"Cada vez que me amenazaban me enojaba, pero no dej¨¦ de escribir"
La periodista mexicana Rosa Isela P¨¦rez vive en Espa?a desde 2010 debido a la persecuci¨®n que sufri¨® por informar sobre feminicidios en Ciudad Ju¨¢rez
Rosa Isela P¨¦rez, periodista mexicana, ya no puede vivir en su Ciudad Ju¨¢rez natal. El motivo: las constantes amenazas de muerte que recib¨ªa por informar sobre los asesinatos masivos de mujeres. Su familia le ha acompa?ado en un viaje que empez¨® en 1999 cuando denunci¨® los primeros casos de feminicidios y termin¨® con el exilio. Desde septiembre de 2010 vive en Espa?a como asilada pol¨ªtica.
P¨¦rez perdi¨® su trabajo y tem¨ªa por su vida y la de su familia. Madre de tres hijos, se emociona cuando habla de ellos. Sin embargo, mantiene un tono pausado y calmado cuando se refiere a la persecuci¨®n de la que fue objeto. Ahora, como muchos colegas de profesi¨®n, solo quiere salir adelante y encontrar trabajo, aunque reconoce que ser¨¢ dif¨ªcil olvidar lo que le ha sucedido.
En su curr¨ªculo constan algunos premios internacionales por su trabajo. El ¨²ltimo el que le concedi¨® el Consejo General de la Abogac¨ªa Espa?ola en diciembre de 2010. En 2003 ya hab¨ªa sido galardonada por la organizaci¨®n Isis Internacional por su reportaje Mujeres desaparecidas; el drama de nuestras familias. Un a?o antes la Asociaci¨®n de Periodistas de Chihuahua le otorg¨® el premio de periodismo Jos¨¦ Vasconcelos.
Pregunta. ?C¨®mo empez¨® a contar las historias de mujeres asesinadas?
Respuesta. Lo primero que escrib¨ª sobre este tema en 1999 fue sobre una manifestaci¨®n muy grande que hubo en Ciudad Ju¨¢rez en la que participaban familiares, vecinos y amigos de las v¨ªctimas para exigir justicia, un alto de la violencia contra las mujeres. Nunca antes hab¨ªa cubierto ese tema.
P. Y sigui¨®
R. Mi asignaci¨®n diaria, a partir de ese d¨ªa, fue la cobertura de las historias de las familias, su versi¨®n, su sufrimiento. Para ellas era una verdadera tortura, hac¨ªan solas las b¨²squedas de sus desaparecidas e incluso abr¨ªan sus propias l¨ªneas de investigaci¨®n ante la falta de respuesta de las autoridades.
Llega un momento en que te acostumbras a la violencia y no reaccionas hasta que te toca cerca"
P. ?Cu¨¢ndo llegaron las amenazas?
R. En el a?o 2000. La primera fue cuando una persona me estaba esperando fuera del peri¨®dico, me pareci¨® que ya la hab¨ªa visto en la Fiscal¨ªa especial de cr¨ªmenes contra mujeres. Creo que mi compa?ero se asust¨® m¨¢s que yo y me dijo que ten¨ªa que informar al director por escrito. Yo pens¨¦ que no me iba a hacer caso y fue lo que pas¨®. As¨ª que pens¨¦ que solo me quer¨ªan asustar y decid¨ª que no me iba a centrar en ello porque ser¨ªa peor para m¨ª.
P. Pero las amenazas continuaron
R. Despu¨¦s llegaron mensajes a trav¨¦s del correo electr¨®nico m¨¢s fuertes, con insultos. En 2001 inform¨¦ sobre el asesinato de ocho jovencitas en Ciudad Ju¨¢rez. Las intimidaciones se recrudecieron y generalizaron. Los primeros amenazados fueron los abogados de las personas a las que detuvieron, que eran inocentes y les hab¨ªan torturado. Fue un hostigamiento espantoso. Cada vez que me amenazaban me enojaba m¨¢s pero no dej¨¦ de escribir del tema, continu¨¦.
