suena el nombre de El Cabril, en el noroeste de C¨®rdoba, el ¨²nico almac¨¦n nuclear que por el momento existe en Espa?a. Una vuelta por sus alrededores -por Hornachuelos, Fuente Obejuna y varias de sus aldeas y pedan¨ªas- deja un rastro de vecinos que digirieron la proximidad hace ya mucho tiempo, aunque a m¨¢s de uno le haya provocado ardores. Apenas hay debate, y casi nadie plantea a estas alturas el desmantelamiento de El Cabril: los m¨¢s cr¨ªticos quieren verle la fecha de caducidad, mientras que la mayor¨ªa exige m¨¢s compensaciones.
Aqu¨ª la cosa estuvo al rojo vivo hace 20 a?os, cuando el Gobierno decidi¨® ubicar un almac¨¦n de residuos nucleares de media y baja actividad en el t¨¦rmino, cerca de una antigua mina de uranio que desde 1961 se usaba para guardar bidones de basura radiactiva. Los vecinos se opusieron, se manifestaron, patalearon. Pero el Ayuntamiento concedi¨® la licencia. El Cabril arranc¨® en 1992 y el rechazo inicial se ha diluido ante algo que al menos ha dado algunos beneficios y, que se sepa, ning¨²n susto. "Nos rendimos y muchos de los cr¨ªticos terminaron trabajando all¨ª", resume Julia Rodr¨ªguez, presidenta de la Asociaci¨®n de Mujeres Azahar 2000. Emplea a 30 de los 4.700 habitantes de Hornachuelos (eran m¨¢s de 5.000 hace 10 a?os), que apenas tiene industria ni empresas asentadas y vive de los c¨ªtricos, el corcho, la miel, las monter¨ªas. "Y del PER [Plan de Empleo Rural]", apostillan algunos. Dicen que cuando acabe la recogida de la naranja y la aceituna subir¨¢ el paro a m¨¢s del 40%.
"Ni pensamos ni hablamos de El Cabril. No forma parte de nuestras vidas, supongo que como mecanismo de defensa; no puedes estar continuamente con el ?ay! del peligro", reflexiona Ana Mari Becerra, de Azahar 2000. "La mayor¨ªa de los j¨®venes casi ni saben que existe, y no creo que eso sea bueno", a?ade. Resulta m¨¢s sencillo mirar para otro lado cuando uno vive en un municipio de 95.000 hect¨¢reas, uno de los m¨¢s extensos de Espa?a, separado del silo nuclear por el parque natural Sierra de Hornachuelos y 40 kil¨®metros de carretera de monta?a jalonados de vallas, portones y cadenas con candados. M¨¢s del 90% de este suelo es privado, pertenece a enormes fincas donde se organizan monter¨ªas de alto copete.
A la vuelta de un zigzag del camino aparece un cartel que anuncia el almac¨¦n centralizado, con el nombre de quien lo gestiona: Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos). Hasta aqu¨ª viajan unos 1.200 metros c¨²bicos anuales de basura, que ser¨¢ radiactiva durante 300 a?os, procedente de hospitales, industrias, centros de investigaci¨®n y de las seis centrales nucleares espa?olas. Si el plan energ¨¦tico no cambia y el ¨²ltimo de los ocho reactores en funcionamiento se apaga hacia 2030, el complejo tiene capacidad para albergar todos los desechos de media y baja actividad que se generen hasta ese momento. 176.300 metros c¨²bicos en total. Cuando eso ocurra y termine su vida ¨²til, las dos plataformas de almacenaje montadas en esta finca de 1.126 hect¨¢reas ser¨¢n selladas, cubiertas por una colina artificial plantada de verde y similar a las de su entorno, controladas por un programa de vigilancia.
El Cabril ofrece una estampa de competencia, de que todo est¨¢ bien pensado y resuelto. Los bidones radiactivos entrando en camiones, el puente-gr¨²a traslad¨¢ndolos, deposit¨¢ndolos, siempre en s¨®lido, con metros de hormig¨®n recubri¨¦ndolo todo. Peri¨®dicamente se analizan muestras de aire, agua, vegetaci¨®n, caza, pesca, y se env¨ªan al Consejo de Seguridad Nuclear. "No hay impacto sobre el entorno", asevera la t¨¦cnica de comunicaci¨®n Montse P¨¦rez Camacho, que ejerce de cicerone. Y ¨¦se es el ¨²nico dato disponible por ahora, a la espera de que se haga p¨²blico un estudio epidemiol¨®gico sobre efectos de las radiaciones elaborado por el Instituto Carlos III de Madrid.
