La delgada l¨ªnea verde
La naturaleza ha encontrado un lugar en el que refugiarse del ataque del ser humano. Es la zona desmilitarizada de Corea, una franja que separa a dos hermanas en guerra y sirve para que vivan en paz especies en peligro
El paralelo 38 no es m¨¢s que una de esas l¨ªneas imaginarias que, con la ayuda de los meridianos, permiten al ser humano ubicar un punto en el globo terr¨¢queo. Pero, a su paso por la pen¨ªnsula de Corea, cobra vida y deja de ser un concepto sin consecuencias. Se convierte en una muralla infranqueable m¨¢s propia de otros tiempos, en un desubicado trozo del Tel¨®n de Acero, que separa a dos hermanas t¨¦cnicamente en guerra.
Al norte, el r¨¦gimen estalinista de Kim Jong-il utiliza la hoz y el martillo para asegurarse de que los 23,5 millones de habitantes no sacan su cabeza fuera del mayor agujero negro pol¨ªtico del planeta, cuya miseria econ¨®mica y ambici¨®n militar han llevado a la continua deforestaci¨®n del territorio. Al sur, el neoliberalismo m¨¢s feroz ha creado uno de los tigres asi¨¢ticos que ruge con m¨¢s fuerza y, en un cuarto de siglo, ha convertido a un pa¨ªs que por sus estad¨ªsticas podr¨ªa estar en el ?frica subsahariana, en un rival econ¨®mico de Europa y Jap¨®n. A costa de un brutal proceso de urbanizaci¨®n y una poluci¨®n en aumento constante que han llevado a la desaparici¨®n de casi el 40% de los mam¨ªferos y el 60% de los anfibios.
Los cient¨ªficos coreanos cifran en 2.700 las especies que habitan la franja fronteriza
El mayor peligro para la zona es que las dos Coreas firmen la paz y se pueda transitar
Entre ambos pa¨ªses, no obstante, el paralelo 38 ha dibujado un curioso anacronismo. Sus 248 kil¨®metros de longitud representan la frontera con mayor presencia militar del mundo, considerada por la mayor¨ªa de los analistas militares como uno de los pocos elementos desestabilizadores capaces de enfrentar en un conflicto b¨¦lico a las dos grandes superpotencias: China, aliado tradicional de Rep¨²blica Popular Democr¨¢tica de Corea, y Estados Unidos, un pa¨ªs comprometido con la defensa de la Rep¨²blica de Corea.
Ha despertado esos temores la reciente crisis de la corbeta surcoreana Cheonan, hundida por Corea del Norte el pasado 26 de marzo, seg¨²n una investigaci¨®n internacional, y que provoc¨® la muerte de medio centenar de marineros. El zafarrancho de combate son¨® en mayo a ambos lados de la frontera, y los dos ej¨¦rcitos sacaron a relucir su artiller¨ªa pesada en el mar Amarillo. No obstante, en medio de este bombardeo preventivo ha existido un lugar en el que solo se escuchaba el canto de las grullas: la Zona Desmilitarizada (DMZ, del ingl¨¦s Demilitarized Zone), una franja de cuatro kil¨®metros de ancho que da cuerpo al paralelo 38 y en la que el ser humano no ha puesto un pie en las ¨²ltimas seis d¨¦cadas.
Las alambradas y las torretas de vigilancia que representan el odio humano han sido, curiosamente, las que han creado un para¨ªso natural sin parang¨®n en la Tierra. Es la delgada l¨ªnea verde en la que se refugian algunos de los ¨²ltimos espec¨ªmenes de animales que ya no pueden verse en ninguna otra parte. Aunque no existe ning¨²n estudio realizado in situ, el Programa Medioambiental de Naciones Unidas (UNEP) y varias ONG aseguran que aqu¨ª perviven todav¨ªa el leopardo del Amur, del que solo queda una treintena de ejemplares en Rusia; la grulla de coronilla roja, de la que se estima que un tercio sobrevive en la DMZ; el ciervo de agua chino, y animales en peligro de extinci¨®n como linces, osos y focas, entre muchos otros. En total, los cient¨ªficos coreanos cifran en 2.700 el n¨²mero de especies que habitan aqu¨ª, de las cuales 67 ya no se encuentran en otro lugar.
