Las discapacitadas salen de su encierro
La sociedad las confin¨® y les neg¨® las relaciones, el sexo y la maternidad Algunas llevaban d¨¦cadas sin pisar la calle Recuperar la autoestima es la prioridad
![A la izquierda, Carme Riu, presidenta de Dones no Estándar, con otras compañeras.- M. MINOCRI](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/RO2NIKS5NV6WBMMODUAFNFZJDE.jpg?auth=132c9ee0a45f687402dd67b61a0f0c8f9e1753704266942fbe7550b871f66ecb&width=414)
Una silla de ruedas sigue concentrando las miradas. O unas muletas con dos piernas r¨ªgidas balance¨¢ndose a cada salto. Sin embargo, la discapacidad puede a veces ser muy invisible. Estamos hablando, claro, de mujeres, muchas de ellas encerradas en casa durante a?os, privadas de relaciones, de sexo, de maternidad... Tambi¨¦n de cualquier forma de participaci¨®n en la vida p¨²blica, pero cuando esta se consigue los varones van dos pasos por delante. Estas mujeres tienen una doble agenda para combatir su doble discriminaci¨®n: romper la barrera que las condena en tanto mujeres con discapacidad y pelear el espacio p¨²blico que ocupan mayoritariamente sus compa?eros.
Se trata, pues, de recuperar el rol femenino por completo, negado por la sociedad, cegado a veces con bistur¨ª, y, una vez ah¨ª, alcanzar la igualdad con los hombres. O mejor, las dos cosas a la vez, no hay tiempo que perder.
No hay cifras, pero las expertas saben que cuando a una mujer le sobreviene una discapacidad, por ejemplo por accidente de tr¨¢fico, el divorcio llega a veces antes que la salida del hospital. "Si no hay hijos se entiende que ya nunca los habr¨¢. Si los hay, a veces la madre reparte la indemnizaci¨®n recibida del seguro para no ir a juicio y poder quedarse con ellos, porque algunos jueces no entienden que una mujer discapacitada pueda hacerse cargo de sus hijos". Maite Gallego no da detalles, ni nombres, pero conoce bien ese mundo s¨®rdido del que habla, por eso presta su relato, con final feliz, para este reportaje. Porque, despu¨¦s de a?os de lucha, empiezan a verse algunos rayos de luz.
Los dispositivos de ortopedia suelen ser pesados y con dise?o masculino
La silla de ruedas que ella maneja no acab¨® con su matrimonio, que se enriqueci¨® despu¨¦s de sobrevenir la discapacidad con la llegada de una ni?a desde China. Las tribulaciones del proceso de adopci¨®n las contar¨¢ despu¨¦s. La vida que lleva Maite Gallego es un ejemplo de lo que buscan las mujeres con discapacidad con la aprobaci¨®n del segundo manifiesto de los Derechos de las Mujeres y Ni?as con Discapacidad de la Uni¨®n Europea, una herramienta que ha de servir a los pol¨ªticos para pasar de la teor¨ªa a los hechos. Este manifiesto surge en Espa?a, "donde se ha avanzado mucho en las pol¨ªticas transversales de g¨¦nero", explica Ana Pel¨¢ez, presidenta de la Comisi¨®n de la Mujer del CERMI, la gran plataforma espa?ola de las organizaciones de discapacidad. El manifiesto, pues, surge en Espa?a, pero nace con el apoyo del Lobby Europeo de Mujeres, del que es miembro el Foro Europeo de la Discapacidad, y busca la plena inclusi¨®n de las mujeres con discapacidad en un mundo igualitario. Pel¨¢ez, que es ciega, explica as¨ª parte del problema: "A las mujeres con discapacidad no se nos considera en nuestro rol femenino, es como si fu¨¦ramos asexuadas. Parece que ni la sexualidad, ni la maternidad fuera con nosotras, pero tampoco la representaci¨®n pol¨ªtica, sindical o en nuestras propias organizaciones".
Efectivamente, las organizaciones de la discapacidad est¨¢n muy feminizadas, "alrededor del 60% son mujeres", pero tampoco encuentran el techo, por m¨¢s que quieran subir. Ellas siguen abajo. As¨ª pasa que cuando Europa decide hacer accesibles los medios de transporte a las personas con discapacidad empiezan por los aviones. "Justo lo que usan m¨¢s los hombres. ?Por qu¨¦ no empiezan por los autobuses urbanos, que son los que usamos nosotras mayoritariamente? Eso ser¨ªa hacer las cosas en clave de g¨¦nero", se queja Pel¨¢ez.