"Las estructuras resistir¨ªan un terremoto de 7,8 en la escala Rich?ter, que es un grado y medio m¨¢s del m¨¢ximo previsto en la zona", prosigue nuestra gu¨ªa mientras conduce por claustrof¨®bicas galer¨ªas en el subsuelo. Forman la red de control de infiltraciones: si a una gota de agua se le ocurriera burlar todas las barreras y aislantes, tocar producto contaminado e intentar seguir su camino, ser¨ªa recogida aqu¨ª abajo, en un sumidero, y retenida. Son explicaciones para rebatir dos argumentos que enarbola la asociaci¨®n ecologista local Hornasol: la finca est¨¢ situada en zona s¨ªsmica y con mucha agua cerca, de arroyos que vierten en el pantano de Bemb¨¦zar.
"Es evidente que tenemos al lado algo potencialmente peligroso", afirma C¨¢ndido Garc¨ªa, profesor del colegio p¨²blico Victoria D¨ªez, ex concejal de IU, y que defiende las renovables. "No es serio decir no a las nucleares, a los cementerios o a los combustibles f¨®siles, pero tampoco plantear alternativas; y el hecho es que generamos residuos radiactivos que hay que guardar en alg¨²n sitio", replica Javier Solig¨®, director del centro. El debate se reproduce media hora despu¨¦s con alumnos de 11 a?os, de sexto de primaria, que nunca han tratado en clase el tema del almac¨¦n nuclear, pero saben lo que es.
La mayor¨ªa de las conversaciones terminan escorando de lo medioambiental a lo econ¨®mico. Como la que tiene lugar, ya por la tarde, con la asociaci¨®n de padres y madres del Victoria D¨ªez. El presidente, Jos¨¦ Ar¨¦valo, se pone rabioso cuando piensa en los inconvenientes que causa El Cabril: "Vamos a Fitur a promocionar nuestro parque natural y nos preguntan qu¨¦ hace un parque natural dentro de un cementerio nuclear. Prometieron que traer¨ªa desarrollo econ¨®mico a la zona... ?D¨®nde est¨¢?, ?d¨®nde est¨¢n los beneficios?", exclama.
Una orden ministerial fija la asignaci¨®n econ¨®mica que reciben anualmente cuatro localidades por su proximidad a El Cabril. En 2009 les correspondieron 1.900.000 euros: el 50% para Hornachuelos, cerca del 26% para Fuente Obejuna y el 24% restante a repartir entre Las Navas de la Concepci¨®n y Alan¨ªs). Ahora, los cuatro alcaldes piden m¨¢s fondos porque no quieren que se produzca un "agravio comparativo" respecto al futuro ATC, que, seg¨²n Industria, crear¨¢ hasta 500 empleos y dejar¨¢ seis millones de euros al a?o. "Yo no s¨¦ si es que no han sabido o no han podido negociar mejor, pero la gesti¨®n municipal de ese dinero ha sido p¨¦sima, da igual el partido", piensa el educador Manuel Ruiz. No es ni el primero ni el ¨²ltimo en decir algo parecido.
Miguel Pulgar¨ªn, presidente de la asociaci¨®n de empresarios de Fuente Obejuna, critica el silo nuclear por no nutrirse lo suficiente de servicios, productos o suministros de su ¨¢rea de influencia. "Nosotros lo tenemos, pero se benefician los de fuera", se queja Pulgar¨ªn. Al lado del empresario est¨¢n Jessica y Melisa, de 18 a?os, que preferir¨ªan otra industria cerca de casa, y otra apuesta energ¨¦tica. Por su culpa, los productos de la zona despiertan recelos, lamenta el agricultor y ganadero Jos¨¦ Antonio Agredano. Miguel, de 14 a?os, lo ve bien porque da trabajo y mal porque ?y si ocurre un accidente? El polic¨ªa local Sebasti¨¢n Fern¨¢ndez mantiene que "no se ha explicado bien qu¨¦ hay aqu¨ª y cu¨¢les son sus riesgos".