P. ?Por qu¨¦ lo dej¨® finalmente?
Pens¨¦ que no pod¨ªa darme el lujo de quedarme all¨ª a ver si no pasaba nada"
R. Me despidieron en 2005. Les pregunt¨¦ por qu¨¦ y la persona que me despidi¨® me dijo que no lo sab¨ªa, solamente le hab¨ªan ordenado que lo hiciera. Me acaban de dar un reconocimiento internacional y me despidieron.
P. Si ya no trabajaba, ?por qu¨¦ tuvo que marcharse?
R. Despu¨¦s de que me despidieran se acabaron las amenazas pero me pidieron que testificara en el caso del asesinato de ocho j¨®venes, conocido como el caso del Campo Algodonero, ante la Corte Interamericana de Derechos. Pens¨¦ que no iba a tener problemas, pero cuando la Corte orden¨® al gobierno de M¨¦jico que me diera protecci¨®n, empezaron de nuevo las amenazas. Me preguntaba por qu¨¦ no me dejaban en paz. Ya no estaba escribiendo, y no me daban trabajo en ning¨²n peri¨®dico, ni siquiera en la Universidad porque, seg¨²n me dijeron, el rector no quer¨ªa a alguien que hubiera manchado la imagen de la ciudad. Y de todas maneras no me dejaban.
P. ?C¨®mo eran las amenazas?
R. Primero eran insultos, despu¨¦s me dec¨ªan que me estaban observando y me amenazaban de muerte. Todo escrito en ingl¨¦s. Al principio pensaba que estaban locos y que no se iban a atrever.
P. ?Alguna vez sospech¨® qui¨¦n le amenazaba?
R. Pienso que era la Procuradur¨ªa (encargada de las investigaciones de cr¨ªmenes federales) porque la primera amenaza vino de ellos, aunque en algunos mensajes pon¨ªan ¡°aqu¨ª los asesinos en serie¡±.
P. ?Su familia c¨®mo lo vivi¨®?
R. Mis ni?os al principio no sab¨ªan nada. A mi esposo le costaba, igual que a mi, creer que me pudieran hacer algo m¨¢s. Hasta que prest¨¦ testimonio en la Corte Interamericana sobre el caso del Campo Algodonero. Despu¨¦s de eso, una noche nos siguieron a mis ni?os y a m¨ª en un veh¨ªculo. Creo que cuando pas¨® todo eso y se recrudeci¨® la violencia nos dimos cuenta de lo que pasaba. Cuando vives con ese ambiente de violencia desde siempre, llega un momento en el que te acostumbras y no reaccionas hasta que te llega muy cerca.
P. Su marido tambi¨¦n era periodista
R. ?l estaba en otro peri¨®dico, uno de los peri¨®dicos que me neg¨® el empleo porque el due?o dec¨ªa que yo hab¨ªa dicho mentiras, que los cr¨ªmenes no eran ciertos, que no exist¨ªa el feminicidio en la ciudad.
P. Eso suena a negar la realidad
R. S¨ª. El silencio es peor a veces. Hay que poner tanta atenci¨®n a lo que se dice como a los silencios que hay.
P. ?Por qu¨¦ no interesa que se cuenten estos casos?
R. Porque hablar de esos casos es hablar de irregularidades, corrupci¨®n gubernamental, violencia contra las familias. Es hablar de injusticia social, de un problema que el Estado no ha resuelto.
P. ?Cu¨¢ndo decide que se tiene que ir?
R. Fue una decisi¨®n muy dif¨ªcil porque tienes que dejar todo. Lo m¨¢s valioso es la vida, lo dem¨¢s es material, pero tuvimos que dejar cosas por las que hab¨ªamos trabajado mucho. Pero cuando el gobierno rechaz¨® por segunda vez otorgarme las medidas de protecci¨®n que hab¨ªa ordenado la Corte Interamericana, pens¨¦ que no pod¨ªa darme el lujo de quedarme all¨ª a ver si no pasaba nada, por mis hijos, porque eran mi responsabilidad.
