¡°Los libros me han salvado la vida en varias ocasiones¡±
Apasionada por la literatura, acaba de abrir en D¨¦nia una librer¨ªa para t¨ªtulos escogidos
En estos tiempos que corren, cuando rebelarse contra la crisis y abrir un negocio nuevo puede considerarse un acto heroico, m¨¢s si se trata de una peque?a librer¨ªa en un pa¨ªs donde la gente lee poco y la industria del libro es exprimida como un lim¨®n en las grandes superficies, lo que acaba de hacer Pepa Ferrando en D¨¦nia tiene mucho m¨¦rito. Por tercera vez en su vida, a contracorriente y sin reparar en el pesimismo general ni en augurios paralizantes, esta mujer mediterr¨¢nea ha sacado fuerzas de s¨ª misma y de su pasado m¨¢s sufrido para abrir una librer¨ªa de toda la vida, peque?a y cuidada hasta el ¨²ltimo anaquel y el ¨²ltimo recoveco, con vol¨²menes elegidos por razones muy pensadas. Ambra es una realidad desde Semana Santa, y lo es por una cuesti¨®n de ¡°elemental coherencia¡±. ¡°A m¨ª los libros me han salvado la vida en varias ocasiones¡±, asegura con una sonrisa nada m¨¢s encontrarnos.
Desayunamos dos cocas de tomate y berenjena en el mercado de D¨¦nia, pueblo de vacaciones de Levante cercano al valle de Pego, el lugar donde naci¨® y donde se cultivan las mejores hortalizas de la comarca. Pepa aterriz¨® en este mundo el 5 de agosto de 1945, el mismo d¨ªa que cay¨® la bomba at¨®mica en Hiroshima, y desde el principio su vida estuvo marcada por el trabajo duro y el sacrificio. Su padre era un rudo agricultor. Su madre, enferma del coraz¨®n, estuvo m¨¢s de una d¨¦cada postrada en una cama y durante ese tiempo la cuid¨® d¨ªa y noche y durmi¨® con ella en su cuarto. ¡°A los ocho a?os me ense?aron a hacer pan y arroz al horno y a ocuparme de las labores de la casa, en eso se me fue la infancia y la adolescencia¡±.
Casi no pudo ir a la escuela, pero la maestra le tra¨ªa las tareas por l¨¢stima y un vecino que ten¨ªa una biblioteca empez¨® a prestarle algunos libros. ¡°Los libros eran mi espacio, mi libertad. Me escond¨ªa en cualquier rinc¨®n a leer y, cuando mi madre no me o¨ªa trajinar, me llamaba desde la cama: ¡®?Ya est¨¢s otra vez...!¡±.
A los 21 a?os se cas¨® y march¨® a D¨¦nia. Tuvo dos hijas, pero un padecimiento de ri?¨®n la mantuvo 11 a?os muy enferma y con una vida limitada. De nuevo la literatura fue su ¡°liberaci¨®n¡± y su ¡°refugio¡±, y cuando se cur¨® no lo pens¨® dos veces: en contra de lo que le aconsejaban en casa, vendi¨® un huerto de naranjos que hab¨ªa heredado y mont¨® en D¨¦nia su primera librer¨ªa. ¡°No conoc¨ªa a nadie ni sab¨ªa nada del negocio, pero ten¨ªa que hacerlo: cog¨ª una gu¨ªa y empec¨¦ a llamar a las editoriales y distribuidores. Cuando lleg¨® la primera caja de libros a mi nombre casi me volv¨ª loca¡±. En los a?os noventa abri¨® otra librer¨ªa en Gandia y ahora regresa a D¨¦nia ¡°con la ilusi¨®n del primer d¨ªa¡±. ¡°No me da v¨¦rtigo la crisis; lo que no concibo es una existencia sin libros en el centro de mi vida¡±.
El respeto que siente por la literatura hace que lleve mal el actual modelo de negocio en los grandes almacenes ¡ªhoy por hoy, donde m¨¢s libros se venden en Espa?a es en Carrefour y El Corte Ingl¨¦s¡ª , donde uno puede estar ojeando una antolog¨ªa de Pessoa, leyendo aquello de ¡°creo en el mundo como una margarita / pero no pienso en ¨¦l, porque pensar es no comprender¡¡±, y ¡°en eso suena por megafon¨ªa una oferta de bricolaje o de latas de fabada, tres por dos, dese prisa...¡±. ¡°No es justo¡±, sentencia, ¡°el espacio natural de los libros son las librer¨ªas¡±.
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