Con los prism¨¢ticos ubicados en el observatorio de Dorasan, el ¨²ltimo basti¨®n surcoreano, convertido en un b¨²nker que atrae al a?o a m¨¢s de un mill¨®n de visitantes que buscan sentir el ¨²ltimo espasmo de la guerra fr¨ªa, no cuesta imaginar la vida en este ed¨¦n natural. La frontera aparece como un inmenso bosque acotado por dos franjas ocres en las que se erige la muralla de alambre de espino. La mayor¨ªa de los visitantes, sin embargo, no buscan especies raras, y enfocan los binoculares hacia el "otro lado", donde es visible la bandera con el m¨¢stil m¨¢s alto del mundo. Son 160 metros que sobresalen entre los edificios desnudos de Kijong-dong, una ciudad fantasma de cart¨®n piedra construida por el r¨¦gimen de Pyongyang para tratar de impresionar a Se¨²l con un bienestar ficticio.
No obstante, en el museo que se esconde bajo la fortificaci¨®n decorada con pintura de camuflaje, los gu¨ªas de este ins¨®lito tour "para descubrir el dolor de una naci¨®n dividida" s¨ª que hacen hincapi¨¦ en el valor ecol¨®gico de la Zona Desmilitarizada. Entre las maquetas de los complejos militares y las muestras del equipamiento b¨¦lico de los soldados, una peque?a sala da respuesta a una pregunta que pocos se hacen hasta introducirse en su interior. ?C¨®mo ser¨ªa la vida si el ser humano desapareciera del planeta? "El experimento ya se ha hecho y est¨¢ frente a todos ustedes", explica Kim Youseon, uno de los encargados de la visita. "Es el lado positivo de la Guerra de Corea, porque, sin ella, la DMZ habr¨ªa sido sobreexplotada como cualquier otro lugar en la pen¨ªnsula".
Hay que remontarse a 1953 para dar con la ¨²ltima ocasi¨®n en la que un ser humano pis¨® la DMZ. Ese a?o se puso punto y seguido a la guerra de tres a?os que enfrent¨® a comunistas y capitalistas en esta peque?a, pero extremadamente conflictiva, protuberancia de Asia. Las dos Coreas firmaron un armisticio por el que pausaban las hostilidades, aunque no pon¨ªan fin a la guerra, y sellaban el acuerdo por el que se aceptaba la partici¨®n por el paralelo 38 de la naci¨®n coreana para dar como resultado dos Estados de sistemas opuestos entre los que se erigir¨ªa la DMZ y, en el caso de Corea del Sur, tambi¨¦n una Zona de Control Civil cuya baja densidad de poblaci¨®n servir¨ªa como primera alarma, y frente avanzado, en caso de invasi¨®n.
Pero es necesario echar la mirada un lustro m¨¢s atr¨¢s para entender las razones que llevaron a este acuerdo. El fin de la II Guerra Mundial supuso tambi¨¦n el final de la brutal expansi¨®n imperialista japonesa, tanto en Corea como en otros pa¨ªses del continente. La rendici¨®n anunciada por el emperador nip¨®n son¨® a canto de libertad e independencia. Pero las grandes potencias mundiales no tardaron en cercenar la esperanza.
En 1948, Estados Unidos, la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el Reino Unido acordaron la divisi¨®n temporal de la pen¨ªnsula por el paralelo 38, pero dos a?os m¨¢s tarde, tropas norcoreanas dieron comienzo a la invasi¨®n del sur con el benepl¨¢cito de sovi¨¦ticos y chinos. Se materializ¨® entonces la peor de las pesadillas. Estados Unidos entr¨® en acci¨®n y la Organizaci¨®n de Naciones Unidas aprob¨® una resoluci¨®n que legalizaba la respuesta americana. No obstante, las tropas estadounidenses no fueron capaces de contener a los comunistas, y solo la intervenci¨®n del general MacArthur consigui¨® dar un vuelco a la situaci¨®n cuando sus militares estaban ya casi fuera del mapa.
Con la renovada estrategia militar, la ense?a de las barras y estrellas consigui¨® arrinconar en el norte al ej¨¦rcito norcoreano, que entonces pidi¨® auxilio a sus vecinos chinos. Vuelta a empezar. En los tres a?os que dur¨® la guerra de Corea, que no hizo sino devolver a ambos pa¨ªses a la casilla de salida establecida en 1948, Se¨²l cambi¨® de manos en cuatro ocasiones y la actual Zona Desmilitarizada qued¨® plagada de minas y de otros artefactos explosivos que todav¨ªa suponen el principal riesgo para los animales que la habitan hoy, aunque los expertos consideran que la mayor¨ªa no tiene peso suficiente como para hacerlos detonar y que, posiblemente, casi todos hayan quedado inutilizados con el tiempo.
