D¨ªa Mundial de la Tuberculosis: la gracia en la tos olvidada
Es necesaria una mayor y m¨¢s activa implicaci¨®n espa?ola en los esfuerzos globales para detener esta vieja enfermedad
George Sand sol¨ªa decir de Fr¨¦d¨¦ric Chopin que este tos¨ªa con una gracia infinita. Y es que en la Europa rom¨¢ntica del siglo XIX, el imaginario colectivo hac¨ªa de la tuberculosis (TB) una enfermedad de prestigio, asociada a la creatividad de los c¨ªrculos intelectuales. Pero las percepciones y los est¨¢ndares comunes cambian r¨¢pidamente y, como fuere, de la mano del progreso econ¨®mico y de la nueva estratificaci¨®n social que acompa?¨® a Europa durante el siglo XX, la TB se instal¨® con cierta exclusividad en las clases m¨¢s populares. La mitificaci¨®n rom¨¢ntica dio paso a la estigmatizaci¨®n severa que, ya en los a?os 1970, condujo a la TB a permanecer en el olvido, identificada como un problema alejado temporal y geogr¨¢ficamente, aparentemente fuera de la cotidianidad del mundo occidental.
As¨ª, con el objetivo de aumentar el perfil, la sensibilidad alrededor de esta enfermedad, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclam¨® en 1982, con motivo del 100? aniversario del descubrimiento de la bacteria Mycobacterium tuberculosis por el cient¨ªfico alem¨¢n Robert Koch, la instauraci¨®n del 24 de marzo como D¨ªa Mundial de la Tuberculosis.
La realidad, sin embargo, es que a pesar de los esfuerzos de las Naciones Unidas, junto a instituciones p¨²blicas y privadas de todo el mundo, la TB no solo sigue siendo una enfermedad olvidada sino que, lejos de erradicarse, todav¨ªa en nuestros d¨ªas representa una verdadera amenaza para la salud y el desarrollo de la Humanidad. Seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), la TB provoca la muerte de 1,7 millones de personas anualmente y representa, despu¨¦s del VIH/sida, la segunda causa de muerte por enfermedad infecciosa en todo el mundo. No obstante, al tratarse de una enfermedad que se transmite a trav¨¦s del aire, como el resfriado com¨²n, el potencial pand¨¦mico de la TB es muy elevado: una persona con TB activa puede infectar a un promedio de entre 10 y 15 personas cada a?o.
Asimismo, la OMS indica que de los aproximadamente 2.300 millones de personas (?un tercio de la poblaci¨®n mundial!) infectadas por M. tuberculosis o bacilo de Koch, un 5-10% desarrollar¨¢ TB. Esta proporci¨®n, sin embargo, resulta muy superior en situaciones determinadas. Y es que el desarrollo de la propia enfermedad (el paso de TB latente a TB activa) se produce cuando el sistema inmunol¨®gico se deprime, cuando bajan las defensas del organismo a causa de factores como la coinfecci¨®n por el VIH/sida, la malnutrici¨®n o las malas condiciones de vida ligadas a contextos de pobreza. En efecto, la combinaci¨®n de la TB con el VIH/sida y la pobreza resulta letal: la TB es la primera causa de muerte de las personas infectadas por VIH y su impacto se concentra sobremanera en pa¨ªses de rentas bajas o muy bajas. El ?frica Subsahariana, por ejemplo, sufre una incidencia por TB de 350 casos por cada 100.000 habitantes, proporci¨®n dos veces superior que en el Sudeste asi¨¢tico (segunda regi¨®n con mayor incidencia) y ocho veces superior que en Europa.
