El drama del 'hombre rojo'
'Tierra' se adentra en la jungla de Sumatra para encontrarse con una de las especies m¨¢s amenazadas por la actividad del ser humano: el orangut¨¢n
Es complicado respirar. El intenso calor se mezcla con una opresiva humedad. El sudor corre por la frente y nubla la vista. Avanzar es un suplicio. Las lluvias de los ¨²ltimos d¨ªas han convertido los senderos en lodazales, y han fortalecido la densa vegetaci¨®n. Son las nueve de la ma?ana, y a la luz solar todav¨ªa le cuesta penetrar hasta el suelo del Parque Natural Gunung Leuser, situado a pocos kil¨®metros del somnoliento pueblo de Bukit Lawang, al norte de la isla indonesia de Sumatra. Es uno de los pocos lugares que le queda al orangut¨¢n para vivir a sus anchas, y, sin duda, el ser humano es aqu¨ª un intruso en un mundo hostil.
Cientos de sonidos desconocidos asaltan al visitante, que los analiza instintivamente como amenazas que provocan una angustia justificada. Las lianas que sirven de apoyo pueden tener lengua b¨ªfida y las sombras que pueblan la jungla parecen tener la mirada fija en los reci¨¦n llegados. Es la prueba irrefutable de que la isla indonesia de Sumatra cuenta todav¨ªa, y a pesar de que su superficie se ha reducido casi un 70% en 50 a?os, con un impresionante muestrario de naturaleza en estado salvaje.
La superficie de la isla de Sumatra en estado natural se ha reducido casi un 70% en 50 a?os
Quedan s¨®lo 6.624 ejemplares de orangutanes en la isla, el 9% de los que la habitaban 1900
Indonesia alberga el 10% de los bosques primarios del mundo, donde habitan 772 especies amenazadas
El gu¨ªa indonesio se mueve como pez en el agua a pesar de que calza unas chancletas de pl¨¢stico made in China. Quiz¨¢ sean m¨¢s adecuadas que nuestras botas de gore-tex. El joven analiza el suelo y escudri?a las alturas. En ocasiones, se detiene en seco y levanta un brazo para que hagamos lo mismo. Escuchamos con atenci¨®n, pero somos incapaces de comprender el significado de la sinfon¨ªa natural que nos acompa?a todo el camino. Buscamos al "hombre rojo": orangut¨¢n en indonesio.
Y no es f¨¢cil dar con uno. Seg¨²n la ONG Rainforest Rescue quedan s¨®lo 6.624 ejemplares de la especie propia de esta isla, un n¨²mero que supone el 9% de los que habitaban Sumatra en 1900. Adem¨¢s, su desaparici¨®n se ha agudizado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, coincidiendo con el aumento del ritmo al que se desforesta la jungla para dejar espacio a plantaciones rentables, como la de la palmera que, una vez tratada, se convierte en biocombustible de segunda generaci¨®n.
No obstante, un informe publicado por la UNEP en septiembreconsidera que la conservaci¨®n de este ecosistema primario es m¨¢s beneficiosa, incluso en lo econ¨®mico, que su destrucci¨®n para crear lo que se conoce como "el desierto verde". De hecho, la agencia medioambiental de la ONU asegura que podr¨ªa incluso triplicar los ingresos que proporciona ahora la plantaci¨®n de monocultivos. Claro que los c¨¢lculos que hace la UNEP, basados en el precio de los cr¨¦ditos de CO2, son complejos y quedan muy lejos de la capacidad de comprensi¨®n de una poblaci¨®n y un tejido empresarial que miran la rentabilidad a corto y medio plazo.
As¨ª, la situaci¨®n oficial de los orangutanes en Indonesia, un pa¨ªs que suma el 10% de los bosques primarios del mundo, y en el que habitan 772 especies amenazadas, es actualmente de peligro cr¨ªtico. Despu¨¦s ya s¨®lo le quedan las etiquetas de extinguido en libertad y extinguido a secas. Lo que est¨¢ sucediendo es, seg¨²n Hardi Baktiantoro, un activista del Centro para la Protecci¨®n del Orangut¨¢n, que trabaja en la isla de Borneo, nada menos que un "genocidio". Baktiantoro acusa a las empresas que explotan la jungla incluso de matar a los orangutanes utilizando veneno.
Por si fuera poco, los ejemplares que viven en cautividad tampoco disfrutan de una situaci¨®n muy agradable. Este periodista comprueba que algunos est¨¢n encerrados en jaulas en las que apenas pueden moverse, y hace unos d¨ªas se denunci¨® que en algunos zool¨®gicos de Indonesia se les permite a los visitantes echar cigarrillos a los orangutanes para disfrutar de una escena con la que muchos se parten de risa.
Afortunadamente, el parque de Gunung Leuser es un santuario reconocido por la Unesco en el que conviven decenas de especies amenazadas, incluidos tigres, rinocerontes y elefantes, animales con los que el visitante prefiere no encontrarse. Pero, seg¨²n pasan las horas y el cielo oscurece, su presencia se hace cada vez m¨¢s evidente en la mente, que juega continuas malas pasadas. S¨®lo falta que comience a diluviar.
Y eso es lo que auguran las primeras gotas. No obstante, las carcajadas del gu¨ªa dejan bien claro que no es precisamente agua lo que cae sobre la cabeza, sino una lluvia dorada de bienvenida de una amistosa especie de mono. Es ya la en¨¦sima que aparece entre el espeso follaje, pero de orangutanes no hay ni rastro. La diversidad natural es asombrosa. La sensaci¨®n de indefensi¨®n, tambi¨¦n. "Es posible que ni siquiera en varios d¨ªas consigamos ver uno, porque cada vez hay menos", reconoce el gu¨ªa. Pero de repente llega el inconfundible sonido de las ramas siendo zarandeadas. Algo, grande, se acerca.
"Ah¨ª est¨¢". El gu¨ªa no tiene ninguna duda. "Cuidado, puede ser hostil". Una mole anaranjada se acerca. Deprisa. Mucho m¨¢s r¨¢pido de lo que cabr¨ªa esperar. Pero el hombre rojo resulta ser mujer, y adem¨¢s est¨¢ embarazada. Es evidente que est¨¢ acostumbrada a los seres humanos, porque no muestra ning¨²n tipo de recelo. El gu¨ªa le ofrece trozos de sand¨ªa para que la orangutana se acerque m¨¢s, algo que est¨¢ prohibido por las autoridades del parque. El animal devora el manjar, y regresa a las alturas. Se rasca la cabeza en un gesto muy humano. Y, entonces, tan r¨¢pido como ha aparecido, se desvanece. "Ojal¨¢ sobreviva la cr¨ªa. El embarazo es duro, pero aqu¨ª fuera todo es m¨¢s dif¨ªcil", apostilla el gu¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.