Ni castos ni cautos
El comisario encargado del 'caso Maciel', exjefe de las finanzas vaticanas, era el menos indicado
La sabia iron¨ªa de Bernanos ¡ª¡°si no podemos ser castos, al menos seamos cautos¡±¡ª no ha servido para nada entre las jerarqu¨ªas del catolicismo desde que el influyente fundador de los Legionarios de Cristo camp¨® por sus fueros durante d¨¦cadas en el Vaticano. Deber¨ªan hacer m¨¢s caso al fil¨®sofo cat¨®lico franc¨¦s, que triunf¨® en la literatura con una novelita deliciosa, Diario de un cura rural. La tesis era que en materia de sexo hab¨ªa que abrirse a la comprensi¨®n, pero con principios firmes. Cuando hay que actuar, debe hacerse hasta el fondo. El buen cura no hab¨ªa vivido el Vaticano II, pero creci¨® en una sociedad laica y sin miedos. Libre entre personas libres.
En cambio, el Vaticano vive en el miedo. Quiz¨¢s ser¨ªa mejor decir que vive en el remordimiento. Solo as¨ª se explica que a¨²n le salpique el caso Maciel, notorio pederasta, adem¨¢s de corruptor de menores y mayores ensotanados. Si fue escandalosa, si no delictiva, la actitud del anterior Papa, Juan Pablo II, amparando al sacerdote fundador, no lo ha sido menos el proceso de depuraci¨®n.
El papa Ratzinger crey¨® que cumpl¨ªa con su obligaci¨®n enviando a Maciel de regreso a M¨¦xico con la orden de guardar silencio. Pronto bebi¨® el c¨¢liz de la inexperiencia.
Castigado Maciel, y desaparecido del Vaticano, donde hab¨ªa vivido entre algodones de impunidad gracias a su generosidad econ¨®mica con cardenales con poder, las v¨ªctimas exigieron una investigaci¨®n. Roma la encarg¨® a cinco obispos, entre ellos el espa?ol Bl¨¢zquez, reci¨¦n apeado por el cardenal Rouco de la presidencia de la Conferencia Episcopal.
Fue una larga tarea, con final desgraciado. El encargado de poner orden en tan desagradable asunto era el menos indicado: un denominado comisario pontificio externo que hab¨ªa hecho la carrera como jefe de las finanzas vaticanas, tantas veces alimentadas de mala manera por Maciel, rico a manos llenas. Se llama Velasio de Paolis. Las resistencias a depurar tienen una raz¨®n: el fundador hab¨ªa sido muy loado por Juan Pablo II, al que el mexicano jaleaba llenando estadios. A Papa tan ejemplar, Ratzinger, su amigo y sucesor, lo quiere elevar a los altares de la ejemplaridad universal. Quien pens¨® que muerto el perro se acaba la rabia, estaba en un error. Los Legionarios es una organizaci¨®n podrida, por mucho que en su seno haya, en una inmensa mayor¨ªa de sus miembros, personas de buena fe y conducta. Muchos se est¨¢n marchando, desencantados. ?Qu¨¦ debi¨® hacerse? Hab¨ªa precedentes, tambi¨¦n de encubrimientos.
El primer esc¨¢ndalo se produjo en Italia en una de las escuelas p¨ªas del aragon¨¦s Jos¨¦ de Calasanz, fundador de la Orden de Cl¨¦rigos Regulares Pobres, conocidos como escolapios. Calasanz hab¨ªa reprimido la divulgaci¨®n del abuso sexual de ni?os por sus sacerdotes y pag¨® por ello. Uno de los ped¨®filos, el padre Cherubini, tuvo tanto ¨¦xito en el encubrimiento de sus delitos que incluso lleg¨® a ser superior de la orden, arrinconando al fundador. La orden fue clausurada por Inocencio X. Calasanz muri¨® a los 91 a?os en Roma, todav¨ªa en desgracia. Ocho a?os despu¨¦s, Alejandro VII lo rehabilit¨®. Fue hecho santo en 1767.
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