Una genuina revoluci¨®n democr¨¢tica
De un tiempo a esta parte se est¨¢n prodigando art¨ªculos de opini¨®n que ponen en duda, cuando no en solfa, el nuevo sistema de acceso a c¨¢tedras en la Universidad espa?ola para el profesorado titular. Se diga lo que se diga, este sistema es una genuina revoluci¨®n democr¨¢tica en una universidad tan llena de tics feudales como la espa?ola y viene a sustituir al modelo que estableci¨® la Ley de Reforma Universitaria de 1983 (LRU) y al ef¨ªmero modelo de la habilitaci¨®n planteado en la Ley Org¨¢nica de Universidades de 2001 (LU).
En la LRU una comisi¨®n de cinco catedr¨¢ticos se encargaba de la selecci¨®n de nuevos miembros de este cuerpo. De ellos, dos eran propuestos por la universidad convocante (en la pr¨¢ctica, el departamento al que se asignaba la plaza) y tres por sorteo entre los catedr¨¢ticos del resto de las universidades. Los efectos negativos no tardaron en hacerse notar. Lo habitual fue que solo se presentara el candidato "de la casa" y que los candidatos "de fuera" no tuviesen nada que hacer. Esta comisi¨®n, en la pr¨¢ctica, era soberana y no ten¨ªa que dar cuentas a nadie. Salvo casos flagrantes, de cara violaci¨®n de la ley -sobre todo de sus aspectos formales-, sus decisiones eran irrevocables. De hecho, se han dado situaciones en las que un candidato con una amplia investigaci¨®n no gana la plaza ante un rival con mucho menos curr¨ªculum. Bastaba con obtener tres de los cinco votos de la comisi¨®n. Siendo dos de los votos de la universidad convocante, la cosa no era complicada.
El Partido Popular introdujo en la LU el sistema de la habilitaci¨®n nacional. Para poder concursar a una c¨¢tedra en cualquier universidad primero era preciso ser habilitado por una comisi¨®n compuesta esta vez por siete catedr¨¢ticos todos ellos elegidos por sorteo o ser ya catedr¨¢tico. Sobre el papel parec¨ªa un m¨¦todo m¨¢s justo. En la pr¨¢ctica se vio que el camino del infierno est¨¢ plagado de buenas intenciones. La habilitaci¨®n consist¨ªa en dos pruebas. En la primera cada candidato presentaba su trayectoria cient¨ªfica y docente y a continuaci¨®n el tribunal le preguntaba sobre los puntos que considerase oportunos. En la segunda, cuya realizaci¨®n exige que los candidatos hayan aprobado la primera, se presenta un trabajo in¨¦dito de investigaci¨®n seguido de una discusi¨®n con el tribunal. Cada una de estas pruebas supone dedicar como m¨ªnimo tres horas con cada candidato -sin duda poco tiempo para calibrar una trayectoria acad¨¦mica de toda una vida-. Hubo habilitaciones a las que se presentaron m¨¢s de treinta candidatos. Basta con multiplicar el n¨²mero de horas de cada prueba por el de candidatos para hacerse una idea de la t¨¦trica loter¨ªa que hab¨ªan ganado los miembros de la comisi¨®n: varias semanas o meses de abandono de sus tareas de investigaci¨®n, de docencia y de gesti¨®n. Por otra parte, en ¨¢reas donde no hab¨ªa muchos catedr¨¢ticos no fue extra?a la actuaci¨®n de las camarillas de siempre y el intercambio de favores.
Finalmente, la LU fue modificada por la Ley Org¨¢nica 4/2007, de 12 de abril, que inauguraba el modelo actual de acceso a las c¨¢tedras por medio de la acreditaci¨®n previa otorgada por la Agencia Nacional de Evaluaci¨®n de la Calidad y Acreditaci¨®n (ANECA) y, al igual que con la habilitaci¨®n, un concurso de acceso a la plaza espec¨ªfica que convoque cualquiera de las universidades. La acreditaci¨®n se consigue si la comisi¨®n de expertos del ¨¢mbito cient¨ªfico del candidato otorga un m¨ªnimo de 80 puntos sobre 100 posibles, de los cuales -siempre como m¨¢ximo- 55 proceder¨ªan de las labores de investigaci¨®n, 35 de la docencia y 10 de la gesti¨®n.
El grueso de los 55 puntos de investigaci¨®n procede de la obtenci¨®n previa de los sexenios de investigaci¨®n, cada uno de los cuales vale 15 puntos. Si un candidato tiene cuatro sexenios o m¨¢s alcanza autom¨¢ticamente el m¨¢ximo de los 55 puntos de este ep¨ªgrafe. De no ser as¨ª, podr¨ªa alcanzar los 55 puntos a partir de la valoraci¨®n de actividades como la direcci¨®n de tesis, de trabajos de investigaci¨®n de doctorado, publicaciones, asistencia a congresos, conferencias, participaci¨®n en proyectos de investigaci¨®n, etc.
