Vivir sin nubes
El consumo medio de agua por persona y d¨ªa en Espa?a es de 154 litros. En el S¨¢hara, menos de seis. Miles de personas viven con tan exigua cantidad: se lavan y cocinan
Mediod¨ªa de octubre en Tifariti (S¨¢hara Occidental). El verano ha quedado atr¨¢s, pero aun as¨ª el term¨®metro roza los 30 grados cent¨ªgrados y el sol encandila como una bombilla incandescente. A resguardo en la penumbra de su jaima, Barcalina, la se?ora de la casa, disfruta del tercer o cuarto t¨¦ de la jornada. "?El agua? El agua es vida". Su calidad en estas tierras no alcanza, por lo general, los m¨ªnimos recomendados por la OMS, y su exceso de fl¨²or mancha los dientes a los saharauis, que no la beben sola. Ellos la toman con t¨¦, o mezclada con leche de camella o de cabra, y a veces gofio. Su suministro procede de pozos que el Frente Polisario excava por los alrededores en busca de bolsas subterr¨¢neas. In¨²til confiar en lo que caiga del cielo. Cada 10 d¨ªas llega un cami¨®n cisterna que rellena el tanque bolsa de polietileno tama?o familiar (un metro c¨²bico, mil litros) con tacto de lancha neum¨¢tica y varios cobertores por encima para evitar la evaporaci¨®n. Barcalina, su marido, cuatro hijos, un yerno y dos t¨ªos gastan menos de seis litros por persona y d¨ªa en cocinar, asearse, lavar la ropa y los platos. El consumo medio en Espa?a era de 154 litros por habitante y d¨ªa en 2008 (¨²ltimos datos publicados por el INE).
El agua embotellada cuesta cuatro veces m¨¢s que un litro de gas¨®leo
El agua para las necesidades b¨¢sicas es gratuita, la extra hay que pagarla
En los alrededores de Tifariti sobreviven unas 40.000 personas, una poblaci¨®n dispersa y n¨®mada, con una media de 10 litros diarios por cabeza, seg¨²n cifras oficiales. En esta zona en la que es posible ver algo de vegetaci¨®n est¨¢n peor, parad¨®jicamente, que 300 kil¨®metros m¨¢s al este, en mitad del desierto argelino, donde 150.000 refugiados saharauis subsisten con entre 15 y 25 litros. ?Razones? En Tifariti el agua se encuentra a mayor profundidad y las prospecciones corren a cargo del Frente Polisario, mientras que en los campamentos o wilayas hay que excavar menos y adem¨¢s existen ONG (la dependencia de la ayuda internacional es total) que est¨¢n financiando una red de abastecimiento que cubre ya Dajla y Ausert y el 75% de Smara. En el 25% restante, m¨¢s las wilayas de El Aai¨²n y 27 de Febrero, a¨²n no la hay, as¨ª que circulan las cisternas m¨®viles. La en¨¦rgica F¨¢tima Kamal suele ir subida a esos camiones como jefa del agua de 27 de Febrero. Son mujeres quienes asumen estas funciones y mujeres las que esperan en los puntos de abastecimiento. O a pie de los bidones de distintos tama?os que comparten una o varias familias.
"A veces los tanques est¨¢n en malas condiciones y el agua se ensucia. Es un problema. Yo trato de concienciar sobre la necesidad de mantenerlos limpios", comenta F¨¢tima. Algunos se han oxidado y otros son de material no apto para estar en contacto con alimentos. De ah¨ª que se est¨¦n cambiando los viejos contenedores de zinc por otros de polietileno, como el que hay en casa de F¨¢tima, una de las pocas de 27 de Febrero que luce lavabo, ba?era y grifos. Un grifo es una rareza. En la vivienda de su vecina Tutu no existe. Su hogar consta de jaima, donde la familia hace la vida; casita de adobe con dos dormitorios colectivos, otra habitaci¨®n independiente equipada como cocina y una caseta m¨¢s como cuarto de ba?o sin lavabo, con letrina en lugar de v¨¢ter y un recuadro enlosado, con reborde y sumidero, a modo de ducha. Ducharse a cubos permite ser mucho m¨¢s consciente del agua utilizada. Cinco litros resultan m¨¢s que suficientes, incluso demasiados.
