El acoso entre adolescentes
El autor rechaza las lecturas simplistas que solo buscan encontrar culpables Defiende el estudio serio del problema y la colaboraci¨®n estrecha entre escuela y familia
Catedr¨¢tico de Pedagog¨ªa de la Universidad de Barcelona y director del Observatorio Internacional de la Profesi¨®n Docente
Siempre ha existido el acoso de ni?os y adolescentes fuera y dentro de las escuelas. No se llamaba bullying (rechazo esa tendencia absurda a denominar todo acto social en lengua inglesa), sino acoso, pelea, agresi¨®n, confrontaci¨®n, abuso, etc¨¦tera. Todos recordamos alguno o varios casos en nuestro recorrido educativo, pero no se hablaba ni se escrib¨ªa sobre ello y lo que es peor no era tanta la agresividad que se abocaba. ?Qu¨¦ ha cambiado para que hayan, muchas denuncias y una conmoci¨®n social y medi¨¢tica sobre el tema?
M¨¢s formaci¨®n para los profesores y m¨¢s trabajadores sociales en los institutos no bastan?
La conflictividad escolar es una de esas noticias que alerta a la opini¨®n p¨²blica que, al ser una cuesti¨®n identificable en uno mismo, vive pendiente de las opiniones de expertos y comentaristas, y tambi¨¦n de familiares e implicados. Y no siempre es posible coincidir con sus apreciaciones ya que, aunque toda visi¨®n de la realidad es parcial, ciertas opiniones se centran en la b¨²squeda de un culpable o culpables m¨¢s que en analizar la complejidad de un hecho tan dram¨¢tico. Como si denunciando esa culpabilidad en los medios de comunicaci¨®n hubieran cumplido con su misi¨®n informativa; y que se ocupen otros despu¨¦s de poner remedio.
Los argumentos de la mayor¨ªa de analistas se decantaban hacia dos principales motivos: el profesorado no cumple con sus obligaciones, y entre los adolescentes est¨¢n aumentando los trastornos del comportamiento o de la conducta hasta alcanzar niveles patol¨®gicos.
Son dos argumentos directos y simplistas para los que, consecuentemente, tienen soluci¨®n quienes los exponen. Una soluci¨®n pasa por la formaci¨®n del profesorado ya que al parecer el profesorado no est¨¢ preparado para afrontar las nuevas realidades en las que se mueve la adolescencia; la otra soluci¨®n es introducir un nuevo tipo de profesional en los institutos o que los adolescentes pasen revisiones sanitarias (f¨ªsicas y mentales) m¨¢s constantes. Con un buen diagn¨®stico y una buena terapia ¨Cdefienden esos an¨¢lisis- evitaremos otras agresiones. No niego que esas actuaciones puedan paliar algo, que sean eficaces en situaciones epis¨®dicas, pero no son la soluci¨®n a la desavenencia radical entre lo que sucede en los institutos y la experiencia vital de los adolescentes en sus relaciones entre s¨ª, con sus familias y con su entorno social.
Hacen falta m¨¢s estudios serios sobre la personalidad de los agresores?
No he o¨ªdo voces, o son muy discretas, que hayan insistido en un aspecto fundamental como es el an¨¢lisis del contexto donde se desenvuelven esos adolescentes. Entendamos aqu¨ª como contexto las relaciones familiares, las relaciones entre colegas, la influencia de los valores televisivos, las nuevas formas de comunicar, los c¨®digos de conducta impl¨ªcitos en los videojuegos, la cultura de cibercaf¨¦ o del botell¨®n, etc¨¦tera, y tantos otros factores que influyen en la socializaci¨®n de los adolescentes mucho m¨¢s que el sistema educativo. Hace tiempo que reclamamos la necesidad de contar con el entorno, con todos los agentes sociales que intervienen en ¨¦l, o poco puede hacer un profesorado que intenta suplir con su esfuerzo la dejaci¨®n de responsabilidad de otras instituciones.
Ser¨ªa interesante tener acceso a los an¨¢lisis de la personalidad y de la conducta de los causantes directos de las agresiones, saber c¨®mo est¨¢n de amor, de cari?o, de afectividad, de emociones, de actitudes respecto a los dem¨¢s (y incluyo aqu¨ª a sus progenitores); en el otro lado de la balanza pondr¨ªamos su nivel de agresividad, de individualidad a ultranza, de competitividad in¨²til, de incomunicaci¨®n... En fin, ser¨ªa interesante disponer de una valoraci¨®n de los patrones culturales que han integrado (que les hemos inoculado).
Ayudemos a los adolescentes y ayudemos al profesorado, establezcamos complicidad social con la educaci¨®n; que de verdad sea una prioridad pol¨ªtica. O nos ponemos de acuerdo o veremos aumentar las agresiones y la noticia dejar¨¢ de ser un caso aislado y anecd¨®tico.
Francisco Imbern¨®n es catedr¨¢tico de Pedagog¨ªa de la Universidad de Barcelona y director del Observatorio Internacional de la Profesi¨®n Docente
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