As¨ª pasa, tambi¨¦n, que cuando se dise?a un reloj para ciegos que vibra, que canta y al que solo le falta bailar, resulta que no hay m¨¢s que modelos masculinos y que son car¨ªsimos, as¨ª que, ser¨¢n los ciegos y no las ciegas, los clientes m¨¢s probables.
Adoptar un hijo es m¨¢s complicado para alguien que va en silla de ruedas
Y pasa, por dejarlo en tres ejemplos, que las muletas existentes en los cat¨¢logos ortop¨¦dicos de la seguridad social pesan tanto que si son ¨¢giles para alguien ser¨¢ para los hombres.
Pero ocurren cosas a¨²n peores. "La represi¨®n con estas mujeres ha sido brutal. A ellas se las ha encerrado en casa por temor a que parieran un hijo mientras a ellos se les llevaba al prost¨ªbulo. En las residencias de personas con discapacidad no se permiten las relaciones sexuales, un derecho que s¨ª tienen en las c¨¢rceles". Sin pelos en la lengua ni muchos miramientos con el lenguaje, Carme Riu, presidenta de la asociaci¨®n catalana de Dones no Est¨¢ndar, prosigue con su relato de las cosas: "A los hombres con discapacidad, la familia trataba de buscarles una novia, aunque fuera un poco bobita, para poder formar una familia. A la mujer se la encerraba en casa con su pensi¨®n no contributiva y los hermanos nos dec¨ªan que ten¨ªamos mal car¨¢cter. Y ?qu¨¦ pasa cu¨¢ndo se mueren los padres? Una chica sola con una paguita que no ha gestionado en su vida...".
La asociaci¨®n de Carme Riu saca a estas mujeres a la calle y las ense?a a ocupar el espacio p¨²blico, a coger medios de transporte, a recuperar su autoestima, solucionar su analfabetismo y avanzar hacia el mundo laboral cuando es posible. "Algunas llevaban 40 a?os casi sin pisar la calle". "Las mujeres debemos ir codo con codo, todas, en busca de la igualdad. Y nosotras podemos aportar mucho", dice.
Los aparatos sanitarios no suelen estar adaptados para este colectivo
La ayuda m¨¢s preciada, llega, muchas veces, con el ejemplo: viendo a Maite Gallego pasear a su hija con la manita agarrada a la silla de ruedas; buscando la ni?a las rampas para que pasen las ruedas de la madre, sin traumas, sin complejos. Con naturalidad. Como cuando ri?e, con su voz de ni?a, al conductor que ha dejado el coche aparcado en el rebaje de la acera. Y el se?or le contestaba, paternalista: "Qu¨¦ graciosa, son solo cinco minutos, guapa". Y la ni?a soltaba: "Otro con lo de los cinco minutos, mami".
Pero hasta que lleg¨® esa naturalidad Maite Gallego tuvo que escuchar frases indeseables, por ejemplo cuando decidieron adoptar en China y empezaron las preguntas de los expertos para determinar si la pareja era id¨®nea para criar un hijo. O sea, para determinar si lo era esa mujer en silla de ruedas. ?Y si la ni?a se cae? ?Y si se pone mala? ?Y c¨®mo la ba?ar¨ªas? "Cuando me hart¨¦ le dije: ?Y d¨®nde est¨¢ escrito que voy a ser yo la que la ba?e?". La casa de Maite est¨¢ perfectamente adaptada y cuando fueron a visitarla lo comprendieron y les dieron el certificado de idoneidad. Luego lleg¨® la ni?a. "Cuando se ca¨ªa ven¨ªa llorando a mi silla para que le hiciera unos mimos. Y nunca se me escapaba por la calle porque sab¨ªa que no pod¨ªa hacerlo; se le escapaba al padre, m¨¢s bien. Maduran pronto y se adaptan a las circunstancias. Cuando jugaba a las mu?ecas se sentaba en una sillita, era su forma de ser la madre", describe Gallego.
La discapacidad intelectual y mental es la que se lleva la peor parte
"La imagen m¨¢s negativa de la mujer con discapacidad es la maternidad. No se asume que ella no pueda cumplir con su deber de cuidar a los menores", acusa Gallego.