Aunque parezca contradictorio, la mayor amenaza que se cierne sobre los 1.000 kil¨®metros cuadrados de esta imprevista reserva natural es la posibilidad de que alg¨²n d¨ªa las dos Coreas sellen la paz. El objetivo ¨²ltimo de ambos Gobiernos es la reunificaci¨®n de la pen¨ªnsula, algo que conllevar¨ªa el desmantelamiento de la DMZ y la libre urbanizaci¨®n de la Zona de Control Civil, donde el ecosistema todav¨ªa se mantiene relativamente indemne.
Organizaciones como DMZ Forum trabajan para conseguir que la zona sea catalogada como sistema coreano de biorreserva de paz, una iniciativa lanzada en 1994 que busca promover una aspiraci¨®n casi ut¨®pica: que no sea el modelo de desarrollo actual el que se coma la Zona Desmilitarizada, sino que los valores preservados en esta franja sean los que sirvan de ejemplo para el desarrollo econ¨®mico del futuro pa¨ªs unificado. Ello incluir¨ªa el establecimiento de un parque natural que podr¨ªa ser explotado como destino de ecoturismo. Despu¨¦s de haber retirado el mill¨®n de artefactos explosivos que lo salpican, claro.
Para ello, DMZ Forum ha redactado una hoja de ruta que incluye "el estudio cient¨ªfico de c¨®mo la naturaleza se recupera ante la ausencia de interferencia humana, la reintroducci¨®n de especies vegetales y animales en el resto del territorio y la puesta en marcha de un proyecto medioambiental conjunto que beneficie y sirva para fortalecer la paz entre ambos pa¨ªses".
Pero, hasta entonces, los habitantes de la Zona Desmilitarizada tendr¨¢n que continuar luchando por su supervivencia. Porque los seres humanos no pueden atacarlos, pero s¨ª son vulnerables a las consecuencias de su forma de vida. "Al fin y al cabo, la DMZ no es una isla, y all¨ª tambi¨¦n afectan la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica y la poluci¨®n del agua", comenta Kim.
La Federaci¨®n Coreana de los Movimientos Medioambientales (KFEM) le da la raz¨®n. A ambos lados de la frontera, diferentes iniciativas empresariales han provocado un aumento en la densidad de poblaci¨®n y en los contaminantes de la tierra. En Paju, situado solo cinco kil¨®metros al sur de la Zona Desmilitarizada, el n¨²mero de habitantes se ha doblado desde 2003 hasta superar los 300.000.
Al otro lado, a solo diez kil¨®metros de la alambrada, el complejo industrial de Kaesong es uno de los principales n¨²cleos econ¨®micos de Corea del Norte. Aqu¨ª, un centenar de empresas, sobre todo surcoreanas, proporcionan empleo a m¨¢s de 40.000 privilegiados trabajadores que forman parte del primer experimento capitalista del dictador Kim Jong-il. El objetivo final era el establecimiento de una Zona Econ¨®mica Especial, al estilo de las que iniciaron el cambio en China, que empleara a m¨¢s de medio mill¨®n de norcoreanos en 2012, pero las tensiones entre ambos pa¨ªses han frenado el proyecto y, seg¨²n KFEM, han supuesto un bal¨®n de ox¨ªgeno para el para¨ªso natural de la DMZ.
Los integrantes del tour prestan poca atenci¨®n a la informaci¨®n sobre las plantas que han sobrevivido a su extinci¨®n en el paralelo 38. Hay expectaci¨®n por ver el lugar en el que la l¨ªnea se reduce a su m¨ªnima expresi¨®n. En Panmunjeom, la frontera no es m¨¢s que un escal¨®n de cemento de unos 20 cent¨ªmetros de alto. Soldados de ambas Coreas se miran, como escrutando sus pensamientos, en un escenario en el que parece como si se rodara una pel¨ªcula hist¨®rica. Pero la tensi¨®n es aqu¨ª real y actual.
En el campamento Bonifas, el principal edificio de la Zona de Seguridad Compartida, se celebran las conversaciones de paz y se firman acuerdos. Salvo en las escasas ocasiones en las que se celebran reuniones diplom¨¢ticas, y en aquellos momentos en los que la tensi¨®n entre ambas Coreas escala hasta niveles peligrosos, los visitantes pueden recorrer las salas del complejo. Reina el silencio. El paralelo 38 es aqu¨ª reflejo de un infierno humano. Solo se escuchan el eco de las ¨®rdenes de los oficiales y los golpes secos de los fusiles. Aunque no llegue hasta aqu¨ª su sonido, no muy lejos canta la rara grulla de coronilla roja.
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