En este apartado lo m¨¢s problem¨¢tico puede ser la entronizaci¨®n de los sexenios. Estos tramos de investigaci¨®n son concedidos por la Comisi¨®n Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI), la cual valora las cinco publicaciones que cada candidato selecciona de entre las realizadas en un plazo de seis a?os -que pueden ser discontinuos-. Para evaluarlas se recurre al impacto de las publicaciones, es decir, el prestigio de las revistas cient¨ªficas o de las editoriales en que se publica medidos a partir de ciertos ¨ªndices que podr¨ªan ser m¨¢s o menos discutibles y que pueden dar lugar a ciertas picarescas del tipo de que miembros de una comunidad cient¨ªfica se citen entre s¨ª para inflar artificialmente la relevancia de sus escritos. La mayor parte de los candidatos que concurren a la acreditaci¨®n tienen como m¨ªnimo tres sexenios, pese a que hay alg¨²n caso de personas con dos. No obstante, siempre o casi siempre (sobre esto no tengo datos precisos), se trata de candidatos que tienen el m¨¢ximo de sexenios posibles. Algunos de nuestros catedr¨¢ticos no tienen el cien por cien de los sexenios y algunos, aunque pocos, simplemente no tienen ninguno -hay que decir que no siempre se hace justicia en la denegaci¨®n y concesi¨®n de sexenios-.
Casi la mitad de los 35 puntos de docencia se puede obtener por haber abierto y cerrado la puerta del aula durante un m¨ªnimo de diez a?os. A diferencia de los sexenios, habitualmente los quinquenios de docencia se conceden por el mero paso del tiempo. No obstante, en la acreditaci¨®n se valoran m¨¢s cosas: la variedad de asignaturas impartidas, haber sido docente en otras universidades -por ejemplo, en cursos de verano o doctorados-, participar de procesos de innovaci¨®n did¨¢ctica, haber hecho cursos de perfeccionamiento docente, haber dirigido tesis doctorales y trabajos de investigaci¨®n del segundo curso de doctorado, etc.
Los 10 puntos de experiencia en gesti¨®n y administraci¨®n educativa, cient¨ªfica o tecnol¨®gica valoran el desempe?o de puestos acad¨¦micos, la coordinaci¨®n de t¨ªtulos universitarios, la pertenencia a comit¨¦s de revistas cient¨ªficas, la organizaci¨®n de congresos, etc. En mi opini¨®n son pocos los puntos que se conceden a estas actividades y no estar¨ªa mal establecer cuatrienios de gesti¨®n si se quiere incentivar la participaci¨®n del mismo modo que se hace con la investigaci¨®n.
En definitiva, los niveles de exigencia son ahora m¨¢s plurales y m¨¢s rigurosos. De hecho, ya ha surgido alguna empresa que se dedica a ayudar a preparar una documentaci¨®n que f¨¢cilmente implica un mes de trabajo a tiempo completo. No se olvide que haber obtenido tres sexenios de investigaci¨®n y la posible acreditaci¨®n suponen un m¨ªnimo de veinte a?os de trabajo continuado y una edad que oscila entre los 45 y algo m¨¢s de los 50 a?os (en la universidad espa?ola se supone que como en la canci¨®n de Dylan se es forever young). La gran ventaja es que, a partir de ahora, quien quiera dedicarse a la universidad ya sabe cu¨¢les son las reglas del juego -por discutibles que puedan ser-. Quien accede a una c¨¢tedra -o a una plaza de profesor titular- desde la acreditaci¨®n no se debe su puesto a nadie en concreto. Hasta ahora ten¨ªamos la justicia del cad¨ª, lo que ha dado lugar a que ciertos profesores practiquen la genuflexi¨®n vitalicia hacia sus mentores.
No se me escapan claroscuros en este nuevo proceso. A la controversia sobre los sexenios o el regalo de los quinquenios se puede a?adir que los concursos de acceso a las universidades muchas veces se blindan al configurarse como v¨ªas de promoci¨®n para los que ya trabajan en ellas. Lamentablemente, que alguien "de fuera" gane uno de estos concursos supone un sobrecoste para la universidad convocante. Que gane alguien de dentro es simplemente una subida salarial y esto es fundamental en un momento de crisis financiera para la mayor parte de las universidades. Tampoco vivimos en un escenario de universidades que compiten entre s¨ª por los mejores profesores (lo que obligar¨ªa, como ocurre en los Estados Unidos, a ofrecer ventajosas condiciones a los candidatos m¨¢s deseados), ni de titulaciones o facultades que crean proyectos educativos e investigadores espec¨ªficos (?qu¨¦ sentido tiene que existan dos o m¨¢s titulaciones id¨¦nticas en una misma localidad?). Aqu¨ª, lo que hay, es un burocr¨¢tico caf¨¦ para todos del que terminar¨¢ por sacar tajada la universidad privada especialmente en los m¨¢steres.
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