A la globalizaci¨®n sin cables
Cientos de poblados del norte de Tailandia abandonan la Edad Media gracias a placas solares y tel¨¦fonos m¨®viles. La vida ya nunca ser¨¢ igual.
S¨®lo hace dos semanas que la familia de Ape ha dejado atr¨¢s la Edad Media. Hasta entonces, su existencia estaba completamente ligada a la naturaleza. Los gallos de este poblado situado en las frondosas monta?as de la provincia de Chiang Rai, la m¨¢s septentrional de Tailandia, marcaban el inicio de un nuevo d¨ªa en la jungla. Y la ca¨ªda del sol anunciaba su final. A partir de la muerte del astro, s¨®lo quedaba viva la hoguera de la cocina, situada en un rinc¨®n de la peque?a caba?a de madera y bamb¨². "A veces utiliz¨¢bamos velas, pero mis hermanos no pod¨ªan estudiar con tan poca luz, y se dorm¨ªan", recuerda la mayor de los cinco, que este a?o ha cumplido los 18.
Ahora, sin embargo, dos bombillas de bajo consumo han alargado la vida de esta familia de la minor¨ªa ¨¦tnica Akha, que conversa animadamente hasta pasadas las nueve de la noche. "Ya tenemos pensado comprar un peque?o calentador de agua para poder lavarnos, porque el r¨ªo est¨¢ muy fr¨ªo", cuenta Ape con una sonrisa de oreja a oreja.
Una ONG local est¨¢ tratando de llevar la electricidad a los pueblos m¨¢s remotos de Tailandia con placas solares de silicio
La siguiente revoluci¨®n ha llegado tambi¨¦n sin cables, gracias a una torre que ha instalado la compa?¨ªa de telefon¨ªa AIS
Y todo gracias a una placa solar que han instalado en el techo de la vivienda, cortes¨ªa de una ONG local que est¨¢ tratando de llevar la electricidad a los pueblos m¨¢s remotos donde no resulta rentable construir la infraestructura necesaria para que la luz no dependa ¨²nicamente del sol. "Tenemos que pagar una peque?a cantidad por la placa, pero no nos importa. Hubi¨¦semos pagado la corriente de buen grado. Llev¨¢bamos a?os reclamando al gobierno provincial que tendiese cable en la zona, pero siempre nos daba largas".
El problema no era s¨®lo econ¨®mico. Influye tambi¨¦n el hecho de que muchos de los habitantes de este tipo de poblados no existen. Oficialmente, claro. Han nacido en suelo tailand¨¦s, pero nunca registraron a sus beb¨¦s, y las autoridades no los reconocen. Conseguir la nacionalidad y el carn¨¦ de identidad que les permita realizar operaciones como el pago de recibos, es una batalla larga y dura. Ape la ha ganado, y con ella toda su familia, pero muchos otros contin¨²an en una sombra administrativa.
La siguiente revoluci¨®n ha llegado tambi¨¦n sin cables, gracias a una torre que ha instalado la compa?¨ªa de telefon¨ªa AIS. Con ella ha desembarcado el tel¨¦fono, otro de los servicios b¨¢sicos de los que carec¨ªa el poblado de Ape, y raz¨®n por la que unas cinco personas han perdido la vida. "Hab¨ªan sufrido accidentes en el bosque y no pudimos llamar a ning¨²n hospital o tuk-tuk [triciclo que hace de taxi local]. Hubo que trasladarlos en motocicleta o a la espalda, y no llegaron con vida". Ahora, la familia de Ape cuenta con un Nokia b¨¢sico que han adquirido por 1.000 baht (unos 30 euros). "La se?al es muy d¨¦bil y hay que buscarla, pero podemos hacer llamadas". Lo prueba con una perdida a este periodista.
El caso del poblado en el que reside la familia de Ape no es ¨²nico. Otros lugares inaccesibles de Tailandia, y tambi¨¦n de las vecinas Laos y Camboya, han optado por placas solares de silicio, muchas veces financiadas por ONG, y telefon¨ªa m¨®vil para acceder a los servicios b¨¢sicos de la era de la globalizaci¨®n. "Nos falta el agua corriente, pero aqu¨ª hay poca contaminaci¨®n y no sufrimos enfermedades relacionadas con la bebida", afirma la joven.
Otro de los beneficios de esta revoluci¨®n sin cables est¨¢ en el turismo. La zona en la que vive Ape es una de las favoritas de los amantes del senderismo extremo, turistas que deciden visitar poblados que atraen, en gran medida, justo por lo dif¨ªcil de sus condiciones de vida. Muchos quieren experimentar la vida 'real' de las minor¨ªas ¨¦tnicas, y los cables afear¨ªan la fotograf¨ªa. "Cuando llega alg¨²n turista ahora cubrimos la placa y quitamos las bombillas", r¨ªe Ape.
A m¨¢s de 3.500 kil¨®metros, en la estepa mongola, muchos n¨®madas han encontrado tambi¨¦n en este generador el¨¦ctrico la salvaci¨®n de su forma de vida. Lo explica Oyunbileg, una mujer que, despu¨¦s de haber trabajado en Europa, decidi¨® vivir de aqu¨ª para all¨¢. S¨®lo ten¨ªa una pega: era consciente de que sus cuatro hijos ten¨ªan que recibir una educaci¨®n decente y disfrutar de lo positivo de la ciudad. As¨ª, lo primero que hizo la familia, fue adquirir dos peque?as placas solares que no s¨®lo a?aden luz al manto de estrellas que cubre la yurta en la que viven, sino que permiten el funcionamiento de la televisi¨®n, el receptor v¨ªa sat¨¦lite, y el DVD en el que los chavales no se cansan de reproducir la versi¨®n de King Kong dirigida por Peter Jackson.
Poco a poco, el mill¨®n escaso de n¨®madas mongoles sigue sus pasos. Unicef proporciona placas solares a varias escuelas y guarder¨ªas del desierto del Gobi, y el Gobierno tambi¨¦n ha lanzado una subvenci¨®n para que los pastores puedan disfrutar de algo m¨¢s que la naturaleza en estado puro. Urti es uno de los que todav¨ªa no puede enchufar absolutamente nada. "Estoy ahorrando para una placa, y quiz¨¢ venda unas ovejas para comprarla, porque siempre me quedo sin pilas para la radio y no s¨¦ qu¨¦ pasa en el mundo", reconoce. Lo del tel¨¦fono tendr¨¢ que esperar. En un territorio cuyo tama?o triplica el de Francia, y que est¨¢ habitado por s¨®lo tres millones y medio de almas, las compa?¨ªas telef¨®nicas tienen dif¨ªcil dar cobertura m¨¢s all¨¢ de las ciudades. Y es que, adem¨¢s, los mongoles no pueden estarse quietos.
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