Fallece a los 84 a?os Francisco P¨¦rez Gonz¨¢lez, cofundador de Santillana y uno de los principales accionistas de PRISA
El editor y Jes¨²s de Polanco compartieron riesgos, esfuerzos y una determinaci¨®n b¨¢sica: hacer las cosas bien
El editor Francisco P¨¦rez Gonz¨¢lez, Pancho, ha fallecido esta ma?ana en Madrid a los 84 a?os. P¨¦rez Gonz¨¢lez fue fundador, junto con Jes¨²s de Polanco, de la editorial Santillana, y uno de los principales accionistas del grupo PRISA, empresa editora del diario EL PA?S. Junto a Jes¨²s de Polanco, fallecido en 2007, fue entusiasta impulsor de la editorial Santillana, embri¨®n del principal grupo de educaci¨®n, informaci¨®n y entretenimiento de habla hispana y portuguesa.
Pancho era hombre de lealtades. Lo fue, sobre todo, con Polanco, su socio, l¨ªder y amigo. Siempre tuvo muy claro que s¨®lo si permanec¨ªan unidos garantizar¨ªan su libertad de criterio y la independencia econ¨®mica y profesional de sus empresas. A esa alianza -que dur¨® casi medio siglo y ha continuado con Ignacio Polanco- a?adi¨® en el terreno personal un trato que favoreciera el afecto entre sus respectivas familias.
Hab¨ªa conocido al que fuera presidente de PRISA a finales de los a?os cincuenta en un almuerzo organizado por el distribuidor de libros Joaqu¨ªn Oteiza. Fue tal la sinton¨ªa entre ellos que tras la comida conversaron durante siete horas mientras caminaban por las calles de Madrid. Cuando se incorpor¨® a la creaci¨®n de Santillana, invitado por Polanco, su primera tarea fue promover libros para la alfabetizaci¨®n de adultos en Espa?a, Argentina y Colombia. Despu¨¦s, su participaci¨®n, junto a Polanco y Emiliano Mart¨ªnez, fue clave para la implantaci¨®n de Santillana en toda Am¨¦rica.
Su primer recuerdo de la infancia era una azotea denegrida por las cenizas de un volc¨¢n. Su madre le hab¨ªa subido a la terraza del edificio donde viv¨ªan en Buenos Aires para que, entre juego y juego, comiera el dulce de leche que supl¨ªa la escasez de algunos alimentos. ?l hab¨ªa nacido ya en Argentina, en 1926, en el seno de una familia que hab¨ªa emigrado desde el valle de Cabu¨¦rniga (Cantabria) sin billete de vuelta en la maleta.
Adulto antes de ser mayor
Su madre regres¨® con la familia a Espa?a en 1932 porque le ilusionaba disfrutar en Santander de unas libertades que all¨ª nunca hab¨ªa conocido. A Pancho, la Guerra Civil le atrap¨® con s¨®lo diez a?os y, como a otros ni?os, la lucha por la supervivencia le hizo adulto antes de ser mayor. Pero en su caso, no guard¨® de aquella guerra fratricida ning¨²n rencor. En 1949 se cas¨® con Celina Arauna y hasta que esta falleci¨®, en 1996, ella le respald¨® para que fuera emprendedor, encarg¨¢ndose al principio de la crianza de sus hijos -Pancho, Celina, Oliva, Jorge y Borja- mientras ¨¦l se abr¨ªa paso en Iberoam¨¦rica como importador y editor de libros.
Pancho ejerci¨® de emprendedor desde joven. Fue quien propuso a su familia que la papeler¨ªa Hispano Argentina, de la que eran propietarios, empezara a vender libros. Cuando los cursos de la Universidad Men¨¦ndez Pelayo se convirtieron en un foro de cierta vivacidad en el p¨¢ramo cultural de los a?os 50, instal¨® un puesto de venta de libros a la entrada del palacio de La Magdalena. Poco despu¨¦s, fund¨® con Rafael Guti¨¦rrez Girardot la editorial Taurus. Cuando en 2004 ese sello cumpli¨® cincuenta a?os, confes¨®, sorprendido y orgulloso, que nunca imagin¨® que aquel modesto proyecto, al que sin saberlo bautizaron con el nombre de una marca de maletas, llegar¨ªa a publicar las Obras Completas de Jos¨¦ Ortega y Gasset.
La tienda de Hispano Argentina en Santander se convirti¨® durante muchos a?os en la librer¨ªa donde se hallaban novelas y ensayos imposibles de adquirir por el veto de la censura franquista. Esas ventas clandestinas constitu¨ªan una forma de sabotaje pol¨ªtico, pero sobre todo una manera de cumplir con el cliente. Esas obras prohibidas las guardaba en el cuarto de atr¨¢s, denominaci¨®n en clave del piso utilizado como rebotica -en aquella ¨¦poca, los libreros como ¨¦l recetaban libros a sus clientes-, y cuando su demanda aument¨®, se los suministr¨® a librer¨ªas de toda Espa?a.