Estas opiniones compendian sin buscarlo buena parte de los pareceres recogidos en el entorno de Fuente Obejuna, al norte del silo, mejor comunicado con ¨¦l que Hornachuelos, que queda al sur. Pero hay m¨¢s, y con infinidad de matices. "Te enteras de tres o cuatro casos de c¨¢ncer seguidos y te da que pensar, pero luego compruebas que en otras partes ocurre lo mismo, y bueno, prefieres no darle m¨¢s vueltas", cuenta una vecina. Muy pocos entrevistados se muestran radicalmente a favor o radicalmente en contra del almac¨¦n. La m¨¢s fan, Mercedes S¨¢nchez, lleva 15 a?os trabajando en ¨¦l como administrativa. "Nunca me he sentido amenazada. Todo el mundo est¨¢ tranquilo, lo ven como algo seguro", aporta.
En una comarca donde los j¨®venes emigran por falta de futuro laboral, un contrato en El Cabril (117 personas en plantilla) es para muchos lo m¨¢s parecido a que les toque la loter¨ªa. El Consejo Local de Participaci¨®n Ciudadana de Hornachuelos incluye en sus reivindicaciones a Enresa que el 60% de los trabajadores de El Cabril sean del pueblo. Y conversaciones con representantes vecinales terminan con la coletilla: "Hay descontento porque nadie de la aldea est¨¢ empleado all¨ª". "Yo era muy contraria, pero da trabajo, con buenos sueldos... Hay que ser pr¨¢cticos", tercia Carmen Lourdes Mohedano, presidenta de la Asociaci¨®n de Mujeres de La Coronada, una de las 14 aldeas de Fuente Obejuna. Argall¨®n, el n¨²cleo de poblaci¨®n m¨¢s pr¨®ximo al silo at¨®mico, por donde pasan los camiones con residuos, tiene m¨¢s que asumido lo que se alza carretera arriba, a 24 kil¨®metros. "No me gusta", espeta el cliente de un bar. "Los mayores dicen que es malo, pero los j¨®venes... ni fu ni fa", dice Andrea, la due?a.
Los sentimientos se han templado. Tambi¨¦n es verdad que Enresa ha dedicado mucho esfuerzo a promocionarse y explicarse. Cuando las movilizaciones anti-Cabril de los noventa, invit¨® a ir a Madrid a los vecinos m¨¢s preparados, susceptibles de influir en las opiniones de sus conciudadanos. "Nos daban charlas y nos trataban a cuerpo de rey", recuerda Pilar L¨®pez, maestra en Hornachuelos. Pilar no volvi¨® convencida, pero "s¨ª, al menos, sabiendo lo que era". Casi 30 a?os despu¨¦s, sigue sin agradarle, pero reconoce que "es el precio a pagar por comodidades como darle a un interruptor y tener luz. Pienso, o quiero pensar, que todo est¨¢ controlado". Como Pilar hay muchos.
Otros muchos muestran fastidio porque el debate sobre el nuevo ATC vuelve a ponerlos bajo los focos, junto a un cementerio nuclear. La Asociaci¨®n de Citricultores de Hornachuelos invita a comer en la pedan¨ªa de Mesas del Guadalora: el 90% de sus 60 millones de kilos anuales (que se duplicar¨¢n en tres a?os) se vende como naranja valenciana. ?Y si se sacara una denominaci¨®n de origen de Hornachuelos? "Quiz¨¢ no fuera conveniente", reconoce un directivo. "No hay problemas con nuestra miel, la gesti¨®n medioambiental de El Cabril es un referente mundial", ataja ?ngel Fern¨¢ndez, presidente de la Asociaci¨®n de Apicultores de C¨®rdoba, con 100 familias y una producci¨®n de tres millones de kilos al a?o. El problema, en su opini¨®n, radica en que El Cabril no ha venido acompa?ado de un proyecto socioecon¨®mico. "El pueblo que vaya a quedarse con el ATC, que amarre muy bien el acuerdo", aconseja. Puestos a asumir el riesgo, que por lo menos lo paguen bien.
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