La ONU recogi¨® muchos derechos pero las leyes a¨²n no se han adaptado
"Pero la mujer cuida hasta cuando es discapacitada", a?ade Carme Riu. Esa es la doble discriminaci¨®n. Mientras el resto de mujeres est¨¢n luchando para que no se les adjudique siempre el papel de cuidadoras de ni?os, de ancianos, de enfermos... las que tienen discapacidad a¨²n pelean porque les dejen cuidar a sus hijos.
Los cuidados tienen otra vuelta de tuerca en el mundo de la discapacidad, porque para alguien que los necesita, no recibir esos cuidados ya es una forma de violencia, un brutal abandono, quiz¨¢ una tortura.
La violencia de g¨¦nero, en este ¨¢mbito, es una jaula de dif¨ªcil escapatoria. Ana Pel¨¢ez menciona el caso de aquellas mujeres que podr¨ªan contar al m¨¦dico de familia el maltrato que reciben. "Pero resulta que para entrar al consultorio alguien tiene que empujar su silla de ruedas. La intimidad que requiere una confesi¨®n as¨ª se pierde por completo", se?ala.
En el campo sanitario se ponen de manifiesto muchas de las carencias que sufren estas personas. C¨®mo subir a una camilla de exploraci¨®n ginecol¨®gica, aparatos de mamograf¨ªas que no est¨¢n a la altura adecuada, espacios para desvestirse que no tienen las dimensiones suficientes...
Con todo, son la discapacidad intelectual y la mental las que se llevan la peor parte. "La violencia se ejerce siempre con el m¨¢s d¨¦bil y el perfil m¨¢s d¨¦bil es el de mujer con discapacidad intelectual, soltera y madre", empieza Pilar Cid, del ¨¢rea de Mujer y de la Oficina de Vida Independiente de la Asociaci¨®n Afanias, para personas con discapacidad intelectual. "No hace mucho estaban encerrados en psiqui¨¢tricos y a partir de los sesenta se fueron consiguiendo poco a poco el derecho a la alfabetizaci¨®n, a la educaci¨®n completa, al trabajo".
Es en 2006 cuando se incluyen los derechos de los discapacitados bajo el manto de la ONU, "pero las leyes todav¨ªa no han cambiado del todo y las costumbres siguen mandando", lamenta Pilar Cid. Y a pesar de lo que dice la convenci¨®n de la ONU, a una mujer con discapacidad intelectual se le suele retirar el hijo que pare hasta que se demuestra que puede cuidarlo como otras madres, en lugar de prestarle apoyo, como dice la ONU.
En organizaciones como Afanias se quejan de la invisibilidad de las madres con discapacidad. "No existen. Hay gu¨ªas sobre violencia de g¨¦nero, se trata la sexualidad... Pero no hay subvenciones para educar sobre la maternidad, las madres, sencillamente, no existen para la Administraci¨®n", lamenta Pilar Cid.
"A veces las asfixiamos a base de cari?o, de sobreprotecci¨®n, en definitiva, es que no se las considera personas completas, es dif¨ªcil verlas con los mismos derechos que a los dem¨¢s. En los pa¨ªses n¨®rdicos se les dan muchas subvenciones desde que nacen, pero no salen de casa, est¨¢n en una jaula de oro", asegura Cid.
Otra jaula puede ser el mundo rural, donde las mujeres tienen menos visibilidad que los hombres y donde las condiciones de movilidad son peores, caminos sin asfaltar, casas con grandes escaleras. Por otro lado, una simple depresi¨®n ya es un asunto tab¨² en los pueblos, as¨ª que un problema mental grave constituye un terrible estigma. La doble discriminaci¨®n puede ser aqu¨ª triple, por mujeres, por la discapacidad y por estar en un mundo m¨¢s cerrado, donde la penetraci¨®n de las conquistas igualitarias no ha calado tanto. "El problema de fondo en el mundo rural lo tienen las mujeres en general, porque los roles que desempe?an est¨¢n todav¨ªa muy marcados por la inercia de siempre", explica Jes¨²s Casas, director general de Desarrollo Sostenible del Medio Rural. "Por eso, esa doble discriminaci¨®n puede estar m¨¢s acentuada que en el mundo urbano", a?ade. "Es una gran paradoja: las mujeres son la parte estructural de los pueblos, y, sin embargo, son las menos visibles".
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