Tras instalarse en Madrid, el asesoramiento de Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren, la amistad con Pedro La¨ªn Entralgo y el respaldo financiero de Antonio Garrigues y D¨ªaz-Ca?abate le ayudaron a hacer de Taurus una editorial que publicaba obras de pensamiento progresista cristiano en una ¨¦poca en que imperaba el integrismo del nacional-catolicismo. En 1967, tras la compra de Taurus por Santillana, Jes¨²s de Polanco y Pancho nombraron director, sin titubear, a Jes¨²s Aguirre. Pancho compart¨ªa muchos de los anhelos de cambio del joven y brillante seminarista, al que vendi¨® el primer libro que ¨¦ste compr¨®, y eso determin¨® que Taurus publicara obras de Teilhard de Chardin, Rhaner, Benjamin, Am¨¦rico Castro y S¨¢nchez Albornoz, entre otros grandes intelectuales. La amistad entre ellos fue tan estrecha que Jes¨²s Aguirre le llamaba "t¨ªo Pancho", y le incluy¨® en la escueta lista de invitados a su boda con la Duquesa de Alba.
Riesgos y Esfuerzos
Su lealtad con Iberoam¨¦rica fue intensa hasta los ¨²ltimos a?os, cuando cre¨® la Fundaci¨®n Barcenillas y la dot¨® de una de las mejores bibliotecas privadas espa?olas sobre Latinoam¨¦rica, procedente de su colecci¨®n particular (m¨¢s de 10.000 t¨ªtulos). Sol¨ªa decir que "mucho antes de que Emilio Bot¨ªn dijera a sus directivos que hay que ser guatemalteco en Guatemala y argentinos en Argentina, nosotros fuimos chilenos en Chile y nicarag¨¹enses en Nicaragua". Y defend¨ªa que la permanencia en Iberoam¨¦rica, incluso en los momentos de mayor adversidad, facilit¨® que despu¨¦s desembarcaran con facilidad empresas espa?olas en pa¨ªses donde multitud de ciudadanos hab¨ªan estudiado con libros de Santillana.
El camino hasta llegar ah¨ª fue una aventura en la que Polanco y ¨¦l compartieron riesgos, esfuerzos y una determinaci¨®n b¨¢sica: hacer las cosas bien. Al comienzo, incluso compart¨ªan habitaci¨®n para ahorrar gastos. Despu¨¦s, Pancho se perfil¨® como un gran empresario que negociaba con ministros y ten¨ªa acceso a presidentes de Gobierno y jefes de Estado iberoamericanos. A la vez, era amigo de muchos escritores espa?oles exiliados, y ayud¨® a que su aportaci¨®n fuera valorada y difundida.
Durante muchos a?os represent¨® a los empresarios del mundo del libro. Presidi¨® la Agrupaci¨®n Nacional de Libreros y la Federaci¨®n de Gremios de Editores de Espa?a, y particip¨® en la fundaci¨®n del Grupo Iberoamericano de la Uni¨®n Internacional de Editores. En 1983, fue el principal impulsor del Primer Sal¨®n Internacional del Libro Liber, y promovi¨® la Feria del Libro de Buenos Aires. Durante muchos a?os fue miembro de los consejos de administraci¨®n de Tim¨®n, PRISA -actualmente era su consejero de Honor-, EL PA?S, la Cadena SER y Sogecable, adem¨¢s de vicepresidente de la Fundaci¨®n Santillana.
Aunque no le gustaba que le homenajearan, recibi¨® con enorme agrado la Medalla de Oro de la Universidad Men¨¦ndez Pelayo, a propuesta del rector Ernest Lluch (PSOE), y con sorpresa y agradecimiento la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio, que le entreg¨® el ministro de Educaci¨®n Mariano Rajoy (PP). En 2009 fue investido doctor honoris causa de la UIMP.
Un jefe que sab¨ªa integrar
Muchas personas que trabajaron con ¨¦l le consideraban un jefe que sab¨ªa integrar equipos, que aglutinaba y a la vez delegaba, y que nunca se olvidaba de reconocer la contribuci¨®n de sus colaboradores -empleaba m¨¢s ¨¦se t¨¦rmino que el de empleados-. En el fondo, ser editor era la forma que hab¨ªa encontrado de ser emprendedor. Y cuando alcanz¨® una avanzada edad, logr¨® hacerse mayor sin dejarse envejecer.
No le gustaba la quietud, ni la soledad. Le desagradaban los pelotas, y le incomodaban los enfrentamientos exacerbados. Pero su sentido conciliador no le impidi¨® dar batallas en los negocios ni comprometerse en la defensa de valores democr¨¢ticos. En la etapa final del franquismo, pero cuando a¨²n entra?aba riesgos plantarle cara, contrat¨® en Taurus a Enrique Tierno Galv¨¢n en cuanto fue expulsado de la Universidad.
Pancho propiciaba una complicidad que a menudo se convert¨ªa en amistad. Experto en guardar secretos, y en esconder la existencia de los que protagonizaba, la discreci¨®n constitu¨ªa un requisito imprescindible para merecer, y conservar, su confianza. Todos esos comportamientos, unidos a una generosidad practicada con naturalidad y un talento cargado de pragmatismo, hicieron de ¨¦l una figura respetada por el aprecio -no temor- que inspiraba. Esa accesibilidad de ciudadano moderno y esa caballerosidad antigua -no vieja- explican que en todas partes se le conociera por un nombre que no figuraba en su carn¨¦ pero representaba su identidad. "De hecho, yo creo que como de verdad me llamo no es Francisco P¨¦rez Gonz¨¢lez. Porque todos... me llaman Pancho".
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