Tutu y sus hijas se levantan al amanecer. Igual que Barcalina y las suyas. En sus cocinas no hay mesas, trabajan en el suelo. Hacen t¨¦, guisan arroz y carne de camello sin utilizar ni un grano de sal: ver sal y una botella de agua en una casa saharaui significa que aloja a un hu¨¦sped extranjero. Lavan los platos usando dos baldes: uno con jab¨®n, otro con agua limpia. No friegan, sino que sacuden las alfombras que cubren cada rinc¨®n de sus viviendas. Barcalina no tiene letrina, aqu¨ª las necesidades se hacen al aire libre. "Nos duchamos seg¨²n el tiempo, menos en invierno, m¨¢s en verano", describe. No se percibe olor corporal. "Su piel est¨¢ colonizada por flora bacteriana dom¨¦stica que el enjabonamiento diario eliminar¨ªa. ?Ol¨¦is mucho peor vosotros!", aclarar¨¢ una m¨¦dico cooperante. Occidentales reci¨¦n llegados desde Tifariti, sudorosos tras un viaje de ocho horas.
Barcalina enumera orgullosa las tres melfas (vestimenta tradicional femenina) que posee. Debajo viste la muda, pantalones, jersey. "Por la noche dormimos con otras prendas para airear las que nos ponemos durante el d¨ªa". Mientras la madre habla, entra en tromba a la jaima su hijo Leglifa, seis a?os, el benjam¨ªn. "Le rega?o, procuro que no se manche", sonr¨ªe. No sobra la ropa de repuesto. Tampoco se lava con una frecuencia fija, sino cuando se acumula la colada. Precisamente esta ma?ana toc¨® zafarrancho. As¨ª que ahora una de las hijas, Essa, agarra el turbante de su t¨ªo y lo saca a los alrededores de su jaima para una demostraci¨®n pr¨¢ctica dedicada a las periodistas. All¨ª, al lado del corral de gallinas y del huerto preparado a la espera de semillas (ha de traerlas uno de los dos hijos que vive en Espa?a), abre la llave de paso de una goma que sale del bid¨®n, llena una palangana y le agrega el jab¨®n en polvo, se arrodilla y empieza la tarea. Leglifa la mira divertido.
"Unos 30 litros por persona y d¨ªa nos parece una cantidad razonable en nuestras circunstancias. Es nuestra meta para 2014", calcula Salem Bouchraya, secretario general de Agua y Medio Ambiente del Frente Polisario. "Llegar a los 50 o 60 litros ser¨ªa lo ¨®ptimo", agrega. De manera que el mejor de los escenarios para los saharauis seguir¨ªa representando un tercio del gasto medio en Espa?a, y la mitad de los 100 litros por persona y d¨ªa que los expertos marcan como consumo eficiente. Mientras lo explica, Bouchraya conduce hasta los alrededores de Rabouni, el centro administrativo de los campos de refugiados, donde se alza una planta de tratamiento de agua mediante ¨®smosis, y que sirve a la vecina Smara, a unos 15 kil¨®metros. El experto no sabr¨ªa aventurar cifras exactas, pero s¨ª asegura que desde que hay m¨¢s control qu¨ªmico y bacteriol¨®gico, la mortalidad infantil ha descendido.
En los campamentos y en Tifariti, este man¨¢ subterr¨¢neo, con un alto grado de salinidad, se encuentra a 120 o 130 metros de profundidad. Aqu¨ª las prospecciones, que van dejando la arena como un queso de Gruy¨¨re, se realizan cada vez m¨¢s al norte, avanzando hacia el muro que separa el territorio del S¨¢hara Occidental ocupado por Marruecos. "Al otro lado est¨¢ el agua", se?ala el secretario de Estado saharaui, Ahmed Fal Mohamed Yahdih. "Marruecos la dej¨® en el lado que se apropi¨® cuando construy¨® el muro", denuncia. Cada prospecci¨®n tarda de 25 d¨ªas a un mes hasta que pincha una bolsa. En la que nos encontramos hoy ya ha brotado manantial, y se han instalado un par de peque?as estaciones depuradoras. Cualquiera puede venir a llenar sus garrafas. Gratis. El agua para cubrir las necesidades b¨¢sicas no cuesta. La extra, la que se utiliza, por ejemplo, para hacer adobe, s¨ª que hay que pagarla. Y lo que, desde luego, pr¨¢cticamente ning¨²n bolsillo saharaui puede costearse es la embotellada: una botella de un litro vale 25 dinares en Argelia, el doble que un litro de di¨¦sel (13,70 dinares). En los campos duplica su precio: 50 dinares.