P. ?Comprend¨ªan lo que pasaba?
R. Ahora tienen 15, 14 y 5 a?os. Al principio no les dije nada de lo que pasaba, aunque la abogada me dec¨ªa que ten¨ªan que saberlo para que estuvieran alerta. Cuando decidimos marcharnos uno de mis hijos me pregunto: ¡°?Qu¨¦ cosa tan mala hiciste para que nos tengamos que ir?¡± Aquello me estremeci¨®. En algunos momentos me he sentido culpable y me he preguntado si comet¨ª alg¨²n error.
P. ?Alguna vez se ha arrepentido de investigar esos casos?
R. Me hubiera arrepentido si no lo hubiera hecho. Hubiera tenido cargo de conciencia, despu¨¦s de lo que vi, tantas se?oras llorando y tantos funerales. Lo peor es que no se resuelve. Me indigna que esto no se aborde como debe ser. Es un problema muy serio y evidencia un problema estructural del Estado.
P. Por el que ha tenido que dejar su tierra
R. Fue muy dif¨ªcil para nosotros salir, pero afortunadamente nos dieron asilo. Diversas organizaciones, como Reporteros sin Fronteras, nos apoyaron y llegamos aqu¨ª. Ahora tratamos salir adelante. Primero vivimos once meses en un centro de acogida para refugiados. Despu¨¦s ingresamos en un programa del Fondo Europeo para los Refugiados y me concedieron una beca para estudiar un master. Por todo esto creo que somos muy afortunados, aunque haya dificultades para encontrar trabajo e integrarnos laboralmente.
P. ?En qu¨¦ le gustar¨ªa trabajar?
R. Me interesa mucho el tema de la inmigraci¨®n, es un tema que manej¨¦ all¨¢ en la frontera.
P. ?Espera volver a M¨¦jico?
R. Mientras est¨¦n las condiciones as¨ª, no.
P. ?En Espa?a le han llegado amenazas?
R. Hubo dos incidentes. Cuando ya estaba en Espa?a, me escribieron para invitarme a participar en un peri¨®dico independiente y acept¨¦ hacer alguna colaboraci¨®n aunque estaba lejos. A los pocos d¨ªas nos enviaron una nota que dec¨ªa ¡°para que no anden con sus reuniones pol¨ªticas¡±. Despu¨¦s de eso ya no se hizo el peri¨®dico. Hubo otro incidente cuando el ej¨¦rcito fue a casa de mi hermana, supuestamente a buscar armas. Ella estaba sola, se asust¨® mucho y llam¨® a una vecina. Tambi¨¦n registraron su casa. No sabemos a qu¨¦ atribuir eso.
P. ?C¨®mo puede ser que haya gente que quiera ser periodista en pa¨ªses como M¨¦jico?
R. Creo que son las ganas de cambiar, transformar y contribuir a que las cosas mejoren. Vemos un pa¨ªs que tiene muchos recursos y mira en qu¨¦ condiciones est¨¢.
P. ?Cu¨¢l fue su contribuci¨®n?
R. Creo que ayud¨¦ a visibilizar algo que se intentaba tapar. Eso es algo que me llena de satisfacci¨®n. Pero m¨¢s que eso, las familias de las v¨ªctimas me cambiaron a m¨ª. Aprend¨ª mucho de ellas, admiro el gran amor que le tienen a la vida y a sus hijos. Creo que han evidenciado muchas cosas: que M¨¦jico es una sociedad clasista que desprecia a las mujeres, en la que vales en funci¨®n de la posici¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica, y eso es algo que se tiene que cambiar.
P. Y se coarta la libertad de expresi¨®n
R. La imagen a nivel internacional llega como un pa¨ªs democr¨¢tico, defensor de los derechos humanos pero la realidad es otra. La comunidad internacional ha tardo mucho en darse cuenta. Qu¨¦ triste pero qu¨¦ bueno que se diga la verdad. No como en Ciudad Ju¨¢rez que se indignaban cuando se dec¨ªa la verdad. La verdad es para que se resuelvan los problemas, no para manchar nada, esa es la funci¨®n social de los periodistas.
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