Como en tantas crisis humanitarias, el inmovilismo y la laxitud de las autoridades p¨²blicas de todo el mundo explican la extensi¨®n de la pandemia de TB. Prueba de ello, por inquietante en nuestra era de esplendor tecnol¨®gico, es la inexistencia de herramientas de salud efectivas para diagnosticar, prevenir y tratar la TB: el m¨¦todo m¨¢s corriente para diagnosticar la enfermedad, el an¨¢lisis de esputos mediante microscopio, fue descubierto a finales del siglo XIX y no detecta la mitad de los casos de infecci¨®n, especialmente en personas coinfectadas por el VIH/sida; la vacuna utilizada para prevenir la TB, la BCG, que fue descubierta en 1921, ofrece alguna protecci¨®n contra la enfermedad en ni?os y ni?as, pero resulta inefectiva para prevenir la TB pulmonar en adolescentes y adultos, donde se concentra la mayor tasa de infecci¨®n por TB en todo el mundo; el r¨¦gimen terap¨¦utico que a¨²n se utiliza para tratar la enfermedad tiene m¨¢s de 40 a?os, debe administrarse en un periodo de entre 6 y 24 meses, se basa en una combinaci¨®n de cuatro f¨¢rmacos y dificulta la adherencia del paciente facilitando la expansi¨®n de cepas resistentes a los f¨¢rmacos como la MDR y la XDR (TB multirresistente a los f¨¢rmacos y TB extremadamente resistente). En definitiva, por tratarse de una enfermedad de la pobreza, las inversiones en investigaci¨®n y desarrollo de nuevas herramientas para la TB han permanecido (y permanecen) rezagadas: se estima que de los 2.000 millones de d¨®lares anuales necesarios para alcanzar las metas en investigaci¨®n y desarrollo de la Estrategia Alto a la TB de la OMS (desarrollar nuevos m¨¦todos diagn¨®sticos, preventivos y terap¨¦uticos efectivos, asequibles y accesibles para todas las personas que los necesiten), en 2008 solo se alcanzaron 510 millones de d¨®lares globalmente.
Y aunque sorprendente, el Gobierno de Espa?a no participa en los esfuerzos globales para promover el desarrollo de nuevas herramientas de salud cruciales contra la TB. Sorprende porque, por un lado, Espa?a es un pa¨ªs muy activo en la lucha contra la pobreza y uno de los principales donantes de ayuda oficial para el desarrollo, que s¨ª financia la investigaci¨®n en otras pandemias de la pobreza como el VIH/sida o la malaria y, por el otro, porque la situaci¨®n epidemiol¨®gica de la TB en nuestro pa¨ªs es m¨¢s que inquietante y una eventual mejora de los productos de salud para diagnosticar, prevenir y tratar la enfermedad contribuir¨ªa positivamente a revertir su impacto dom¨¦stico.
Porque, si bien el impacto de la TB es m¨¢s pronunciado en regiones en v¨ªas de desarrollo, pa¨ªses industrialmente avanzados como Espa?a no escapan de esta din¨¢mica. La eclosi¨®n del VIH/sida en los a?os 90, el aumento de los contextos de pobreza en grandes ciudades (el llamado cuarto mundo) o el incremento de los flujos migratorios explican que Espa?a sea el segundo pa¨ªs de la UE por casos absolutos de TB, solo por detr¨¢s de Rumania. Seg¨²n la OMS, la TB tiene una incidencia en Espa?a de 28 casos por 100.000 habitantes o 12.000 nuevas infecciones cada a?o. A pesar de este contexto y de las m¨²ltiples peticiones de profesionales de la salud y del Congreso de los Diputados todav¨ªa no est¨¢ operativo, y van cuatro a?os desde su aprobaci¨®n, el Plan Nacional para la Prevenci¨®n y el Control de la TB.
Por todo ello, y ante la previsibilidad de que la crisis financiera internacional afecte dram¨¢ticamente a la epidemiolog¨ªa de esta vieja enfermedad, es oportuno reivindicar, con motivo del D¨ªa Mundial de la Tuberculosis, una mayor y m¨¢s activa implicaci¨®n espa?ola hacia los esfuerzos globales para detener la TB. Es necesario fortalecer las pol¨ªticas p¨²blicas de ¨¢mbito dom¨¦stico e internacional con medidas como la implementaci¨®n del Plan para la Prevenci¨®n y el Control de la TB en Espa?a y el apoyo financiero a la investigaci¨®n y desarrollo de nuevas herramientas de salud efectivas para todas aquellas personas que las necesiten. Porque, a un a?o para acabar la legislatura, el Gobierno de Espa?a tiene una oportunidad inmejorable para incrementar la calidad de vida de los y las espa?olas, exportar su pericia en el campo de la salud p¨²blica, ejercer liderazgo internacional y, en definitiva, contribuir de forma estrat¨¦gica a la erradicaci¨®n mundial de la TB. Porque en nuestros d¨ªas es momento de acabar con la estigmatizaci¨®n y sacar, de una vez por todas, la TB del olvido. El mundo pide a gritos vivir sin TB, dar las gracias por el fin de la tos olvidada.
Gaspar Llamazares es presidente de la Comisi¨®n de Sanidad del Congreso de los Diputados; James E. Connolly, director ejecutivo de la Fundaci¨®n Mundial Aeras para las Vacunas de la Tuberculosis; y Joan Cayl¨¤, jefe de la Unidad de Epidemiolog¨ªa de la Agencia de Salud P¨²blica de Barcelona.
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