"El agua es un precioso regalo de la naturaleza", enfatiza Bouchraya. Resulta mucho m¨¢s f¨¢cil sintonizar con sus palabras aqu¨ª, en un paisaje como de Tatooine, el des¨¦rtico hogar de Luke Skywalker, sufriendo los ¨²ltimos coletazos de un siroco que enrojece los ojos, agrieta los labios y hace masticar tierra. Bouchraya visita Espa?a con frecuencia, y se echa las manos a la cabeza cuando observa lo alegremente que damos a los dos pulsadores del v¨¢ter a la vez, con el pulgar, perdiendo as¨ª 10 litros de un golpe. O cuando ve la proliferaci¨®n de piscinas particulares. "Nosotros estamos gastando entre 15 y 25 litros con 50 grados en verano... Solo bebiendo, sin comer, podemos mantenernos muchos d¨ªas con vida... Valoramos este bien precioso y escaso... Es doloroso ver c¨®mo se desaprovecha... No entiendo por qu¨¦ compran agua embotellada en Madrid, con lo excelente que es la del grifo: es buen¨ªsima...". En su ¨²ltimo viaje a nuestro pa¨ªs lo acompa?¨® su hija de dos a?os. Fueron a Toledo y dieron un paseo por la ciudad. La ni?a vio una fuente. Primero la mir¨® extasiada. Despu¨¦s comenz¨® a re¨ªrse y a jugar con las gotas que salpicaban. Su padre tard¨® un buen rato en poder arrancarla de all¨ª.
Molino de esperanza
Cuando a Roberto Pajares, El P¨¢jaro, lo invitaron en 2009 a una reuni¨®n de artistas que tiene lugar en Tifariti y que se llama ARTifariti, Encuentros Internacionales de Arte en Territorios Liberados del S¨¢hara Occidental, quiso crear algo que estuviera integrado en el paisaje que visitaba y que ayudara.
Decidi¨® que su obra ser¨ªa un molino para sacar agua subterr¨¢nea. Y que sus aspas estar¨ªan formadas por bidones de reciclaje recogidos del desierto. "Yo quer¨ªa hacer un dibujo que funcionara", explica. Y lo ha logrado, aunque con esfuerzo. En 2009 fue dando forma a su flor gigante, pero cuando lleg¨® el momento de alzarla, el peso result¨® excesivo para el poste-tallo y se vino abajo. Hace un par de meses, durante los IV Encuentros de ARTifariti, el escultor regres¨® y retom¨® su labor.
Su Pan¨¦mona, como se llama su obra, qued¨® por fin en posici¨®n vertical y funcionando. Seis aspas-p¨¦talo compuestas por nueve bidones partidos por la mitad. Que movidas por el viento activan una bomba que, a su vez, acciona una manivela que va excavando... Y all¨ª ha quedado la Pan¨¦mona, junto a un huerto al que El P¨¢jaro sabe que nunca podr¨¢ regar. "Este tipo de molino alcanza los 40 metros, pero en la zona de Tifariti el agua se encuentra a mayor profundidad".
La idea es trasladarlo a los campamentos, donde s¨ª es posible dar con bolsas subterr¨¢neas no tan profundas. Y formar adem¨¢s a saharauis que puedan construirlos, para crear as¨ª una peque?a industria. El P¨¢jaro ya ha estado dirigiendo un taller de reciclaje y creaci¨®n en los campamentos, dentro de ARTifariti.
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