¡°Solo veo cinco grandes fot¨®grafos y est¨¢n muertos¡±
El fotoperiodista turco cree que su oficio no puede considerarse arte
Ara G¨¹ler nos recibe rodeado por sus fotograf¨ªas. Tiene una mesa en el caf¨¦ que lleva su nombre, propiedad de un amigo de su familia, quien tambi¨¦n se han encargado de decorar el local con la obra del maestro. ¡°?Cu¨¢l es la foto que m¨¢s le gusta de las paredes?¡±. ¡°?Todas!¡±, responde. ¡°?Porque todas son m¨ªas!¡±. Directo y cortante. As¨ª es Ara G¨¹ler en las entrevistas, lo que hace que m¨¢s de un periodista sude ante la idea de entrevistarle. Cuando se lo decimos r¨ªe. ¡°No, yo no soy as¨ª. Lo que pasa es que tengo 86 a?os y digo lo que me da la gana¡±. Ordena caf¨¦ y rega?a a la entrevistadora por su pobre acento en turco. ¡°Tienes suerte de que sea armenio, nosotros ¨¦ramos comerciantes en el Impero Otomano, por eso ten¨ªamos que hablar muchos idiomas¡±.
Ara G¨¹ler comenz¨® en el fotoperiodismo hace 63 a?os. Hijo de un boticario adinerado, de peque?o quer¨ªa ser director de cine, pero se decant¨® por el periodismo porque le permit¨ªa viajar. Ha sido corresponsal de Oriente Pr¨®ximo de cabeceras como Times, Paris Match y Der Stern, pero son sus fotos del Estambul de los a?os sesenta y setenta los que le han dado la fama internacional y su sobrenombre de El Ojo de Estambul. ¡°?Qu¨¦ me importa que me llamen el ojo de nada! Yo no soy el ojo de Estambul¡±, espeta cuando le preguntamos por su apodo. ¡°?No le gusta que le llamen as¨ª?¡±. ¡°?No!¡±, gru?e, ¡°porque soy periodista, no un ojo¡±.
Sin embargo, su mirada ha captado los momentos m¨¢s ¨ªntimos de un Estambul en blanco y negro. Una ciudad que, como G¨¹ler asegura, ya no existe. ¡°El Estambul real es el antiguo. El actual es una copia de Am¨¦rica¡±, asegura mientras mastica un lokum, dulce t¨ªpico que se sirve con el caf¨¦ turco. ¡°Los turcos no entienden nada. Est¨¢n copiando los edificios americanos cuando tienen su propia arquitectura, su propia civilizaci¨®n, el Imperio Otomano. Y no lo est¨¢n usando. En mis fotos no ver¨¢s un rascacielos¡±.
G¨¹ler fue uno de los primeros fot¨®grafos en entrar en la agencia Magnum tras entablar amistad con Henri Cartier-Bresson. Una amistad que dur¨® hasta la muerte del franc¨¦s. Entre los m¨¢s de dos millones de fotos que asegura tener en su estudio hay retratos de Picasso, Dal¨ª, Orson Welles o Maria Callas. Pero m¨¢s all¨¢ de las celebridades, afirma que es el fotoperiodismo lo que da sentido a su obra. ¡°La fotograf¨ªa es un tipo de documentaci¨®n que refleja el tiempo en el que vivimos. Y con el equipo t¨¦cnico adecuado podemos transmitir esa realidad al siglo que viene. Somos historiadores visuales¡±.
Por eso se enerva cuando comparan su obra con arte. ¡°El arte es algo que cambia el mundo¡±. ¡°Mira esta foto¡±, interrumpe se?alando una de sus instant¨¢neas. ¡°Esta foto no es arte, no es ni siquiera buena, y el mundo seguir¨ªa siendo igual sin ella. Sin embargo, el mundo no se entender¨ªa sin C¨¦zanne, Renoir o Mozart¡±. Toma otro sorbito de caf¨¦ para serenarse y tras el tiempo de descanso vuelve a la carga. ¡°Solo ha habido cinco fot¨®grafos buenos, como Cartier-Bresson, o Ansel Adams, todos muertos y ninguno turco¡±. Y usted, ?no es bueno?, preguntamos. ¡°Yo sacaba fotos porque ten¨ªa una c¨¢mara¡±, asegura con una carcajada.
Entonces una joven se acerca para saludarle. Se dirige a ¨¦l como ocam, maestro en turco. G¨¹ler la mira y ¨¦l sugiere que se suelte la melena para que le enmarque la cara. Un defecto profesional que se repite a la hora de tomar la foto. G¨¹ler posa sin protestar, pero insiste en ver el resultado. ¡°Se ve demasiado la mesa, rep¨ªtela¡±.
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