"No es la 'abaya', est¨²pido"
Las mujeres saud¨ªes reclaman que Occidente deje de obsesionarse con el modo en que se visten
"Estamos hartas de que ustedes solo se fijen en c¨®mo nos vestimos. ?Por qu¨¦ no hablan de nuestros cerebros? ?Acaso las mujeres occidentales son mejor que yo porque ense?an las piernas y los brazos?". Suha al Zaydi no puede ocultar su irritaci¨®n cuando le pregunto por qu¨¦ las saud¨ªes siguen cubri¨¦ndose con la abaya, ese say¨®n negro que las oculta de la cabeza a los pies. A diferencia de Ir¨¢n, donde llevar el cabello y el cuerpo cubiertos es obligatorio bajo pena de decenas de latigazos, en Arabia Saud¨ª es una cuesti¨®n de presi¨®n social.
"No se trata de opresi¨®n. Yo no estoy oprimida. Tienen una impresi¨®n equivocada, la abaya es una tradici¨®n cultural", enfatiza esta dise?adora de interiores que traza el origen de esa prenda a la ocupaci¨®n otomana de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga. Pero en otros pa¨ªses de la zona, como Kuwait o Bahr¨¦in, su uso se ha reducido y aqu¨ª, incluso las j¨®venes que salen a cara descubierta o que no se tapan el pelo, siguen usando el say¨®n. Hasta que cruzan el puente a Bahr¨¦in o se suben en un avi¨®n hacia Europa o EEUU.
Al Zaydi, que en un gesto de coqueter¨ªa prefiere no decir su edad, descarta que eso signifique que se sientan obligadas. "Unas se quitan la abaya y otras no", precisa. Reconoce que cuando viaja fuera tambi¨¦n en ocasiones prescinde de ella. No obstante, en su pa¨ªs jam¨¢s sale a la calle sin ponerse esa capa negra. "No me siento a gusto; no es aceptable", explica.
No logro que vaya m¨¢s all¨¢ y me diga por qu¨¦ o por qui¨¦n no es aceptable. Como el hecho de que la mayor¨ªa se tape la cara, atribuye mi incomprensi¨®n a motivos culturales. "No es su cultura, nunca lo entender¨¢", zanja. Aunque las m¨¢s religiosas lo justifican como un signo de modestia, la verdad es que la prenda se ha convertido en un s¨ªmbolo de estatus. Marca distancias entre nativas e inmigrantes, y los nuevos dise?os con pedrer¨ªa incorporada son cualquier cosa menos modestos.
Al Zaydi insiste en dejar claro que la abaya no le ha impedido "recibir una educaci¨®n o ser una buena madre". De hecho, esta profesional, que tiene dos hijos y una hija, ha trabajado durante 25 a?os en la compa?¨ªa nacional de petr¨®leo (Saudi Aramco). Fue una de las pioneras. "Cuando empec¨¦ ¨¦ramos entre cinco y diez; llev¨® tiempo, pero nos aceptaron y en la actualidad es normal", explica.
Tal vez en Aramco, una verdadera isla en el panorama del reino, hasta el punto de que cuando el rey Abdal¨¢ quiso fundar una universidad que preparara profesionales acordes con los tiempos, recurri¨® a los responsables de esa empresa en lugar de al Ministerio de Educaci¨®n. De hecho, aunque Al Zaydi no lo diga, su caso es m¨¢s la excepci¨®n que la regla, si bien cada d¨ªa est¨¢n creciendo las excepciones.
A pesar de que las saud¨ªes ya rozan el 60% de todos los licenciados universitarios, apenas suman el 15% de la fuerza laboral. Adem¨¢s, todav¨ªa siguen circunscritas a unos pocos sectores. El 86% de las mujeres que trabajan lo hacen en la educaci¨®n, un 6% en la sanidad y un 4% en las administraciones p¨²blicas. Del total de casi seis millones de trabajadores del sector privado, s¨®lo 51.000 son mujeres saud¨ªes.
A la incomodidad (al parecer asumida) del c¨®digo vestimentario, se suman las restricciones para relacionarse con personas del otro sexo, algo que los saud¨ªes m¨¢s conservadores consideran intolerable. Eso lleva a oficinas bancarias segregadas, secciones separadas en los restaurantes e, incluso, mi ¨²ltimo descubrimiento, tiendas de inform¨¢tica solo para mujeres.
Al Zaydi atribuye estas diferencias con el resto del mundo a la juventud de su pa¨ªs. "A¨²n no tiene cien a?os. Se necesita tiempo. Estamos cambiando poco a poco", asegura. Subraya tambi¨¦n que "las mujeres han sido oprimidas por los hombres en todas partes; es un problema global, no exclusivo de Arabia Saud¨ª". Elude hablar del oc¨¦ano que separa la situaci¨®n legal de una saud¨ª y de una occidental. No tiene derecho al divorcio ni a la custodia de los hijos en caso de repudio, su palabra vale la mitad que la de un var¨®n en los tribunales, hereda la mitad que sus hermanos y su libertad para viajar, trabajar o montar un negocio, siempre est¨¢ en manos de un hombre, sea su padre o su marido.
"Me da la impresi¨®n de que algunas de ustedes vienen con la intenci¨®n de rescatarnos, pero por lo que a m¨ª respecta, me encuentro bien as¨ª", concluye.
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